lunes, 19 de marzo de 2012

Capítulo 41 / El retorno

Jul fue el primero en despertarse y el cachorrillo estaba acurrucado junto a su amo, como un lobezno que busca la protección bajo el vientre de la loba. Manuel dormía también y el cachorro recordaba cada segundo de la noche pasada.

Se habían acostado temprano, como les dijo el amo, los tres en la misma cama y con el dueño en el medio de los cachorros, y ya empezando a coger el sueño, Ermo dijo a su señor: “Amo, puedo preguntarte algo?”. “Dime, pero duérmete enseguida”, le advirtió Manuel. “A mi también me pondrás lo que lleva Jul ahí abajo?”, preguntó el cachorrillo tocándose la entrepierna. Manuel sonrió y le dijo: “Sí... Cuando lleguemos a casa te lo apondré también. Y ahora duérmete”. Pero el perrillo insistió: “Con eso siempre seré tuyo y nunca me venderás, verdad amo?”. El amo apretó al chico con un brazo y le contestó: “Ermo , ya eres mío y nunca te vendería, tengas o no eso en tu cuerpo. Duerme tranquilo que siempre estarás conmigo”, y besó al chiquillo en la frente. Pero el cachorrillo siguió preguntando: “Me dolerá mucho?”. “No... A él le dolió pero a ti te hará menos daño. Y calla de una vez o te caliento y verás como duermes sin tapar el culo para que le dé el aire”, le respondió Manuel cortando el interrogatorio del chico. Y éste sólo añadió: “Gracias, amo. Te quiero mucho. Y a Jul también”. Y al poco se quedó profundamente dormido como un bebe.

Jul, despegado de Manuel, lo veía con los ojos entornados y su amo giró la cabeza hacia él y le susurró: “Quién podría no querer a este perrillo?. Es tan tierno y transparente!. Aún es puro y limpio como un diamante y necesita grandes dosis de cariño. Es triste vivir sin afecto. Verdad, Jul?”. “Sí, mi amo. Es triste vivir sin amor, mi dios”, contestó el cachorro. “Y Manuel le respondió: “Es cierto... Yo no podría vivir si tu amor... Ni tú sin el mío... Pero tenemos que querer mucho a este cachorrillo porque, aunque sólo tenga dos años menos que tú, lo considero como si hubiese salido de tu cuerpo... Jul, el sexo no tiene por que significar siempre amor, aunque pueda ser su máxima expresión exterior. Pero cuando te follo o te causo dolor a ti, ante todo hay un amor inmenso... Acércate más y nunca te alejes porque tenga a otro cachorro en mis brazos... Y menos a éste encanto de criatura. Ven. Abrázate a mi cuello que tú siempre serás el más hermoso para mi”.
Jul se aferró a su señor como si fuese la tabla para un náufrago, cuando está a punto de ahogarse en plena tormenta, y lo besó en la boca descargando la tensión acumulada en su alma por sus dudas y resquemores.

Y le habló al amo: “Te amo, mi señor, y siempre seré lo que tu desees y ordenes. Pero si me va a volver a follar Bom, sólo podré pensar que me lo haces tú”. Pero Manuel le preguntó: “Es que no sentiste su verga cuando te la metió conmigo? No te dio placer o al menos morbo tener los dos rabos en el culo?”

 Y el chico contestó: “Sí la sentí, pero quise creer que era tu polla la que se duplicaba dentro de mi... Y sí me gustó sentirme tan lleno... Y también me dolió, porque los dos gastáis buenos calibres, pero luego, estaba tan abierto que me daba mucho morbo notar el aire entrando en mi culo. Sobre todo después de metérmela también el otro. Menudo rejón de castigo que tiene el puto negrito!... Creo que nunca tuve tanta leche en mi barriga, amo”.


Manuel se rió sin hacer ruido apenas y le dijo: “Qué cabrón! Así que en el fondo te lo pasaste teta! Pues a mi me puso muy caliente rozarme con ellos dentro de ti. Y en ese momento te quise hasta el delirio. Tienen unos cipotes de cojones los dos machitos de la casa! Y el negro es una pasada follando! Mezclar mi semen con el de ellos en tu vientre me puso a cien.... Me encanta tocarte esta barriguita tan plana y siempre templada.... Joder!. Ya la tienes como un tarugo de empinada!”
“Y la tuya?. Si está más dura revienta!, mi amo”, puntualizó el chaval.
“Sí...ponte de lado y echa el culo para atrás... Y no gimas muy alto para no despertar al perrillo... Separa un poco la nalga con la mano... Así... Uffff. Cómo entra cuando estás caliente como una zorra... Quiero hacértelo despacio. Sin violencia... Gozando los latidos de tu cuerpo y la calidez de tu vida, que es mía... Me gusta notar el arillo de tu ano circundando mi verga.... Jul, jamás podré pasar de ti y olvidar tu olor y el tacto de tu piel. Mi amor... Mi amor... Quisiera poder hacerte un hijo de verdad, pero me conformaré con el cachorrillo... Si te corres no te muevas ni hagas nada, porque cuando te llene no la voy a sacar. Dormiremos pegados y unidos hasta que nos separe el sueño.

Jul sonrió y se pegó a su amo buscando su calor. Ya sabía, sin ninguna sombra, cual era su sitio en la casa de su señor y, sobre todo, en su corazón. Ahora no sólo quería ser montado por los otros machos de la casa, sino que deseaba ofrecer su placer a su dios. Y si entraban en él junto con la polla de su señor, mejor, puesto que volvería a notar su ano tremendamente dilatado y caliente. Y el ardor por todo el recto después de semejantes folladas, lo dejaría como una gata maullando después de cubrirla todos los gatos del callejón. Y, por supuesto, no sólo se excitaría viendo al amo ventilándose al cachorrillo cada dos por tres, sino que gozaría como si se lo estuviese calzando a él. Jul sería feliz en el sitio que su amo le reservaba en su casa.

Manuel abrió un ojo, vio los pitos de sus cachorros pidiendo guerra y dijo: “ Me meo”. Jul, rápidamente, se puso boca abajo, abierto de patas, y su amo lo montó, metiéndole la polla para mear dentro. El amo descargó en su cachorro y le dijo” Ve al water y échalo. Y vuelve pronto aquí. Que mira como está de empalmado tu hermanito”. Ermo parecía dormido todavía pero, su polla latía en el aire como un metrónomo marcando el compás. Manuel lo puso boca abajo y empezó a acariciarle la espalda y el culo.

El chico ronroneaba y paladeaba el aire como si tuviese algo rico en la boca. Y al volver, Jul se puso al lado del chico, como una perra amorosa, y lo lamió entero poniendo especial empeño en dejarle muy húmedo y lubricado el ojo del culo para ofrecérselo a su amo, sin esperar que el cachorrillo despertase del todo. Manuel, como el gran macho de una manada de yeguas, se subió a lomos del perrillo y lo montó hasta preñarlo sin dejar que moviese ni un músculo. Al otro cachorro le bastó verlo para correrse también, después de recoger en la mano el semen del cachorrillo para lamerlo, puesto que la monta había despejado completamente a Ermo.

El amo se levantó y le dijo a Jul: “Voy al baño... Vacía al cachorrillo con tus dedos y cómete mi leche también”. “Sí, mi amo... Te doy las gracias porque hoy me desperté con mucha hambre, señor”, contestó Jul.
Y dijo Manuel: “Ya veo. Este perrillo también da buena leche por lo que parece... Y aprovechaste la tuya?”. “Sí , amo. También la tomé sin tu permiso... Perdóname, por coger algo que es tuyo sin pedírtelo. No lo haré más, mi señor”, contestó Jul bajando la vista.
“Está bien... Por esta vez no hay represalias... Pero pide las cosas, no vaya a ser que se te atraganten de una hostia”, le reprendió su dueño. Y el cachorro asintió: “Sí, mi amo..Perdón otra vez, mi señor. Y gracias por ser generoso con tus perros”.

Y Manuel añadió: “cuando termines de sacar toda mi leche del culo del perrillo, pide mi desayuno a recepción que tenemos que irnos en cuanto lo tome. Y no olvides algo para Ermo y para ti... Leche y unas galletas, por ejemplo... Y fruta, también. Os hacen falta vitaminas para estar lustrosos. Y después del desayuno, os ducháis, os ponéis la ropa y a salir por la puerta del hotel con vuestro “papá”, tan pimpantes y reguapos, porque vamos a comprar regalos para tus otros hermanos. Ah. Como a Ermo le cuesta bastante diferenciar el trato en la calle o entre cuatro paredes, establezco un código. Una clave secreta. Si alguien puede oírnos la palabra “amo” la sustituimos por “manu”, de Manuel. Entendido?”. “Sí, amo”, oyó decir el señor a sus cachorros.

El amo vertió leche en un cuenco de cristal y desmigó en ella unas galletas para que desayunasen sus cachorros, mojando los hocicos al mismo tiempo lo dos. El se tomó un café cargado, como siempre, y tostadas con aceite de oliva. Y para terminar fruta, tanto para él como para sus perros, que la pelaba y se la daba en la boca con la mano. Luego Los cachorros bebieron agua en el mismo recipiente y Manuel los mandó juntos a la ducha. Jul parecía una madraza cuidando del aseo del cachorrillo y éste se dejaba querer por el cachorro, al que quería parecerse cada vez más.


Y antes de media mañana ya habían hecho las compras, y arrancaban para desandar el camino, rumbo a la finca, deseosos de ver cuanto antes al resto de la familia. Manuel echaba de menos tanto a sus cachorros como a su criado y ahora también a los parientes africanos de éste. Que también debía marcarlos, porque los consideraba sus esclavos y los usaba como tal. Cada vez era más grande su familia, pero estaba orgulloso de un clan tan bien escogido y organizado.

La ventanillas del coche le eran pocas a Ermo para ver todo lo que pasaba ante su mirada. Iba loco de contento y no paraba de moverse de un lado al otro para no perder detalle de lo que hubiese a ambos lados del camino. “Jul, cuando lleguemos a una gasolinera te sientas atrás con Ermo a ver si para un poco. Cuéntale algo o que te chupe la polla, pero que se esté quieto o le pongo el culo que hace el viaje de rodillas.
“Perdón, amo”, dijo el perrillo, y siguió: “Es que casi no recuerdo ir en un coche viendo por las ventanillas, ni vi nunca tantas cosas”.
“Es que nunca fuiste en coche?”, preguntó el amo.
“En una furgoneta encerrado y sin poder ver nada hasta que tú me compraste y no volví con aquel tío, amo”, contestó el chico recordando la tristeza de ese tiempo.
Manuel vio la mirada dulce del perrillo por el retrovisor y dijo: “Eso no justifica que no estés quieto ni un minuto”. “No hace falta parar para que pase al asiento de atrás, señor... Me meto entre los dos delanteros y ya está, amo”, dijo Jul, queriendo estar con Ermo y evitar que le calentase el culo su dueño.
“No. Falta poco para llegar a una estación de servicio y de paso meáis”, sentenció Manuel.

Al bajar del todo terreno, Jul se acercó a Manuel y le dijo en voz baja: “Manu, ten paciencia con Ermo y no lo castigues demasiado, por favor. Es como un niño en muchos aspectos, señor”.
“Jul! Crees que no me doy cuenta y no sé como sois cada uno de vosotros? Si tengo paciencia contigo y eso que a veces me la agotas, cómo no voy a tenerla con esta criatura! Aún le queda por aprender, pero será un buen perro... Y tú no te pases que al llegar a casa te arreglo. No crees que te tomas demasiadas confianzas osando hablarme así?”.
“Estamos en la calle, manu. Tu me has dicho que fuera de casa soy tu amante y no sólo tu perro”, replicó Jul.
Manuel lo atravesó con la mirada y dijo: “A un animal hay que enseñarlo de pequeño para que no adquiera mañas. Luego se resabia y es más difícil... Y tú ya estás bastante resabiado, pero pronto te meto en cintura otra vez... Entra en la parte de atrás del coche y ponte a cuatro patas... Ermo ven aquí... Espera al lado de esta puerta sin moverte... Jul, no sé si lo que buscas es una zurra o un polvo, pero te voy a meter lo segundo y la paliza te la doy en casa. Ahora haz como que buscas un paquete y yo como que te estoy ayudando por detrás”. Manuel arrimó el portón del automóvil, le dejó el culo al aire al cachorro y fornicó con él allí mismo. Al rato oyeron la voz del cachorrillo, al pie del coche : “Manu. Viene gente!”. Y la voz entrecortada del amo le contestó: “Este... guarro... ya manchó... el suelo... del... maletero.... y... yo... lo estoy... preñando a élllllll......”.

De camino otra vez Jul jugaba con el perrillo en el asiento trasero y éste volvió a abrir la boca para decir lo que tenía en mente: “Amo. La próxima vez que pares me follas a mi en el maletero?”.
Tanto Manuel como Jul se echaron a reír y dijo el señor: “Tú nunca te cansas. Qué culo hambriento! Seguro que si saca la polla por la ventanilla nos sirve de antena. Ha que va empalmado el muy puto?. “Sí, amo... Creo que aún no lo he visto con el pito desinflado del todo a este jodido perro”, respondió Jul.
“Pues hazle una paja a ver si se tranquiliza, que aún falta un buen trecho para llegar a otra zona de descanso o a una estación de servicio”, le dijo Manuel.
Y la mascota aclaró: “Con la mano o se la chupo, amo?”. “Joder!. Si tienes ganas de leche, mámasela... Y que se corra dos veces seguidas que a este le dura poco la picha baja”, le ordenó su dueño.

Y entre mamada, juegos, risas y otro polvo al perrillo, con comida de rabo al amo y a Jul, en un área de descanso, Manuel y sus dos cachorros retornaron a la finca antes que fuese noche cerrada.

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