sábado, 14 de enero de 2012

Capítulo 23 / El resultado

“Aquí está el semen, señor”, dijo el sirviente. “Por qué en dos recipientes?”, inquirió Manuel. “Es de los dos cachorros, señor”, contestó el mandinga. “Cómo!. Se han follado mutuamente?. No es posible!, Adem”, se asombró el amo. “No señor... Se pusieron calientes de tanto roce y se corrieron juntos uno sobre el otro, pero fuera del culo, señor”, puntualizó el criado. “Tan poco?”, comentó el señor. “Es complicado recogerlo sobre la piel de los perros, señor”, aclaró Adem. “Joder!. Menudo par de hijos de perra!...Serán cabrones!... Y cual estaba encima?”, quiso saber el amo. “A ratos los dos, señor...Unas veces Bom y otras el chico nuevo... La cosa fue por barrios hasta que se convulsionaron abrazados el uno al otro y eyacularon toda esa leche que ves, señor”, le aclaró Adem. “Y a cual declaro ganador, ahora?”, dijo Manuel. “A los dos, o a ninguno. Eso debes decidirlo tú, señor”, respondió Adem muy solemne y juicioso. “Donde están los cachorros?”, preguntó el amo. “Esperando en el patio, señor”, dijo Adem. “Y qué coño esperan esos desgraciados esclavos?”. Soltó Manuel cabreado. “Lo que tú digas, señor. Ya sea el premio, el castigo o nada”, respondió el fiel y reservado africano. “Está bien... Vamos a darles lo que han merecido por su esfuerzo”. Y amo y criado salieron al patio para tratar con justicia a los agotados cachorros.

A Manuel se le ponía difícil resolver el conflicto. Había jugado a someterse a sí mismo a la prueba de soportar que otro metiese la polla en el culo de Jul, para castigarlo y aminorar el influjo que el muchacho ejercía sobre él, permanentemente obsesionado por tomarlo y poseerlo física y mentalmente, y no pudiendo soportar que no fuera exclusivamente suyo en cuerpo y alma.

Pero la suerte no quiso favorecerlo en su intento y ahora se le planteaba un dilema. Los dos cachorros merecían tirarse a Jul por su arrojo y valentía?. Ninguno era digno de probar tan delicioso pastel?. Lo que estaba claro era que Jul debía ser humillado ante sus compañeros y cortar de raíz su pretendida dignidad y presunción por llevar la marca del amo.

Aunque, realmente estaba dispuesto Manuel a que alguien le diese por el culo a su mascota, aún siendo uno de sus perros?. Podría admitirlo y verlo tranquilamente sin romperle sus esquemas y alterar sus nervios?. Su corazón no se rompería viendo al chico echando por el ano otro esperma diferente al suyo?. Para quién sería más dura la pena, para Jul o para él?. El cachorro no gozaría el polvo y se sentiría basura al lado de los otros perros, pero a Manuel lo recomerían los celos y sería capaz de matar por impedir a otro creerse dueño de su amado cachorro tan sólo por unos minutos.

Sabía que estaba llegando demasiado lejos en su pasión por un perro esclavo, mas no se veía capaz de razonar con claridad para buscar una salida que no fuese traumática para los dos.

Adem intervino, sacando a Manuel de sus conjeturas: “Señor. Los perros esperan postrados tu decisión”. “Ya los veo, Adem. No estoy ciego por el momento”, dijo el amo con un exabrupto. “Sí, señor”, respondió el criado. “Ese, sí, señor, por qué va?. Porque los veo o porque estoy ciego?”, ironizó el señor. “Por las dos cosas, señor”, contestó Adem sin reparo alguno. “Te aguanto porque llevamos juntos muchos años, cabrón!”, soltó Manuel a su sirviente. Y éste le dijo: “Son buenos perros, señor”. “Lo son, Adem...Sé que lo son”, afirmó el amo de los cachorros.

“Vosotros dos. Pedazos de mierda!. Apestáis a semen y sudor, cerdos!... Poneos en el lavadero...Rápido”, grito el amo y los perros se apresuraron a ir gateando hasta la pila para el lavado. Manuel los regó con agua fría y ellos se estremecieron y se les encogió el pito y las bolas. Y el dueño volvió a decir: “Enjabonar bien los cojones y las pollas, guarros!...Y el culo, también, que sois como putos gorrinos. Pedazo de cabrones castrados!”. Y los empapó de agua otra vez. Los cachorros tiritaban y les castañeteaban los colmillos, ateridos de frío, y el amo les ordenó que en dos patas corriesen al rededor del patio para secarse y entrar en calor.

“Y tú, puta oriental... vete preparando que con suerte tienes mucha leche para cenar esta noche”, le espetó el amo a Geis con cara de mal humor. “Y el otro cachorro, señor?”, insinuó Adem. “Aun no es tiempo para traerlo... Primero que estos otros se sequen y descansen... Y sobre todo que nos tranquilicemos de una puta vez, que últimamente andamos muy nerviosos”, dijo Manuel. Pero no añadió “por culpa de esa zorra que esta encerrada y o la mato de un golpe o de un beso. Me tiene como un jodido imbécil babeando tras su puñetero culo, el muy cabrón!”, aunque lo pensó.

El amo hizo tumbarse a los cachorros, jadeantes después de correr dando vueltas al patio, al tiempo que Geis ronroneaba como una minina perezosa, y todos quedaron esperando la decisión de Manuel.

La expectación de los perros era una mixtura de ansiedad y miedo a su dueño, intentando escudriñar en su mirada el talante de su ánimo por el resultado de la pelea. El silencio sólo se alteraba por el trino de algún pájaro o el paso del viento sobre el ramaje de los árboles cercanos y ninguno de ellos podía suponer cual sería la reacción de Manuel por el empate de los dos machos, al no conseguir dejar su semilla dentro del vientre del contrincante. Esa era la condición para el triunfo y no bastaba con meter la verga por el culo. El que pretendiese ser el campeón tenía que clavársela al otro, follarlo en toda regla y correrse en sus tripas, dejándole buena cantidad de leche dentro.

Pero eso no fue posible porque los dos cachorros defendieron su virilidad y tanto supieron deslizar su miembro en el interior del cuerpo contrario, como esquivar los asaltos del cipote ajeno expulsándolo por el ano a tiempo de no ser vencido y preñado por el rival. Ambos eran machos puros y cuando ponían el culo era porque su amo así lo quería y su humillación era también su disfrute por servir a su dueño como putos esclavos que eran, sin voluntad, ni derechos, ni opinión, ni valor alguno que no fuese precisamente su condición de ser unos jodidos perros propiedad de su amo y señor.


Estaban todos y solamente faltaba Jul. Y el amo dijo: “Adem, trae al otro cachorro, que ya es hora de empezar con el reparto y entrega de trofeos.

1 comentario:

  1. wow me intereso mucho como me gustaria a mi estar en tu lugar k rico rikisimo mmm

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