No había cerrado bien las contraventanas y un rayo de sol abrió los ojos de Manuel. En cuanto se hizo a la claridad vio ante sí la cara de Jul, dormido como un niño, y se fijó en el perfil de sus labios, preciosos como el resto del muchacho, y le entraron ganas de contemplarlo eternamente hasta morir sin mover ni un dedo por no despertarlo.
Y le dijo entre dientes: “Serás cabrón, que al final siempre te sales con la tuya!. Aunque te reventase el culo con la calentura que tenías ayer no querías otra polla que la mía y la conseguiste. Terminé follándote como un lobo furioso y debes tener el agujero más jodido que si tuvieses almorranas. Pero ya ves que cara de felicidad tiene el puñetero mocoso... Hay que joderse con este puto muchacho!.. Y que listo eres, maricón... Por muy serio que me ponga no te engaño... Y te das cuenta que no me hace puta gracia que otro te joda, aunque grite y vocifere lo contrario. O me adivinas el pensamiento o me tienes tomada la medida y lo voy a tener crudo contigo... Y, sin embargo, es esa inteligencia y esa sagacidad la que me cautivó desde que empecé a conocerte... Duerme, mi amor... duerme tranquilo. Descansa a mi lado sin miedo alguno, porque sólo imaginas una ínfima parte de lo que te quiero”.
Manuel estuvo tentado de besar al chico, pero éste sonrió sin abrir los párpados, como si soñase con algo bueno, y se tocó el ano con dos dedos, reflejando en un gesto la molestia que le producía la escocedura e irritación que tenía en el culo.
“Duermes?”, preguntó Manuel. Y Jul siguió en sueños, o se hizo el dormido. Y el amo se levantó de la cama. Se miró en un espejo de cuerpo entero y volvió la cabeza hacia el muchacho. Y pensó: “Eres muy joven aún, pero el tiempo irá ajando tu frescura, aunque jamás te afectará eso, porque tu belleza está por dentro, mi amor. En cambio como estará mi cuerpo dentro de unos años?.. Seguirá despertando en ti la misma pasión que ahora?. O estás enamorado de mi alma como yo de la tuya?.. Debo estar haciéndome viejo para pensar estas cosas... Todavía estoy muy bueno, que coño! Y me queda mucha leche que dar a mis cachorros. Y mucha guerra también. Así que espabila, Manuel, que tienes que hacer muchas cosas hoy. Y déjate de bobadas. Seguro que este niño te querrá eternamente como tú a él. A lo que iba es a mear, por lo tanto adiós, tío cachondo, o me meo vivo”. Y al intentar separarse del espejo, oyó la voz de su cachorro: “Mi amo. Si no me besas, al menos mea dentro de mí, porque me pica y necesito que me refresques el culo”.
“Serás puta! Estabas despierto, jodido cabrón! Cómo te atreves a hablarme sin permiso! Te voy a arrancar esa puta lengua de un mordisco”.
Y Manuel se lanzó en plancha sobre Jul, pero no le cortó la lengua sino que le besó la boca.
Y rápidamente le levantó las piernas y observó su esfínter: “Lo tienes muy irritado. Como decían las viejas de este pueblo cuando yo era pequeño, lo mejor sería sentarte en agua con sal. No sé si eso cura, pero ellas aseguraban que era bueno para todo”.
“Puedo hablar, amo?”, pidió el chaval. “Habla, zorra, que te las sabes todas”, autorizó el señor y Jul dijo: “La sal me ardería mucho”. “Sí. Seguro que sí”, afirmó Manuel. Y añadió: “Si me llego a dar cuenta ayer de eso, te meto el culo en un caldero lleno de agua con sal gorda, por cabrón... Pero ahora me meo por la pata abajo”. Y, como la voz de su mascota ya le había engordado la verga, se la enchufó por el culo y después de un polvete rápido le soltó una meada como para a pagar un incendio. Y si el meo es bueno para los sabañones, también le fue estupendamente al culo de Jul, porque se lo alivió bastante después de correrse como un cerdo, encima del estómago, al descargarle su amo la orina en las tripas.
Y, enseguida, Manuel obligó a su perro a levantarse, pero éste no pudo apretar el culo lo suficiente como para no mojar la cama. Y su dueño le dijo: “Porque tienes el ojete hecho una mierda , sino te rompía la crisma por guarro. Vete al baño cagando leches, puto cerdo!”. “Amo. Me permites hablar otra vez?”, rogó el esclavo. “Que quieres ahora, jodido!”, preguntó el amo. “Decirte que ese espejo no sirve”, contestó el chico. “Vaya!. Y por qué no sirve?.. Es que no te ves suficientemente guapo?”, le dijo Manuel. “No, mi amo. No es eso, porque yo no me miro en ese espejo... No sirve porque no puede reflejar lo hermoso que es mi señor”, respondió el cachorro.
Manuel quedó estupefacto y soltó: “No eres normal!.. Tu lees mis pensamientos, cabrón!”. Se acercó a Jul, sin dejar de penetrar en su mirada, y abrazándolo le susurró: “Tú me ves tal y como soy?”. “Sí... Yo veo a mi dios que está dentro de ti”, dijo el muchacho a su amo. Y Manuel mezcló sus lágrimas con las de Jul. Pero el perro, con tanta emoción, no pudo evitar mojar el suelo también. En pleno abrazo, Jul se lamentó: “Perdón, amo. Soy un cerdo y te estoy manchando toda la habitación”. “No me importa que la pongas hecha una mierda. Y no eres un cerdo. Eres lo que más quiero en el mundo, aunque suframos los dos por ello... Nos vamos a duchar juntos y te lavaré ese culo, que lo tienes irritado como el de una mona de tanto vicio”. Y le palmeó el trasero a su mascota con cariño.
No es fácil que dos almas se encuentren y se compenetren formando una sola. Pero la casualidad llevó a Manuel hasta Jul y se acoplaron tan perfectamente que era difícil distinguir quien dirigía el destino de sus vidas. Manuel era el amo y mandaba sobre su esclavo y lo protegía, amándolo sin medida. Y Jul obedecía y alimentaba el espíritu de su amo llenándolo de energía, sin dejar de adorarlo. Qué mortal pudiera pedirle más al amor.
Cuando terminó de asearse con su cachorro, el amo fue a ver como estaban sus otros perros y como iban las cicatrices de sus marcas. Adem le informó que todo estaba controlado y seguía su curso favorablemente. Mas el señor quiso comprobarlo por sí mismo y fue abriendo de patas a los afectados, dejando a Bom para el final. Y, sentado a su lado, le dijo: “A ver campeón. No fue para tanto. Y lo bien que queda mi marca junto a ese par de pelotas de macho!. Y no digamos si se la ve desde atrás, bajo estas nalgas que sólo por tocarlas muchos darían una fortuna. Pero son mías. Y yo las sobo, las zurro y aplasto mi vientre contra ellas cuando te follo...
Bom, no si te das cuenta de lo que me gustas y de lo que te quiero”. El mastín, enternecido, miró a Jul y Manuel continuó. “Sí, ya sé lo que piensas, pero no es así. Os quiero a todos, pero él y tu sois especiales, aunque con diferente matiz. Además tú no le quieres como a los otros, puto cabrón!. No digas nada que a mí no me engaña nadie. Sé que estas loco por ese jodido cachorro. Y él te quiere a ti también, pero es muy terco y algo duro de mollera. Ya lo sabes. Pero cuando ya estés curado del todo y vuelva del viaje que tengo que hacer, va ser todo muy distinto. Y además te haré un regalo. Algo que te volverá loco de alegría, ya lo verás. Eres mi mejor macho y eso merece una recompensa... Pero no llores, que eso no va con un garañón como tú!. Venga, mi cachorro, que no sé quién diablos te hizo y te dio esos morros que superan hasta el culo con que te parieron. La madre que te parió tan bien hecho!”.
Y morreó al mastín, cuya verga crecía un centímetro con cada muerdo que su amo le daba en la lengua y los labios. Y el señor añadió: “ Cuando me vaya puedes hacerte una paja... Mejor que te la haga Adem para que no te esfuerces...Y tú, Geis no te celes que también te traeré un regalo. Fuiste todo un valiente... Mira por donde voy a tener que dejar de llamarte nenaza. Que te den leche una vez al día los africanos, Pero en la boca... Bueno. Aza, también te has portado muy bien y tendrás un premio como los demás. Adem te pajeará también una vez cada día... Por cierto, Adem, dónde está el nuevo?”. “Atado, señor”, contestó el criado. “Que hizo?”, preguntó el amo. “Hacer nada, pero lo pretendía... Quería chuparles la polla a mis cuatro parientes y no los dejaba en paz. Además se les pone delante, doblado en cuatro, y se abre el culo con las manos para que lo follen”, explicó el sirviente. “Esa perra no es que esté salida!. Es que no entra nunca en razón! Será puto obseso!.. Tráelo!”, ordenó el amo, que le iba a ajustar las clavijas al cachorrillo vicioso.
Adem volvió tirando de la cadena con la que había sujetado al cachorro, que ya gateaba como si nunca utilizase dos pies para andar, y se lo entregó al amo. Manuel muy serio miró al perro y le dijo: “cuando te cacé en las cuadras con uno de los mastines, te dije que si volvías a tocar a uno de mis perros sin permiso te cortaba las manos y los cojones. Pero ahora eres uno de mis perros y no te voy a dejar cojo ni estéril, así que cambiaré el castigo y probarás el cinto. Adem sujétalo bajo el brazo y déjale bien a la vista el culo, que se va a enterar de lo que duele la correa”. “Perdón, amo! No lo vuelvo a hacer, amo!”, gritaba Pal. “Por cada impertinencia son cinco azotes más. Así que cierra la boca para todo lo que no sea contar los que te vayan cayendo encima... Te voy a enseñar a palos a ser un buen perro, puto vicioso!”.
Y silbaron uno tras otro cincuenta y cinco azotes en el aire que estallaban sobre los cuartos traseros del cachorro, dejándolo baldado después de patalear, llorar, aullar y chillar como un gorrino. “Y ahora estarás encerrado hasta que vuelva... Y con cinturón de castidad para que no te la machaques, so guarro. Pero sin dildo en el culo, que te gusta y luego no hay quien te lo saque... Y que no me entere que te metes los dedos en el ojete. Puerco! Y a mi regreso voy a meterte caña hasta por los hocicos!
En poco tiempo vas a ser mejor perro que éstos... Y fíjate que son de los mejores del mundo... Adem, prepara mi equipaje y el de Jul, que tengo que ir de viaje y lo llevo conmigo. Estaré fuera un par de días. Y hasta mi vuelta asumes el mando de la casa y la responsabilidad sobre los cachorros... Saldré después de comer”.
Los cachorros se reunieron con Adem y sus parientes para despedir a su amo y a la mascota y las caras de Bom y Geis dejaban traslucir su pena, por una separación repentina e infrecuente en todo el tiempo en que Manuel era su dueño. Pero, según le oyeron hablar con el criado, se iba a Barcelona unos días, por asuntos de negocios, y esa misma mañana decidió llevarse a Jul con él.
El chico apareció junto al amo, tan bonito que parecía un niño de casa rica, pero sin llegar a pijo, porque ese look no le iba nada al estilo del chaval. Jeans de marca, con un toque descuidado y dejando ver la goma de los slips, calcetos y zapas de moda, camiseta algo ceñida y corta de talle y una chupa ligera en la mano por si acaso. Aunque en verano hace bastante calor bochornoso en la ciudad condal. Era para comérselo crudo de rico que estaba el puto crío, con los ojos relucientes y una sonrisa que alegraba al mundo sólo con verla.
Ya en el coche, Manuel arrancó y lo miro de soslayo, satisfecho viendo a su cachorro tan guapo y lucido. Y le dijo: “Jul, en cuanto salgamos de la finca y hasta que volvamos a ella, serás mi amante. Mi pareja. Comprendes?”.
“Sí, mi amo. Lo entiendo”, contestó el chaval. “No veo que lo entiendas. Un amante no le dice a su pareja , sí, amo”, replicó Manuel.
“Dijiste al salir de la finca y aún estamos en ella, amo”, aclaró el chico. “Si no fuese porque te estropeo esa cara de san luis que llevas, te daba una hostia... Serás maricón, puto del carajo!”. No me llames amo hasta que te lo ordene otra vez!”, le ordenó Manuel. “No te enfades, pero yo hago lo que me dices, porque aunque no te llame amo, tú eres mi dueño y lo serás siempre y en todas partes. Si te parece no te lo llamaré cuando haya gente desconocida delante y puedan oírme”, explicó el chico. “Que no me llames amo no significa que te tomes libertades excesivas. Sólo faltaría que ahora vengas disponiendo tú como has de portarte y lo que has de decir. Te lo repito por última vez. Yo diré como, donde y cuando me llamaras amo. Entendido, perro de mierda?”, pontifico el amo. “Sí. Tú mandas y yo obedezco sin más”, añadió el chico. “Vaya. Por fin pareces razonable... Anda lo que le cuesta a este cabrón acomodarse a una situación tan simple. Intenta pensar como cuando no eras mi cachorro. Y punto. Es bien fácil. Además, por mucho que aparentes ser otra cosa, sigues llevando al cuello la cadena y el candado de plata. El collar que te puse al aceptarte como mi perro y que siempre llevarás puesto”, insistió Manuel. “Sí. Si tú lo dices lo haré... Tu collar lo llevo en el corazón también... Y puedo hablar sin permiso estando solos?”, preguntó el chaval. “Si no es para decir tonterías o impertinencias fuera de tono, sí... Y sin abusar de mi confianza, claro. Porque por la noche, en la habitación del hotel te lo haré pagar muy caro si te pasas. No olvides que aún tienes el culo escocido como un mandril. Y te lo puedo dejar mucho peor. Por si acaso he traído un poco de la sustancia que te puse ayer. Y, si me provocas, volveré a torturarte”, amenazó el señor. “Si es para follarme como ayer, pónmela ahora mismo. Tu eres mi señor y mi dueño y aún estamos en tu finca”. “Qué pasa?.. Te pone caliente mi paquete que no dejas de mirarlo?”, dijo Manuel sobándose la bragueta. “Sí... Mucho, amo”, contestó Jul mordiéndose el labio inferior.
Manuel frenó en seco. Lo miró de abajo arriba y exclamó: “Y te atreves a decirme eso, estando como estás?”. “Estoy bien, amo!”, dijo el muchacho. “Que si estás bien? Estás que te cagas!”, volvió a exclamar Manuel. “No, apenas comí, amo!”, contestó Jul. “A veces no sé de donde saliste! Digo que estás bueno que te pasas así vestido... Te pusiste eso para provocarme?”, aclaró el amo. “Me lo pusiste tú, amo. Yo no elegí nada”, se quejó el cachorro. “Baja del coche... Vamos baja”, dijo Manuel saliendo del automóvil y yendo al lado de la portezuela del copiloto. Jul ya estaba saliendo y Manuel lo agarró por detrás y lo empujó contra el capó de auto. Y con fuertes tirones le desabrochaba los pantalones, diciendo: “Joder!. Bájate los pantalones o te los meto por el culo con calzoncillos y todo. Joder!. Putos slips de mierda. Al carajo. Lo mejor es romperlos. Así... Abre las patas... Abre... Síiiiii.... La puta leche que te han dado!
Me encanta follarte! Y agarrarte esta polla que ya esta como la de un burro, babeando sin parar sobre la chapa del coche... Hummmm... Sí... Sí... Jadea como una perra que me pones más cachondo aún. Toma... Toma polla, ya que tanto te gusta mi cipote... Vas a volver andando como John Wayne... Escarranchado de patas de tanta verga que te voy a meter por el culo... Te vas a correr?... Ya tienes el capullo pringado de semen... y yo estoy a punto de preñarte... Toma, joder!... Toma leche... Toma. Toma. Toma... por... maricón y ponerte estos putos slips... que me ponen a mil y nunca me da tiempo de bajártelos... Jodido crío! No sé cuantos calzoncillos te puso Adem, pero vamos a tener que comprar más... Límpiame la polla y tira lo que queda de los monísimos slips que llevabas puestos. De momento te taparás el culo sólo con los pantalones”.
Jul no podía decir nada porque mamaba la verga de Manuel para limpiarla y durante el polvo bastante tuvo con aguantar el dolor en el ojete, apretando el nabo del amo, y no correrse demasiado pronto para gozar a tope el polvo salvaje que su señor le regalaba al pie del coche, antes de emprender viaje.
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