miércoles, 14 de marzo de 2012

Capítulo 40 / La merienda

Manuel se despertó de golpe y vio a cada lado a sus dos cachorros. Jul, dormido boca abajo y torciendo el culo hacia su amo, parecía esperar su polla, para que lo llenase como le había hecho al otro cachorro antes de comer. Y este otro, también grogui, tenía una mano sobre una nalga, con los dedos casi en la raja, como si antes de coger el sueño quisiese taparse el ano para evitar que le entrase aire después de la follada suministrada por el amo, que lo había dejado tan abierto.

El amo acarició con una mano a ambos perros para despertarlos y éstos, al mismo tiempo, le arrimaron el culo deseando ser el elegido para albergar en su vientre la verga de su señor. Manuel les acarició las ancas y les dijo: “Vamos a salir... Quiero dar un paseo con vosotros... Así que arriba los dos y daros una ducha... Y rápido, además”.

Con algo de decepción, pero dóciles como exigía su dueño, se acicalaron y vistieron con lo que Manuel les puso sobre lo cama, observándolos el amo y calentándose al verlos con sus vaqueros algo caídos de cintura y dejando ver un cacho de nalga, prieta y redonda, ajustada por calzoncillos de colores. Y abandonaron el hotel, como dos pimpollos, acompañando a un supuesto padre aún joven y atractivo, tomando rumbo hacia las Ramblas.

Ermo, parecía otro muchacho desde que pertenecía a Manuel y su cara era reflejo de una tranquilidad que le salía del fondo del alma. Era un chiquillo muy simpático y Jul no podía reprimir el celebrar alguna gracia del chico, o reírse de las muchas veces que el cachorrillo se sorprendía por cosas fútiles o simplezas que veía a su alrededor. Manuel los observaba complacido y también tenía que admitir que Ermo era un cascabel que no paraba de repiquetear con alegría.

Con lo mal que lo habría pasado el muchacho hasta entonces, había bastado un poco de cariño para cambiarle radicalmente la vida y llenarlo de ganas de vivir. Aquel perrillo con cara infantil, despertaba en Manuel cierto sentimiento paternal y quería verlo contento como cualquier otro chico de su edad, que con mejor suerte, sólo había visto la cara alegre de este mundo. Porque, si como amo era estricto y duro, su corazón de hombre albergaba una gran ternura y amor.

A la altura del mercado de Sant Josep, más conocido por “La Boqueria”, el amo les indicó que iban a entrar y advirtió a Ermo que no se separase de Jul. Desde el secuestro de Geis, Manuel nunca estaba seguro con sus cachorros en la calle, sin tenerlos a la vista en todo momento. Y lamentaba no haber traído a uno de los imesebelen por lo menos. Los cachorros curioseaban los puestos y el amo se paró en uno de frutas, verduras y hortalizas. Y les dijo: “Venir aquí... Cada uno va a elegir tres cosas que crea que puede tragarse por el ano... Pero cuidado con ser demasiado glotones y cojáis algo que luego no os entre entero, porque aparte de meterlo a la fuerza, aunque os rompa el agujero del culo, os daré una paliza que volvéis a casa baldados... habéis entendido?”.

Los dos afirmaron con la cabeza y remiraron despacio todo cuanto tuviese forma de polla para servirle de alimento anal. Jul sopesó en la mano un buen calabacín y, a tenor de la envergadura y longitud, lo consideró adecuado para su agujero. Después se decidió por un robusto pepino y terminó la elección con una berenjena bastante cabezona, mirando desafiante al cachorrillo. Ermo vigilaba a Jul y siguió sus pasos, pero prefirió escoger un calabacín no tan grande y un pepino más regular. Y como final se decantó por un plátano, gordo y medio verdoso, pero más asequible que la berenjena de Jul.
El amo pagó y pensó para si: “No es tonto este cachorrillo y sabe donde está su límite. Me gusta. Y encima tiene un culito tan jugoso que no sabes si morderlo o follarlo”.
Les dieron una bolsa con la compra, mercó también una tarrina de margarina y salieron del mercado. Y les dijo: “Ahora vamos a tomar unos helados y luego al hotel para tomaros esas sabrosas piezas, que con tanto timo habéis seleccionado para llenaros el culito”.


El helado le supo a gloria al cachorrillo y casi estuvo a punto de hacer lo mismo que en el hotel y sorberlo directamente con la boca, como le enseñó Jul para comer la carne picada puesta en un plato y en el suelo. Y, tras otro paseo, volvieron al hotel para degustar de merienda lo comprado en “La Boqueria”.

Los cachorros pusieron la compra sobre una mesa y el amo les ordenó desnudarse y tumbarse sobre la cama decúbito supino, y colocó al lado de cada uno lo que había escogido para metérselo por el esfínter. Destapó la margarina y con un trozo arañado con los dedos, les untó el agujero del culo a los dos, metiéndoles hacia dentro la manteca, y después pringó también cada uno de las piezas que se iban a embuchar sus perros.

Le dio a Jul en la diestra el calabacín, resbaladizo y pringoso de margarina, y también hizo lo mismo con Ermo dándole el suyo. Y dijo: “A merendar!. Meteros los calabacines, tragones!”.
Y los cachorros, con las patas en alto, cachondos y estirando el ojete con la mano libre, empujaban con ahínco el vegetal, que le hundía el ano hacia dentro forzando su entrada en el recto de los chavales.
Sin dilatarlos un poco y abrirles la cañería, costaba bastante insertar por el culo un calabacín, que haría un sabroso pisto manchego para varios comensales, pero Jul levantaba el trasero, apoyado en los talones, apretando los ojos y estirando los labios, y empujaba sin miedo a romperse en dos, hasta que su ano cedió y se metió el tarugo verde hasta el fondo.
Ermo lo estaba pasando peor aunque el suyo era mas moderado, pero su rosado ojete, redondito y demasiado cerrado aún, se resistía a permitir la invasión de un elemento extraño, tan consistente y rotundo. Al cachorrillo le saltaban las lágrimas y sus esfuerzos parecían inútiles, pero no se resignaba a rendirse a la terquedad de su culo para engullir un calabacín tan nutritivo y hermoso.

Manuel veía el empeño del perrillo, pero no iba a quedar más remedio que romperle el culo y molerlo a correazos por no calibrar bien la abertura de su ano. Se fue hasta el armario y cogió una cinta de cuero, ancha y flexible, y se puso delante del chico, mirándole fijamente a los ojos llenos de llanto. Y le dijo: “Te quedan tres intentos... Respira despacio y mete mucho aire. Ahora piensa que soy yo quien te penetra y calca con fuerza hasta que te abras el culo”.
El perrillo abrió los ojos desmesuradamente y aspiró como un poseso y con un movimiento de pelvis se dobló a la mitad, juntando los pies con su cara, y el calabacín entró unos centímetros por su agujero. Resoplaba y cerró los párpados cerrando con fuerza la boca y al oír la voz del amo diciendo: “Bravo. Ya está dentro!”, se fue tragando el resto casi hasta el final.

“Y ahora follaros”, gritó Manuel. Y los cachorros movieron lascivamente sus verdes consoladores, soltando babilla por el capullo como dos perrillos que no pueden catar hembra, porque otro macho más fuerte se la está cepillando en sus hocicos.

Y el amo dijo: “Putas!... Ya está bien de joderos con eso. Fuera!. Y a meter el pepino”. Y les dio el otro vegetal, bien lubricado con margarina. Este le entró a Jul sin problemas y le dio tanto impulso que casi se le incrusta entero.


Y Ermo repitió la técnica de alzar las patas y consiguió introducírselo al segundo intento. Se volvieron a follar otro rato, sin dejar de soltar suero viscoso por el pito, y su dueño le ordenó que sacasen los pepinos para seguir con la berenjena Jul y la banana el cachorrillo. Pero ahora fue a Jul al que se le atragantó la hortaliza, puesto que la eligió muy cabezona.

Manuel se acercó al cachorro y le dijo: “Como no te la metas no vuelves a probar mi polla. Ya ves que cada vez tengo más bocas y culos donde meterla... Y además te desollo a latigazos, por ansioso y por cabrón, pretendiendo competir con este pobre infeliz. Zámpate eso o lo vas a lamentar. Porque además te lo clavo yo mismo y vuelves a casa con todo dentro del culo, Puto glotón!”.
Antes muerto que perder la estima de su amo, pensó Jul. Y sin saber ni él mismo como, su esfínter se abrió como si fuese a expulsar un feto y la berenjena metió la cabezota dentro del chico para deslizarse por el recto arriba. Los ojos de Jul eran un mar de llanto y estaba rojo como una grana, pero su culo se había merendado todo sin dejar nada en el plato.

Manuel le echo mano al rabillo del morado tapón y tiró sacándolo fuera del cuerpo de Jul. El cachorro quedó agotado y respiraba cansinamente bañado en sudor. “Ahora tu plátano” le dijo a Ermo, pelando la fruta. Y añadió: “Sigue con las patas en alto, que te lo meto yo”. El cachorrillo estaba tan dilatado que la fruta se fue escondiendo en su carne, dándole gusto, porque al estar fresquito le suavizaba la irritación del culo. Y así como entró, salió entero y Manuel se inclinó sobre Jul y se lo fue dando en la boca, trocito a trocito, diciéndole: “Al final te has merecido un postre extra. Pero no intentes quedar siempre por encima de tus hermanos, porque sabes que eso no me gusta ni hace falta tampoco”. “Perdón, mi amo... No lo volveré a hacer. Mi señor”, respondió la mascota arrepentido y pidiendo disculpas con los ojos al perrillo.

Y Manuel le advirtió: “Mi paciencia también se agota, Jul. No lo olvides... Y ahora, después de la merienda tan rica y sabrosa, vamos a jugar un poco los tres en la cama... Pero antes lámele el culo a tu hermano, Ermo. Lo tiene muy a punto para que le metas la lengua dentro y le alivies el ardor que le dejaron las verduras. Ya ves que a veces le cuesta digerirlas bien. Sobre todo las de piel oscura... Pero al volver a casa verás como te acostumbras a ellas, Jul... Todo es cuestión de insistir e ir metiéndolas con frecuencia. Y para eso está Bom... Es el mastín de la casa, Ermo. Y os vais a hacer muy buenos amigos los dos. Y con Geis, Aza y Pal, también. Esos son el resto de mis cachorros y ahora tus hermanos. Muy bellos todos. Tanto como Jul y tú. Y al resto ya los verás. Sin olvidar al que nos cuida a todos, Adem. El más indispensable de toda la casa... Sigue comiéndole el culo a Jul, que mira como le gusta al muy puto que se está babando por boca y pito... Y tú, en cuanto a babilla seminal, tampoco te quedas atrás, cabroncete!... Hummmmmmm... Me encanta este culito (decía el amo, apretándole las nalgas al chico). Perrillo, te lo voy a follar ahora mismo, mientras le trabajas los cuartos traseros a tu hermano con esa lengua que luego te la voy a comer... Así ábrete bien y levanta las nalguitas par que te entre mejor... Así... Joder!, como me gusta este agujerito, aunque ahora esté un poco dado de sí... Apriétame la verga con el ojetillo... Y cuidado con correros porque os mazo a hostias... Apretar las bolas y que no salga ni una gota de leche por esos capullitos, o os ato los cojoncillos hasta que no circule la sangre por ellos. Putos de mierda!... Qué cabrón este pequeño!. Con cada pollazo tragas mejor... Hummmm. Te voy a rellenar de crema como a un pastel... Joder!... Se me ocurre una cosa. Tú, Ermo, sigue chupándosela a Jul que ahora vuelvo a joderte el culito otra vez”.

Y el amo fue hasta el teléfono y pidió a recepción que un botones subiese cuanto antes un caldero con cubos de hielo, a poder ser cilíndricos. Y al poco llamaba a la puerta una voz ya conocida por Manuel, con una cubitera de cristal tallado repleta de hielo en forma de pequeños cilindros.
“Ah. Eres tú. El que tan bien me sirvió ayer. Pues pasa al dormitorio y me echas una mano con el hielo”. Agarró al muchacho por detrás de la nuca y lo condujo a donde estaban los dos cachorros, desnudos sobre la cama, esperando el cachorrillo que siguiera su dueño dándole por el culo, mientras le mamaba la verga de su hermano.

Manuel ordenó al botones que se acercase al los cachorros y que le metiese unos cubos por el ano al perrillo. Al sexto, le dijo que ahora le tocaba al otro, echado de espaldas y abierto de patas. Y el servicial muchacho se inclinó buscando el ojete de Jul para meterle otros seis cilindros de hielo. Mientras le refrescaba el recto a la mascota, Manuel le había bajado los pantalones y calzoncillos al botones y ahora fue él quien le introdujo al muchacho los correspondientes trocitos helados por el culo.


Ya los tenía a los tres chavales refrigerados por dentro y con los esfínteres contraídos por el frío y ahora sólo le faltaba elegir en que agujero metería su tranca. Los colocó en batería de rodillas sobre la cama. Y empujó por la espalda al perrillo y volvió a calzarlo para darle unos cuantos bombeos, pero la sacó y le golpeó en la espalda a Jul para que se doblase como un perro, abriéndose como una zorra para que su dueño se la metiese hasta los huevos si quería. Otro mete saca en su mascota y le llegó el turno al botones, pero antes de endiñársela le repuso la refrigeración con tres cubos más y también lo dobló en cuatro y se la enchufó, oyendo los quejidos del chico que pronto se volvieron suspiros de placer. “Eres bien puta, jodido!”, exclamó Manuel y siguió estimulando al muchacho: “Para ser el segundo polvo que te meto ya jodes como una profesional del sexo!... Está claro. El que nace puta pronto aprende a poner el culo... Así muévelo en redondo y no toques a mi mascota que aún no te di permiso para eso (le advirtió propinándole una fuerte palmada en una nalga). Tú sólo déjate follar, que las posaderas de tus vecinos son cosa mía... Síiii... Ufff... Vamos a cambiar de postura... Date la vuelta y tumbate panza arriba... Eso es... Ahora levanta las piernas... Así... Y adentro otra vez”. El chaval acusó el puntazo al clavársela hasta el fondo, pero ni su minga ni su boca cesaban de segregar babas. Y dijo el amo: “Vosotros dos cruzaros a cuatro patas sobre su boca y meterle las polla juntas para que fabrique aún mas jugos. Que mi secreción de semen te la vas a llevar dentro de la barriga, jodido lascivo!. Y cuando yo lo diga os corréis los tres... Porque a vosotros os voy a dejar para esta noche”, les dijo el señor a sus perros.

El botones quedó atiborrado de leche y casi sin terminar de abrocharse los pantalones salió corriendo de la suite porque alguien requería sus servicios. Los cachorros cansados y echando agua todavía fría por el ano, esperaban que les tenía preparado su dueño a continuación. Pero Jul no podía apartar de su cabeza las palabras de Manuel al decir que le costaba digerir bien las de piel oscura. Y que se acostumbraría a ellas al volver a casa, porque era cuestión de insistir y meterlas con frecuencia. Y para eso estaba Bom. Acaso quiso decir que una vez en casa dejaría de ser su mascota y su culo estaría también a disposición del mastín?. Ese nuevo perrillo sería su sustituto en la cama de su señor por las noches?. El amo ya había repetido varias veces lo mucho que le gustaba el culito del cachorrillo y bastaba con ver como lo follaba para darse cuenta de lo que disfrutaba Manuel con su recién adquirido juguete. Quizás iba a ser el chaval que tanta pena le dio quien lo desplazase?. El amor puede que sea más duradero, pero la atracción sexual en los hombres es mucho más efímera y llega un momento en que indefectiblemente se inclina por carne nueva.

La expresión de Jul se ensombreció y Manuel dijo: “Ya queda poco para volver a casa y ponerse cada cual en su sitio. Pero vamos a disfrutar el resto del viaje. Acabáis de merendar, pero encargaré la cena pronto. Quiero salir temprano. El viaje es largo. Vamos a ducharnos los tres”. Lo que equivalía a decir que aunque dije que os follaría esta noche, ahora os voy a dar por culo en la ducha, porque no podré contenerme viendo esos pitos duros y los culos enjabonados pidiendo a gritos “fóllame”. Y se los folló, por supuesto. Y además, les dio unas palmadas sonoras para hacerlos entrar en calor, después del hielo tan frío, y los chavales se frotaban las nalgas para apaciguar el picor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario