sábado, 3 de marzo de 2012

Capítulo 37 / El viaje

“Vamos a repostar en la próxima gasolinera, que ya vamos casi en la reserva, y de paso paramos a tomar algo y mear, que seguro que ya tienes ganas”, dijo Manuel. “Sí. No sólo de mear. Tengo la tripa llena de tu leche y necesito cagar, amo”, respondió Jul. “Es verdad. Esta vez te quedaste con toda dentro. Pudiste echarla antes de salir de la finca”, observó el amo. “Me ordenaste subirme los pantalones y entrar en el coche, mi señor”, contestó el cachorro. “También es verdad”, admitió Manuel.

“Estación de servicio a un kilómetro. Ahí paramos. Aguanta un poco más y no te lo hagas aquí que no llevas calzoncillos y pondrías perdidos los pantalones. Y el asiento del coche e imagina que olor dejarías aquí dentro!”, dijo Manuel, riéndose del chico. “Llevo el culo muy apretado para que no me salga, amo”, agregó el chaval, con una sonrisa muy irónica”. “Por cierto. No te ordené que fuera de la finca no me llamases amo?. O es que siempre te vas a salir con la tuya, cabrón?”, observó Manuel. “Perdón. Es la costumbre. Ademas estamos solos”, objetó el chaval. “Ni solos ni leches en vinagre!. Tú haces lo que yo te mande y se acabó la discusión”, dijo el amo cabreado. “Sí am... Perdón”. Jul se calló y se dio por zanjada la cuestión del tratamiento fuera de la casa.

A Manuel lo que menos le importaba era que gente extraña se diesen cuenta que Jul era sólo un perro esclavo que iba con su amo. Lo que realmente deseaba durante los días que estuviesen fuera de su entorno habitual, era sentir a Jul sólo como su amante y no sólo como un ser inferior.

Quería beber de su boca todo el amor en libertad que el muchacho pudiese darle. Pretendía hacer sentir a Jul la pasión y el delirio que encerraba su alma insaciable de amor por aquel chiquillo. Que la única cadena que coartase la libre decisión de ambos fuese el collar de plata que sólo servía para adornar el cuello de Jul.

Casi sin detenerse del todo el vehículo, el chico saltó fuera y corrió a los servicios para evacuar el semen de su amo y tranquilizar los retortijones de su vientre. Cuando se reunió con Manuel en el bar, su sonrisa era de una serena felicidad. Y las dos paletitas que asomaban en línea con el resto de sus blancos dientes, daban un toque gracioso a su boca, además de un aire bastante infantil. En esos momentos Manuel se lo merendaría entero sin dejar ni los huesos. El amo estaba perdidamente enamorado del muchacho y aquel viaje prometía darles los momentos más felices de su vida.

Manuel no dejó de observar a su chico, que se portaba con el desparpajo y la soltura de un responsable mocito, libre y consciente de su criterio y sus actos. Era un veinteañero más, pero muy guapo y atractivo. Y con un alma que desbordaba los límites de aquel bello cuerpo.

“Quieres algo más?”, preguntó Manuel. “No... Lo que quiero no me lo vas a dar aquí”, contestó Jul. “Nunca te cansas?”, volvió a preguntar Manuel, fingiendo asombro. “Si me cansase de respirar, moriría”, respondió el chico. “El problema es que yo tampoco me puedo cansar de respirarte a ti, mi precioso cachorro”, dijo Manuel. Y añadió el chico: “Me has llamado cachorro... Quieres que vaya al baño y me respiras un rato?”. “No, vicioso! Quiero llegar al hotel para follarte como a mi puto perro y darte unos azotes por faltarme al respeto. Serás jodido, cabrón!”, le contestó Manuel, mordiéndose de ganas por darle por culo en el retrete.

Se levantaron de la mesa, antes de cambiar de idea e ir los dos al servicio, y salieron del local perseguidos por las miradas de algunos clientes, con pinta de camioneros, que no le sacaban ojo al culo del chaval. Y eso a Manuel por un lado lo excitaba, pero por otro le ponía de los nervios que un cerdo, sudado y baboso, se la machacase al volante, jodiendo al muchacho con la mente.

El botones esperaba la propina, con una amplia sonrisa de oreja a oreja, por haberles acompañado a la suite con el equipaje, y las mejillas del jovencito se sonrojaron y el paquete se abultó cuando Jul lo despidió con una amable sonrisa y un poco de dinero que cogió de la cartera de Manuel. Que ya entrara en el dormitorio para comprobar si todo estaba a su gusto y llenar la bañera de hidromasaje.

“Todavía no te has desnudado?”, Le dijo Manuel a Jul, que tenía ganas de meterse cuanto antes en el jacuzzi. “Estaba atendiendo al botones, amo”, contestó el chico. “Y ahora te importa más coquetear con ese mocoso que atenderme a mí?, refunfuñó el amo. “No, amo!... Solo le daba la propina, como tu me mandaste”, se defendió Jul. “Seguro que se fue con el rabo duro”, añadió Manuel. “Yo no tengo la culpa, amo”, dijo inocentemente el muchacho. “Ah... conque tú no tienes la culpa!... De que?”, insinuó el dueño del cachorro. “Se puso rojo y se empalmó cuando le sonreí y le di el dinero en la mano, mi señor”, confesó el esclavo. “Ven aquí”, le ordenó su amo. Y sin ninguna otra explicación lo echó de bruces sobre la cama, le bajó los pantalones y con el cinto le arreó dos azotes en cada nalga. “Eso es por puta y andar calentándole la picha a un casi adolescente. Y ahora tienes un minuto para meterte dentro del agua... Rápido. Que ahora ya se acabaron las contemplaciones y sólo eres un puto perro que vas a dormir sobre la alfombra esta noche como no quede satisfecho de tus servicios en el baño. Pervertido!”, gritó Manuel y Jul, antes del plazo, ya estaba entre la espuma esperando a su señor, con el periscopio emergiendo de las aguas.

Se enjabonaron el uno al otro y Manuel lo puso de espaldas y lo hizo sentar sobre su verga, que se la fue introduciendo lentamente hasta pegarle las pelotas al agujero del culo. Y con la lubricación del gel perfumado, Jul empezó a subir y bajar por la polla de Manuel, que le servía de escobilla para desatascar bien la tubería de vaciado fecal. El agua caliente acompañaba al cipote de Manuel dentro del recto del chico y la sensación era tan cálida y relajante, que podría haberse dormido dándolo por el culo a su muchacho.

Jul había aprendido mucho sobre el sexo y como complacer a su amo. Y las contracciones que conseguía con su esfínter, ordeñando la verga de Manuel, lograban una excitación mutua que una sola corrida compensaría mil polvos echados con otro. Jul se levantó y dándose la vuelta se sentó de frente a su amo, metiéndose el glande despacio para clavarse el resto de golpe hasta tocar con las nalgas los cojones de Manuel. Se inclinó hacia el rostro de su amo, que parecía dormido con la nuca apoyada en el borde de la bañera, y le besó suavemente sus facciones, su nariz, los labios, los párpados. Y jugueteó con el lóbulo de las orejas de su señor, hasta que las cosquillas obligaron a éste a apartar de sus oídos la boca de su esclavo, para mordérsela él.

Y por fin Manuel le imprimió ritmo al émbolo y aumentando la marcha soltó su carga de esperma dentro del chico, de cuya polla salían tres tandas de leche. “Pasaron unos minutos para recuperar el resuello y Manuel dijo: “Levántate, que vamos a salir”. “Sí, mi amo. Pero tengo que sacarte de dentro... Y estoy tan abierto que se me va a llenar el culo de agua”. “Vale... No hay problema... Espera, que antes de sacarla te meto un dedo y así te tapo el agujero para que no te inunde la tripa el jabón... Ya está... Y ahora en pie, que tu culo está sellado por el dedo índice de tu señor”.Y primero salió del baño Jul y luego el amo, sin sacarle el dedo del ano a su cachorro. “Ya puedo sacar el tapón o hay peligro de que te entre mucho aire”, bromeó Manuel. “Si no fuese otra vez un puto perro, que sólo sirve para ser la alfombra de su dueño, te diría que el peligro está en que no me acostumbre a estar sin algo tuyo dentro, mi dios”, rezó, porque eso y no una contestación fue lo que salió por la boca de Jul. “Ven aquí mi amor (dijo el amo). En cuanto te pongas los pantalones serás otra vez mi amante y mi perro quedará en esta habitación esperando nuestro regreso... Dame un beso lleno de babas, de esos que tú sabes dar tan bien”.

Pusimos esto encharcado de agua, Jul... Bueno. Vamos a la cama y me pones crema hidratante en la espalda. Y luego te la pongo yo a ti. No pongas esa cara de mimos, que te estas acostumbrando muy mal con este viaje”.

Descansaron un rato tumbados, mirándose simplemente y Manuel reaccionó otra vez: “Jul llama a recepción y que suban a secar el baño... Y con suerte viene tu botones a ver en que puede ayudarte”, añadió con cachondeó.

Al poco rato, una empleada del servicio de habitaciones fue rápidamente a la suite para adecentar de nuevo el baño, pero Manuel no se equivocaba al pronosticar la visita del botones. Efectivamente, al salir la limpiadora, el joven llamó a la puerta y el amo le indicó a Jul que abriese sólo con la toalla puesta a la cintura.

El chico, muy sonriente y solícito, preguntó si le habían llamado o si necesitaban algo. Y Manuel, también cubierto de cintura para a bajo con una toalla de baño y pegándose a Ju, le dijo: “Pues no se si mi muchacho necesita que le sirvas algo... Lo llamaste tú, mi amor?”. Y no dejando hablar a Jul con un beso, añadió: “Es guapo, verdad?... Y por que no has visto lo que oculta”. Y tiró de la toalla, dejándolo en bolas. Y prosiguió: “has visto?... Qué par de pelotas y qué chorizo?...



Y espera que le de la vuelta... Fíjate que culo tiene este chaval... No puedes ni imaginar el gusto que me da follarlo”. A esas alturas el botones estaba sofocado como un pavo y su minga pugnaba por saltarle los botones de la bragueta. Y casi babeaba por la comisura de los labios como un cachorro novato ante una perra encelada.

Manuel le ordenó que se acercase y le dijo poniéndole la polla de Jul en una mano: “Menéasela”. Le desabrochó los pantalones y se los bajo, con slips incluidos. Y le volvió a ordenar que se doblase y mamase la tranca que estaba masturbando. El chico se aferró al grueso chupete y succionó como un cabrito lechal lo haría con la ubre de la cabra. Y Manuel le tocó el agujero con un dedo, calibrando su apertura, y exclamó: “Estás cerrado aún, cabrón!”. Y le preguntó: “Aún no te han dado por el culo, verdad?”. “No”, masculló el botones sin soltar la teta. “Pues ya te llegó la hora y vas a probarlo”, le dijo Manuel. Y con la misma leche hidratante para después del baño, le untó bien el ojete y con cuidado, mientras el chaval se hartaba de comer la verga de Jul, Manuel le hundió la suya en el culo, dándole tiempo a hacerse a ella antes de apretarle fuerte y empezar el traqueteo, que convertiría al muchacho en todo un hombre que sabe poner el culo para que otro macho lo folle.

En el momento en que estaban a punto de correrse los tres, Manuel sacó la polla del chico y lo puso de rodillas para descargar dentro de su boca al mismo tiempo que Jul. Y el botones no tuvo ningún reparo en tragarse la leche de los dos, echando la suya en su propia mano. “Y ahora sigue con tu trabajo y puede que mañana te demos otra dosis... Vete”. Y, con esas palabras, Manuel despidió al Botones, sin más propina que la dada en especie por él y su cachorro, tan generosamente.


Por fin, con no poco esfuerzo y entre risas y bromas, se vistieron los dos como verdaderos modelazos de revista, pero con un ligero toque canalla, y lograron salir a la calle, en su primera jornada del viaje a Barcelona, poniendo rumbo a la Rambla de Cataluña y al paseo de Gracia, para ver tiendas, gente, de todo y nada en concreto. Y para pasear como una pareja de novios, que era uno de los objetivos planeados por Manuel.

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