Nada más entrar en la finca, Manuel procesó en su cabeza todas las cosas y cambios que había planeado durante el viaje a Barcelona. Y en cuanto piso el suelo ante la casa, aparecieron todos los miembros de la familia, deseosos de volver a ver a su señor y a su mascota. Lo que ninguno se imaginaba era que en el grupo había un nuevo miembro.
“Ermo. Se llama Ermo”, dijo Manuel después de saludar a Adem y acariciar las cabezas de los cachorros. A Bom ni le importó su presencia y sus ojos no se cansaban de mirar a Jul, todavía vestido como una persona. Geis miraba más a su dueño, porque no vio nada que llamase su atención e interés en un cachorrillo que le parecía tan joven. Aza, siempre sonriente y contento, lo miró de abajo arriba y sólo vio un nuevo compañero de juegos, más joven que él y con un cuerpecito aprovechable. Pal no salió a recibir al amo, porque aún estaba encerrado, tal y como había ordenado Manuel antes de irse, y los cuatro imesebelen eran como estatuas hieráticas que aparentaban no sentir ni padecer por nada. Se limitaron a bajar la cabeza ante su amo, manteniendo la postura hasta que éste les indicó que se irguiesen otra vez.
Manuel, en pocas palabras, explicó a Adem la manera en que llegó Ermo a su poder y le dijo: “Es un buen cachorrillo, Adem”. Y arrimándose al oído del criado, le habló en voz bajas: “Necesita mucho cariño y comprensión y Jul le prestará una atención especial hasta que se acostumbre a su nueva vida. De todos modos tú sabes bien como has de tratar a ese perrillo. Le cogí mucho cariño en estos días. Y pronto se lo tendréis todos. Es una criatura muy tierna y entrañable, pero más niño de lo que corresponde a su edad. Ya tiene dieciocho años, pero cuando ves como actúa tienes que recordarlo, porque se diría que aún anda por los quince. Como ves es un guapo cachorro también y muy sensual. Cuídamelo mucho, Adem”. Y elevando el tono de voz otra vez, le dijo al sirviente: “Cómo van las marcas de mis cachorros?... Cicatrizan bien”. “Sí, señor. Todos están ya listos para ser usados como quieras”, respondió Adem. “Ahora las veré una a una detenidamente”, dijo el amo.
“Pero entremos en casa que traigo regalos para todos”, les dijo. Y se dirigió a Bom: “Y tú cómo estás, mi buen mastín?. Ya te dije que te haría un regalo especial. Así que alegra esa cara... porque, además ya tienes otra vez a tu lado a mi mascota... Lo has echado mucho de menos?”. Bon se sonrojó como un colegial y bajó la vista como quién hace una fechoría y lo cazan infraganti, pero el amo insistió en que le respondiese. Y el cachorrazo le contestó inseguro: “Sí, mi amo... Y a ti más, mi señor... Pero si extrañé mucho a Jul”.
Y Manuel añadió: “Lo sé aunque no lo digas, pero quiero que lo sueltes para que él se enteré también de como lo quieres y sientes su falta... Te has enterado bien, Jul?”.
“Sí, mi amo... Yo también le echo de menos a él, mi señor. Tú me permites quererlo y le quiero mucho, mi amo”, dijo Jul.
“Has oído, Bom. Pues ahora dale un beso fuerte a tu hermano y vamos a por los regalos”, concluyó el amo.
Bom y Jul se besaron en la boca y el mastín no pudo reprimir su excitación y su calentura. Jul le acarició la mejilla, manteniendo su mano en ella un rato, y le sonrió de una manera, que si el mastín fuese más sutil hubiese comprendido su mensaje. Pero a Bom había que decírselo con todas las letras y ni era el momento ni Jul podía hacerlo.
Si Jul pudiese hablar, le diría al mastín: “El amo quiere que me folles y yo he de hacer lo que desea nuestro amo. Por tanto pronto me montarás y me fertilizarás con tu semen muchas veces. Y gozaré con ello para ofrecer mi placer a mi dios. Pero no te celes de Aza, porque es probable que también me cubra tantas veces como tú. Yo te prefiero a ti, pero el amo es quien manda”. Mi querido Bom, disfruta de lo que te regala tu dueño y no pretendas tener más que eso. Y cuando me penetres yo te amaré por cumplir la voluntad de nuestro amo, pero te pido que no la tomes con Aza si me hace lo mismo que tú, puesto que también cumple las órdenes de nuestro dueño. Seré de los dos mientras el amo no me quiera para él solo o si desea compartirme otra vez con vosotros. Le ha gustado y ya me veo con dos grandes pollas dentro del culo, abierta como la gran zorra que soy para los machos de la casa”. Pero Jul sólo pensó todo eso mientras el amo sacaba paquetes de una bolsa para dar los regalos. Y el regalo sorpresa de Bom, que Ju suponía, era él y estaba sin empaquetar.
Jul fue observando como el amo comprobaba el estado de la marca en la entrepierna de los cachorros y les ponía al cuello cadenas de plata como la suya. Pero no le cambió el collar a Aza. Y también traía una para Ermo, que se quedó sorprendido y a tope de contento porque era como el de Jul. Geis lo celebró, pero en el fondo prefería su collar rojo con hebilla de plata, aunque estaba algo ajado del agua y el sol. Y Bom lo vio como una recompensa por ser el macho por excelencia de la casa. Aza se conformaba siempre con poco o nada, pero el amo le había comprado unas muñequeras de acero y un llamativo suspensorio, cubierto casi del mismo metal, que hacían juego con el aro brillante que tenía alrededor del cuello. Con todo puesto parecía un ángel exterminador con un paquete enorme. Y para los africanos también traía atuendos nuevos y cadenas de acero para cerrárselas al cuello con un candado.
Y Manuel se acordó de Pal: “Adem, trae al que falta. Supongo que ya le ha llegado de encierro. El criado salió y regresó en unos minutos con el cachorro cautivo, algo deslucido por el aislamiento, y el amo le dijo: “Pal, espero que hayas aprendido la lección y no tenga que imponerte castigos más severos. Adem te va a adecentar y vas a volver con tus compañeros. Y como estoy cansado del viaje no voy a azotarte, pero controla tu lascivia o tomaré medidas más drásticas. Te traje un collar como al resto de los cachorros, pero como lo cierro en tu cuello, también lo puedo abrir y echarte de mi casa si no das la talla para pertenecer a mi jauría... Adem, lávalo y quítale el cinturón de castidad... Y ahora quiero darme un baño y relajarme. Bom y Jul, venir conmigo... Ermo ve con los otros cachorros, ellos te cuidarán mientras Jul no esté contigo. Adem ponlo con el otro cachorrillo, pero vigílalos. Será mejor que uno de tus parientes se quede con ellos. Estarán mejor controlados y no habrá necesidad de tener atado a ninguno de los dos. Y acercaros todos que voy a daros un beso”. Besó a los perros que no le acompañarían esa noche y se fue con los otros dos a su habitación.
“Jul, desnúdate y ponte de pie a los pies de la cama... Tú, Bom, ponte a su lado, de pie también. Bien, mis cachorros. Sabéis que os quiero de manera especial a los dos y tú, mi gran mastín, eres el más fiel y dócil de mis perros. Y por eso te dije que te haría un regalo especial que iba a gustarte mucho. Y ese regalo es lo que más deseas en el mundo... A Jul. Ven. Acercate a él. Huele su sexo. Te embriaga los sentidos. Ves. Nada más tocárselo ya está excitado y su glande se baña en suero seminal. Besa su capullo y lame ese líquido que sale por la uretra de este precioso cachorro al que los dos amamos. Despacio, que es un manjar reservado a un dios. Y ahora huele su orificio anal... Aprecias su aroma y como ya le ha bajado el celo?. Está cachondo, pero debes ponerlo más. Lámele ese agujero y mete la lengua dentro y verás como sus patas se separan, dejándose montar. Joder!. Estáis calientes como dos putos cabrones!. Bom pon la mano en su vientre. Es perfecto y cálido. Y cuando se la metas hazlo otra vez porque notarás tu propia verga latiendo ahí dentro... Ahora sube por su espalda sin dejar de lamerlo y recréate en el cuello y sus orejas. Si se las muerdes con la punta de los dientes se pone a cien y pierde el control de sus huevos. Por eso vigila que no se corra y si es preciso dale un golpe seco en ellos. Eso detendrá la eyaculación y tendrá que volver a recuperar las ganas de vaciarse. Pero no se lo permitas sin tú permiso. Tú mandas en la cópula y él ha de someterse a tu deseo y capricho. Pero ya sabes que cuando una perra está encelada se entrega al macho sin reservas... Mira como pone los ojos en blanco el muy puto... Así... Aspira el aire que él respira y roza sus labios nada más. Ya te rogará con los ojos que le comas la boca a besos. Mas debes dosificarlos, puesto que es tan zorra que hará que te corras de gusto y tu misión es preñarlo. Llenarlo con tu semen hasta que no te quede ni un átomo en los cojones... Lo estás haciendo muy bien, Bom, y lo tienes como un brasero ardiendo de deseo. Oye como respira... Si le ves ahora el ojete te darás cuenta que se abre y se cierra suplicado polla... Todavía tiene mi leche en su interior, porque lo follé en el camino y no la echó. Pero eso servirá de lubricante y tu rabo se deslizará mejor... Bien. Yo me voy a relajar en la bañera. Os dejo solos y ahora el resto es cosa tuya, Bom... No hace falta que me aviséis cuando termine el apareamiento, porque ya me daré cuenta por el silencio de los jadeos y gemidos”.
Los dos chicos se miraron a los ojos y tuvo que ser Jul quien tomase la iniciativa incitando al mastín a que lo usara. Se pegó a su cuerpo y le colocó los brazos al rededor de su cintura. Y se colgó del cuello de Bom esperando sus besos. El perrazo casi lloraba y un temblor recorría su cuerpo de pies a cabeza. Sin el amo indicándole los pasos a seguir, parecía indefenso y cohibido ante el cachorro que tantas noches le perturbara el sueño. Jul le dio un beso profundo en la boca y eso recuperó la lujuria del otro cachorro.
Bom estrechó al cachorro como si quisiera incrustarlo en su cuerpo y le besó desde la frente al mentón, babando la mejillas de Jul, para continuar por el cuello hasta mordisquear sus tetillas. Apoyó las manos en las caderas del chico y pegó su cara al vientre, restregándose contra el vello del pubis, que parecía un áspero y recortado felpudo al no ser afeitado en varios días. Le apretó las nalgas con los dedos y dejó que se deslizasen hacia el ano para presionarlo con la yema del índice. Adoraba al muchacho y le atraía el cuerpo de ese hermano cuya belleza le había prendado desde el primer día. El mastín se incorporó ante el objeto de su deseo y lo puso de rodillas presionándole los hombros. Jul abrió la boca y Bom le acercó la punta de su verga obligándole con la mirada a mamársela. El cachorro la engulló entera y la trabajó con la lengua y los labios queriendo ordeñársela, pero el otro cachorro apretó las nalgas ayudándose a retener su esperma en las pelotas. Bom ya no podía aguantar por más tiempo sin irse dentro de la preciosa boca de Jul y lo levantó de golpe, sujetándolo bajo los sobacos húmedos de sudor, y lo tiró de espaldas sobre la cama. Se abalanzó sobre el muchacho y abriéndolo de patas escupió en su esfínter y lo penetró de golpe. Jul dio un respingo por la invasión violenta del mastín pero se agarró las piernas para levantarlas más y ofrecerle mejor su agujero para que lo partiese en dos si quería. Bom, después del puyazo, amainó su embestida y folló al chico con delicadeza, dejando que el cuerpo de Jul se deleitase con las caricias que su miembro viril le estaba dando, casi como besándole el recto en toda su extensión. El cachorro abrió los ojos, penetrando él también al mastín con la mirada, y entreabrió la boca dejando ver la punta de la lengua mojando su labio inferior. Y Bom le metió su lengua dentro de la húmeda sensualidad que le ofrecía Jul.
Bom le estaba haciendo el amor a su amado cachorro, entre aullidos y jadeos libidinosos, y éste le correspondía entregándose a su fuego y a su ternura, gimiendo y suspirando de forma lasciva. Y el mastín aumentó el ritmo del bamboleo de sus caderas, apretando más con el culo y los riñones, y pronto Jul empezó a notar dentro de él el grosor en aumento del capullo que barrenaba su cuerpo. Bom se inclinó otra vez sobre el chico y lo morreó como si fuese a devorarlo y sus testículos impulsaron los chorros de semen que atestaron a Jul. Y el follado, al sentir el flujo caliente en sus tripas, vació también sus huevos entre su cuerpo y el del noble mastín.
Ya sólo se oía el chapoteo que producía el amo en el agua de su baño y los cachorros se miraban, acostados uno junto a otro, y Bom sujetaba con la suya la mano de Jul. Y volvió su dueño y dijo: “Buen polvo!. Habéis Quedado agotados los dos. Me gusta eso porque, sobre todo, quería que tú disfrutases, Bom... Y además aún tengo otro regalo para ti. Mira”. Y Manuel mostró el artilugio de acero brillante, parecido a un grifo y con candado, nuevecito y sin estrenar, que había comprado en Barcelona para el mastín. Y añadió: “A partir de ahora, ese pito sólo entrará en mi mascota cuando yo lo desee. Así que has de reservar tu leche y tus energías para él. Te meteré dentro de este casto aparato ese rabo tan desinflado que ahora tienes, después de la tremenda follada que le has metido a Jul y solamente yo guardaré la llave. Mientras no te abra la jaula tu pajarito estará entre rejas y ni lo podrás tocar, ni te empalmarás, por supuesto. A ver como te dejó el culo?... Vaya!... Se lo has puesto como un pimiento rojo. Y además parece algo inflamado. Cuantas veces te corriste, abusón?”.
El mastín, perplejo al ver su churra encerrada, contestó con miedo en los ojos: “Creo que una, mi amo”.
Y el señor añadió: “Pues fue larga e intensa la monta... No lo crees, Jul?”.
“Sí, mi amo”, le respondió el chico sin atreverse a mirarlo.
Pero Manuel insistió: “Te gustó... cumplió como un buen macho?”. Jul se lo pensó antes de hablar, y dijo viéndole al os ojos a su señor: “Sí, mi amo. Se portó como un semental y me ha llenado el vientre con su semen. Si fuese una buena perra seguro que me habría preñado con una buena camada, mi señor. Pero soy una zorra y no sirvo ni para eso, Mi amo”.
Manuel le atizó dos guantazos en la boca y le gritó: “Sólo te pregunté si te había gustado, puta! No tienes derecho ni a opinar sobre ti mismo! Sólo yo diré si eres o no una zorra y para lo que sirves. Perro cabrón! Me habéis puesto muy caliente con vuestro jadeos y el regodeo que os habéis montado... Y como hasta un par de horas le has dejado el ojo del culo fuera de servicio a mi mascota, usaré el tuyo, Bom... Ponte a cuatro patas sobre la cama, que tú también sabes ser una buena zorra cuando pones el culo. Rápido! Abrete de patas que ahora no se te va a poner tiesa con la armadura puesta”.
Esta vez Jul no quedó impasible al ver la humillación del mastín. Y su cara dejó traslucir el dolor y la angustia que le causó verlo aguantar sin excitación la terrible cabalgada que le calcaba su amo, montado en sus ancas y hundiéndole su garrocha en el culo. Se hubiera cambiado por él y no por el vicio de sufrir o ser usado por su dios, sino por ahorrarle aquella vejación que padecía su estimado hermano. Pero sólo eran miserables bestias, cuyo máximo destino era la satisfacción de su señor.
De repente Manuel sacó la verga del culo de Bom y dijo: “Prefiero reservarme para mi nuevo cachorrillo. Bom, vete y dile a Adem que me traiga a Ermo... Sólo he dicho que se vaya el mastín. Tú te quedas. Ya sabes que al cachorrillo le pone que estés delante cuando lo follo. Date prisa Bom, que no me gusta esperar estando tan caliente y cachondo. Necesito romper un culito y el de ese perrillo me pone ciego sólo con verlo... Y esta noche no quiero más agujero que el suyo”.
“Aquí está tu cachorro, señor”, dijo Adem con el perrillo a su lado.
Y Manuel añadió: “Bien... Puedes irte. Y tú acércate, Ermo... Ven... Creías que me había olvidado de ti y esa cosita tan rica que tienes detrás? No... Voy a jugar contigo un rato y luego dormirás a mi lado... Contento?”.
“Sí, mi amo”, dijo el crío lleno de júbilo.
“Pues vamos”, dijo Manuel.
Puso al chaval sobre sus rodillas con el culito para arriba y continuó: “Jul, cómele el ano y métele la lengua que lo quiero jugoso para no dañarme la polla al clavársela... Quiero darle fuerte como si fueses tú el que pone el culo para joderlo... Mete más la lengua que yo le abro las nalgas para que entre mejor... Vale. Basta... Ahora siéntate en la cama a mi lado, Jul... Ermo, levántate y ponte de igual forma sobre los muslos de tu hermano... Eso es... Jul ya sabes que lo que más me pone es sentir el calor de unas nalgas recién zurradas cuando les pego mi barriga para calcar bien adentro. Azótalo... Con la mano, pero fuerte. Que queden rojas y ardiendo para satisfacerme al montarlo... Vamos... A que esperas?”.
Tanto Jul como el perrillo miraban a su amo con el gesto descompuesto. Y al cachorro se le atragantó la saliva en la garganta al querer tragar. Pero su amo iba en serio. Quería que él le pegase al cachorrillo y no para hacer una gracia. Cada golpe sobre la carne tersa del perrillo le iba a escocer en el alma y a producir un daño mayor que los más crueles latigazos que su señor pudiese darle sobre su espalda. Y empezó la cuenta descargando con rabia los azotes que desgarraban su corazón.
Treinta, dijo y el amo paró la cuenta. Jul se echó de bruces y estrelló su pena contra el suelo, apretando los puños para no llorar ante su amo, mientras éste le daba por el culo enrojecido al cachorrillo, sin la menor piedad para el escozor de sus nalgas ardientes y doloridas.
Cuando concluyó de fornicar y dejó a Ermo repleto de leche por detrás y sin gota en las bolas, se tumbó boca arriba en la cama y les dijo a los dos cachorros: “Ahora acostaros uno a cada lado y a dormir... Ya no hay más regalos para nadie”. Besó a los dos chavales, como si acabase de darles caramelos, y los apretó contra su pecho acariciando sus cabezas. Y al notar que el cachorrillo ya dormía plácidamente, se volvió hacia Jul y le enjugó las lágrimas que aún caían por sus mejillas. Y le susurró: “Todo eso lo he hecho por amor a ti, mi cachorro... Puede que no lo entiendas pero es así. Bésame y date la vuelta por si en mitad de la noche mi verga quiere entrar en ti... Ahora duerme”.
Y Manuel quedó dormido con la boca apoyada en el cuello de su amado cachorro, que aún seguía despierto.
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