“Jul, estoy cansado. Vamos a la cama que ya va a ser media noche”.
“Sí, mi amo. Yo también tengo ganas de descansar. Llevo días preocupado porque te veo triste y taciturno. Apenas hablas y hoy en todo el día no usaste a ninguno de tus esclavos. Ni siquiera a Ermo. Está guapo, verdad, amo? Aunque ya pasó de los treinta sigue pareciendo un crío. Y te quiere con locura mi señor”.
“No tanto como tú, Jul”.
“Señor. Yo te amo más que a mi propia vida. Y no la entendería sin ti, mi amo”.
“Pues vas a tener que entenderla dentro de poco, Jul”.
“Qué quieres decir, amo? A qué se debe tu tristeza en estos últimos días? No pueden ser tus asuntos relativos al dinero o tus propiedades, porque prácticamente me encargo yo de administrarlos desde hace años y no hay problema alguno que pueda inquietarte en ese sentido, mi señor! Qué te preocupa entonces, mi señor?”
“Lo que no puedo evitar y nada que tenga remedio o que tú puedas solucionar, Jul”.
“No te entiendo, mi amo”.
“Jul. Acuéstate a mi lado. Quiero abrazarte más fuerte que nunca”.
Jul se tendió en la cama de su señor y se pegó a él como en aquellos tiempos, años atrás, cuando buscaba su protección para dormirse sobre el pecho de su amo. Le pertenecía desde hacia quince años y su adoración por Manuel iba en aumento con el paso del tiempo.
Ni la edad ni la merma de su energía física habían disminuido el atractivo de su señor, que ahora tenía el pelo gris.
Y él, si bien había perdido la lozanía de los veinte años, ahora, con treinta y cuatro años, tenía un cuerpo preciosamente sazonado por la madurez, que guardaba la joya de un espíritu cuidadosamente cultivado por su amo.
“Jul, antes de nada quiero confesarte algo que nunca te he dicho. Y no hables hasta que termine, porque aún puedo darte unos sopapos para ponerte en tu sitio... Calla!”.
El esclavo asintió con la cabeza y el amo prosiguió: “No te encontré por casualidad en aquel urinario... Una tarde te vi jugar al fútbol con tus amigos y me gustó tu coraje, tu concentración en el juego, tu seriedad para planear las jugadas y tu alegría para celebrar el gol o incluso la derrota al terminar los partidos. Veía tus piernas y lo que se adivinaba bajo el calzón corto y me atrajo tu personalidad. Una tarde te seguí y vi como entrabas en los retretes públicos. Esperé fuera y me pareció que tardabas más de lo necesario para mear solamente, pero no quise ver lo que hacías allí dentro. Y cuando por fin saliste me marché, pero me dije que serías mío. Estuve unos días sin poder ir al parque y la tarde que volví no estabas con tus amigos jugando, ni te encontré rondando los servicios. No le di importancia y regresé al día siguiente pero tampoco te vi. Me extrañó y dejé de ir a ver si volvías, hasta que una tarde no pude aguantar más y me decidí a ir y preguntar por ti a uno de los chicos de tu pandilla. Pero no hizo falta porque tú andabas vigilando la entrada del urinario. Y te cacé. Lo que nunca pude perdonarme fue no haberte llevado conmigo antes de que te violasen aquellos dos hijos de puta, que el infierno los trague. Porque no hacía falta eso para hacerte ver que habías nacido para ser esclavo y para ser mío, además. Ya ves. Antes de que tú me conocieses yo ya me había quedado contigo y sólo aguardaba el momento de ponerte la mano encima y apropiarme de ti y de tu vida”.
Las lágrimas rodaban por las cara de Jul y ninguna fuerza humana podría apretarlo más al cuerpo de su amo, pero solamente pudo decir: “Mi amor”. Y el hipo cortó toda posibilidad de seguir hablándole a su señor.
Y éste continuó: “Te amo con todos mis sentidos y cada célula de mi cuerpo, Jul. No puedo decirte que eres mi vida, porque se acaba y mi pasión por ti nunca tendrá fin... No llores mi amor. No me hagas más difícil este momento... Tú eres fuerte y necesito toda tu energía para llegar al final con la misma entereza y dignidad que mantuve hasta ahora, cada día de esta vida que terminará en breve. Y si algo me cuesta es dejarte a ti. Y no es que no quiera y me duela apartarme de los otros, pero tú lo has sido todo desde que entraste en mi corazón. No llores mi tesoro, porque para mi nada es más valioso que tú... No llores porque me partes el alma y ya tengo roto el corazón. Sólo me voy físicamente pero no te abandono. Y a los demás tampoco. Mi espíritu queda en ti, mi niño. Ni un hijo hecho a su propia imagen sería el mejor heredero que un hombre pudiera soñar".
Jul no pudo contener su angustia y gritó sollozando: “No... No... No puede ser... No quiero vivir sin ti, Manuel... No quiero... Me niego a seguir viviendo!”.
Y Manuel siguió: “Sí vivirás porque yo te lo mando! Tu voluntad es mía y harás lo que te ordene aunque ya esté muerto. Vivirás con mi recuerdo y el amor que dejó dentro de tu alma, Y tú y Bom heredaréis todo cuanto tengo. Ese machote está en el esplendor de su virilidad y fortaleza física. Y te adora. Mejor dicho, te ama como un puto cabrito. Tiene un alma generosa y es bueno y será quien te ayude a llevar la carga que pongo sobre tus hombros. El ya es el macho dominante de esta casa y tú administrarás todo el patrimonio y cuidarás de toda la familia. Geis, Aza, Pal, y sobre todo Ermo, necesitan tu cariño. Y la disciplina, por supuesto, pero de eso se encargará el bello mastín, que ahora es el segundo amo de mi casa y quien ya somete y usa a mis perros”.
El esclavo dijo: “Sí, mi amor. Yo también seré de quien tu decidas y me entregaré a él, si así lo quieres”.
“Jul, es que no quieres a Bom?”, preguntó el amo.
Y Jul le contestó: “Sí. Pero no puedo amarlo como a ti. Nunca podré amar a nadie más de la misma manera, Manuel”.
“No quiero que te entregues a nadie ni jamás pertenecerás a otro. Ya te lo dije hace tiempo cuando le di a Bom su condición de amo. Deseo que Bon te cuide y proteja y que tú le des tu comprensión y también le ames y que folléis los dos como tantas veces lo habéis hecho conmigo. Pero tú, Julio, no serás nunca su esclavo sino su pareja y su compañero, porque con mi muerte serás libre y el hombre maravilloso que siempre has sido saldrá a luz de nuevo. Y vigila que no se pase con ellos, puesto que puede ser muy bruto y demasiado duro con los castigos. Ya lo sabes. Y más de una vez tuve que llamarlo al orden en privado, por supuesto. Quiero que respetéis siempre a Adem, que os servirá con la misma fidelidad que tuvo conmigo. Y, desde luego sus cuatro parientes seguirán siendo vuestros esclavos guerreros para guardar esta casa y todos los bienes que hay en ella. Ayuda a Bom a elegir bien nuevos cachorros, para usarlos como considere mejor y tú enséñalos a ser perros fieles y edúcalos como tú sabes. Y cuando llegue el momento en que vosotros dos tengáis que pasar el testigo también, decidir quién de vuestros perros heredará el encargo de continuar manteniendo mi casa y mi jauría, para que ni una ni otra se extingan. Este otro dolor que ahora te trasmito lo guardarás para ti y no lo revelarás a nadie, ni siquiera a Bom, hasta que yo decida cuando deban saberlo. Será otro sufrimiento que deseo compartir contigo hasta el final. Y si es verdad que hay otro lugar, allí te estaré esperando y ya no hará falta un urinario para cazarte otra vez. Volverás a ser mío desde el primer instante y para siempre...Y mi corazón no se negará a seguir latiendo por ti... Te quiero, Julio... Te quiero... Y querría morir haciéndote el amor”.
El amo se deshizo en llanto y el esclavo no tenía palabras para consolarse los dos.
E hicieron el amor, agotándose en besos, caricias y sexo. Se amaron hasta el final, noche tras noche, con el alma y con el cuerpo, hasta que al entrar el otoño a Manuel le falló el corazón en los brazos de su amante, después de follar hasta el amanecer. Manuel respiró su último aliento con un beso y su leche se escurría por el culo de su amante manchando las sábanas.
De la boca de Jul, que en vano intentaba retener su semen en la mano, salió el suspiro postrero de Manuel.
Jul se arrodilló junto al cuerpo inerme de su dios y besó y lamió en la tela blanca la ultima leche que le regaló su amo antes de irse su alma.
El perro lloró lo poco que aún le quedaba y hubiese muerto allí mismo de pena si no fuese desobedecer a su dueño y señor.
Manuel vivió bien y murió de repente, sin dolor, amando al ser que más quería en este mundo. Se puede desear un final mejor?
La sábana con los restos del semen de los amantes sirvió de sudario para Manuel.
Y el fruto de su amor quedaba dentro de Julio, el amor de su vida. Su amado esclavo y el mejor de sus perros. Su adorado Jul.
Las cenizas del señor fueron llevadas por todos sus perros y siervos, que eran su verdaderos deudos, a la finca donde tanta veces disfrutaron juntos, y las esparcieron al borde del río y entre los árboles.
Ni Jul, ni Bom, ni ninguno de los perros fueron los mismos sin Manuel. Ni tampoco Adem ni sus cuatro parientes africanos.
Pero la vida continuó tal y como deseó Manuel, que parecía rondar entre ellos insuflándole energía a todos y ayudando a Jul a esperar el momento de volver a verlo y sentir la caricia de sus manos y sus besos.
Cada vez visitaba la finca con más frecuencia, para deambular por ella sin rumbo fijo, y el recuerdo de su señor le servía para sostenerle el corazón partido, hasta que su amo viniese a buscarlo y su cuerpo fuese suyo de nuevo, penetrándolo otra vez para follarle el alma.
martes, 24 de abril de 2012
viernes, 20 de abril de 2012
Capítulo 50 / El debut
En cuanto Manuel abandonó la cueva con Jul, reinó el silencio más absoluto en todo el espacio que circundaba el recinto.
Bon, en pie, erguido como un dios al lado del sillón que sólo hacía unos instantes ocupara su amo, miró a todos los perros y esclavos con mirada autoritaria y altiva, retándolos con su poder.
Y fue Adem quién rompió la atmósfera de tensión acercándose el nuevo amo, llevando en sus manos una túnica blanca, parecida a la roja que llevaba Manuel esa noche.
El sirviente vistió a su segundo señor con la suave tela, abierta por el frente hasta los pies, y Bom lo miró a los ojos y le dijo: “Adem, sé que me servirás con devoción y respeto. Pero antes de darte la primera orden, quiero agradecer tu amor, tu consuelo y las caricias que me has dado tantas veces como necesité de tu afecto”.
El criado por primera vez perdió su rostro impasible y de sus párpados cerrados brotaron lágrimas, diciendo: “Señor. Gracias por tu consideración... Cuando desees podemos empezar la sesión. Todos estamos preparados para tu placer, señor”.
Y Adem se retiró inclinado la cabeza ante Bom, pero orgulloso de ver a su adorado muchacho subido al trono de su señor.
El nuevo amo llamó a Aza y le ordenó que se acercase.
El joven negro obedeció al instante y gateó hasta los pies de su segundo dueño. Y sin levantar la vista esperó su decisión y capricho.
Y Bom le dijo: “Ya eres el único macho de mi jauría, ya que el resto sólo son perras. Pero es necesario que mi primer acto como señor sea imponer mi dominio sobre ti y someterte sin condición a mi voluntad. En mi condición anterior nos hemos peleado, follado y disputado el puesto de macho alfa ante nuestro amo y sus perras. Pero nunca pude sobar tu cuerpo con lujuria ni acariciarte suavemente ni gozar de tu belleza y tu carne sensual y caliente. Siempre deseé besar tus labios carnosos y lamer tu cuerpo. Y besar esas nalgas hasta deslizar mi lengua por la raja que las separa impidiendo el fácil acceso a tu precioso ojo negro, que es al puerta del paraíso de tu cuerpo. Ahora eres mío y esta noche no habrá dolor para mis perros. Aún me queda mucho que aprender del amo Manuel antes de someteros al delirio del sufrimiento con la habilidad y maestría con que él nos a usado a todos. Esta noche tendré el placer de montaros a todos. Uno a uno. Deleitándome con vuestras bocas y vuestros culos, que ahora también son objetos sexuales a mi disposición... Levántate, Aza, y apoya las manos en los brazos del sillón de tu amo... Separa las patas e inclínate entregándome sumiso tus nalgas y el ano que, aunque ya catado, nunca me fue suficiente para dejar de pensar en volver a follarte, clavándote mi verga una y otra vez, pero saciándome de tu piel y tu olor y de sentir la palpitación de tu ser en mi virilidad encarnada en ti... Así, Aza... No voy a lubricarte porque quiero compartir la aspereza de tu ano hasta que a fuerza de frotarlo con mi pene se dilate y nuestra carne se deslice fácilmente hasta que nos corramos juntos”.
El joven señor gozó de su cachorro de piel de azabache y beso su espalda y su cuello, mordisqueándolo con cada embestida de su polla en el interior del muchacho. Sólo era lascivia, lujuria y puro placer sexual, porque al alma de Bom le bastaba para soñar y extasiarse en un nirvana sin fin, ver la adorada imagen de Jul. Los otros perros podían atraerlo y acelerar su testosterona, empalmándole el cipote como a un borrico, pero el verdadero goce de su espíritu se lo proporcionaba un simple beso de los labios de Jul. Incluso compartido con Manuel, al que adoraba al límite de verlo como el más atractivo y seductor de los hombres.
Bom y su cachorro negro llegaron al orgasmo en un salvaje estallido de pasión, temblores y estremecimiento, pero su leche no se desperdició puesto que Geis ya había colocado su boca bajo la porra inhiesta de Aza y todo su néctar lo recogió con avidez chupándole el capullo hasta asegurarse que no quedaba ni un átomo de esperma en el miembro del chico.
Y en el momento en que Bom le sacó el pene del culo a Aza, el oriental corrió a recoger el semen de su joven señor, esperando paciente a que el otro cachorro se lo cagase todo dentro de sus insaciables fauces. Geis tenía un olfato exquisito para apreciar el olor de la buena leche, porque sólo con eso ya se vaciaba sus bolitas sin necesidad de sobarse demasiado el pito.
Bom tenía que recuperar fuerzas y, sobre todo, fabricar más lefa en sus cojones para pasarse por la piedra a los otros dos cachorrillos, que ya estaban inquietos aguardando su turno.
Aunque el joven señor ya tenía ideado su plan. En cuanto su polla diese síntomas de querer más culo, se calzaría a Pal y le pondría el ano como un charco pisoteado por veinte chavalillos después de estar encerrados en casa toda una tarde a causa de la lluvia.
Y a Ermo lo reservaba para el final. Pero no en la cueva. Al precioso perrillo lo llevaría a su nueva cama para estrenarla dándole por el culo.
Habían dormido juntos muchas veces y sólo lo había acariciado y besado como el padre que acuna a su niño metiéndole un dedo por el culo para que el chaval sintiese gustito y no tuviese pesadillas durante la noche.
Pero, siendo suyo, sería la primera vez que le hiciese cuanto quería. Y eso era follarlo de verdad. Besarlo con ganas de comérselo crudo. Tocarle por todas partes y lamerlo de pies a cabeza como a un lobezno recién parido por la loba.
Ese chiquillo le ponía locos los sentidos de la carne como le pasaba también al amo Manuel.
Y su ambición sería usarlo delante de Jul, para gozarlo también a él, como hacía el primer señor de la casa.
El debut de Bom como señor y amo fue exitoso y todos sus perros llevaron su ración de sexo y la satisfacción de haber servido a su joven amo consiguiendo que sus testículos elaborasen semen a tope y se vaciasen y llenasen más de una vez durante la sesión.
Porque antes de terminarla e irse con Ermo, se folló a Geis, que ya le había roto el culo Aza con su gran cipote en ristre, entrando en el cachorro filipino como un ejército medieval por la puerta de una fortaleza, después de derribarla con un contundente ariete.
Y a Pal también se lo ventiló el negrito, ya que sus huevos no paraban de soltar leche como de costumbre.
Esta vez los imesebelen no participaron y se limitaron a presenciar como estatuas el flujo de esperma de un cuerpo a otro, con las mazas levantadas por si a alguno de los perros había que darle un buen trancazo en su boca o en su culo, no fuese que todavía les quedase un espacio seco y libre en sus tripas sin probar leche fresca del día.
El joven amo abandonó la cueva llevándose a Ermo de la mano y Adem se apresuró a poner en orden el lugar y acomodar al resto de la jauría en sus perreras, después de un lavado en profundidad, para que descansasen, durmiesen y estuvieses frescos para volver a ser de uso satisfactorio para sus dos amos en cualquier momento del nuevo día.
Bom, guiado por Manuel, aprendió sin prisas y con tiento, a ser un gran dominador de esclavos y adiestrador de perros.
Supo como sacarles el mayor fruto para su placer y obtener el sutil deleite de la máxima satisfacción con el sufrimiento y dolor de sus perros esclavos. A los que siempre dejó saciados tanto de semen como de su carne ardiente y sensual.
Bon, en pie, erguido como un dios al lado del sillón que sólo hacía unos instantes ocupara su amo, miró a todos los perros y esclavos con mirada autoritaria y altiva, retándolos con su poder.
Y fue Adem quién rompió la atmósfera de tensión acercándose el nuevo amo, llevando en sus manos una túnica blanca, parecida a la roja que llevaba Manuel esa noche.
El sirviente vistió a su segundo señor con la suave tela, abierta por el frente hasta los pies, y Bom lo miró a los ojos y le dijo: “Adem, sé que me servirás con devoción y respeto. Pero antes de darte la primera orden, quiero agradecer tu amor, tu consuelo y las caricias que me has dado tantas veces como necesité de tu afecto”.
El criado por primera vez perdió su rostro impasible y de sus párpados cerrados brotaron lágrimas, diciendo: “Señor. Gracias por tu consideración... Cuando desees podemos empezar la sesión. Todos estamos preparados para tu placer, señor”.
Y Adem se retiró inclinado la cabeza ante Bom, pero orgulloso de ver a su adorado muchacho subido al trono de su señor.
El nuevo amo llamó a Aza y le ordenó que se acercase.
El joven negro obedeció al instante y gateó hasta los pies de su segundo dueño. Y sin levantar la vista esperó su decisión y capricho.
Y Bom le dijo: “Ya eres el único macho de mi jauría, ya que el resto sólo son perras. Pero es necesario que mi primer acto como señor sea imponer mi dominio sobre ti y someterte sin condición a mi voluntad. En mi condición anterior nos hemos peleado, follado y disputado el puesto de macho alfa ante nuestro amo y sus perras. Pero nunca pude sobar tu cuerpo con lujuria ni acariciarte suavemente ni gozar de tu belleza y tu carne sensual y caliente. Siempre deseé besar tus labios carnosos y lamer tu cuerpo. Y besar esas nalgas hasta deslizar mi lengua por la raja que las separa impidiendo el fácil acceso a tu precioso ojo negro, que es al puerta del paraíso de tu cuerpo. Ahora eres mío y esta noche no habrá dolor para mis perros. Aún me queda mucho que aprender del amo Manuel antes de someteros al delirio del sufrimiento con la habilidad y maestría con que él nos a usado a todos. Esta noche tendré el placer de montaros a todos. Uno a uno. Deleitándome con vuestras bocas y vuestros culos, que ahora también son objetos sexuales a mi disposición... Levántate, Aza, y apoya las manos en los brazos del sillón de tu amo... Separa las patas e inclínate entregándome sumiso tus nalgas y el ano que, aunque ya catado, nunca me fue suficiente para dejar de pensar en volver a follarte, clavándote mi verga una y otra vez, pero saciándome de tu piel y tu olor y de sentir la palpitación de tu ser en mi virilidad encarnada en ti... Así, Aza... No voy a lubricarte porque quiero compartir la aspereza de tu ano hasta que a fuerza de frotarlo con mi pene se dilate y nuestra carne se deslice fácilmente hasta que nos corramos juntos”.
El joven señor gozó de su cachorro de piel de azabache y beso su espalda y su cuello, mordisqueándolo con cada embestida de su polla en el interior del muchacho. Sólo era lascivia, lujuria y puro placer sexual, porque al alma de Bom le bastaba para soñar y extasiarse en un nirvana sin fin, ver la adorada imagen de Jul. Los otros perros podían atraerlo y acelerar su testosterona, empalmándole el cipote como a un borrico, pero el verdadero goce de su espíritu se lo proporcionaba un simple beso de los labios de Jul. Incluso compartido con Manuel, al que adoraba al límite de verlo como el más atractivo y seductor de los hombres.
Bom y su cachorro negro llegaron al orgasmo en un salvaje estallido de pasión, temblores y estremecimiento, pero su leche no se desperdició puesto que Geis ya había colocado su boca bajo la porra inhiesta de Aza y todo su néctar lo recogió con avidez chupándole el capullo hasta asegurarse que no quedaba ni un átomo de esperma en el miembro del chico.
Y en el momento en que Bom le sacó el pene del culo a Aza, el oriental corrió a recoger el semen de su joven señor, esperando paciente a que el otro cachorro se lo cagase todo dentro de sus insaciables fauces. Geis tenía un olfato exquisito para apreciar el olor de la buena leche, porque sólo con eso ya se vaciaba sus bolitas sin necesidad de sobarse demasiado el pito.
Bom tenía que recuperar fuerzas y, sobre todo, fabricar más lefa en sus cojones para pasarse por la piedra a los otros dos cachorrillos, que ya estaban inquietos aguardando su turno.
Aunque el joven señor ya tenía ideado su plan. En cuanto su polla diese síntomas de querer más culo, se calzaría a Pal y le pondría el ano como un charco pisoteado por veinte chavalillos después de estar encerrados en casa toda una tarde a causa de la lluvia.
Y a Ermo lo reservaba para el final. Pero no en la cueva. Al precioso perrillo lo llevaría a su nueva cama para estrenarla dándole por el culo.
Habían dormido juntos muchas veces y sólo lo había acariciado y besado como el padre que acuna a su niño metiéndole un dedo por el culo para que el chaval sintiese gustito y no tuviese pesadillas durante la noche.
Pero, siendo suyo, sería la primera vez que le hiciese cuanto quería. Y eso era follarlo de verdad. Besarlo con ganas de comérselo crudo. Tocarle por todas partes y lamerlo de pies a cabeza como a un lobezno recién parido por la loba.
Ese chiquillo le ponía locos los sentidos de la carne como le pasaba también al amo Manuel.
Y su ambición sería usarlo delante de Jul, para gozarlo también a él, como hacía el primer señor de la casa.
El debut de Bom como señor y amo fue exitoso y todos sus perros llevaron su ración de sexo y la satisfacción de haber servido a su joven amo consiguiendo que sus testículos elaborasen semen a tope y se vaciasen y llenasen más de una vez durante la sesión.
Porque antes de terminarla e irse con Ermo, se folló a Geis, que ya le había roto el culo Aza con su gran cipote en ristre, entrando en el cachorro filipino como un ejército medieval por la puerta de una fortaleza, después de derribarla con un contundente ariete.
Y a Pal también se lo ventiló el negrito, ya que sus huevos no paraban de soltar leche como de costumbre.
Esta vez los imesebelen no participaron y se limitaron a presenciar como estatuas el flujo de esperma de un cuerpo a otro, con las mazas levantadas por si a alguno de los perros había que darle un buen trancazo en su boca o en su culo, no fuese que todavía les quedase un espacio seco y libre en sus tripas sin probar leche fresca del día.
El joven amo abandonó la cueva llevándose a Ermo de la mano y Adem se apresuró a poner en orden el lugar y acomodar al resto de la jauría en sus perreras, después de un lavado en profundidad, para que descansasen, durmiesen y estuvieses frescos para volver a ser de uso satisfactorio para sus dos amos en cualquier momento del nuevo día.
Bom, guiado por Manuel, aprendió sin prisas y con tiento, a ser un gran dominador de esclavos y adiestrador de perros.
Supo como sacarles el mayor fruto para su placer y obtener el sutil deleite de la máxima satisfacción con el sufrimiento y dolor de sus perros esclavos. A los que siempre dejó saciados tanto de semen como de su carne ardiente y sensual.
martes, 17 de abril de 2012
Capítulo 49 / La iniciación
Un día, a media mañana, Manuel tomó una decisión transcendental. Miró a Jul y a Bom fijamente, mientras jugaban un poco en el jardín con los otros cachorros, haciendo un alto en sus tareas y obligaciones, y llamó a Adem.
“Con permiso, señor”, dijo el criado al entrar en el estudio del señor y éste le ordenó:
“Prepara todo lo necesario para celebrar una ceremonia de iniciación esta noche... Todos los esclavos y perros deberán estar preparados y dispuestos para ser usados de cualquier manera. Y eso incluye a los cuatro guerreros, también... El resto no hace falta que te lo diga porque sabes de sobra lo que has de hacer”.
“Sí, señor... Estará todo tal y como tú deseas, señor”, respondió el sirviente y salió de la sala dejando otra vez solo a Manuel con sus pensamientos.
El resto del día Manuel se mantuvo reservado y poco hablador y apenas comió, dándole a los perros esclavos la mayor parte de lo que Adem le servía en su plato.
Aza, Pal y Ermo tenían buen apetito y su vitalidad les hacía gastar suficiente energía para quemar cuanto devoraban. Estaban sanos y en cuanto les daban asueto retozaban como potros salvajes.
Además se habían encariñado los tres y lo pasaban estupendamente jugando juntos.
Quizás al ser un poco más jóvenes que el mastín y la mascota del amo, hacía que los viesen a éstos más como perros que como cachorros igual que ellos.
Desde luego la diferencia de edad entre todos era muy pequeña, pero en plena veintena, un par de años o tres parece que marca la diferencia entre los últimos coletazos de la adolescencia juvenil y la apertura a una joven madurez.
En cualquier caso, lo que sí parecía cierto es que sexualmente Ermo prefería la experiencia y la madurez de su dueño y no la fogosidad de un bello negrito que seguramente soñaba con partirle el precioso culito en dos trozos.
Lo que no ocurría con Pal, a quien la polla de Aza lo traumatizaba de gusto sólo con verla.
Ermo, de no sentir el calor de su señor, buscaba sin lugar a dudas el cariño de Jul o la fuerza protectora de Bom, que lo amparaba por las noches cuando dormían en la misma perrera y le acariciaba el lomo y el trasero y aún lo acunaba, como unos años atrás, moviendo la yema de un dedo dentro del recto del muchacho.
El mastín, como su amo, también quería al perrillo y sentía por él un instinto paternal como si fuese la cría suya y de Jul, al que amaba sin límite aún respetando la supremacía y potestad de su señor sobre su perro predilecto.
Al llegar la noche, él solo en el comedor, apenas cenó y dio orden de que los guardianes llevasen a la cueva a todos los perros, sujetos por sus respectivas cadenas.
Adem iba delante de la comitiva y organizó la colocación de perros y esclavos según la acostumbre para una ceremonia como la que Manuel celebraría en esa ocasión.
No tardó en aparecer el amo cubierto con una túnica roja hasta los pies y una cadena de plata al cuello, de la que colgaba la letra de su hierro.
La eme coronada por un triángulo invertido que clavaba el vértice en el centro de dicha letra. La marca que todos sus esclavos y perros llevaban entre las piernas a un centímetro escaso del ojo del culo y los cojones.
Tomó asiento en el único sillón que presidia el acto y habló con voz serena y espeluznante al mismo tiempo: “Esta noche celebraré con vosotros una ceremonia de iniciación. Pero no será de ningún otro cachorro ni esclavo a mi servicio. Será la de un macho dominante”.
Los perros y cachorros aguzaron las orejas y sus ojos brillaban de curiosidad y estupor. Y el amo prosiguió su discurso: “Adem, trae hasta mi al aspirante y libera de la cadena a los otros perros”.
El siervo inclinó la cabeza respetuosamente y se acercó a los esclavos negros. Habló en la lengua de sus ancestros y dos imesebelen se aproximaron al mastín, elevándolo del suelo por los brazos y llevándolo en volandas hasta su señor, mientras los otros dos desenganchaban las cadenas de los collares de los otros perros.
Y Manuel volvió a decir: “Bom, mi bravo perro de presa. Mi mejor mastín y el macho más fuerte de mi jauría. A veces no te demostré suficientemente lo mucho que te quiero, tanto como a un hijo, pero, sin embargo, siempre fuiste mi preferido por muchos motivos y para diferente usos. Sé lo que piensas y lo que otros también están pensando. Y repito te quiero como si fueses mi primogénito. Al otro lo amo y deseo como el corazón de un hombre puede amar a un alma que será su compañera de por vida. No os celéis nunca uno del otro, aunque sé de sobra como lo quieres tú también, jodido cabrón! Y al resto os quiero también como a mis otros hijos, sin distinción, aunque por alguno más indefenso, al que todavía consideramos como el cachorro de la jauría, pueda sentir alguna querencia concreta... Por eso Bom, ha llegado el momento en que asumas tu papel de macho dominante en esta casa. Andarás en dos patas solamente y comerás conmigo en la mesa. Adem ha dispuesto un nuevo dormitorio para ti y usaras ropas como las mías. Acércate... El collar que llevas no es apropiado para ti. Y en su lugar llevarás el que ves colgado de mi cuello”. Manuel se quitó la cadena con su marca y se la puso a Bom, que todavía estaba totalmente desnudo y con la polla encerrada en la jaula de acero que su amo le había colocado la noche anterior después de follar a Jul los dos juntos.
El amo sacó la llave oculta bajo su túnica y abrió el candado que cerraba la cárcel del pene del noble macho. Bom instintivamente se miro su miembro, aún flácido, y como si la libertad le diese una renovada fuerza impulsora se irguió orgulloso, mostrando su glande brillante y potente al mundo y todo el que pudiese verlo en ese instante.
Y Manuel continuó con la ceremonia: “Ya está libre para siempre y para que lo utilices como mejor te parezca. Todos los perros de esta casa están a tu servicio y podrás montar al que más te plazca, donde, cuando y como desees hacerlo.
Pero. Siempre hay un pero, Bom. Lo harás con tino y sin abusar de tu posición. Debes ser responsable del honor y privilegio que te otorgo y de la libertad que te doy. Y no me defraudes nunca, porque no tendría piedad de ti. Lo entiendes?”
“Sí, mi amo”, dijo el machote.
“También te libero de dirigirte a mi con ese tratamiento. Soy tu igual. Y eres un amo también. Aunque hay otro pero. En la vida nunca se acaban las condiciones, Bom. Yo siempre seré el macho alfa de esta jauría mientras viva. Y como tal no renuncio al placer de tu cuerpo y de penetrarte el culo, que tantos deleites me ha dado siempre. Te seguiré follando cuando lo desee y tú me ofrecerás tu ano no como un perro esclavo, sino como un macho que goza el placer de que otro le de por el culo. Te follaré como un hombre folla a otro que sabe serlo también... También puedes hablarme si lo deseas sin necesidad de mi permiso previo... Quieres decir algo?”
“Sí, mi am... Sí... No sé como llamarte”, dijo el chico azorado.
“Tengo un nombre. Manuel”, le respondió el señor.
“Sólo quería decirte que siempre deseé que me metieses tu verga por el culo y te saciases conmigo hasta vaciarte en mi barriga... Y quiero seguir gozando con eso cada vez que tu quieras follarme. Y no creo que sea menos macho por eso. Verdad?”, dijo Bom.
”No sólo no dejas de ser un buen macho, sino que hasta para poner bien el culo hay que ser todo un hombre. Por eso siempre me gustó joderte y romperte esas nalgazas a pollazos y azotes, que con los años se han ido poniendo aún más rotundas y carnosas. Palmadas que te las daré también cuando te meta mi tranca por el ojete, No creas que tu nueva condición te librará de eso. Eso también es sexo y me gusta hacerlo completo con un tío como tú... Bueno pero sigamos, porque hay otro pero, Bom. Es la noche de las condiciones. Como dije todos los perros y esclavos de esta casa te darán placer y servicio, pero uno de ellos no... No pongas esa cara, Bom”. Al decir eso el amo, el silencio se cortaba en el aire.
Y prosiguió su parlamento: “Ese uno no será ni tu esclavo ni tu perro. Y no podrás tomarlo como tal. Ese uno es mi amante y demasiado preciado para entregárselo a nadie... Veo que tu alegría se ha vuelto mustia y tus ojos lloran en lugar de estar risueños como corresponde a la ocasión. Pero no hay motivo para ello. Llevas bastante tiempo obligado a una periódica castidad forzada, sólo rota en algunas ocasiones y fundamentalmente para penetrar conmigo el culo de Jul. Mi mascota. Mi amante. Tu amado cachorro. Yo lo amo y lo deso y tú estas loco por él y no sueñas otra cosa que hacerle el amor, besándolo, lamiéndolo y comiendo su ser con los ojos y el deseo de entrar en su cuerpo una y otra vez por el resto de tus días. Y lo harás. pero no como se hace con un esclavo sino como se ama a un igual. Y también seguirás compartiéndolo conmigo, porque ya no podría vivir sin teneros a los dos en mi cama algunas noches. Ninguno de los otros cachorros puede servirme de sustitutivo para prescindir de él o de ti. Aunque alguno me haga disfrutar como un burro durmiendo junto a mi, apretando su culito contra mi rabo, como hace mi joven Ermo... Como te gusta a ti también. Que no soy tonto aunque me hago el despistado cuando me interesa, mi querido Bom. Y ya ves, desde ahora puedes usar al cachorrillo cuando quieras y no limitarte solamente a meterle el dedo por el culo cuando duerme contigo. No te das cuenta que es tan inocente que todo lo cuenta si sabes preguntarle?
Además una vez que se prueba ese culito y tú y Aza ya lo habéis catado, no es fácil olvidar el gusto que se siente la penetrarlo y frotar la verga en su interior, apretada por el arillo de un ano tan rosado y húmedo... Ven, Bom. Ponte a mi lado y muéstrate orgulloso y tieso ante tus perros esclavos. Mantén la espalda recta aunque algún dolor pretenda doblarte al medio y domina tus emociones a costa de retorcer tu alma para amortiguar el sufrimiento de tu corazón. Ahora eres un ser superior y no cabe la debilidad en ti... Bésame por última vez las manos y comienza tu vida de señor y dominador de perros esclavos”.
El hasta entonces bravo cachorro cogió entre las suyas las dos manos de Manuel y las besó con devoción, emocionado hasta la médula. Y Manuel gritó: “Putos esclavos y perros de mi jauría postraros antes vuestro segundo amo y señor. Este es el amo Bom. Señor de esta casa también... Jul tú ven aquí y no te postres porque sólo yo sigo siendo tu dueño y único amo. Y sólo a mi te dirigirás con ese tratamiento... Acércate y siéntate en el suelo a mi lado... Mira, Jul. Ahí tienes a tu amante secreto. Bueno no tanto porque sería un secreto publicado a voces. Pero sí silencioso y paciente. En este tiempo de duras pruebas ha madurado y creció su alma en responsabilidad, conocimientos y entereza de ánimo. Y en parte te lo debe a ti porque lo has ayudado a superarse en los momentos más difíciles, sobre todo en la amargura de los días de confinamiento de su potente virilidad”.
Otro silencio y el aire se rasgó de nuevo con las palabras del amo: “Esta noche van a tener mucho trabajo tus cojones, Bom. Pero cuando se recuperen y se tranquilice su sangre de buen follador, volveremos a gozar con Jul tú y yo. No te parece, Bom, que nuestra perra preferida está muy cachonda y su coño nos pide que la reventemos a polvos los dos juntos?
Pero esta noche no vas a poder hacerlo porque te esperan otros culos que trabajar y romper. Así que yo me la ventilaré por los dos y dormiré abrazado a su cuerpo para repetir la follada en cuanto mis huevos se vayan recuperando y tengan al menos dos espermatozoides que darle. Tú te quedarás aquí disfrutando de nuestros perros y esclavos y yo me llevo a Jul a mi dormitorio para ir calentándolo y ponerlo salido como una zorra y mantenerlo así hasta que, dentro de dos o tres días, tu testosterona este lista para colmarle conmigo las tripas con nuestra leche... Vamos mi puto amante que ahora es su turno en esta cueva y a nosotros nos espera una larga velada sobre mi cama... So perra! Esta noche juro que te preño y el hijo no será de Bom sino mío”.
“Sí amo”, dijo Jul besando los pies de su señor.
Y Manuel se fue con él, dejando al resto de su clan bajo el dominio del segundo macho de la casa. El amo Bom.
“Con permiso, señor”, dijo el criado al entrar en el estudio del señor y éste le ordenó:
“Prepara todo lo necesario para celebrar una ceremonia de iniciación esta noche... Todos los esclavos y perros deberán estar preparados y dispuestos para ser usados de cualquier manera. Y eso incluye a los cuatro guerreros, también... El resto no hace falta que te lo diga porque sabes de sobra lo que has de hacer”.
“Sí, señor... Estará todo tal y como tú deseas, señor”, respondió el sirviente y salió de la sala dejando otra vez solo a Manuel con sus pensamientos.
El resto del día Manuel se mantuvo reservado y poco hablador y apenas comió, dándole a los perros esclavos la mayor parte de lo que Adem le servía en su plato.
Aza, Pal y Ermo tenían buen apetito y su vitalidad les hacía gastar suficiente energía para quemar cuanto devoraban. Estaban sanos y en cuanto les daban asueto retozaban como potros salvajes.
Además se habían encariñado los tres y lo pasaban estupendamente jugando juntos.
Quizás al ser un poco más jóvenes que el mastín y la mascota del amo, hacía que los viesen a éstos más como perros que como cachorros igual que ellos.
Desde luego la diferencia de edad entre todos era muy pequeña, pero en plena veintena, un par de años o tres parece que marca la diferencia entre los últimos coletazos de la adolescencia juvenil y la apertura a una joven madurez.
En cualquier caso, lo que sí parecía cierto es que sexualmente Ermo prefería la experiencia y la madurez de su dueño y no la fogosidad de un bello negrito que seguramente soñaba con partirle el precioso culito en dos trozos.
Lo que no ocurría con Pal, a quien la polla de Aza lo traumatizaba de gusto sólo con verla.
Ermo, de no sentir el calor de su señor, buscaba sin lugar a dudas el cariño de Jul o la fuerza protectora de Bom, que lo amparaba por las noches cuando dormían en la misma perrera y le acariciaba el lomo y el trasero y aún lo acunaba, como unos años atrás, moviendo la yema de un dedo dentro del recto del muchacho.
El mastín, como su amo, también quería al perrillo y sentía por él un instinto paternal como si fuese la cría suya y de Jul, al que amaba sin límite aún respetando la supremacía y potestad de su señor sobre su perro predilecto.
Al llegar la noche, él solo en el comedor, apenas cenó y dio orden de que los guardianes llevasen a la cueva a todos los perros, sujetos por sus respectivas cadenas.
Adem iba delante de la comitiva y organizó la colocación de perros y esclavos según la acostumbre para una ceremonia como la que Manuel celebraría en esa ocasión.
No tardó en aparecer el amo cubierto con una túnica roja hasta los pies y una cadena de plata al cuello, de la que colgaba la letra de su hierro.
La eme coronada por un triángulo invertido que clavaba el vértice en el centro de dicha letra. La marca que todos sus esclavos y perros llevaban entre las piernas a un centímetro escaso del ojo del culo y los cojones.
Tomó asiento en el único sillón que presidia el acto y habló con voz serena y espeluznante al mismo tiempo: “Esta noche celebraré con vosotros una ceremonia de iniciación. Pero no será de ningún otro cachorro ni esclavo a mi servicio. Será la de un macho dominante”.
Los perros y cachorros aguzaron las orejas y sus ojos brillaban de curiosidad y estupor. Y el amo prosiguió su discurso: “Adem, trae hasta mi al aspirante y libera de la cadena a los otros perros”.
El siervo inclinó la cabeza respetuosamente y se acercó a los esclavos negros. Habló en la lengua de sus ancestros y dos imesebelen se aproximaron al mastín, elevándolo del suelo por los brazos y llevándolo en volandas hasta su señor, mientras los otros dos desenganchaban las cadenas de los collares de los otros perros.
Y Manuel volvió a decir: “Bom, mi bravo perro de presa. Mi mejor mastín y el macho más fuerte de mi jauría. A veces no te demostré suficientemente lo mucho que te quiero, tanto como a un hijo, pero, sin embargo, siempre fuiste mi preferido por muchos motivos y para diferente usos. Sé lo que piensas y lo que otros también están pensando. Y repito te quiero como si fueses mi primogénito. Al otro lo amo y deseo como el corazón de un hombre puede amar a un alma que será su compañera de por vida. No os celéis nunca uno del otro, aunque sé de sobra como lo quieres tú también, jodido cabrón! Y al resto os quiero también como a mis otros hijos, sin distinción, aunque por alguno más indefenso, al que todavía consideramos como el cachorro de la jauría, pueda sentir alguna querencia concreta... Por eso Bom, ha llegado el momento en que asumas tu papel de macho dominante en esta casa. Andarás en dos patas solamente y comerás conmigo en la mesa. Adem ha dispuesto un nuevo dormitorio para ti y usaras ropas como las mías. Acércate... El collar que llevas no es apropiado para ti. Y en su lugar llevarás el que ves colgado de mi cuello”. Manuel se quitó la cadena con su marca y se la puso a Bom, que todavía estaba totalmente desnudo y con la polla encerrada en la jaula de acero que su amo le había colocado la noche anterior después de follar a Jul los dos juntos.
El amo sacó la llave oculta bajo su túnica y abrió el candado que cerraba la cárcel del pene del noble macho. Bom instintivamente se miro su miembro, aún flácido, y como si la libertad le diese una renovada fuerza impulsora se irguió orgulloso, mostrando su glande brillante y potente al mundo y todo el que pudiese verlo en ese instante.
Y Manuel continuó con la ceremonia: “Ya está libre para siempre y para que lo utilices como mejor te parezca. Todos los perros de esta casa están a tu servicio y podrás montar al que más te plazca, donde, cuando y como desees hacerlo.
Pero. Siempre hay un pero, Bom. Lo harás con tino y sin abusar de tu posición. Debes ser responsable del honor y privilegio que te otorgo y de la libertad que te doy. Y no me defraudes nunca, porque no tendría piedad de ti. Lo entiendes?”
“Sí, mi amo”, dijo el machote.
“También te libero de dirigirte a mi con ese tratamiento. Soy tu igual. Y eres un amo también. Aunque hay otro pero. En la vida nunca se acaban las condiciones, Bom. Yo siempre seré el macho alfa de esta jauría mientras viva. Y como tal no renuncio al placer de tu cuerpo y de penetrarte el culo, que tantos deleites me ha dado siempre. Te seguiré follando cuando lo desee y tú me ofrecerás tu ano no como un perro esclavo, sino como un macho que goza el placer de que otro le de por el culo. Te follaré como un hombre folla a otro que sabe serlo también... También puedes hablarme si lo deseas sin necesidad de mi permiso previo... Quieres decir algo?”
“Sí, mi am... Sí... No sé como llamarte”, dijo el chico azorado.
“Tengo un nombre. Manuel”, le respondió el señor.
“Sólo quería decirte que siempre deseé que me metieses tu verga por el culo y te saciases conmigo hasta vaciarte en mi barriga... Y quiero seguir gozando con eso cada vez que tu quieras follarme. Y no creo que sea menos macho por eso. Verdad?”, dijo Bom.
”No sólo no dejas de ser un buen macho, sino que hasta para poner bien el culo hay que ser todo un hombre. Por eso siempre me gustó joderte y romperte esas nalgazas a pollazos y azotes, que con los años se han ido poniendo aún más rotundas y carnosas. Palmadas que te las daré también cuando te meta mi tranca por el ojete, No creas que tu nueva condición te librará de eso. Eso también es sexo y me gusta hacerlo completo con un tío como tú... Bueno pero sigamos, porque hay otro pero, Bom. Es la noche de las condiciones. Como dije todos los perros y esclavos de esta casa te darán placer y servicio, pero uno de ellos no... No pongas esa cara, Bom”. Al decir eso el amo, el silencio se cortaba en el aire.
Y prosiguió su parlamento: “Ese uno no será ni tu esclavo ni tu perro. Y no podrás tomarlo como tal. Ese uno es mi amante y demasiado preciado para entregárselo a nadie... Veo que tu alegría se ha vuelto mustia y tus ojos lloran en lugar de estar risueños como corresponde a la ocasión. Pero no hay motivo para ello. Llevas bastante tiempo obligado a una periódica castidad forzada, sólo rota en algunas ocasiones y fundamentalmente para penetrar conmigo el culo de Jul. Mi mascota. Mi amante. Tu amado cachorro. Yo lo amo y lo deso y tú estas loco por él y no sueñas otra cosa que hacerle el amor, besándolo, lamiéndolo y comiendo su ser con los ojos y el deseo de entrar en su cuerpo una y otra vez por el resto de tus días. Y lo harás. pero no como se hace con un esclavo sino como se ama a un igual. Y también seguirás compartiéndolo conmigo, porque ya no podría vivir sin teneros a los dos en mi cama algunas noches. Ninguno de los otros cachorros puede servirme de sustitutivo para prescindir de él o de ti. Aunque alguno me haga disfrutar como un burro durmiendo junto a mi, apretando su culito contra mi rabo, como hace mi joven Ermo... Como te gusta a ti también. Que no soy tonto aunque me hago el despistado cuando me interesa, mi querido Bom. Y ya ves, desde ahora puedes usar al cachorrillo cuando quieras y no limitarte solamente a meterle el dedo por el culo cuando duerme contigo. No te das cuenta que es tan inocente que todo lo cuenta si sabes preguntarle?
Además una vez que se prueba ese culito y tú y Aza ya lo habéis catado, no es fácil olvidar el gusto que se siente la penetrarlo y frotar la verga en su interior, apretada por el arillo de un ano tan rosado y húmedo... Ven, Bom. Ponte a mi lado y muéstrate orgulloso y tieso ante tus perros esclavos. Mantén la espalda recta aunque algún dolor pretenda doblarte al medio y domina tus emociones a costa de retorcer tu alma para amortiguar el sufrimiento de tu corazón. Ahora eres un ser superior y no cabe la debilidad en ti... Bésame por última vez las manos y comienza tu vida de señor y dominador de perros esclavos”.
El hasta entonces bravo cachorro cogió entre las suyas las dos manos de Manuel y las besó con devoción, emocionado hasta la médula. Y Manuel gritó: “Putos esclavos y perros de mi jauría postraros antes vuestro segundo amo y señor. Este es el amo Bom. Señor de esta casa también... Jul tú ven aquí y no te postres porque sólo yo sigo siendo tu dueño y único amo. Y sólo a mi te dirigirás con ese tratamiento... Acércate y siéntate en el suelo a mi lado... Mira, Jul. Ahí tienes a tu amante secreto. Bueno no tanto porque sería un secreto publicado a voces. Pero sí silencioso y paciente. En este tiempo de duras pruebas ha madurado y creció su alma en responsabilidad, conocimientos y entereza de ánimo. Y en parte te lo debe a ti porque lo has ayudado a superarse en los momentos más difíciles, sobre todo en la amargura de los días de confinamiento de su potente virilidad”.
Otro silencio y el aire se rasgó de nuevo con las palabras del amo: “Esta noche van a tener mucho trabajo tus cojones, Bom. Pero cuando se recuperen y se tranquilice su sangre de buen follador, volveremos a gozar con Jul tú y yo. No te parece, Bom, que nuestra perra preferida está muy cachonda y su coño nos pide que la reventemos a polvos los dos juntos?
Pero esta noche no vas a poder hacerlo porque te esperan otros culos que trabajar y romper. Así que yo me la ventilaré por los dos y dormiré abrazado a su cuerpo para repetir la follada en cuanto mis huevos se vayan recuperando y tengan al menos dos espermatozoides que darle. Tú te quedarás aquí disfrutando de nuestros perros y esclavos y yo me llevo a Jul a mi dormitorio para ir calentándolo y ponerlo salido como una zorra y mantenerlo así hasta que, dentro de dos o tres días, tu testosterona este lista para colmarle conmigo las tripas con nuestra leche... Vamos mi puto amante que ahora es su turno en esta cueva y a nosotros nos espera una larga velada sobre mi cama... So perra! Esta noche juro que te preño y el hijo no será de Bom sino mío”.
“Sí amo”, dijo Jul besando los pies de su señor.
Y Manuel se fue con él, dejando al resto de su clan bajo el dominio del segundo macho de la casa. El amo Bom.
sábado, 14 de abril de 2012
Capítulo 48 / El ajuste
“El tiempo pasa con demasiada rapidez”, pensó Manuel.
Todos los días había visto las grabaciones para comprobar el comportamiento de Pal y creyó llegado el momento de ir a ajustarle las cuentas, tanto por sus progresos como por los fallos cometidos.
Para formar a un perro tan necesaria es la disciplina y el castigo como el justo premio por sus avances en su aprendizaje y sometimiento al amo.
Llegó a la finca con Jul, pasada la media tarde y sin avisar de antemano al cachorro confinado en ella, y fue directamente al cuarto donde el chico debía pasar la mayor parte del tiempo que permaneciese dentro de la casa.
La puerta estaba cerrada, cosa anormal ya que el perro estaba solo y no tenía que esconderse u ocultarse de nadie para hacer sus labores ni cualquier otra cosa. Sin olvidar lo inútil que era intentar tal cosa en un recinto peinado absolutamente por cámaras de vigilancia.
Jul había llevado el escaso equipaje a la habitación del amo y Manuel abrió de golpe la puerta del dormitorio de Pal, encontrándolo tumbado en el suelo mirando a las musarañas.
El amo le increpó: “Qué coño haces, puto vago?”.
El cachorro se incorporó del susto y con cara de pánico farfulló: “Nada, mi amo... Veía el techo, mi señor”.
“Qué temes?. Que se te caiga encima?. Puto cabrón!, dijo el dueño. “Habla!”, le gritó.
“No, mi amo... Pensaba en cuando me llevarás contigo a la otra casa, mi señor... Me siento muy solo aquí, sin ti y los otros perros, mi amo”, contestó Pal con voz y gesto triste y ojos apagados.
Manuel temió que el cachorro estuviese deprimido y le preguntó: “Comes y duermes bien?”.
No tengo mucha hambre, mi amo... Y algunas noches tengo miedo de estar solo en esta casa, mi señor”, respondió el chaval.
El amo se sentó en una silla y le ordenó: “Acércate”.
El chico obedeció al instante y el dueño le cruzó la cara de dos tortazos. Y acto seguido le agarró la cabeza y la apoyó sobre sus piernas revolviéndo cariñosamente el pelo del muchacho. Y le dijo: “Las hostias son por no decir la verdad cuando te pregunto por videoconferencia si te encuentras bien y tú dices que sí, sin más comentarios... Los mimos son porque te echaba de menos y tenía ganas de verte al natural y, sobre todo, usarte y darte por el culo... Ponte de pie y desnúdate del todo”.
El chico se quitó los calzones cortos que llevaba puestos y se quedó parado enseñando su cuerpo al amo.
Manuel le ordenó dar vueltas sobre si mismo, para verlo bien por todos lados, y se complació constatando que no le engañara la cámara y realmente el cachorro estaba mucho mejor de cuerpo que cuando lo convirtió en su esclavo meses atrás.
Estaba como más hecho y con la carne más prieta. Y su culo se le veía mucho más respingón y pidiendo guerra cada vez que doblaba la espalda con algún movimiento.
Manuel, sin dejar de mirarlo, le dijo: “Tendrás hambre si no has comido bien durante este tiempo... Ven aquí y ponte de rodillas pegado a las mías”.
El chico lo hizo y el amo sacó la chorra por la bragueta y le dio de mamar allí mismo, sin perder más tiempo.
Y vaya si tenía hambre el cachorro! No se comió la polla del amo porque sería acabar con el teto que lo alimentaba de leche. Pero una corrida le supo a poco y sus ojos suplicaban algo más.
El amo le dijo que no fuese tan goloso, pero que tendría mucha más leche y esa noche se iría a dormir con la barriga llena, después de ajustarle las cuentas por los errores cometidos desde su última visita.
Bajaron al zaguán de la casona y Jul los esperaba al pie de la escalera, ya desnudo y en aptitud sumisa como el perro más dócil de la jauría de su amo.
Manuel lo agarró por el collar y puso a cuatro patas al otro también, llevándolos al salón para no perder más el tiempo y darle a Pal el castigo que había merecido con sus torpezas.
Antes de entrar en la sala, el amo cogió del bastonero una de las varas de mimbre y le dijo a Pal que, puesto en pie, apoyase las manos en la chimenea de piedra, “Separa más la patas traseras”, le dijo el amo al chico. Y añadió: “Vete contándolos hasta llegar a cincuenta... Con esto vas servido por el momento.... Jul, ten preparada la pomada para ponérsela al terminar de darle los zurriagazos... Seguramente le haré sangre en algunos puntos de las nalgas... Inclínate hacia delante, cabrito de mierda! Que te voy a dejar preparado para que disfrutes más cuando después te joda el culo”.
Y comenzó el goteo de varazos, espaciados y silbantes como si en la habitación hubiese un nido de serpientes.
A Jul no le gustaba presenciar los castigos de sus hermanos, pero no se atrevía a mirar a otra parte por no enfadar más a su señor y que el pobre cachorro recibiese los azotes con mayor dureza, además de ganarse él mismo otra tunda de campeonato por merengue, como le llamaba el amo cuando le decía que era demasiado blando tratando a Ermo.
Y bien mirado casi le apetecía una buena manta de palos, porque llevaba tiempo que su amo sólo le atizaba algún hostiazo en los morros, pero al culo sólo le daba caña con la polla y las palmadas de rigor habituales en toda follada bien entonada. Pero zumbarle en serio, no.
Menos mal que los perros comían en el suelo con el culo en pompa, porque las nalgas de Pal estaban para cualquier cosa menos para sentarse sobre nada, ya fuese duro o blando como la espuma. Manuel le había dejado las posaderas echas un cisco, cruzadas por un entramado de verdugones, ya violáceos, que partían el alma sólo con verlos.
Y al terminar el amo su cena, dijo a sus dos cachorros: “Vamos a la cama que mañana quiero salir temprano para volver a casa... Y tú te vienes también, Pal... Ya he hablado con tus padres y a partir de ahora ya no tienen nada que pintar en tu vida. Tú eres cosa mía y yo sigo encargándome de todo lo que necesites, pero en mi casa, con el resto de mis perros, o donde desee llevarte conmigo. Antes de salir de la finca te despedirás de ellos... Vamos, que aún tienes que tomar la leche antes de dormir. Y a ti también te tocará algo, Jul. No pongas esos morros, que te conozco como si te hubiese parido, puto cabrón!”.
Acostó a los dos chicos en la cama, mirando para arriba y les ató las manos y los pies a los hierros del cabecero, dejándoles totalmente plegado el vientre con el pecho, y primero se la metió a Jul por el ano, para darle rabo un buen rato, y cuando se cansó de su mascota, se la endiñó a Pal por el ojete y le dio caña entrando y saliendo con fuerza del culo del cachorro. Y no se corrió en ninguno de los dos traseros. Se puso de rodillas entre los dos perros y les dio a chupar su falo, alternativamente, hasta que notó que le subía la leche y volvió a enchufársela a Pal por el culo, para llenarle la barriga como le había prometido antes de zurrarle con el mimbre.
El chucho se corrió también con el calor del esperma del amo en sus tripas y Jul se quedó a la luna de Valencia, con el pito babeando como el de un mono que no para de hacerse pajas en al jaula y la cabeza echando humo con la calentura que le salía hasta por los ojos.
Manuel volvió a su lado y lo ordeñó para darle su propia leche antes de dormir.
Al desatarlos, les dijo que dormirían con él los dos y se pusiese Jul a su derecha y el otro a la izquierda.
Y a las dos horas ya se estaba follando a Jul otra vez. Estaba claro que no deseaba que su mascota quedase falto de la energía que su amo le regalaba con su semilla, ni mucho menos dejarle insatisfecho el vientre durante el resto de la noche.
Lo besó con todo su amor en la boca y se durmieron mirándose a los ojos los dos.
Pal o dormía como un bendito o se lo hizo para no molestar a su amo mientras hacía el amor con Jul.
Con las primeras luces del día se levantaron y emprendieron viaje de vuelta a casa, llevándose a Pal más alegre que unas castañuelas.
Y ni siquiera le dolía el culo ni notaba la menor molestia al ir sentado en el coche después de la paliza dada por su amo con vara y con rabo.
En la primera parada repartió el semen entre los dos, dentro del vehículo, y no quiso darles por el culo hasta llegar a casa, tomar un buen baño y descansar del viaje.
Y esa noche volvió a follarse a Pal antes de irse a la cama para dormir con Jul.
Ahora la familia ya estaba completa en casa y tenía a mano a todos sus cachorros para usarlos y ver como crecían y se desarrollaban hasta llegar a ser perros adultos.
Siempre le darían algo de guerra, al ser tan jóvenes aún, pero también gozaría de ellos y le complacerían siempre como los perros mejor adiestrados de cualquier otra perrera del país.
Y el tiempo fue pasando y los más jóvenes cumplieron los veinte años y los mayores de la jauría se acercaban al cuarto de siglo, con unos cuerpos cada día más pletóricos de salud, fuerza, belleza y educación.
Todos los días había visto las grabaciones para comprobar el comportamiento de Pal y creyó llegado el momento de ir a ajustarle las cuentas, tanto por sus progresos como por los fallos cometidos.
Para formar a un perro tan necesaria es la disciplina y el castigo como el justo premio por sus avances en su aprendizaje y sometimiento al amo.
Llegó a la finca con Jul, pasada la media tarde y sin avisar de antemano al cachorro confinado en ella, y fue directamente al cuarto donde el chico debía pasar la mayor parte del tiempo que permaneciese dentro de la casa.
La puerta estaba cerrada, cosa anormal ya que el perro estaba solo y no tenía que esconderse u ocultarse de nadie para hacer sus labores ni cualquier otra cosa. Sin olvidar lo inútil que era intentar tal cosa en un recinto peinado absolutamente por cámaras de vigilancia.
Jul había llevado el escaso equipaje a la habitación del amo y Manuel abrió de golpe la puerta del dormitorio de Pal, encontrándolo tumbado en el suelo mirando a las musarañas.
El amo le increpó: “Qué coño haces, puto vago?”.
El cachorro se incorporó del susto y con cara de pánico farfulló: “Nada, mi amo... Veía el techo, mi señor”.
“Qué temes?. Que se te caiga encima?. Puto cabrón!, dijo el dueño. “Habla!”, le gritó.
“No, mi amo... Pensaba en cuando me llevarás contigo a la otra casa, mi señor... Me siento muy solo aquí, sin ti y los otros perros, mi amo”, contestó Pal con voz y gesto triste y ojos apagados.
Manuel temió que el cachorro estuviese deprimido y le preguntó: “Comes y duermes bien?”.
No tengo mucha hambre, mi amo... Y algunas noches tengo miedo de estar solo en esta casa, mi señor”, respondió el chaval.
El amo se sentó en una silla y le ordenó: “Acércate”.
El chico obedeció al instante y el dueño le cruzó la cara de dos tortazos. Y acto seguido le agarró la cabeza y la apoyó sobre sus piernas revolviéndo cariñosamente el pelo del muchacho. Y le dijo: “Las hostias son por no decir la verdad cuando te pregunto por videoconferencia si te encuentras bien y tú dices que sí, sin más comentarios... Los mimos son porque te echaba de menos y tenía ganas de verte al natural y, sobre todo, usarte y darte por el culo... Ponte de pie y desnúdate del todo”.
El chico se quitó los calzones cortos que llevaba puestos y se quedó parado enseñando su cuerpo al amo.
Manuel le ordenó dar vueltas sobre si mismo, para verlo bien por todos lados, y se complació constatando que no le engañara la cámara y realmente el cachorro estaba mucho mejor de cuerpo que cuando lo convirtió en su esclavo meses atrás.
Estaba como más hecho y con la carne más prieta. Y su culo se le veía mucho más respingón y pidiendo guerra cada vez que doblaba la espalda con algún movimiento.
Manuel, sin dejar de mirarlo, le dijo: “Tendrás hambre si no has comido bien durante este tiempo... Ven aquí y ponte de rodillas pegado a las mías”.
El chico lo hizo y el amo sacó la chorra por la bragueta y le dio de mamar allí mismo, sin perder más tiempo.
Y vaya si tenía hambre el cachorro! No se comió la polla del amo porque sería acabar con el teto que lo alimentaba de leche. Pero una corrida le supo a poco y sus ojos suplicaban algo más.
El amo le dijo que no fuese tan goloso, pero que tendría mucha más leche y esa noche se iría a dormir con la barriga llena, después de ajustarle las cuentas por los errores cometidos desde su última visita.
Bajaron al zaguán de la casona y Jul los esperaba al pie de la escalera, ya desnudo y en aptitud sumisa como el perro más dócil de la jauría de su amo.
Manuel lo agarró por el collar y puso a cuatro patas al otro también, llevándolos al salón para no perder más el tiempo y darle a Pal el castigo que había merecido con sus torpezas.
Antes de entrar en la sala, el amo cogió del bastonero una de las varas de mimbre y le dijo a Pal que, puesto en pie, apoyase las manos en la chimenea de piedra, “Separa más la patas traseras”, le dijo el amo al chico. Y añadió: “Vete contándolos hasta llegar a cincuenta... Con esto vas servido por el momento.... Jul, ten preparada la pomada para ponérsela al terminar de darle los zurriagazos... Seguramente le haré sangre en algunos puntos de las nalgas... Inclínate hacia delante, cabrito de mierda! Que te voy a dejar preparado para que disfrutes más cuando después te joda el culo”.
Y comenzó el goteo de varazos, espaciados y silbantes como si en la habitación hubiese un nido de serpientes.
A Jul no le gustaba presenciar los castigos de sus hermanos, pero no se atrevía a mirar a otra parte por no enfadar más a su señor y que el pobre cachorro recibiese los azotes con mayor dureza, además de ganarse él mismo otra tunda de campeonato por merengue, como le llamaba el amo cuando le decía que era demasiado blando tratando a Ermo.
Y bien mirado casi le apetecía una buena manta de palos, porque llevaba tiempo que su amo sólo le atizaba algún hostiazo en los morros, pero al culo sólo le daba caña con la polla y las palmadas de rigor habituales en toda follada bien entonada. Pero zumbarle en serio, no.
Menos mal que los perros comían en el suelo con el culo en pompa, porque las nalgas de Pal estaban para cualquier cosa menos para sentarse sobre nada, ya fuese duro o blando como la espuma. Manuel le había dejado las posaderas echas un cisco, cruzadas por un entramado de verdugones, ya violáceos, que partían el alma sólo con verlos.
Y al terminar el amo su cena, dijo a sus dos cachorros: “Vamos a la cama que mañana quiero salir temprano para volver a casa... Y tú te vienes también, Pal... Ya he hablado con tus padres y a partir de ahora ya no tienen nada que pintar en tu vida. Tú eres cosa mía y yo sigo encargándome de todo lo que necesites, pero en mi casa, con el resto de mis perros, o donde desee llevarte conmigo. Antes de salir de la finca te despedirás de ellos... Vamos, que aún tienes que tomar la leche antes de dormir. Y a ti también te tocará algo, Jul. No pongas esos morros, que te conozco como si te hubiese parido, puto cabrón!”.
Acostó a los dos chicos en la cama, mirando para arriba y les ató las manos y los pies a los hierros del cabecero, dejándoles totalmente plegado el vientre con el pecho, y primero se la metió a Jul por el ano, para darle rabo un buen rato, y cuando se cansó de su mascota, se la endiñó a Pal por el ojete y le dio caña entrando y saliendo con fuerza del culo del cachorro. Y no se corrió en ninguno de los dos traseros. Se puso de rodillas entre los dos perros y les dio a chupar su falo, alternativamente, hasta que notó que le subía la leche y volvió a enchufársela a Pal por el culo, para llenarle la barriga como le había prometido antes de zurrarle con el mimbre.
El chucho se corrió también con el calor del esperma del amo en sus tripas y Jul se quedó a la luna de Valencia, con el pito babeando como el de un mono que no para de hacerse pajas en al jaula y la cabeza echando humo con la calentura que le salía hasta por los ojos.
Manuel volvió a su lado y lo ordeñó para darle su propia leche antes de dormir.
Al desatarlos, les dijo que dormirían con él los dos y se pusiese Jul a su derecha y el otro a la izquierda.
Y a las dos horas ya se estaba follando a Jul otra vez. Estaba claro que no deseaba que su mascota quedase falto de la energía que su amo le regalaba con su semilla, ni mucho menos dejarle insatisfecho el vientre durante el resto de la noche.
Lo besó con todo su amor en la boca y se durmieron mirándose a los ojos los dos.
Pal o dormía como un bendito o se lo hizo para no molestar a su amo mientras hacía el amor con Jul.
Con las primeras luces del día se levantaron y emprendieron viaje de vuelta a casa, llevándose a Pal más alegre que unas castañuelas.
Y ni siquiera le dolía el culo ni notaba la menor molestia al ir sentado en el coche después de la paliza dada por su amo con vara y con rabo.
En la primera parada repartió el semen entre los dos, dentro del vehículo, y no quiso darles por el culo hasta llegar a casa, tomar un buen baño y descansar del viaje.
Y esa noche volvió a follarse a Pal antes de irse a la cama para dormir con Jul.
Ahora la familia ya estaba completa en casa y tenía a mano a todos sus cachorros para usarlos y ver como crecían y se desarrollaban hasta llegar a ser perros adultos.
Siempre le darían algo de guerra, al ser tan jóvenes aún, pero también gozaría de ellos y le complacerían siempre como los perros mejor adiestrados de cualquier otra perrera del país.
Y el tiempo fue pasando y los más jóvenes cumplieron los veinte años y los mayores de la jauría se acercaban al cuarto de siglo, con unos cuerpos cada día más pletóricos de salud, fuerza, belleza y educación.
martes, 10 de abril de 2012
Capítulo 47 / El sometimiento
Desde que Ermo pertenecía a Manuel, no había conocido carnalmente otra polla que no fuese la de éste y su ingenuidad no le dejaba ver que el día menos pensado por le chico, su dueño dispondría que su culo fuese disfrutado por otra verga distinta a la suya.
Manuel tenía razón al pensar que el perrillo se estaba acostumbrando mal y llegar a creerse intocable por cualquier macho que no fuese su amo.
Y también era verdad que usar sexualmente el cuerpecito del chiquillo le gustaba extraordinariamente a Manuel y no se cansaba de penetrarle el culo o la boca, ni tampoco de sobarlo y pegarle con su mano en las nalgas tan duras y rellenas de esa carne apetitosa de un cachorro tan joven.
El amo pensó que era hora de someter al cachorrillo a un tratamiento necesario para su formación y su educación como perro. Y esa noche iba a ser llevado a la cueva con sus otros hermanos, para mostrarle el otro lado de su condición de esclavo y su destino en la casa de su dueño, además de sus caricias, sus besos y azotes y el placer de ser poseído por Manuel jodiéndole el culo y mamando su polla casi a diario.
Los imesebelen colgaron por la muñecas al perrillo y a Jul, frente a frente y desnudos, rozando el suelo con las puntas de los pies y sujetándolos en corto uno al otro por sus collares, uniéndolos también por los grilletes que apresaban sus muñecas y tobillos. Para remate apretaron un mismo cinto de cuero al rededor de sus cinturas y los dos chicos quedaron pegados sin un milímetro de separación entre sus cuerpos.
Manuel les colocó sendas mordazas y sin pronunciar palabra les azotó culo y espalda haciéndolos girar en el aire hasta rayar sus carnes con tiras rojas que atravesaban horizontalmente sus cuerpos.
Los dos cachorros lagrimeaban sin poder emitir sus lastimeros quejidos y ayes de dolor y el amo exhibía impúdicamente una espléndida erección, compitiendo con la de los dos flagelados.
Acto seguido Manuel ordenó que en dos bancos de madera, puestos en paralelo, tumbasen boca arriba a sus dos machos, que sólo llevaban puestos sus collares, atando sus pies y sus manos a las patas de palo y ocupando sus bocas con una bola de goma, bien sujeta por una correa de cuero.
Geis por el momento se libraba de cualquier uso y seguía el desarrollo de la velada puesto a cuatro patas con su colita juguetona en el culo y el hocico aventando el flujo de los penes que lo rodeaban.
El amo mandó que desuniesen a Jul y a Ermo, sin descolgarlos, y que los pusiesen espalda con espalda, unidos otra vez por las muñecas y los tobillos.
Se acercó a ellos con un dildo largo, terminado en dos glandes por cada lado, y metió los extremo por el culo de los muchachos hasta repartir la mitad del consolador en cada uno.
Le pinzó los pezones con pesos y volvió a darles otro tanda de latigazos por el frente para igualar ambas partes de sus cuerpos.
El martirio de Jul al ver sufrir al cachorrillo era indecible y apagaba el sutil placer que el tormento a manos de su amo le daba a él. Ermo era todo moco babas y llanto mudo, pero su pene no dejaba de babear al ritmo de su boca.
Cuando sus pieles ya estaban bien lamidas por la lengua de cuero, Manuel dio orden de descolgar al cachorrillo, pero no al otro, que habría de seguir suspendido del techo durante todo el tiempo que durase la lección superior de adiestramiento que recibía su querido Ermo.
Dos esclavos africanos soltaron al perrillo del otro cachorro y lo levantaron sentándolo en sus brazos por los muslos y agarrado a los cuellos de los dos negros, para llevarlo a la silla de la reina, como dicen los niños en sus juegos, y colocarle el culo encima del tranco de Bom, que latía sobre su vientre, empalmado y mojado su capullo por suero seminal.
Manuel hizo una señal y bajaron las nalgas del perillo, sin soltarlo, y ahora intervino Geis para hacer de mamporrero e ir metiendo la polla del mastín por el ano de Ermo, como se hace con la verga del garañón hasta introducírsela entera en el coño de la yegua para que la cubra.
Los dos imesebelen fueron moviendo de abajo arriba al perrillo, deslizando su recto por el sólido cipote de Bom, incrementando la aceleración del movimiento vertical hasta que los ojos y el color púrpura de la cara del mastín indicaron que un géiser de semen llegaba hasta al estómago de Ermo, pasando por sus intestinos contra corriente.
El cachorrillo se dejó su leche esparciéndola al aire y en cuanto los negros lo desclavaron del trabuco aún duro de Bom, Geis, rápidamente, recogió en un cuenco la leche que soltaba el culo del perrillo, cagándola a borbotones.
Vaciado Ermo de la primera remesa de semen, los negros lo pusieron sobre Aza y se repitió el protocolo de ensartado y follada asistida por los imesebelen, con recolecta de más cantidad de leche en el recipiente que Geis portaba con devoción religiosa. Al vicioso cachorro le caían los ojos por aquel precioso néctar de los dos semidioses del sexo que eran sus hermanos machos.
Ermo sólo pudo echar un breve chorrito de esperma al ser colmado por tres oleadas calientes de espermatozoides disparados por Aza, y sin bajar de los brazos de sus porteadores, Manuel le dio a beber la leche templada de sus dos hermanos, sin permitirle que dejase en el cuenco ni un gota para Geis. De todos modos, la muy perra lamió el cacharro vacío chupeteándolo y relamiéndose la boca degustando el mínimo resto dejado por su otro hermano más pequeño.
Ahora Ermo ya conocía el fragor de dos buenas vergas y su culo estaba escocido y dolorido, pero la sensación en su vientre bien repleto de leche le acompañaba a pesar que ya estaban desocupadas sus tripas otra vez. Y su cara no reflejaba ni temor ni tristeza ni ninguna emoción negativa, porque su boca lucía una sonrisa luminosa y su mirada era el reflejo de un alma complacida, que acababa de recorrer el camino del cielo en dos etapas, montada a la grupa de dos potros mitológicos.
El perrillo miró a su amo con una expresión de agradecimiento por enseñarle la ruta para un viaje interminable al placer por el dolor. Y Manuel dijo que se lo acercasen y lo dejasen en el suelo a sus pies.
Lo miró postrado con la frente sobre las frías baldosas y el culo levantado en señal de acatamiento, y poniéndose a su espalda le atizó un fuerte puntapié en las posaderas que le hizo hocicar dándose un golpe en los dientes.
Y sin más, le dijo a Adem que se había acabado la sesión y que se llevase a todos los perros y esclavos menos a Jul, que todavía estaba colgado y con la boca taponada por la mordaza.
Y le dijo al criado: “Adem, lávalos y que duerman tranquilos esta noche. Pero al mastín enciérrale la polla, porque durmiendo con el perrillo y una vez que ha probado su exquisito culo, le costaría mucho limitarse a meterle el dedito solamente para que el pequeño coja el sueño. Por ahora que se limite a tocarle la próstata, si quiere, y a recordar la suavidad que noto en el glande al entrar en la barriga del encantador cachorrillo. Se portó bien el jovencito. No crees, Adem?”.
“Sí, señor. Pronto será todo un perro de raza, señor”, contestó el sirviente.
Y el amo añadió: “Ahora déjame con este otro, porque la satisfacción de su sufrimiento y el placer de su dolor solamente pueden ser míos. Es un deleite que nunca compartiré con otro ser vivo sobre la tierra... Vete ya, que tengo prisa por gozar de mi esclavo y hacer que mi alma se alimente de sus sensaciones y sentimiento, sacando de él los más sublimes y bajos instintos de su ser”.
En la cueva quedaron amo y esclavo y Manuel se abrazó a Jul, que no podía resistir por más tiempo el entumecimiento de sus brazos al soportar el peso de su cuerpo.
Y el amo le dijo casi arrullándolo con la voz: “Quiero lamer tus heridas y besar cada una de las laceraciones que te produjo el látigo. Deseo que mi piel desnuda se contagie de tu ardor y del dolor de tus músculos y de la sensible dulzura de tu lastimada piel. Mi amor. Cómo hemos padecido juntos el castigo corporal de nuestro cachorrillo! Pero tú has tenido ventaja porque pudiste sentir su mismo daño y a mi solamente me quedó la visión de vuestra tortura. Jul, tú gozabas con el dolor, mientras que él y yo sólo nos excitábamos con tu placer. Siempre me sacarás ventaja en eso. Pero ahora alcanzo el orgasmo más sublime al tenerte en mis brazos y beber de ti ese sudor ya frío que me refresca como al caminante el agua de una fuente en un oasis de calma y de paz. Tu sexo, que me muero por besarlo y lamerlo, es el delirio divino que sólo un ser extraordinario pudiera dar a un mortal”.
Manuel se arrodilló a los pies de su amante y acarició con las dos manos el pene erecto del muchacho, llevándoselo a la boca.
Y añadió su voz a las caricias: “Está salado, dulce y amargo. Está caliente y húmedo. Es un bocado que sólo un experto puede degustar y apreciar su calidad y valor. Dame tu vida a cambio de la mía porque quiero llegar a sentir lo mismo que tú”.
El chico abrió los ojos y le dijo a su señor: “Mi amo. No puedo darte lo que no me pertenece porque es tuya desde que nací. Aún sin saber de tu existencia ya te pertenecía, mi señor. Y seré tu mismo si es tu deseo o seré el simple recuerdo de un perro que te sirvió hasta la muerte... Mi dios, no puedo más sin tenerte dentro de mi. Lléname aquí mismo y podré seguir colgado una eternidad. Te lo suplico, mi amo. Déjame sentir tu brutalidad de macho en mis tripas. Rómpeme por dentro y libérame del peso de mi carne para volar contigo al orgasmo. Mi señor. Mi amor. Métemela por el culo y fóllame hasta morir clavado en tu verga, mi amo”.
Manuel no pudo decir nada, ni regañar a su esclavo por hablar sin su permiso. Lo abrazó por detrás y lo ensartó en su polla izándolo dos palmos del suelo. Le mordió el cuello, las orejas. Le retorció la cara para comerle la boca y le golpeó las nalgas con sus piernas, taladrándolo con su barrena cada vez más empeñada en perforarle el vientre de parte a parte al cachorro.
Y tuvieron el orgasmo que pretendían y se agotaron también como ellos deseaban. Manuel descolgó a Jul. A su amante. Y lo llevó en brazos a su habitación para atender su cuerpo y lavar el mismo las señales que su pasión le causaron en la piel. Después de verter su piedad y sus cuidados sobre el cachorro, se durmieron en un mismo abrazo hasta el amanecer.
Manuel tenía razón al pensar que el perrillo se estaba acostumbrando mal y llegar a creerse intocable por cualquier macho que no fuese su amo.
Y también era verdad que usar sexualmente el cuerpecito del chiquillo le gustaba extraordinariamente a Manuel y no se cansaba de penetrarle el culo o la boca, ni tampoco de sobarlo y pegarle con su mano en las nalgas tan duras y rellenas de esa carne apetitosa de un cachorro tan joven.
El amo pensó que era hora de someter al cachorrillo a un tratamiento necesario para su formación y su educación como perro. Y esa noche iba a ser llevado a la cueva con sus otros hermanos, para mostrarle el otro lado de su condición de esclavo y su destino en la casa de su dueño, además de sus caricias, sus besos y azotes y el placer de ser poseído por Manuel jodiéndole el culo y mamando su polla casi a diario.
Los imesebelen colgaron por la muñecas al perrillo y a Jul, frente a frente y desnudos, rozando el suelo con las puntas de los pies y sujetándolos en corto uno al otro por sus collares, uniéndolos también por los grilletes que apresaban sus muñecas y tobillos. Para remate apretaron un mismo cinto de cuero al rededor de sus cinturas y los dos chicos quedaron pegados sin un milímetro de separación entre sus cuerpos.
Manuel les colocó sendas mordazas y sin pronunciar palabra les azotó culo y espalda haciéndolos girar en el aire hasta rayar sus carnes con tiras rojas que atravesaban horizontalmente sus cuerpos.
Los dos cachorros lagrimeaban sin poder emitir sus lastimeros quejidos y ayes de dolor y el amo exhibía impúdicamente una espléndida erección, compitiendo con la de los dos flagelados.
Acto seguido Manuel ordenó que en dos bancos de madera, puestos en paralelo, tumbasen boca arriba a sus dos machos, que sólo llevaban puestos sus collares, atando sus pies y sus manos a las patas de palo y ocupando sus bocas con una bola de goma, bien sujeta por una correa de cuero.
Geis por el momento se libraba de cualquier uso y seguía el desarrollo de la velada puesto a cuatro patas con su colita juguetona en el culo y el hocico aventando el flujo de los penes que lo rodeaban.
El amo mandó que desuniesen a Jul y a Ermo, sin descolgarlos, y que los pusiesen espalda con espalda, unidos otra vez por las muñecas y los tobillos.
Se acercó a ellos con un dildo largo, terminado en dos glandes por cada lado, y metió los extremo por el culo de los muchachos hasta repartir la mitad del consolador en cada uno.
Le pinzó los pezones con pesos y volvió a darles otro tanda de latigazos por el frente para igualar ambas partes de sus cuerpos.
El martirio de Jul al ver sufrir al cachorrillo era indecible y apagaba el sutil placer que el tormento a manos de su amo le daba a él. Ermo era todo moco babas y llanto mudo, pero su pene no dejaba de babear al ritmo de su boca.
Cuando sus pieles ya estaban bien lamidas por la lengua de cuero, Manuel dio orden de descolgar al cachorrillo, pero no al otro, que habría de seguir suspendido del techo durante todo el tiempo que durase la lección superior de adiestramiento que recibía su querido Ermo.
Dos esclavos africanos soltaron al perrillo del otro cachorro y lo levantaron sentándolo en sus brazos por los muslos y agarrado a los cuellos de los dos negros, para llevarlo a la silla de la reina, como dicen los niños en sus juegos, y colocarle el culo encima del tranco de Bom, que latía sobre su vientre, empalmado y mojado su capullo por suero seminal.
Manuel hizo una señal y bajaron las nalgas del perillo, sin soltarlo, y ahora intervino Geis para hacer de mamporrero e ir metiendo la polla del mastín por el ano de Ermo, como se hace con la verga del garañón hasta introducírsela entera en el coño de la yegua para que la cubra.
Los dos imesebelen fueron moviendo de abajo arriba al perrillo, deslizando su recto por el sólido cipote de Bom, incrementando la aceleración del movimiento vertical hasta que los ojos y el color púrpura de la cara del mastín indicaron que un géiser de semen llegaba hasta al estómago de Ermo, pasando por sus intestinos contra corriente.
El cachorrillo se dejó su leche esparciéndola al aire y en cuanto los negros lo desclavaron del trabuco aún duro de Bom, Geis, rápidamente, recogió en un cuenco la leche que soltaba el culo del perrillo, cagándola a borbotones.
Vaciado Ermo de la primera remesa de semen, los negros lo pusieron sobre Aza y se repitió el protocolo de ensartado y follada asistida por los imesebelen, con recolecta de más cantidad de leche en el recipiente que Geis portaba con devoción religiosa. Al vicioso cachorro le caían los ojos por aquel precioso néctar de los dos semidioses del sexo que eran sus hermanos machos.
Ermo sólo pudo echar un breve chorrito de esperma al ser colmado por tres oleadas calientes de espermatozoides disparados por Aza, y sin bajar de los brazos de sus porteadores, Manuel le dio a beber la leche templada de sus dos hermanos, sin permitirle que dejase en el cuenco ni un gota para Geis. De todos modos, la muy perra lamió el cacharro vacío chupeteándolo y relamiéndose la boca degustando el mínimo resto dejado por su otro hermano más pequeño.
Ahora Ermo ya conocía el fragor de dos buenas vergas y su culo estaba escocido y dolorido, pero la sensación en su vientre bien repleto de leche le acompañaba a pesar que ya estaban desocupadas sus tripas otra vez. Y su cara no reflejaba ni temor ni tristeza ni ninguna emoción negativa, porque su boca lucía una sonrisa luminosa y su mirada era el reflejo de un alma complacida, que acababa de recorrer el camino del cielo en dos etapas, montada a la grupa de dos potros mitológicos.
El perrillo miró a su amo con una expresión de agradecimiento por enseñarle la ruta para un viaje interminable al placer por el dolor. Y Manuel dijo que se lo acercasen y lo dejasen en el suelo a sus pies.
Lo miró postrado con la frente sobre las frías baldosas y el culo levantado en señal de acatamiento, y poniéndose a su espalda le atizó un fuerte puntapié en las posaderas que le hizo hocicar dándose un golpe en los dientes.
Y sin más, le dijo a Adem que se había acabado la sesión y que se llevase a todos los perros y esclavos menos a Jul, que todavía estaba colgado y con la boca taponada por la mordaza.
Y le dijo al criado: “Adem, lávalos y que duerman tranquilos esta noche. Pero al mastín enciérrale la polla, porque durmiendo con el perrillo y una vez que ha probado su exquisito culo, le costaría mucho limitarse a meterle el dedito solamente para que el pequeño coja el sueño. Por ahora que se limite a tocarle la próstata, si quiere, y a recordar la suavidad que noto en el glande al entrar en la barriga del encantador cachorrillo. Se portó bien el jovencito. No crees, Adem?”.
“Sí, señor. Pronto será todo un perro de raza, señor”, contestó el sirviente.
Y el amo añadió: “Ahora déjame con este otro, porque la satisfacción de su sufrimiento y el placer de su dolor solamente pueden ser míos. Es un deleite que nunca compartiré con otro ser vivo sobre la tierra... Vete ya, que tengo prisa por gozar de mi esclavo y hacer que mi alma se alimente de sus sensaciones y sentimiento, sacando de él los más sublimes y bajos instintos de su ser”.
En la cueva quedaron amo y esclavo y Manuel se abrazó a Jul, que no podía resistir por más tiempo el entumecimiento de sus brazos al soportar el peso de su cuerpo.
Y el amo le dijo casi arrullándolo con la voz: “Quiero lamer tus heridas y besar cada una de las laceraciones que te produjo el látigo. Deseo que mi piel desnuda se contagie de tu ardor y del dolor de tus músculos y de la sensible dulzura de tu lastimada piel. Mi amor. Cómo hemos padecido juntos el castigo corporal de nuestro cachorrillo! Pero tú has tenido ventaja porque pudiste sentir su mismo daño y a mi solamente me quedó la visión de vuestra tortura. Jul, tú gozabas con el dolor, mientras que él y yo sólo nos excitábamos con tu placer. Siempre me sacarás ventaja en eso. Pero ahora alcanzo el orgasmo más sublime al tenerte en mis brazos y beber de ti ese sudor ya frío que me refresca como al caminante el agua de una fuente en un oasis de calma y de paz. Tu sexo, que me muero por besarlo y lamerlo, es el delirio divino que sólo un ser extraordinario pudiera dar a un mortal”.
Manuel se arrodilló a los pies de su amante y acarició con las dos manos el pene erecto del muchacho, llevándoselo a la boca.
Y añadió su voz a las caricias: “Está salado, dulce y amargo. Está caliente y húmedo. Es un bocado que sólo un experto puede degustar y apreciar su calidad y valor. Dame tu vida a cambio de la mía porque quiero llegar a sentir lo mismo que tú”.
El chico abrió los ojos y le dijo a su señor: “Mi amo. No puedo darte lo que no me pertenece porque es tuya desde que nací. Aún sin saber de tu existencia ya te pertenecía, mi señor. Y seré tu mismo si es tu deseo o seré el simple recuerdo de un perro que te sirvió hasta la muerte... Mi dios, no puedo más sin tenerte dentro de mi. Lléname aquí mismo y podré seguir colgado una eternidad. Te lo suplico, mi amo. Déjame sentir tu brutalidad de macho en mis tripas. Rómpeme por dentro y libérame del peso de mi carne para volar contigo al orgasmo. Mi señor. Mi amor. Métemela por el culo y fóllame hasta morir clavado en tu verga, mi amo”.
Manuel no pudo decir nada, ni regañar a su esclavo por hablar sin su permiso. Lo abrazó por detrás y lo ensartó en su polla izándolo dos palmos del suelo. Le mordió el cuello, las orejas. Le retorció la cara para comerle la boca y le golpeó las nalgas con sus piernas, taladrándolo con su barrena cada vez más empeñada en perforarle el vientre de parte a parte al cachorro.
Y tuvieron el orgasmo que pretendían y se agotaron también como ellos deseaban. Manuel descolgó a Jul. A su amante. Y lo llevó en brazos a su habitación para atender su cuerpo y lavar el mismo las señales que su pasión le causaron en la piel. Después de verter su piedad y sus cuidados sobre el cachorro, se durmieron en un mismo abrazo hasta el amanecer.
viernes, 6 de abril de 2012
Capítulo 46 / La clase
La vida en la casa, organizada por Manuel, volvió a recuperar el ritmo ordinario, pero modificado con las nuevas rutinas establecidas por el amo para sus cachorros.
Dieron comienzo las tareas encomendadas a Jul y también su labor como enseñante con Ermo y Aza, ayudado por Bom que seguía con esfuerzo el plan de estudios y prácticas impuesto por su dueño.
Ermo era listo, pero le costaba centrar su atención en los deberes que le ponía Jul, preparados minuciosamente, y más si Bom lo distraía con alguna broma, a la que se apuntaba enseguida Aza. Y cuando el amo pasaba por el aula, instalada a propósito en una habitación de la casa, para comprobar los progresos de los cachorros, solía costarles a los chicos más de una tanda de reglazos en las palmas de la manos o en el culo.
El amo era cada día más estricto con Ermo, como siempre lo fue con Jul, y el perrillo no iba a ser la excepción que confirmaba la regla, aunque tampoco podía ocultar el gran cariño que le tenía.
Seguía usándolo a diario, antes o después de sus clases, y dormía con cierta frecuencia en la cama de su señor en compañía de Jul.
A Bom, su dueño le mantenía cautiva la verga la mayor parte del día. Y sólo dos o tres veces por semana compartía con el amo el agujero del culo de Jul, colmándolo de semen los dos. Y el propio Jul disfrutaba cada vez más con esa doble penetración que le rompía el cuerpo al medio.
Aquella tarde el amo entró en la clase y encontró a Ermo, Aza y a Bom partiéndose de risa ante la mirada paciente de Jul.
Manuel, regla en mano, les dio una tunda en el trasero a los cuatro.
Al cachorrillo y al negrito por perder el tiempo.
A Bom por distraerlos y no dejar que aprovechasen mejor el estudio.
Y a Jul por no mantener el control y permitir que los otros se desmadrasen.
Manuel se sentó en la mesa de trabajo de Jul y revisó los escritos y documentos que preparaba para el trabajo que le había encargado. Cada dos por tres miraba el culo colorado de sus cachorros, puestos de rodillas contra la pared y con las manos sobre la cabeza para no tocarse las nalgas enrojecidas que les quemaban como el fuego.
Y aunque el castigo debía durar treinta minutos, a los veinte se levantó y puso en pie a Jul abrazándolo por detrás, diciéndole: “Ven que aún no terminé de darte lo que mereces”.
Bien sujeto lo llevó hasta la mesa y lo inclinó hacia los papeles y le dijo: “Los golpes fueron el castigo por no mantener a raya a los cachorros y al trasto de Bom. Pero ahora te daré el premio por hacer tan bien el trabajo que te encomendé... Te la voy a meter como más me gusta. En seco y toda de una vez... Hostias! Cómo se te cierra el culo, cabrón! Pero no hay ojete que se resista a esta tranca que te va a perforar ahora mismo... Asíí... Siiii... Ya está dentro entera”.
Jul dio un quejido por la bruta penetración en su culo de la polla del amo, que cuando le hacía eso se le ponía gorda y dura como pepino extra, y el señor prosiguió tapándole la boca con una mano: “No distraigas a tus hermanos y calla... Me gusta lo que has hecho y lo bien escrito y presentado que está... Esta parte es muy buena... Léela en voz alta para oír como la entonas... Lee despacio y que dure como el polvo que te estoy echando... Lee, Jul, que me gusta el timbre de tu voz y pocas veces puedo escuchar su calidez y como hilvanas las frases”.
El cachorro leía y su amo le daba caña a intervalos fuertes y suaves, aplastándole los muslos contra el borde de la mesa y sobándole el pecho, hasta que su dueño le dijo: “Me vuelve loco la parte de atrás de tus orejas. Y esta parte del cuello bajo la nuca me excita más que el culo de cualquiera de los otros cachorros. Cómo consigues mantenerme enganchado a ti, cabrón! Qué haces para ponerme loco y perder la razón por ti? Y el olor de esa alfombrilla que tienes sobre la polla me priva los sentidos!”.
Y el cachorro no pudo oír más sin dejar caer su leche en el suelo. Manuel le dio más tralla con su cipote, rascándole el ano que pugnaba por cerrarse de nuevo al no tener carga en los huevos, y al notar su capullo en ebullición, preparando el lanzamiento de esperma dentro del chico, clavó las uñas en las tetas del cachorro, que quiso dar un grito de dolor, apagándolo con su propia mano.
Los otros cachorros miraban la pared, pero sólo los más pequeños tenían manchas de esperma delante de sus rodillas, ya que la picha del mayor no pudo vencer la rigidez del acero para empinarse.
Y al terminar la follada, el amo hizo lamer el esperma del suelo a los dos cachorros más jóvenes y les levantó el castigo a todos para seguir estudiando hasta la cena.
Esa noche el amo sólo quiso en su cama a Jul y Bom compartió otra vez su perrera con Ermo. Que en mitad de la noche procuraba trasladarse al camastro del mastín para arrimarse a él y que, aunque era inofensivo sexualmente al tener la minga presa, solía acariciarle el culo. Y sin casi darse cuenta, volvían a dormirse muy pegados y con un dedo del perrazo dentro del ano del cachorrillo.
Al amo no le importaba eso, porque no quería obsesionarse con la exclusividad del culo del perrillo, igual que lo estuvo con el de Jul durante mucho tiempo.
Y todavía se lo pensaba dos veces antes de que Bom lo catase también, aunque fuese metiéndosela los dos juntos.
De Aza no había que preocuparse puesto que estando con Geis en una misma perrera, a no ser que los dos estuviesen bien atados en su jergones, la puta oriental no pasaba sin comerse el cipote del negrito y metérselo por el ojete un par de veces antes de coger el sueño.
Menos mal que el negrito tenía para dar y tomar y sería difícil que el vicioso de Geis arruinase la fábrica de semen metida en las bolas del joven africano.
Los que llevaban una vida más ascética eran los imesebelen, pero cuando follaban lo hacían a conciencia.
Un par de días más tarde, el amo quiso aliviarles los huevos y, totalmente desnudos luciendo los cuerpos brillantes bien aceitados por Adem, les puso argollas de acero en las perforaciones tribales de sus narices, como a los toros en las granjas para cría de vacuno, y los encadenó por parejas por los aretes. Sentó a uno en una banqueta y a su lado en pie el unido a su nariz. Los otros dos, también en pie, estaban frente a éstos y Adem trajo a Geis, desnudo y con un collar especial con dos enganches.
El amo lo montó a horcajadas en las piernas del negro, que estaba sentado, y lo abrazó a su cuello.
Sujetó dos cadenas al collar del cachorro y una la prendió al aro de la nariz del que lo sostenía sobre sus muslos y le calzó por el culo, a la muy perra, la verga del negro. Y, acercando a la otra pareja al grupo de tres, unió con otra cadena la nariz de uno de ellos a la otra anilla del collar de Geis y a éste le ordenó metérsela también, haciendo doblete con la tranca de su pariente.
Una vez doblemente enculado Geis, las pollas de los otros dos jóvenes guerreros, unidos a sus respectivas parejas por las fosas nasales, entraron por la boca del oriental, juntas y sin estorbarse a pesar de su asombros tamaño.
Y así estuvieron al menos dos horas, cambiando de posición las parejas de negros, sin parar de darle por el culo y por la boca a la perra más insaciable de la casa.
Y todos los días Manuel repasaba las cintas de video grabadas en la finca y chateaba un rato con Pal, dándole instrucciones y dejando que se pajease alguna vez, manoseándose sólo la picha y no el culo, para lamer su propio semen recogido en la mano bajo la mirada de su amo a través de la cámara del Pc.
El cachorro solía portarse bien y al menos no hacía ninguna cafrada que le hiciese acreedor de ser expulsado de la finca y no pertenecer nunca a la jauría de Manuel.
Sin embargo su dueño ya tenía una lista de faltas por las que merecía sendas tandas de azotes, que le daría en cuanto fuese a usarlo a la finca.
Porque jamás se ha de dejar a un cachorro sin la mirada y la mano del amo cerca y sin que al menos un par de días al mes lo monte y lo rellene con su esperma para revitalizar su cuerpo y su espíritu de buen perro.
Dieron comienzo las tareas encomendadas a Jul y también su labor como enseñante con Ermo y Aza, ayudado por Bom que seguía con esfuerzo el plan de estudios y prácticas impuesto por su dueño.
Ermo era listo, pero le costaba centrar su atención en los deberes que le ponía Jul, preparados minuciosamente, y más si Bom lo distraía con alguna broma, a la que se apuntaba enseguida Aza. Y cuando el amo pasaba por el aula, instalada a propósito en una habitación de la casa, para comprobar los progresos de los cachorros, solía costarles a los chicos más de una tanda de reglazos en las palmas de la manos o en el culo.
El amo era cada día más estricto con Ermo, como siempre lo fue con Jul, y el perrillo no iba a ser la excepción que confirmaba la regla, aunque tampoco podía ocultar el gran cariño que le tenía.
Seguía usándolo a diario, antes o después de sus clases, y dormía con cierta frecuencia en la cama de su señor en compañía de Jul.
A Bom, su dueño le mantenía cautiva la verga la mayor parte del día. Y sólo dos o tres veces por semana compartía con el amo el agujero del culo de Jul, colmándolo de semen los dos. Y el propio Jul disfrutaba cada vez más con esa doble penetración que le rompía el cuerpo al medio.
Aquella tarde el amo entró en la clase y encontró a Ermo, Aza y a Bom partiéndose de risa ante la mirada paciente de Jul.
Manuel, regla en mano, les dio una tunda en el trasero a los cuatro.
Al cachorrillo y al negrito por perder el tiempo.
A Bom por distraerlos y no dejar que aprovechasen mejor el estudio.
Y a Jul por no mantener el control y permitir que los otros se desmadrasen.
Manuel se sentó en la mesa de trabajo de Jul y revisó los escritos y documentos que preparaba para el trabajo que le había encargado. Cada dos por tres miraba el culo colorado de sus cachorros, puestos de rodillas contra la pared y con las manos sobre la cabeza para no tocarse las nalgas enrojecidas que les quemaban como el fuego.
Y aunque el castigo debía durar treinta minutos, a los veinte se levantó y puso en pie a Jul abrazándolo por detrás, diciéndole: “Ven que aún no terminé de darte lo que mereces”.
Bien sujeto lo llevó hasta la mesa y lo inclinó hacia los papeles y le dijo: “Los golpes fueron el castigo por no mantener a raya a los cachorros y al trasto de Bom. Pero ahora te daré el premio por hacer tan bien el trabajo que te encomendé... Te la voy a meter como más me gusta. En seco y toda de una vez... Hostias! Cómo se te cierra el culo, cabrón! Pero no hay ojete que se resista a esta tranca que te va a perforar ahora mismo... Asíí... Siiii... Ya está dentro entera”.
Jul dio un quejido por la bruta penetración en su culo de la polla del amo, que cuando le hacía eso se le ponía gorda y dura como pepino extra, y el señor prosiguió tapándole la boca con una mano: “No distraigas a tus hermanos y calla... Me gusta lo que has hecho y lo bien escrito y presentado que está... Esta parte es muy buena... Léela en voz alta para oír como la entonas... Lee despacio y que dure como el polvo que te estoy echando... Lee, Jul, que me gusta el timbre de tu voz y pocas veces puedo escuchar su calidez y como hilvanas las frases”.
El cachorro leía y su amo le daba caña a intervalos fuertes y suaves, aplastándole los muslos contra el borde de la mesa y sobándole el pecho, hasta que su dueño le dijo: “Me vuelve loco la parte de atrás de tus orejas. Y esta parte del cuello bajo la nuca me excita más que el culo de cualquiera de los otros cachorros. Cómo consigues mantenerme enganchado a ti, cabrón! Qué haces para ponerme loco y perder la razón por ti? Y el olor de esa alfombrilla que tienes sobre la polla me priva los sentidos!”.
Y el cachorro no pudo oír más sin dejar caer su leche en el suelo. Manuel le dio más tralla con su cipote, rascándole el ano que pugnaba por cerrarse de nuevo al no tener carga en los huevos, y al notar su capullo en ebullición, preparando el lanzamiento de esperma dentro del chico, clavó las uñas en las tetas del cachorro, que quiso dar un grito de dolor, apagándolo con su propia mano.
Los otros cachorros miraban la pared, pero sólo los más pequeños tenían manchas de esperma delante de sus rodillas, ya que la picha del mayor no pudo vencer la rigidez del acero para empinarse.
Y al terminar la follada, el amo hizo lamer el esperma del suelo a los dos cachorros más jóvenes y les levantó el castigo a todos para seguir estudiando hasta la cena.
Esa noche el amo sólo quiso en su cama a Jul y Bom compartió otra vez su perrera con Ermo. Que en mitad de la noche procuraba trasladarse al camastro del mastín para arrimarse a él y que, aunque era inofensivo sexualmente al tener la minga presa, solía acariciarle el culo. Y sin casi darse cuenta, volvían a dormirse muy pegados y con un dedo del perrazo dentro del ano del cachorrillo.
Al amo no le importaba eso, porque no quería obsesionarse con la exclusividad del culo del perrillo, igual que lo estuvo con el de Jul durante mucho tiempo.
Y todavía se lo pensaba dos veces antes de que Bom lo catase también, aunque fuese metiéndosela los dos juntos.
De Aza no había que preocuparse puesto que estando con Geis en una misma perrera, a no ser que los dos estuviesen bien atados en su jergones, la puta oriental no pasaba sin comerse el cipote del negrito y metérselo por el ojete un par de veces antes de coger el sueño.
Menos mal que el negrito tenía para dar y tomar y sería difícil que el vicioso de Geis arruinase la fábrica de semen metida en las bolas del joven africano.
Los que llevaban una vida más ascética eran los imesebelen, pero cuando follaban lo hacían a conciencia.
Un par de días más tarde, el amo quiso aliviarles los huevos y, totalmente desnudos luciendo los cuerpos brillantes bien aceitados por Adem, les puso argollas de acero en las perforaciones tribales de sus narices, como a los toros en las granjas para cría de vacuno, y los encadenó por parejas por los aretes. Sentó a uno en una banqueta y a su lado en pie el unido a su nariz. Los otros dos, también en pie, estaban frente a éstos y Adem trajo a Geis, desnudo y con un collar especial con dos enganches.
El amo lo montó a horcajadas en las piernas del negro, que estaba sentado, y lo abrazó a su cuello.
Sujetó dos cadenas al collar del cachorro y una la prendió al aro de la nariz del que lo sostenía sobre sus muslos y le calzó por el culo, a la muy perra, la verga del negro. Y, acercando a la otra pareja al grupo de tres, unió con otra cadena la nariz de uno de ellos a la otra anilla del collar de Geis y a éste le ordenó metérsela también, haciendo doblete con la tranca de su pariente.
Una vez doblemente enculado Geis, las pollas de los otros dos jóvenes guerreros, unidos a sus respectivas parejas por las fosas nasales, entraron por la boca del oriental, juntas y sin estorbarse a pesar de su asombros tamaño.
Y así estuvieron al menos dos horas, cambiando de posición las parejas de negros, sin parar de darle por el culo y por la boca a la perra más insaciable de la casa.
Y todos los días Manuel repasaba las cintas de video grabadas en la finca y chateaba un rato con Pal, dándole instrucciones y dejando que se pajease alguna vez, manoseándose sólo la picha y no el culo, para lamer su propio semen recogido en la mano bajo la mirada de su amo a través de la cámara del Pc.
El cachorro solía portarse bien y al menos no hacía ninguna cafrada que le hiciese acreedor de ser expulsado de la finca y no pertenecer nunca a la jauría de Manuel.
Sin embargo su dueño ya tenía una lista de faltas por las que merecía sendas tandas de azotes, que le daría en cuanto fuese a usarlo a la finca.
Porque jamás se ha de dejar a un cachorro sin la mirada y la mano del amo cerca y sin que al menos un par de días al mes lo monte y lo rellene con su esperma para revitalizar su cuerpo y su espíritu de buen perro.
martes, 3 de abril de 2012
Capítulo 45 / La vuelta
Por más emoción que nos cause un viaje o por muy divertidos que resulten unos días fuera de casa, aunque los pasemos en una segunda vivienda, siempre nos cansamos de estar fuera del entorno habitual, con nuestras cosas cotidianas, y deseamos volver a nuestra rutina y al hogar.
Y eso es lo que ya ansiaba Manuel y también su trup de sirvientes y esclavos.
A Pal no le fue fácil ver como se alejaban los choches dejándolo solo en la finca. Pero el amo decidió no llevárselo a la ciudad, porque no consideraba que estuviese preparado para convivir con sus otros cachorros las veinticuatro horas del día. De todos modos, no lo echó fuera de su jauría ni le quitó el collar del cuello, por lo que el chico quedó algo más consolado.
Su dueño le dijo que permanecería en la casona, cuidándola y durmiendo en ella en un cuarto dispuesto a propósito, y que sus padres ya sabían que la cadena era un regalo que le había hecho por servirle.
Añadió, que una vez al mes, sin avisarle de ante mano, vendría a ver como andaban las cosas y a usarlo. E iría comprobando sus avances y cuando lo estimase oportuno lo llevaría con sus hermanos a la casa de la ciudad.
Le dejó un ordenador instalado en la misma habitación donde dormiría y le ordenó que lo mantuviese permanentemente conectado y con la cámara abierta, enfocada a la cama, para controlarlo por video conferencia.
Por supuesto no podría tener ninguna clase de relación sexual con otros seres y tres veces a la semana el amo le permitiría masturbarse ante la cámara y lamer su esperma, pero sin tocarse el culo ni meterse nada por el agujero.
Los padres del chico se encargarían de su alimentación y de tener la casa limpia y acondicionada para el dueño. Pero el cachorro no viviría con ellos y sólo saldría de la finca por el tiempo indispensable para seguir sus estudios.
Lo que no le dijo Manuel al chiquillo, es que en toda la finca había instalada una red de cámaras de vigilancia, que él controlaba desde un ordenador en su casa de la ciudad, y que constantemente estarían espiando sus movimientos para ver si desobedecía en algo a su señor.
Si no cumplía los mandatos de su amo, éste le leería la cartilla al ir a verlo cada mes y lo más probable es que el chaval no pudiese sentarse en varios días.
En el bastonero de la entrada al caserón, ya había dejado Manuel un par de mimbres y una fusta para recordarle al cachorro que sus posaderas estaban avocadas a encariñarse con ellas de tanto que podrían besárselas marcándole de grana la piel.
Y que nunca se olvidase que una vez anillado por le cuello, sería su esclavo para siempre.
El viaje de vuelta a casa fue rápido y a la impaciencia de todos por llegar se unía, además, los nervios de Ermo por ver su nuevo hogar y sentirse definitivamente como uno más de la familia de Manuel.
En el todo terreno, conducido por el amo, viajaban Bom a su lado y Jul en el asiento trasero con el crío y Aza. Y el resto iba en el otro vehículo, manejado por Adem. Pero la curiosidad del cachorrillo era inagotable. Y como en el viaje desde Barcelona, no paraba quieto en el asiento. Jul, temiendo que se cabrease el amo, lo sujetaba y le insinuaba por señas que durmiese un rato, pero al chico no le convencía esa solución y tan pronto aplastaba a Aza para ver mejor por la ventanilla de su lado o iba encima de Jul para hacer lo mismo.
Realmente era un culo de mal asiento ese muchacho.
En una de las paradas para repostar y hacer aguas, Manuel se llevó al perrillo al baño y se encerró en un retrete con él.
Puso papel higiénico sobre la taza, lo sentó en ella y le dijo: “Mea y abre la boca”. Y el amo sacó su chorra de la bragueta y le meó en la boca al chico, que tuvo que tragárselo todo para no mancharse la ropa.
Al terminar la micción, Manuel le dijo que se levantase y que mirase a la pared con las manos apoyadas en ella.
El cachorrillo obedeció feliz porque sabía lo que le esperaba y el amo le dio por el culo para relajarse un poco de tanta carretera. Y con las vejigas y las bolas vacías, subieron otra vez al coche para proseguir su camino con el chiquillo mucho más calmado.
Jul le vio la carita risueña al chico y le interrogó por señas si el amo lo había follado. Y el cachorrillo afirmó con una sonrisa de oreja a oreja.
Manuel los miraba por el retrovisor y les dijo: “Qué secretos os traéis los dos?. Quieres saber si lo he follado? Métele los dedos por el culo y lo sabrás... Vamos... Hazlo!”.
Jul agarró el chico lo puso sobre sus piernas boca abajo y le bajó los pantalones y los calzoncillos por debajo de las nalgas y le metió dos dedos juntos por el ano, hincándolos bien adentro para comprobar lo dilatado que estaba y la cantidad de leche que su dueño le había dejado en las tripas.
Revolvió un poco en el recto del chaval y los sacó manchados de semen.
Y el amo le dijo: “Chúpalos y saca el resto para repartirlo con Aza, que también tiene derecho a tomar mi leche. Y los restos que queden al final se los das al cachorrillo que sólo bebió meo en el retrete, además de tomar por el culo, claro”.
Jul hizo cuanto le dijo su amo y los tres cachorros de atrás ya estaban totalmente empalmados. Y el mastín podría morderse el punta de la polla sin doblarse si desabrochase los pantalones.
Y añadió Manuel: “Ermo, tómate la merienda que aún falta mucho para la cena. Sácale la verga a Aza y se la mamas hasta que te de dos raciones de leche por lo menos. El tiene muchas reservas y te llenará bien el estómago. Y tú, Jul, ordeña al cachorrillo mientras toma el biberón que le dé Aza y antes que se corra el perrillo pon la boca bajo su capullo para no machar el asiento ni las alfombrillas del coche. Luego te masturbas tú y recoges tu esperma en la mano y lo compartes con ellos también. Y así se os quita el hambre a los tres. Porque hasta que lleguemos a casa no os voy a dar más polla ni nada para comer. Y tú Bom machácatela también o me pondrás el parabrisas perdido de lefa de un momento otro. Y te la comes tu solito que es peligroso andar jugando con los de atrás en el coche. Procura que no te caiga nada de la mano y saboréala bien. Tienes una savia tan rica como la de Aza”.
Desde luego no se podía decir que los cuatro cachorros llegaron a casa mal nutridos. Ni tampoco Geis, que iba en el otro auto entre dos imesebelen y se la comió a los dos un par de veces por lo menos durante el viaje.
Adem sabía que el delicado cachorro debía alimentarse para recuperarse mejor de su secuestro y no iba a ser él quien privase al puto vicioso del manjar que más le gustaba.
Leche africana de primera clase, entera y sin desnatar. Lo que no le permitió fue sentarse encima de ellos con los pantalones por los tobillos y abriéndose las cachas con las manos, como intentó hacer. Ni saltar a la tercera fila de asientos, donde iba el cuarto cachimán negro, creyendo que el sirviente no se percataba de su jugada, atento a la conducción y a la carretera.
Ya había caído la noche y llegaron a casa por fin. Todos entraron en ella cansados pero con ganas de verse rodeados de sus paredes y envueltos en el olor familiar de sus cosas y la atmósfera que seres y objetos van creando en el hábitat donde transcurren sus días y sus noches.
Menos Ermo, que era nuevo en aquel lugar, pero pronto se hizo con todo como si llevase en aquella casa desde su nacimiento. Si no desde esa fecha, podría decirse que pocos días después, porque acaso el chico no había vuelto a nacer cuando Manuel lo compró en Barcelona?
Sin duda la nueva vida que le esperaba al lado de su amo y los otros cachorros y demás miembros de la familia, era su renacer a un mundo que nunca imaginó que pudiese existir para él.
Y eso es lo que ya ansiaba Manuel y también su trup de sirvientes y esclavos.
A Pal no le fue fácil ver como se alejaban los choches dejándolo solo en la finca. Pero el amo decidió no llevárselo a la ciudad, porque no consideraba que estuviese preparado para convivir con sus otros cachorros las veinticuatro horas del día. De todos modos, no lo echó fuera de su jauría ni le quitó el collar del cuello, por lo que el chico quedó algo más consolado.
Su dueño le dijo que permanecería en la casona, cuidándola y durmiendo en ella en un cuarto dispuesto a propósito, y que sus padres ya sabían que la cadena era un regalo que le había hecho por servirle.
Añadió, que una vez al mes, sin avisarle de ante mano, vendría a ver como andaban las cosas y a usarlo. E iría comprobando sus avances y cuando lo estimase oportuno lo llevaría con sus hermanos a la casa de la ciudad.
Le dejó un ordenador instalado en la misma habitación donde dormiría y le ordenó que lo mantuviese permanentemente conectado y con la cámara abierta, enfocada a la cama, para controlarlo por video conferencia.
Por supuesto no podría tener ninguna clase de relación sexual con otros seres y tres veces a la semana el amo le permitiría masturbarse ante la cámara y lamer su esperma, pero sin tocarse el culo ni meterse nada por el agujero.
Los padres del chico se encargarían de su alimentación y de tener la casa limpia y acondicionada para el dueño. Pero el cachorro no viviría con ellos y sólo saldría de la finca por el tiempo indispensable para seguir sus estudios.
Lo que no le dijo Manuel al chiquillo, es que en toda la finca había instalada una red de cámaras de vigilancia, que él controlaba desde un ordenador en su casa de la ciudad, y que constantemente estarían espiando sus movimientos para ver si desobedecía en algo a su señor.
Si no cumplía los mandatos de su amo, éste le leería la cartilla al ir a verlo cada mes y lo más probable es que el chaval no pudiese sentarse en varios días.
En el bastonero de la entrada al caserón, ya había dejado Manuel un par de mimbres y una fusta para recordarle al cachorro que sus posaderas estaban avocadas a encariñarse con ellas de tanto que podrían besárselas marcándole de grana la piel.
Y que nunca se olvidase que una vez anillado por le cuello, sería su esclavo para siempre.
El viaje de vuelta a casa fue rápido y a la impaciencia de todos por llegar se unía, además, los nervios de Ermo por ver su nuevo hogar y sentirse definitivamente como uno más de la familia de Manuel.
En el todo terreno, conducido por el amo, viajaban Bom a su lado y Jul en el asiento trasero con el crío y Aza. Y el resto iba en el otro vehículo, manejado por Adem. Pero la curiosidad del cachorrillo era inagotable. Y como en el viaje desde Barcelona, no paraba quieto en el asiento. Jul, temiendo que se cabrease el amo, lo sujetaba y le insinuaba por señas que durmiese un rato, pero al chico no le convencía esa solución y tan pronto aplastaba a Aza para ver mejor por la ventanilla de su lado o iba encima de Jul para hacer lo mismo.
Realmente era un culo de mal asiento ese muchacho.
En una de las paradas para repostar y hacer aguas, Manuel se llevó al perrillo al baño y se encerró en un retrete con él.
Puso papel higiénico sobre la taza, lo sentó en ella y le dijo: “Mea y abre la boca”. Y el amo sacó su chorra de la bragueta y le meó en la boca al chico, que tuvo que tragárselo todo para no mancharse la ropa.
Al terminar la micción, Manuel le dijo que se levantase y que mirase a la pared con las manos apoyadas en ella.
El cachorrillo obedeció feliz porque sabía lo que le esperaba y el amo le dio por el culo para relajarse un poco de tanta carretera. Y con las vejigas y las bolas vacías, subieron otra vez al coche para proseguir su camino con el chiquillo mucho más calmado.
Jul le vio la carita risueña al chico y le interrogó por señas si el amo lo había follado. Y el cachorrillo afirmó con una sonrisa de oreja a oreja.
Manuel los miraba por el retrovisor y les dijo: “Qué secretos os traéis los dos?. Quieres saber si lo he follado? Métele los dedos por el culo y lo sabrás... Vamos... Hazlo!”.
Jul agarró el chico lo puso sobre sus piernas boca abajo y le bajó los pantalones y los calzoncillos por debajo de las nalgas y le metió dos dedos juntos por el ano, hincándolos bien adentro para comprobar lo dilatado que estaba y la cantidad de leche que su dueño le había dejado en las tripas.
Revolvió un poco en el recto del chaval y los sacó manchados de semen.
Y el amo le dijo: “Chúpalos y saca el resto para repartirlo con Aza, que también tiene derecho a tomar mi leche. Y los restos que queden al final se los das al cachorrillo que sólo bebió meo en el retrete, además de tomar por el culo, claro”.
Jul hizo cuanto le dijo su amo y los tres cachorros de atrás ya estaban totalmente empalmados. Y el mastín podría morderse el punta de la polla sin doblarse si desabrochase los pantalones.
Y añadió Manuel: “Ermo, tómate la merienda que aún falta mucho para la cena. Sácale la verga a Aza y se la mamas hasta que te de dos raciones de leche por lo menos. El tiene muchas reservas y te llenará bien el estómago. Y tú, Jul, ordeña al cachorrillo mientras toma el biberón que le dé Aza y antes que se corra el perrillo pon la boca bajo su capullo para no machar el asiento ni las alfombrillas del coche. Luego te masturbas tú y recoges tu esperma en la mano y lo compartes con ellos también. Y así se os quita el hambre a los tres. Porque hasta que lleguemos a casa no os voy a dar más polla ni nada para comer. Y tú Bom machácatela también o me pondrás el parabrisas perdido de lefa de un momento otro. Y te la comes tu solito que es peligroso andar jugando con los de atrás en el coche. Procura que no te caiga nada de la mano y saboréala bien. Tienes una savia tan rica como la de Aza”.
Desde luego no se podía decir que los cuatro cachorros llegaron a casa mal nutridos. Ni tampoco Geis, que iba en el otro auto entre dos imesebelen y se la comió a los dos un par de veces por lo menos durante el viaje.
Adem sabía que el delicado cachorro debía alimentarse para recuperarse mejor de su secuestro y no iba a ser él quien privase al puto vicioso del manjar que más le gustaba.
Leche africana de primera clase, entera y sin desnatar. Lo que no le permitió fue sentarse encima de ellos con los pantalones por los tobillos y abriéndose las cachas con las manos, como intentó hacer. Ni saltar a la tercera fila de asientos, donde iba el cuarto cachimán negro, creyendo que el sirviente no se percataba de su jugada, atento a la conducción y a la carretera.
Ya había caído la noche y llegaron a casa por fin. Todos entraron en ella cansados pero con ganas de verse rodeados de sus paredes y envueltos en el olor familiar de sus cosas y la atmósfera que seres y objetos van creando en el hábitat donde transcurren sus días y sus noches.
Menos Ermo, que era nuevo en aquel lugar, pero pronto se hizo con todo como si llevase en aquella casa desde su nacimiento. Si no desde esa fecha, podría decirse que pocos días después, porque acaso el chico no había vuelto a nacer cuando Manuel lo compró en Barcelona?
Sin duda la nueva vida que le esperaba al lado de su amo y los otros cachorros y demás miembros de la familia, era su renacer a un mundo que nunca imaginó que pudiese existir para él.
viernes, 30 de marzo de 2012
Capítulo 44 / El sarao
El amo hacía días que no usaba a todos sus cachorros y tenía ganas de juerga por la noche.
Ordenó al sirviente que llevase a los perros y a sus guardianes a las antiguas caballerizas de la finca y allí les fue poniendo arreos apropiados a los cachorros y los ató con ronzales a las argollas de hierro sujetas al viejo muro de piedra.
Al único que dejó fuera del aquelarre fue a Ermo, demasiado escocido aún por la herida situada tan cerca de las bolitas y el ojito del culo.
A los imesebelen una pequeña lesión de ese tipo no les afectaba tanto como para no mantenerse firmes sin abrir las piernas. Y ellos serían una parte importante de la fiesta.
Manuel dio una orden y dos de los enormes africanos se fueron a por Geis. El muy puta ya los recibió caliente como una mona tropical y su olfato le decía que lo que le esperaba no era precisamente malo.
Colgado bajo los brazos por dos fuertes manos, lo plantaron ante su señor y éste le enganchó una pinza en cada pezón, unidas por una cadena. Le arrancó la cola que siempre llevaba en el culo y lo arrastró estirándole la tetillas, que presionadas por las tenacillas, sujetas a la leontina de acero que asía con fuerza Manuel, parecían de goma elástica.
Lo llevó a un abrevadero y lo metió entero en su interior y le meó encima porque tenía ganas de hacerlo y no iba a molestarse en ir a un retrete.
Luego, le dijo a Adem que lo regase allí dentro con una manguera y con otra señal hizo saber que había llegado el momento de que los dos guardianes elegidos, Honio y Zula, lo espetasen en el asador. No es que fueses a cocerlo literalmente, pero si lo pondrían más caliente que las brasas. Y no a golpes ni zurriagazos, sino ensartado en sus cachiporras, negras, brillantes, sólidas y enormes.
El vicioso cachorro se inclinó y los gigantes de ébano se agacharon un poco. Uno lo agarró por detrás, con las manos en sus caderas, y el otro lo sujetó por el frente, colocándole las manazas bajo los sobacos. Y primero se la introdujo el de atrás por el ano y luego el otro por la boca y cuando tenía las dos estacas bien dentro, se irguieron los negrazos, despegándole al chico los pies del suelo. Y ya estaba en la barbacoa, pero no le darían vueltas en redondo, sino que iban a agitarlo de atrás adelante como a una coctelera.
Así estuvo más de media hora recibiendo meneos y destilando babas, mocos y hasta gotas de meo de tanto apretarle la vejiga la polla del que lo enculaba. Gemidos, suspiros o cualquier otro sonido era inaudible, porque Geis no tenía habilidades de ventrículo y su boca y garganta estaban excesivamente llenas como para hacer otros alardes que no fuese exprimir el cacho de carne que le sabía a gloria.
Manuel no iba a esperar que Geis terminase de hacerse en su especial espeto y ya estaba con otro cachorro colgado cabeza abajo, con las cuatro patas en aspa y los huevos y la polla bien atadas con un cordel, y con una fusta de cuero le fustigaba con golpes breves la polla y los huevos.
El afortunado era Aza y entre mocos, saliva y suero seminal, ponía perdido el suelo de la cuadra.
No chillaba mucho, sólo un leve quejido a cada fustazo, pero, a pesar de su color, se le veían los cojones morados.
El amo paró el hostigamiento genital y le penetró el culo con un dildo blanco, por lo del contraste, y gordo como un morcillo.
Así petado, le alzó la cabeza un palmo y le folló la boca dándole golpes en las amígdalas con el capullo.
De las pinzas que tenía puestas el negrito en las tetas, pendían dos pesos considerables, que se balanceaban maltratándole los pezones del color de las guindas en aguardiente. Y lo dejó a secar cono un arenque para dedicarse al mastín.
A Bom lo tumbó panza arriba sobre un banco de madera y los otros dos imesebelen le ataron de pies y manos. La verga del cachorro seguía presa en su celda de acero, así que no parecía probable que el amo le fuese a dar un uso por ese lado.
La boca se la tapó con una mordaza de caucho y el culo lo tenía pegado a la madera, por lo cual los únicos agujeros a la vista eran las orejas y las fosas de la nariz. Pero Manuel no pensaba meterle nada. Iba a estirarle los cojones. Se los rodeó con una tira de cuero, bien apretada, y tiró de ella hasta ver como los huevos del cachorro decían “basta, o rompemos”.
Y engancho la ligadura de piel al travesaño del borde de la banqueta y también lo dejó por el momento.
Y ahora era el turno de Jul. Hizo que se subiese a una mesa, a cuatro patas, y metiendo la mano entre los cuartos traseros, le estrujó las pelotas con la mano, retorciéndoselas y dejándoselas sin sangre.
El chico cortó el aire con un alarido que hizo estremecerse a la tierra, pero el amo aún apretó más y tiró de los testículos de Jul como para caparlo y dejarlo hecho un castrón.
Sin soltar las bolas, Manuel se acercó a la cara del cachorro y le dijo: “Esta noche te voy a dejar contento, masoca de mierda, porque te haré sufrir como a ti te gusta. Que no se diga que no soy generoso con mis putas!”. Y retorció más los cojones del chico.
Jul pasó del colorado al blanco y perdió la consciencia. Adem se acercó alarmado, pero Manuel lo detuvo diciendo: “Lo hace para impresionar o porque el gusto lo deja sin sangre en el cerebro. No te alarmes que vuelve en sí con dos hostias bien dadas”.
Lo puso boca arriba y le atizó dos lechazos que casi lo tira de la mesa abajo. El cachorro abrió los ojos con gesto de espanto, nervioso y sin percibir del todo que estaba pasando, hasta que le dolor en los genitales le trajo de nuevo a la mesa donde su amo le daba un tratamiento de urgencia.
Manuel le sacudió por los hombros y cuando el chico volvió en sí lo besó en la boca, metiéndole aire dentro. Y en cuanto se recuperó un poco le dio la vuelta y sin más le pintó las nalgas de rojo con la misma fusta que uso con Aza.
Jul ya estaba arreglado de cintura para abajo y ahora le quedaba la otra mitad. Con unos improvisados electrodos de baja tensión, le dio pequeñas descargas en los pezones y en la punta de la lengua, para pasar más tarde a circundarle el glande a calambrazos, introduciendo un poco uno de los electrodos por el orificio de la uretra.
El pene de Jul estaba como una estaca y chorreaba tantas babas por el pito como por la boca. Y el amo le dijo esta vez: “Y ahora que quieres que te haga?. Que te corte en trozos?. Que te despelleje?. O simplemente que te folle el culo y la boca?. Pídemelo. Mejor, ruégamelo y tu amo te dará lo que quieras multiplicado por diez”.
El cachorro, empapado en sudor, saliva y otras secreciones, le respondió con dificultad: “Soy... tu puto... esclavo... Tu miserable... zorra... Eres ...mi dueño....y yo no soy nada...y no puedo pedir nada a mi dios”.
“Entonces decidiré yo como me plazca”, añadió el amo. Manuel se apartó unos metros y volvió con un respetable cono de goma y se lo incrustó en el culo. Y también lo dejó para que recuperase el ritmo de la respiración.
El señor se sentó y llamó a Pal: “Ahora ven tú”. Adem llevó al joven cachorro, que se acercó titubeante, casi sin ver por donde pisaba con sus cuatro patas, y el amo tiró de su collar obligándole a subirse a sus rodillas con el culo para arriba. Le escupió en el agujero del culo y le hurgó dentro con tres dedos, moviéndolos en redondo y abriéndolos como una tijera.
Metió uno más y comprobó que el ano del cachorro se abría mucho más que antes de irse de viaje. “Pues no será por tener dentro un dildo, porque no se le puso con el cinturón de castidad. Este cabrón se metió los dedos cuanto quiso”, pensó el amo. Y, por si acaso se había pasado el día masturbándose, consideró oportuno darle un repaso a base de palmeta.
Le pidió a Adem una pala de madera y propinó veinticinco paletazos en cada cacha del chico. Este no era tan sufrido como sus hermanos y berreaba agitando las patas traseras en el aire, pero ningún esfuerzo le libraría de la paliza que le daba su dueño por si no cumpliera bien su mandato de castidad.
Bien vapuleado y con una alta temperatura en el trasero, Manuel lo sentó sobre su falo y se lo introdujo como un necesario eje que equilibrase y sujetase su cuerpo para no balancear hacia los lados y caerse de su regazo. Lo hizo subir y bajar como un caballito de feria, con su barra central bien engrasada por la mucosa interna del cachorro, pero no le regaló su semen. Lo levantó y le dio un puntapié lanzándolo a un rincón.
Y nuevamente se acordó de Aza y mandó a los otros dos imesebelen, Calen y Gomar, que lo bajasen. A Geis volvían a darle rabo los otros dos, que ya se habían recuperado de las primeras andanadas de lefa y cambiaron los puestos delante y detrás del puto cachorro oriental.
El amo le sacó el consolador y permitió a los dos negros que hiciesen con el cachorro de su color lo mismo que sus compañeros con el de tono de piel amarillento. Lo pusieron al espeto como a un cabrito sazonado y se lo ventilaron cuanto quisieron los dos guerreros.
Antiguas leyendas cuentan que la leche de un bravo luchador confiere fuerza y valor a los jóvenes para enfrentarse a la lucha. Y por eso en algunas culturas se los follaban o les daban de mamar para que se hiciesen hombres y buenos guerreros también. Pues Aza, con eso dos titanes obsequiándole su semen, sería el más arrojado de todos los perros en la pelea.
Pero ya era hora de acabar el sarao y levantó a Jul en sus brazos y lo puso sobre Bom, juntando sus bocas. Retiró el tapón del esfínter y se tiró de bruces encima de los dos cachorros, separándole las patas traseras a Jul. Y le habló a los dos: “Bom, tu cuerpo será mi colchón para joder a tu querido hermano. Y tú, Jul, sujétate bien a su cuello para que no caigamos los dos al suelo. Y ahora levanta un poco el culo que te la voy a hincar... Joder!... Bom, entrar en este agujero es como atravesar la puerta del cielo... Verdad?. Huele conmigo su cuello, Bom. No podrás empalmarte, pero a que es excitante como ningún otro aroma que pueda existir?... Así debe ser como huele una perra cuando está en pleno flujo y pone salidos a todo macho en varios kilómetros a la redonda... Ufffff... Qué gusto!... Recuerdas la sensación que se siente en el glande al deslizarlo por la mucosa del culo de este cachorro?... No puedes hablar tampoco, ni besar a Jul porque tienes una mordaza... No me acordé de quitártela. Y ahora no voy a salir de esta maravilla para hacerlo...Jul, bésalo tú donde puedas, mientras te follo. Te estas poniendo muy cachondo y muy puto y pronto querrás hasta morderlo. Hazlo, pero no le hagas daño. Hummmmmm...Bom. Creo que llegué con la punta de la polla hasta el segundo esfínter, por lo menos. No te imaginas la clavada que le estoy metiendo a este cabrón... Díselo, Jul. Cuéntale que sientes”.
Y el chico también Habló: “Sí... mi... amo... Me... está... deshaciendo el culo... de gusto.... Bom... Y... estoy... muy caliente... y... muy perra... Y... no sé... si aguantaré... mucho más sin correrme... encima tuya... Ahhhhhh... Me matas...amo....Me... estás... clavando... a Bom... Bom... me la mete... despacio... y de repente...Ay!... me da... un puntazo... que veo las estrellas... pero me... vuelve... loco... Bom... Y... necesito... Besar... la boca... de nuestro amo”.
Y Manuel tomó otra vez la palabra: “Quieres besar mi boca, zorra!... Estas a mil grados y me vas a fundir la verga dentro del culo, pero aún no voy a darte mi leche... Hay que seguir follándolo. Verdad, Bom? Ahora que está en ebullición es como mejor se disfruta de este cuerpo de piel suave y carne prieta... Oh, Bom. Le estoy tocando el barriga y casi puedo tocar mi rabo a través de su piel... Es tan fina y tan raspado de carne... Sin grasa alguna... Voy a bajar por sus muslos y meter la mano entre las piernas para acariciar mi marca... Siento no poder llegar a la tuya... porque me gustaría tocar las dos... Tu entrepierna me pone a cien también... Lo mismo que ese olor ligeramente acre de tus cojones, Bom... Me están entrando ganas de darte por el culo a ti también... Pero... ahora me voy a conformar con este culito que nos vuelve locos a los dos... Joder! Casi le entran mis cojones en esta embestida. Leches!. Está tan puta que traga polla como una estufa de carbón... Bom... voy a pellizcarle los pezones que cuanto más doloridos los tiene más se excita, el muy vicioso. Seguro que se corre nada más tocárselos... Hummmmmm... Qué ricos! Siiiiiiiiiii. Hostia, puta!... Me corro, Bom! Me corro con esta zorra, que te está bañando en leche”. Y se derramaron juntos el amo y el esclavo, pringando al cachorro que el amo usó de colchón.
Manuel recuperó la vertical y retiró a Jul de encima del otro cachorro. El amo le quitó la mordaza al mastín y arramblando con sus dedos el esperma de Jul, esparcido por la barriga de Bom, se lo dio a comer como premio por haber soportado tan bien el peso de su amo y su mascota. Y lo desató del banco.
“Adem, que se bañen todos y sobre todo que se limpien bien los bajos, y a dormir que mañana tendremos que hacer muchas cosas... Jul. Tú a mi cuarto conmigo”.
Ordenó al sirviente que llevase a los perros y a sus guardianes a las antiguas caballerizas de la finca y allí les fue poniendo arreos apropiados a los cachorros y los ató con ronzales a las argollas de hierro sujetas al viejo muro de piedra.
Al único que dejó fuera del aquelarre fue a Ermo, demasiado escocido aún por la herida situada tan cerca de las bolitas y el ojito del culo.
A los imesebelen una pequeña lesión de ese tipo no les afectaba tanto como para no mantenerse firmes sin abrir las piernas. Y ellos serían una parte importante de la fiesta.
Manuel dio una orden y dos de los enormes africanos se fueron a por Geis. El muy puta ya los recibió caliente como una mona tropical y su olfato le decía que lo que le esperaba no era precisamente malo.
Colgado bajo los brazos por dos fuertes manos, lo plantaron ante su señor y éste le enganchó una pinza en cada pezón, unidas por una cadena. Le arrancó la cola que siempre llevaba en el culo y lo arrastró estirándole la tetillas, que presionadas por las tenacillas, sujetas a la leontina de acero que asía con fuerza Manuel, parecían de goma elástica.
Lo llevó a un abrevadero y lo metió entero en su interior y le meó encima porque tenía ganas de hacerlo y no iba a molestarse en ir a un retrete.
Luego, le dijo a Adem que lo regase allí dentro con una manguera y con otra señal hizo saber que había llegado el momento de que los dos guardianes elegidos, Honio y Zula, lo espetasen en el asador. No es que fueses a cocerlo literalmente, pero si lo pondrían más caliente que las brasas. Y no a golpes ni zurriagazos, sino ensartado en sus cachiporras, negras, brillantes, sólidas y enormes.
El vicioso cachorro se inclinó y los gigantes de ébano se agacharon un poco. Uno lo agarró por detrás, con las manos en sus caderas, y el otro lo sujetó por el frente, colocándole las manazas bajo los sobacos. Y primero se la introdujo el de atrás por el ano y luego el otro por la boca y cuando tenía las dos estacas bien dentro, se irguieron los negrazos, despegándole al chico los pies del suelo. Y ya estaba en la barbacoa, pero no le darían vueltas en redondo, sino que iban a agitarlo de atrás adelante como a una coctelera.
Así estuvo más de media hora recibiendo meneos y destilando babas, mocos y hasta gotas de meo de tanto apretarle la vejiga la polla del que lo enculaba. Gemidos, suspiros o cualquier otro sonido era inaudible, porque Geis no tenía habilidades de ventrículo y su boca y garganta estaban excesivamente llenas como para hacer otros alardes que no fuese exprimir el cacho de carne que le sabía a gloria.
Manuel no iba a esperar que Geis terminase de hacerse en su especial espeto y ya estaba con otro cachorro colgado cabeza abajo, con las cuatro patas en aspa y los huevos y la polla bien atadas con un cordel, y con una fusta de cuero le fustigaba con golpes breves la polla y los huevos.
El afortunado era Aza y entre mocos, saliva y suero seminal, ponía perdido el suelo de la cuadra.
No chillaba mucho, sólo un leve quejido a cada fustazo, pero, a pesar de su color, se le veían los cojones morados.
El amo paró el hostigamiento genital y le penetró el culo con un dildo blanco, por lo del contraste, y gordo como un morcillo.
Así petado, le alzó la cabeza un palmo y le folló la boca dándole golpes en las amígdalas con el capullo.
De las pinzas que tenía puestas el negrito en las tetas, pendían dos pesos considerables, que se balanceaban maltratándole los pezones del color de las guindas en aguardiente. Y lo dejó a secar cono un arenque para dedicarse al mastín.
A Bom lo tumbó panza arriba sobre un banco de madera y los otros dos imesebelen le ataron de pies y manos. La verga del cachorro seguía presa en su celda de acero, así que no parecía probable que el amo le fuese a dar un uso por ese lado.
La boca se la tapó con una mordaza de caucho y el culo lo tenía pegado a la madera, por lo cual los únicos agujeros a la vista eran las orejas y las fosas de la nariz. Pero Manuel no pensaba meterle nada. Iba a estirarle los cojones. Se los rodeó con una tira de cuero, bien apretada, y tiró de ella hasta ver como los huevos del cachorro decían “basta, o rompemos”.
Y engancho la ligadura de piel al travesaño del borde de la banqueta y también lo dejó por el momento.
Y ahora era el turno de Jul. Hizo que se subiese a una mesa, a cuatro patas, y metiendo la mano entre los cuartos traseros, le estrujó las pelotas con la mano, retorciéndoselas y dejándoselas sin sangre.
El chico cortó el aire con un alarido que hizo estremecerse a la tierra, pero el amo aún apretó más y tiró de los testículos de Jul como para caparlo y dejarlo hecho un castrón.
Sin soltar las bolas, Manuel se acercó a la cara del cachorro y le dijo: “Esta noche te voy a dejar contento, masoca de mierda, porque te haré sufrir como a ti te gusta. Que no se diga que no soy generoso con mis putas!”. Y retorció más los cojones del chico.
Jul pasó del colorado al blanco y perdió la consciencia. Adem se acercó alarmado, pero Manuel lo detuvo diciendo: “Lo hace para impresionar o porque el gusto lo deja sin sangre en el cerebro. No te alarmes que vuelve en sí con dos hostias bien dadas”.
Lo puso boca arriba y le atizó dos lechazos que casi lo tira de la mesa abajo. El cachorro abrió los ojos con gesto de espanto, nervioso y sin percibir del todo que estaba pasando, hasta que le dolor en los genitales le trajo de nuevo a la mesa donde su amo le daba un tratamiento de urgencia.
Manuel le sacudió por los hombros y cuando el chico volvió en sí lo besó en la boca, metiéndole aire dentro. Y en cuanto se recuperó un poco le dio la vuelta y sin más le pintó las nalgas de rojo con la misma fusta que uso con Aza.
Jul ya estaba arreglado de cintura para abajo y ahora le quedaba la otra mitad. Con unos improvisados electrodos de baja tensión, le dio pequeñas descargas en los pezones y en la punta de la lengua, para pasar más tarde a circundarle el glande a calambrazos, introduciendo un poco uno de los electrodos por el orificio de la uretra.
El pene de Jul estaba como una estaca y chorreaba tantas babas por el pito como por la boca. Y el amo le dijo esta vez: “Y ahora que quieres que te haga?. Que te corte en trozos?. Que te despelleje?. O simplemente que te folle el culo y la boca?. Pídemelo. Mejor, ruégamelo y tu amo te dará lo que quieras multiplicado por diez”.
El cachorro, empapado en sudor, saliva y otras secreciones, le respondió con dificultad: “Soy... tu puto... esclavo... Tu miserable... zorra... Eres ...mi dueño....y yo no soy nada...y no puedo pedir nada a mi dios”.
“Entonces decidiré yo como me plazca”, añadió el amo. Manuel se apartó unos metros y volvió con un respetable cono de goma y se lo incrustó en el culo. Y también lo dejó para que recuperase el ritmo de la respiración.
El señor se sentó y llamó a Pal: “Ahora ven tú”. Adem llevó al joven cachorro, que se acercó titubeante, casi sin ver por donde pisaba con sus cuatro patas, y el amo tiró de su collar obligándole a subirse a sus rodillas con el culo para arriba. Le escupió en el agujero del culo y le hurgó dentro con tres dedos, moviéndolos en redondo y abriéndolos como una tijera.
Metió uno más y comprobó que el ano del cachorro se abría mucho más que antes de irse de viaje. “Pues no será por tener dentro un dildo, porque no se le puso con el cinturón de castidad. Este cabrón se metió los dedos cuanto quiso”, pensó el amo. Y, por si acaso se había pasado el día masturbándose, consideró oportuno darle un repaso a base de palmeta.
Le pidió a Adem una pala de madera y propinó veinticinco paletazos en cada cacha del chico. Este no era tan sufrido como sus hermanos y berreaba agitando las patas traseras en el aire, pero ningún esfuerzo le libraría de la paliza que le daba su dueño por si no cumpliera bien su mandato de castidad.
Bien vapuleado y con una alta temperatura en el trasero, Manuel lo sentó sobre su falo y se lo introdujo como un necesario eje que equilibrase y sujetase su cuerpo para no balancear hacia los lados y caerse de su regazo. Lo hizo subir y bajar como un caballito de feria, con su barra central bien engrasada por la mucosa interna del cachorro, pero no le regaló su semen. Lo levantó y le dio un puntapié lanzándolo a un rincón.
Y nuevamente se acordó de Aza y mandó a los otros dos imesebelen, Calen y Gomar, que lo bajasen. A Geis volvían a darle rabo los otros dos, que ya se habían recuperado de las primeras andanadas de lefa y cambiaron los puestos delante y detrás del puto cachorro oriental.
El amo le sacó el consolador y permitió a los dos negros que hiciesen con el cachorro de su color lo mismo que sus compañeros con el de tono de piel amarillento. Lo pusieron al espeto como a un cabrito sazonado y se lo ventilaron cuanto quisieron los dos guerreros.
Antiguas leyendas cuentan que la leche de un bravo luchador confiere fuerza y valor a los jóvenes para enfrentarse a la lucha. Y por eso en algunas culturas se los follaban o les daban de mamar para que se hiciesen hombres y buenos guerreros también. Pues Aza, con eso dos titanes obsequiándole su semen, sería el más arrojado de todos los perros en la pelea.
Pero ya era hora de acabar el sarao y levantó a Jul en sus brazos y lo puso sobre Bom, juntando sus bocas. Retiró el tapón del esfínter y se tiró de bruces encima de los dos cachorros, separándole las patas traseras a Jul. Y le habló a los dos: “Bom, tu cuerpo será mi colchón para joder a tu querido hermano. Y tú, Jul, sujétate bien a su cuello para que no caigamos los dos al suelo. Y ahora levanta un poco el culo que te la voy a hincar... Joder!... Bom, entrar en este agujero es como atravesar la puerta del cielo... Verdad?. Huele conmigo su cuello, Bom. No podrás empalmarte, pero a que es excitante como ningún otro aroma que pueda existir?... Así debe ser como huele una perra cuando está en pleno flujo y pone salidos a todo macho en varios kilómetros a la redonda... Ufffff... Qué gusto!... Recuerdas la sensación que se siente en el glande al deslizarlo por la mucosa del culo de este cachorro?... No puedes hablar tampoco, ni besar a Jul porque tienes una mordaza... No me acordé de quitártela. Y ahora no voy a salir de esta maravilla para hacerlo...Jul, bésalo tú donde puedas, mientras te follo. Te estas poniendo muy cachondo y muy puto y pronto querrás hasta morderlo. Hazlo, pero no le hagas daño. Hummmmmm...Bom. Creo que llegué con la punta de la polla hasta el segundo esfínter, por lo menos. No te imaginas la clavada que le estoy metiendo a este cabrón... Díselo, Jul. Cuéntale que sientes”.
Y el chico también Habló: “Sí... mi... amo... Me... está... deshaciendo el culo... de gusto.... Bom... Y... estoy... muy caliente... y... muy perra... Y... no sé... si aguantaré... mucho más sin correrme... encima tuya... Ahhhhhh... Me matas...amo....Me... estás... clavando... a Bom... Bom... me la mete... despacio... y de repente...Ay!... me da... un puntazo... que veo las estrellas... pero me... vuelve... loco... Bom... Y... necesito... Besar... la boca... de nuestro amo”.
Y Manuel tomó otra vez la palabra: “Quieres besar mi boca, zorra!... Estas a mil grados y me vas a fundir la verga dentro del culo, pero aún no voy a darte mi leche... Hay que seguir follándolo. Verdad, Bom? Ahora que está en ebullición es como mejor se disfruta de este cuerpo de piel suave y carne prieta... Oh, Bom. Le estoy tocando el barriga y casi puedo tocar mi rabo a través de su piel... Es tan fina y tan raspado de carne... Sin grasa alguna... Voy a bajar por sus muslos y meter la mano entre las piernas para acariciar mi marca... Siento no poder llegar a la tuya... porque me gustaría tocar las dos... Tu entrepierna me pone a cien también... Lo mismo que ese olor ligeramente acre de tus cojones, Bom... Me están entrando ganas de darte por el culo a ti también... Pero... ahora me voy a conformar con este culito que nos vuelve locos a los dos... Joder! Casi le entran mis cojones en esta embestida. Leches!. Está tan puta que traga polla como una estufa de carbón... Bom... voy a pellizcarle los pezones que cuanto más doloridos los tiene más se excita, el muy vicioso. Seguro que se corre nada más tocárselos... Hummmmmm... Qué ricos! Siiiiiiiiiii. Hostia, puta!... Me corro, Bom! Me corro con esta zorra, que te está bañando en leche”. Y se derramaron juntos el amo y el esclavo, pringando al cachorro que el amo usó de colchón.
Manuel recuperó la vertical y retiró a Jul de encima del otro cachorro. El amo le quitó la mordaza al mastín y arramblando con sus dedos el esperma de Jul, esparcido por la barriga de Bom, se lo dio a comer como premio por haber soportado tan bien el peso de su amo y su mascota. Y lo desató del banco.
“Adem, que se bañen todos y sobre todo que se limpien bien los bajos, y a dormir que mañana tendremos que hacer muchas cosas... Jul. Tú a mi cuarto conmigo”.
lunes, 26 de marzo de 2012
Capítulo 43 / El trabajo
Jul a penas pegó ojo durante la noche, afectado y compungido aún por las acontecimientos vividos en la habitación de amo, tanto con Bom como con el cachorrillo.
Si había hecho lo que él quería por qué lo hirió castigando a los otros dos cachorros. Esta vez no podía entenderlo y eso lo desmoralizaba.
Ahora, o ya no sabía como pensaba su amo o se estaba volviendo torpe y estúpido y no acertaba a complacerlo como el deseaba.
Y menos aún comprendió que le dijese que todo era por amor a él. Es que al amor le hacía falta el sufrimiento del alma para mantenerse vivo?
Y si era así a qué venía que también padeciesen dolor seres ajenos a la relación íntima de dos amantes?.
Eran cachorros queridos por él y su amo y no veía la necesidad de hacerles daño ni en el cuerpo ni en el corazón. No lograba entender a Manuel y eso le destrozaba el alma.
Pero el perrillo aún dormía como un ángel y seguro que al despertar sólo recordaría lo bueno y no el escozor de la zurra, ni nada que no fuese el placer que sentía cada vez que su amo se la metía bien adentro como si quisiese partirlo en dos mitades.
Manuel le tocó el culo a su mascota y éste se volvió hacia su amo, ojeroso por la falta de sueño.
Su dueño lo besó sin palabras y le sonrió como si lo viese por primera vez después de varios días. Y sólo dijo: “Jul. Estás conmigo”.
El chico quedó perplejo y le respondió: “Sí, mi amo... Has querido que duerma en tu cama. Donde iba a estar?”.
Manuel se frotó los ojos y contestó: “Tuve un mal sueño. De pronto te difuminabas y no volvía a encontrarte aunque recorrí la tierra buscándote. Si vuelve a ocurrir, te atare a mi cintura por las noches para que no desaparezcas otra vez. No puedes pertenecer a nadie más que a mi”. Manuel cerró los párpados y en segundos resoplaba como un bendito aferrado a las manos de Jul.
El esclavo se incorporó un poco y besó la frente de su señor.
Jul se dio cuenta de la lucha desgarrada de su amo, queriendo imponerse y sojuzgar a toda costa al espíritu del amante que había subyugado el suyo y podría llegar a ser más fuerte que él.
En ese momento al amor desesperado unió una inmensa ternura por Manuel y sintió verdadera locura por él.
Era capaz de infringirse la dureza de ser severo en exceso con sus cachorros sólo por mantenerlo a raya a él. Si su vida era parte integrante de su amo, la de su dios estaba centrada en el más indigno y miserable de sus siervos. Porque así se sentía Jul al ser la causa de la humillación de sus hermanos.
Aunque, viéndolo desde otro punto de vista, el amo era dueño de hacer con sus perros lo que quisiese y no era infrecuente que los azotara por poca cosa o los condenara a estricta castidad sin un motivo concreto.
Al ser el dueño de sus cuerpos y sus espíritus podía disponer como le viniese en gana sin explicación aparente.
A Bom le ponía muy cachondo que el amo le diese por el culo. Lo malo es que esa noche al mastín ya no le quedaban ni un espermatozoide en las pelotas y no debió pasarlo muy bien con la tranca del amo dándole caña. Pero tampoco había sido para tanto. Lo había follado más duro otras veces. Peor era la jaula en el pito.
Bien mirado, ni era la primera que soportaba ni sonaba tan raro que su dueño le impusiese un sacrificio a cambio del privilegio de compartir a su mascota.
Podría ser que Manuel quisiese sentir en su polla los fuertes chorros de leche que Bom soltaría al metérsela juntos a Jul. De todos modos el cachorro lo vio como un humillante castigo para su apreciado hermano y en aquel momento acusó la vejación en su propia piel.
Pero lo del cachorrillo le había dolido demasiado.
Una cosa es que el amo zurre a uno de sus perros por castigo o por el placer de sentir su carne ardiente al follarlo, como le había hecho a él muchas veces y le había puesto muy cachondo, y otra era que le obligase a él a pegarle al perrillo, sabiendo el amo la debilidad casi materna que Jul tenía por él.
Fue muy cruel para Jul ponerle el culo como una grana a su querido Ermo.
Pero Manuel lo dispuso así y nadie podía cuestionar sus motivos. Desde luego el chiquillo no paró de mojarse el capullo con la babilla que salía por el orificio por donde mea. Haciendo memoria, de pronto Jul recordó que tenía los muslos mojados, justo donde le apoyó el pito el crío. Seguramente el perrillo se meó un poco de tan empalmado que estaba recibiendo los azotes.
Dándole vueltas al asunto, el cachorro llegó a la conclusión que su amo sabía lo que hacía y tenía que besarle las manos y los pies por ser tan generoso y considerado con todos ellos. Y principalmente con él.
Pues si Manuel lo hizo todo para joder psicológicamente a Jul, le había salido el tiro por la culata, puesto que el cachorro le había dado el giro suficiente como para venerar más a su dios y sentirse feliz de haberle servido de instrumento para su gozo con el mastín y el perrillo.
Siempre hay consuelo cuando uno quiere.
Y más si se ha de justificar los actos del ser amado, que encima es tu dueño y señor y el único dios al que adoras.
Pero, en el subconsciente de Jul, la lección que quiso darle su amo también le quedaba aprendida. El estaba en manos de su amo y nunca podría superarlo en nada. Y menos en personalidad y poder de persuasión para conducirlo donde quería verlo siempre. A sus pies, suplicándole su amor, como ha de estar siempre un perro esclavo ante su amo y señor.
Manuel podía meter su mano en el alma de Jul y darle la vuelta como a un calcetín usado. Y tirarlo luego a la basura si eso le complacía, porque antes de plantear la menor controversia Jul ya estaba derrotado.
Manuel no quería tirarlo a ninguna parte ni estar en una lucha continua con él.
El amo había decidido que Jul se formase mejor y le ayudase en su trabajo como una especie de secretario o ayudante. Sabía que el chico era listo y conocía sus aptitudes para la informática. Así que no pasaría el día tan ocioso, comiéndose el coco, y le resolvería a su dueño las tareas tales como buscar, clasificar y ordenar documentación para un estudio sobre Historia medieval que Manuel quería emprender.
Además de serle útil de ese modo a su amo, le daba la oportunidad de pasar más tiempo con él, aunque no fuese con sexo por medio. También, dados los escasos estudios de Ermo, había pensado Manuel que su mascota le enseñase tanto lo que ya sabía como lo que fuese aprendiendo. Y, de ese modo, aprovecharía la vivacidad del muchacho para otros usos que no fuesen sólo sexo.
A un amo ha de importarle tanto la salud física como la metal de sus esclavos, aunque cuanto más cultivados estén sea más complicado dominarlos y mantenerlos bajo la bota de su señor.
Jul comenzaría con su nuevo cometido al regreso a la casa de su dueño, planeado ya en breve plazo puesto que poco quedaba por hacer en la finca. El amo marcaría antes de irse a los africanos y también a Ermo. Pero no a Pal, porque aún no tenía claro si se lo llevaría o lo dejaría un tiempo más con sus padres. No acababa de ver en ese cachorro las condiciones idóneas para convivir con los otros perros y lo que menos deseaba Manuel eran más complicaciones de las que ya tenía con una jauría tan numerosa.
Al fin y al cabo ese cachorro no quedaba desamparado y siempre lo usaría en sus visitas a la finca para ver como se desarrollaba y si mejoraban sus aptitudes como perro esclavo.
Eso sí, no podría follar con nadie y su ojete se cerraría otra vez hasta que Manuel volviese a rompérselo. De lo contrario nunca sería uno de sus esclavos como deseaba el chico.
También iba a darle un cometido al resto de sus perros, para que supiesen que todos en la casa debían hacer algo más que servir de juguetes sexuales a su amo. Bom le serviría de acólito a Jul en sus tareas y de paso también aprendería algo más sobre la cultura y otras disciplinas más técnicas. Bom tenía una gran habilidad con las manos y una cierta inclinación hacia la mecánica. Geis decididamente sería el subalterno de Adem en las labores de la casa y atendería la economía doméstica, porque tampoco tenía un pelo de tonto el puto oriental. Y quedaba Aza, que sería el colega de estudios de Ermo y que le hacía buena falta además, ya que en este vida no basta con ser hermoso por fuera solamente.
Y a los imesebelen ya les llegaba con ser los esclavos guerreros de Manuel y proteger su casa y sus bienes más preciados. Sus perros.
El marcado de los africanos, mediante descarga eléctrica, no causó problema alguno ni fue necesario sujetarlos, puesto que ellos mismos, de pie y agarrados a los tobillos, le ofrecían su entrepierna al amo para que imprimiera en ellos su emblema. Al cachorrillo si lo mantuvieron quieto entre Adem, Bom y Jul. Y Manuel, después de meterle la polla un ratito para dejarle buen gusto en el culo, le dio un beso en el mismo ojete y dijo: “Es tan bonito este crío. Y dan ganas de comerle esa rica manzana que por ahora será de uso exclusivo mío. Abrirle más las piernas que no quiero quemarle más de lo necesario”. Y le estampó su letra en el mismo centro, bajo las dos patas traseras.
El chico lloró y nada más sentir la quemadura, su polla, muy tiesa, escupió unos chorritos de leche que salpicaron las piernas de Adem.
Luego vinieron los mimos de todos y los cuidados del criado para aliviar el ardor picante en su entrepierna. Pronto estaría bien y ya tenía la misma marca que su querido Jul.
Todo estaba concluido y dispuesto. Así que la marcha sería en cuanto Ermo y los africanos pudiesen aguantar sentados durante el viaje de vuelta a la casa del amo. Pero aún quedaban un par de horas antes de la cena Y Manuel llevó a Jul y a Bom a su dormitorio.
Abrió el cautiverio del pene del mastín, que en un minuto recupero su esplendor, y dijo: “Bom, Espero que tengas bien cargadas la pelotas... Quiero volver a sentir en mi verga la fuerza de tu corrida dentro de la barriga de Jul. Pero esta vez serás tu quien se ponga debajo y jul sentado a horcajadas sobre tu verga, pegándose bien a tu panza... Vamos, acuéstate sobre la cama y tú, Jul, sube sobre tu hermano y clávate tú mismo su ariete... Así está bien, pero antes de entrar yo también, quiero ver como te rellena el culo este cabrón... Joder!. Qué gorda la tienes jodido! Se le ve el agujero dilatado a tope tragándose tu rabo... Fóllalo un poco. Así, que vea como lo haces y como se mete para adentro el precioso ano de nuestra puta... Cómo me pones de caliente preparándole el ojete a Jul para que lo disfrute contigo en un mismo polvo. Inclínate más Jul, que voy a metértela para partirte el culo con mi bravo campeón... Asíííííí... Ya entra... Hummmm... Notas mi capullo junto al tuyo, Bom?”.
“Sí, mi amo... Ya están dentro... las dos pollas enteras... mi amo... Puedo besarlo, amo?”, suplicó el perrote.
“A mi o a él?”, preguntó el señor.
Y Bom, ya en el séptimo cielo, dijo: “A los dos... pero ahora... a Jul, mi señor”.
“Bom... cuando follemos... juntos... a este cachorro... eres libre de... besarlo o comértelo entero... siempre...que sigamos dándole por el culo los dos juntos... Porque esto es algo que me enloquece de gusto... Y tú, Jul. Notas las dos vergas paseándose por tus tripas?”.
Jul apenas podía hablar con la calentura, pero masculló: “Siento...que me... ahhhhhhh... rompen el culo... mi amo”.
“Y te gusta, verdad, puto?”, le dijo Manuel.
“Sí... mi... señor... Es... como... si me rajasen el agujero... pero me... vuelve loco... mi amo”, pudo decir Jul.
“Dale fuerte, Bom... que este puto cabrón... se nos corre... rápido... y yo también, jodido!, que ya estás soltado leche por la picha y resoplas como un puto burro!...sssiiiiiiii...Joder! Ahora se desnata la zorrita de Jul en mi mano... Joder!... Joder!. Qué pasada! Hostiassssss... Uff”.
Los tres se quedaron tumbados sin poder mover ni un dedo. Y Manuel habló otra vez, sin recuperar del todo el resuello: “Hay que cenar con el resto de los cachorros... A la ducha los tres”.
Y palmeó dos veces el culo de sus dos cachorros.
Después de la ducha le puso de nuevo la jaula a la verga de Bom.
Si había hecho lo que él quería por qué lo hirió castigando a los otros dos cachorros. Esta vez no podía entenderlo y eso lo desmoralizaba.
Ahora, o ya no sabía como pensaba su amo o se estaba volviendo torpe y estúpido y no acertaba a complacerlo como el deseaba.
Y menos aún comprendió que le dijese que todo era por amor a él. Es que al amor le hacía falta el sufrimiento del alma para mantenerse vivo?
Y si era así a qué venía que también padeciesen dolor seres ajenos a la relación íntima de dos amantes?.
Eran cachorros queridos por él y su amo y no veía la necesidad de hacerles daño ni en el cuerpo ni en el corazón. No lograba entender a Manuel y eso le destrozaba el alma.
Pero el perrillo aún dormía como un ángel y seguro que al despertar sólo recordaría lo bueno y no el escozor de la zurra, ni nada que no fuese el placer que sentía cada vez que su amo se la metía bien adentro como si quisiese partirlo en dos mitades.
Manuel le tocó el culo a su mascota y éste se volvió hacia su amo, ojeroso por la falta de sueño.
Su dueño lo besó sin palabras y le sonrió como si lo viese por primera vez después de varios días. Y sólo dijo: “Jul. Estás conmigo”.
El chico quedó perplejo y le respondió: “Sí, mi amo... Has querido que duerma en tu cama. Donde iba a estar?”.
Manuel se frotó los ojos y contestó: “Tuve un mal sueño. De pronto te difuminabas y no volvía a encontrarte aunque recorrí la tierra buscándote. Si vuelve a ocurrir, te atare a mi cintura por las noches para que no desaparezcas otra vez. No puedes pertenecer a nadie más que a mi”. Manuel cerró los párpados y en segundos resoplaba como un bendito aferrado a las manos de Jul.
El esclavo se incorporó un poco y besó la frente de su señor.
Jul se dio cuenta de la lucha desgarrada de su amo, queriendo imponerse y sojuzgar a toda costa al espíritu del amante que había subyugado el suyo y podría llegar a ser más fuerte que él.
En ese momento al amor desesperado unió una inmensa ternura por Manuel y sintió verdadera locura por él.
Era capaz de infringirse la dureza de ser severo en exceso con sus cachorros sólo por mantenerlo a raya a él. Si su vida era parte integrante de su amo, la de su dios estaba centrada en el más indigno y miserable de sus siervos. Porque así se sentía Jul al ser la causa de la humillación de sus hermanos.
Aunque, viéndolo desde otro punto de vista, el amo era dueño de hacer con sus perros lo que quisiese y no era infrecuente que los azotara por poca cosa o los condenara a estricta castidad sin un motivo concreto.
Al ser el dueño de sus cuerpos y sus espíritus podía disponer como le viniese en gana sin explicación aparente.
A Bom le ponía muy cachondo que el amo le diese por el culo. Lo malo es que esa noche al mastín ya no le quedaban ni un espermatozoide en las pelotas y no debió pasarlo muy bien con la tranca del amo dándole caña. Pero tampoco había sido para tanto. Lo había follado más duro otras veces. Peor era la jaula en el pito.
Bien mirado, ni era la primera que soportaba ni sonaba tan raro que su dueño le impusiese un sacrificio a cambio del privilegio de compartir a su mascota.
Podría ser que Manuel quisiese sentir en su polla los fuertes chorros de leche que Bom soltaría al metérsela juntos a Jul. De todos modos el cachorro lo vio como un humillante castigo para su apreciado hermano y en aquel momento acusó la vejación en su propia piel.
Pero lo del cachorrillo le había dolido demasiado.
Una cosa es que el amo zurre a uno de sus perros por castigo o por el placer de sentir su carne ardiente al follarlo, como le había hecho a él muchas veces y le había puesto muy cachondo, y otra era que le obligase a él a pegarle al perrillo, sabiendo el amo la debilidad casi materna que Jul tenía por él.
Fue muy cruel para Jul ponerle el culo como una grana a su querido Ermo.
Pero Manuel lo dispuso así y nadie podía cuestionar sus motivos. Desde luego el chiquillo no paró de mojarse el capullo con la babilla que salía por el orificio por donde mea. Haciendo memoria, de pronto Jul recordó que tenía los muslos mojados, justo donde le apoyó el pito el crío. Seguramente el perrillo se meó un poco de tan empalmado que estaba recibiendo los azotes.
Dándole vueltas al asunto, el cachorro llegó a la conclusión que su amo sabía lo que hacía y tenía que besarle las manos y los pies por ser tan generoso y considerado con todos ellos. Y principalmente con él.
Pues si Manuel lo hizo todo para joder psicológicamente a Jul, le había salido el tiro por la culata, puesto que el cachorro le había dado el giro suficiente como para venerar más a su dios y sentirse feliz de haberle servido de instrumento para su gozo con el mastín y el perrillo.
Siempre hay consuelo cuando uno quiere.
Y más si se ha de justificar los actos del ser amado, que encima es tu dueño y señor y el único dios al que adoras.
Pero, en el subconsciente de Jul, la lección que quiso darle su amo también le quedaba aprendida. El estaba en manos de su amo y nunca podría superarlo en nada. Y menos en personalidad y poder de persuasión para conducirlo donde quería verlo siempre. A sus pies, suplicándole su amor, como ha de estar siempre un perro esclavo ante su amo y señor.
Manuel podía meter su mano en el alma de Jul y darle la vuelta como a un calcetín usado. Y tirarlo luego a la basura si eso le complacía, porque antes de plantear la menor controversia Jul ya estaba derrotado.
Manuel no quería tirarlo a ninguna parte ni estar en una lucha continua con él.
El amo había decidido que Jul se formase mejor y le ayudase en su trabajo como una especie de secretario o ayudante. Sabía que el chico era listo y conocía sus aptitudes para la informática. Así que no pasaría el día tan ocioso, comiéndose el coco, y le resolvería a su dueño las tareas tales como buscar, clasificar y ordenar documentación para un estudio sobre Historia medieval que Manuel quería emprender.
Además de serle útil de ese modo a su amo, le daba la oportunidad de pasar más tiempo con él, aunque no fuese con sexo por medio. También, dados los escasos estudios de Ermo, había pensado Manuel que su mascota le enseñase tanto lo que ya sabía como lo que fuese aprendiendo. Y, de ese modo, aprovecharía la vivacidad del muchacho para otros usos que no fuesen sólo sexo.
A un amo ha de importarle tanto la salud física como la metal de sus esclavos, aunque cuanto más cultivados estén sea más complicado dominarlos y mantenerlos bajo la bota de su señor.
Jul comenzaría con su nuevo cometido al regreso a la casa de su dueño, planeado ya en breve plazo puesto que poco quedaba por hacer en la finca. El amo marcaría antes de irse a los africanos y también a Ermo. Pero no a Pal, porque aún no tenía claro si se lo llevaría o lo dejaría un tiempo más con sus padres. No acababa de ver en ese cachorro las condiciones idóneas para convivir con los otros perros y lo que menos deseaba Manuel eran más complicaciones de las que ya tenía con una jauría tan numerosa.
Al fin y al cabo ese cachorro no quedaba desamparado y siempre lo usaría en sus visitas a la finca para ver como se desarrollaba y si mejoraban sus aptitudes como perro esclavo.
Eso sí, no podría follar con nadie y su ojete se cerraría otra vez hasta que Manuel volviese a rompérselo. De lo contrario nunca sería uno de sus esclavos como deseaba el chico.
También iba a darle un cometido al resto de sus perros, para que supiesen que todos en la casa debían hacer algo más que servir de juguetes sexuales a su amo. Bom le serviría de acólito a Jul en sus tareas y de paso también aprendería algo más sobre la cultura y otras disciplinas más técnicas. Bom tenía una gran habilidad con las manos y una cierta inclinación hacia la mecánica. Geis decididamente sería el subalterno de Adem en las labores de la casa y atendería la economía doméstica, porque tampoco tenía un pelo de tonto el puto oriental. Y quedaba Aza, que sería el colega de estudios de Ermo y que le hacía buena falta además, ya que en este vida no basta con ser hermoso por fuera solamente.
Y a los imesebelen ya les llegaba con ser los esclavos guerreros de Manuel y proteger su casa y sus bienes más preciados. Sus perros.
El marcado de los africanos, mediante descarga eléctrica, no causó problema alguno ni fue necesario sujetarlos, puesto que ellos mismos, de pie y agarrados a los tobillos, le ofrecían su entrepierna al amo para que imprimiera en ellos su emblema. Al cachorrillo si lo mantuvieron quieto entre Adem, Bom y Jul. Y Manuel, después de meterle la polla un ratito para dejarle buen gusto en el culo, le dio un beso en el mismo ojete y dijo: “Es tan bonito este crío. Y dan ganas de comerle esa rica manzana que por ahora será de uso exclusivo mío. Abrirle más las piernas que no quiero quemarle más de lo necesario”. Y le estampó su letra en el mismo centro, bajo las dos patas traseras.
El chico lloró y nada más sentir la quemadura, su polla, muy tiesa, escupió unos chorritos de leche que salpicaron las piernas de Adem.
Luego vinieron los mimos de todos y los cuidados del criado para aliviar el ardor picante en su entrepierna. Pronto estaría bien y ya tenía la misma marca que su querido Jul.
Todo estaba concluido y dispuesto. Así que la marcha sería en cuanto Ermo y los africanos pudiesen aguantar sentados durante el viaje de vuelta a la casa del amo. Pero aún quedaban un par de horas antes de la cena Y Manuel llevó a Jul y a Bom a su dormitorio.
Abrió el cautiverio del pene del mastín, que en un minuto recupero su esplendor, y dijo: “Bom, Espero que tengas bien cargadas la pelotas... Quiero volver a sentir en mi verga la fuerza de tu corrida dentro de la barriga de Jul. Pero esta vez serás tu quien se ponga debajo y jul sentado a horcajadas sobre tu verga, pegándose bien a tu panza... Vamos, acuéstate sobre la cama y tú, Jul, sube sobre tu hermano y clávate tú mismo su ariete... Así está bien, pero antes de entrar yo también, quiero ver como te rellena el culo este cabrón... Joder!. Qué gorda la tienes jodido! Se le ve el agujero dilatado a tope tragándose tu rabo... Fóllalo un poco. Así, que vea como lo haces y como se mete para adentro el precioso ano de nuestra puta... Cómo me pones de caliente preparándole el ojete a Jul para que lo disfrute contigo en un mismo polvo. Inclínate más Jul, que voy a metértela para partirte el culo con mi bravo campeón... Asíííííí... Ya entra... Hummmm... Notas mi capullo junto al tuyo, Bom?”.
“Sí, mi amo... Ya están dentro... las dos pollas enteras... mi amo... Puedo besarlo, amo?”, suplicó el perrote.
“A mi o a él?”, preguntó el señor.
Y Bom, ya en el séptimo cielo, dijo: “A los dos... pero ahora... a Jul, mi señor”.
“Bom... cuando follemos... juntos... a este cachorro... eres libre de... besarlo o comértelo entero... siempre...que sigamos dándole por el culo los dos juntos... Porque esto es algo que me enloquece de gusto... Y tú, Jul. Notas las dos vergas paseándose por tus tripas?”.
Jul apenas podía hablar con la calentura, pero masculló: “Siento...que me... ahhhhhhh... rompen el culo... mi amo”.
“Y te gusta, verdad, puto?”, le dijo Manuel.
“Sí... mi... señor... Es... como... si me rajasen el agujero... pero me... vuelve loco... mi amo”, pudo decir Jul.
“Dale fuerte, Bom... que este puto cabrón... se nos corre... rápido... y yo también, jodido!, que ya estás soltado leche por la picha y resoplas como un puto burro!...sssiiiiiiii...Joder! Ahora se desnata la zorrita de Jul en mi mano... Joder!... Joder!. Qué pasada! Hostiassssss... Uff”.
Los tres se quedaron tumbados sin poder mover ni un dedo. Y Manuel habló otra vez, sin recuperar del todo el resuello: “Hay que cenar con el resto de los cachorros... A la ducha los tres”.
Y palmeó dos veces el culo de sus dos cachorros.
Después de la ducha le puso de nuevo la jaula a la verga de Bom.
jueves, 22 de marzo de 2012
Capítulo 42 / Los regalos
Nada más entrar en la finca, Manuel procesó en su cabeza todas las cosas y cambios que había planeado durante el viaje a Barcelona. Y en cuanto piso el suelo ante la casa, aparecieron todos los miembros de la familia, deseosos de volver a ver a su señor y a su mascota. Lo que ninguno se imaginaba era que en el grupo había un nuevo miembro.
“Ermo. Se llama Ermo”, dijo Manuel después de saludar a Adem y acariciar las cabezas de los cachorros. A Bom ni le importó su presencia y sus ojos no se cansaban de mirar a Jul, todavía vestido como una persona. Geis miraba más a su dueño, porque no vio nada que llamase su atención e interés en un cachorrillo que le parecía tan joven. Aza, siempre sonriente y contento, lo miró de abajo arriba y sólo vio un nuevo compañero de juegos, más joven que él y con un cuerpecito aprovechable. Pal no salió a recibir al amo, porque aún estaba encerrado, tal y como había ordenado Manuel antes de irse, y los cuatro imesebelen eran como estatuas hieráticas que aparentaban no sentir ni padecer por nada. Se limitaron a bajar la cabeza ante su amo, manteniendo la postura hasta que éste les indicó que se irguiesen otra vez.
Manuel, en pocas palabras, explicó a Adem la manera en que llegó Ermo a su poder y le dijo: “Es un buen cachorrillo, Adem”. Y arrimándose al oído del criado, le habló en voz bajas: “Necesita mucho cariño y comprensión y Jul le prestará una atención especial hasta que se acostumbre a su nueva vida. De todos modos tú sabes bien como has de tratar a ese perrillo. Le cogí mucho cariño en estos días. Y pronto se lo tendréis todos. Es una criatura muy tierna y entrañable, pero más niño de lo que corresponde a su edad. Ya tiene dieciocho años, pero cuando ves como actúa tienes que recordarlo, porque se diría que aún anda por los quince. Como ves es un guapo cachorro también y muy sensual. Cuídamelo mucho, Adem”. Y elevando el tono de voz otra vez, le dijo al sirviente: “Cómo van las marcas de mis cachorros?... Cicatrizan bien”. “Sí, señor. Todos están ya listos para ser usados como quieras”, respondió Adem. “Ahora las veré una a una detenidamente”, dijo el amo.
“Pero entremos en casa que traigo regalos para todos”, les dijo. Y se dirigió a Bom: “Y tú cómo estás, mi buen mastín?. Ya te dije que te haría un regalo especial. Así que alegra esa cara... porque, además ya tienes otra vez a tu lado a mi mascota... Lo has echado mucho de menos?”. Bon se sonrojó como un colegial y bajó la vista como quién hace una fechoría y lo cazan infraganti, pero el amo insistió en que le respondiese. Y el cachorrazo le contestó inseguro: “Sí, mi amo... Y a ti más, mi señor... Pero si extrañé mucho a Jul”.
Y Manuel añadió: “Lo sé aunque no lo digas, pero quiero que lo sueltes para que él se enteré también de como lo quieres y sientes su falta... Te has enterado bien, Jul?”.
“Sí, mi amo... Yo también le echo de menos a él, mi señor. Tú me permites quererlo y le quiero mucho, mi amo”, dijo Jul.
“Has oído, Bom. Pues ahora dale un beso fuerte a tu hermano y vamos a por los regalos”, concluyó el amo.
Bom y Jul se besaron en la boca y el mastín no pudo reprimir su excitación y su calentura. Jul le acarició la mejilla, manteniendo su mano en ella un rato, y le sonrió de una manera, que si el mastín fuese más sutil hubiese comprendido su mensaje. Pero a Bom había que decírselo con todas las letras y ni era el momento ni Jul podía hacerlo.
Si Jul pudiese hablar, le diría al mastín: “El amo quiere que me folles y yo he de hacer lo que desea nuestro amo. Por tanto pronto me montarás y me fertilizarás con tu semen muchas veces. Y gozaré con ello para ofrecer mi placer a mi dios. Pero no te celes de Aza, porque es probable que también me cubra tantas veces como tú. Yo te prefiero a ti, pero el amo es quien manda”. Mi querido Bom, disfruta de lo que te regala tu dueño y no pretendas tener más que eso. Y cuando me penetres yo te amaré por cumplir la voluntad de nuestro amo, pero te pido que no la tomes con Aza si me hace lo mismo que tú, puesto que también cumple las órdenes de nuestro dueño. Seré de los dos mientras el amo no me quiera para él solo o si desea compartirme otra vez con vosotros. Le ha gustado y ya me veo con dos grandes pollas dentro del culo, abierta como la gran zorra que soy para los machos de la casa”. Pero Jul sólo pensó todo eso mientras el amo sacaba paquetes de una bolsa para dar los regalos. Y el regalo sorpresa de Bom, que Ju suponía, era él y estaba sin empaquetar.
Jul fue observando como el amo comprobaba el estado de la marca en la entrepierna de los cachorros y les ponía al cuello cadenas de plata como la suya. Pero no le cambió el collar a Aza. Y también traía una para Ermo, que se quedó sorprendido y a tope de contento porque era como el de Jul. Geis lo celebró, pero en el fondo prefería su collar rojo con hebilla de plata, aunque estaba algo ajado del agua y el sol. Y Bom lo vio como una recompensa por ser el macho por excelencia de la casa. Aza se conformaba siempre con poco o nada, pero el amo le había comprado unas muñequeras de acero y un llamativo suspensorio, cubierto casi del mismo metal, que hacían juego con el aro brillante que tenía alrededor del cuello. Con todo puesto parecía un ángel exterminador con un paquete enorme. Y para los africanos también traía atuendos nuevos y cadenas de acero para cerrárselas al cuello con un candado.
Y Manuel se acordó de Pal: “Adem, trae al que falta. Supongo que ya le ha llegado de encierro. El criado salió y regresó en unos minutos con el cachorro cautivo, algo deslucido por el aislamiento, y el amo le dijo: “Pal, espero que hayas aprendido la lección y no tenga que imponerte castigos más severos. Adem te va a adecentar y vas a volver con tus compañeros. Y como estoy cansado del viaje no voy a azotarte, pero controla tu lascivia o tomaré medidas más drásticas. Te traje un collar como al resto de los cachorros, pero como lo cierro en tu cuello, también lo puedo abrir y echarte de mi casa si no das la talla para pertenecer a mi jauría... Adem, lávalo y quítale el cinturón de castidad... Y ahora quiero darme un baño y relajarme. Bom y Jul, venir conmigo... Ermo ve con los otros cachorros, ellos te cuidarán mientras Jul no esté contigo. Adem ponlo con el otro cachorrillo, pero vigílalos. Será mejor que uno de tus parientes se quede con ellos. Estarán mejor controlados y no habrá necesidad de tener atado a ninguno de los dos. Y acercaros todos que voy a daros un beso”. Besó a los perros que no le acompañarían esa noche y se fue con los otros dos a su habitación.
“Jul, desnúdate y ponte de pie a los pies de la cama... Tú, Bom, ponte a su lado, de pie también. Bien, mis cachorros. Sabéis que os quiero de manera especial a los dos y tú, mi gran mastín, eres el más fiel y dócil de mis perros. Y por eso te dije que te haría un regalo especial que iba a gustarte mucho. Y ese regalo es lo que más deseas en el mundo... A Jul. Ven. Acercate a él. Huele su sexo. Te embriaga los sentidos. Ves. Nada más tocárselo ya está excitado y su glande se baña en suero seminal. Besa su capullo y lame ese líquido que sale por la uretra de este precioso cachorro al que los dos amamos. Despacio, que es un manjar reservado a un dios. Y ahora huele su orificio anal... Aprecias su aroma y como ya le ha bajado el celo?. Está cachondo, pero debes ponerlo más. Lámele ese agujero y mete la lengua dentro y verás como sus patas se separan, dejándose montar. Joder!. Estáis calientes como dos putos cabrones!. Bom pon la mano en su vientre. Es perfecto y cálido. Y cuando se la metas hazlo otra vez porque notarás tu propia verga latiendo ahí dentro... Ahora sube por su espalda sin dejar de lamerlo y recréate en el cuello y sus orejas. Si se las muerdes con la punta de los dientes se pone a cien y pierde el control de sus huevos. Por eso vigila que no se corra y si es preciso dale un golpe seco en ellos. Eso detendrá la eyaculación y tendrá que volver a recuperar las ganas de vaciarse. Pero no se lo permitas sin tú permiso. Tú mandas en la cópula y él ha de someterse a tu deseo y capricho. Pero ya sabes que cuando una perra está encelada se entrega al macho sin reservas... Mira como pone los ojos en blanco el muy puto... Así... Aspira el aire que él respira y roza sus labios nada más. Ya te rogará con los ojos que le comas la boca a besos. Mas debes dosificarlos, puesto que es tan zorra que hará que te corras de gusto y tu misión es preñarlo. Llenarlo con tu semen hasta que no te quede ni un átomo en los cojones... Lo estás haciendo muy bien, Bom, y lo tienes como un brasero ardiendo de deseo. Oye como respira... Si le ves ahora el ojete te darás cuenta que se abre y se cierra suplicado polla... Todavía tiene mi leche en su interior, porque lo follé en el camino y no la echó. Pero eso servirá de lubricante y tu rabo se deslizará mejor... Bien. Yo me voy a relajar en la bañera. Os dejo solos y ahora el resto es cosa tuya, Bom... No hace falta que me aviséis cuando termine el apareamiento, porque ya me daré cuenta por el silencio de los jadeos y gemidos”.
Los dos chicos se miraron a los ojos y tuvo que ser Jul quien tomase la iniciativa incitando al mastín a que lo usara. Se pegó a su cuerpo y le colocó los brazos al rededor de su cintura. Y se colgó del cuello de Bom esperando sus besos. El perrazo casi lloraba y un temblor recorría su cuerpo de pies a cabeza. Sin el amo indicándole los pasos a seguir, parecía indefenso y cohibido ante el cachorro que tantas noches le perturbara el sueño. Jul le dio un beso profundo en la boca y eso recuperó la lujuria del otro cachorro.
Bom estrechó al cachorro como si quisiera incrustarlo en su cuerpo y le besó desde la frente al mentón, babando la mejillas de Jul, para continuar por el cuello hasta mordisquear sus tetillas. Apoyó las manos en las caderas del chico y pegó su cara al vientre, restregándose contra el vello del pubis, que parecía un áspero y recortado felpudo al no ser afeitado en varios días. Le apretó las nalgas con los dedos y dejó que se deslizasen hacia el ano para presionarlo con la yema del índice. Adoraba al muchacho y le atraía el cuerpo de ese hermano cuya belleza le había prendado desde el primer día. El mastín se incorporó ante el objeto de su deseo y lo puso de rodillas presionándole los hombros. Jul abrió la boca y Bom le acercó la punta de su verga obligándole con la mirada a mamársela. El cachorro la engulló entera y la trabajó con la lengua y los labios queriendo ordeñársela, pero el otro cachorro apretó las nalgas ayudándose a retener su esperma en las pelotas. Bom ya no podía aguantar por más tiempo sin irse dentro de la preciosa boca de Jul y lo levantó de golpe, sujetándolo bajo los sobacos húmedos de sudor, y lo tiró de espaldas sobre la cama. Se abalanzó sobre el muchacho y abriéndolo de patas escupió en su esfínter y lo penetró de golpe. Jul dio un respingo por la invasión violenta del mastín pero se agarró las piernas para levantarlas más y ofrecerle mejor su agujero para que lo partiese en dos si quería. Bom, después del puyazo, amainó su embestida y folló al chico con delicadeza, dejando que el cuerpo de Jul se deleitase con las caricias que su miembro viril le estaba dando, casi como besándole el recto en toda su extensión. El cachorro abrió los ojos, penetrando él también al mastín con la mirada, y entreabrió la boca dejando ver la punta de la lengua mojando su labio inferior. Y Bom le metió su lengua dentro de la húmeda sensualidad que le ofrecía Jul.
Bom le estaba haciendo el amor a su amado cachorro, entre aullidos y jadeos libidinosos, y éste le correspondía entregándose a su fuego y a su ternura, gimiendo y suspirando de forma lasciva. Y el mastín aumentó el ritmo del bamboleo de sus caderas, apretando más con el culo y los riñones, y pronto Jul empezó a notar dentro de él el grosor en aumento del capullo que barrenaba su cuerpo. Bom se inclinó otra vez sobre el chico y lo morreó como si fuese a devorarlo y sus testículos impulsaron los chorros de semen que atestaron a Jul. Y el follado, al sentir el flujo caliente en sus tripas, vació también sus huevos entre su cuerpo y el del noble mastín.
Ya sólo se oía el chapoteo que producía el amo en el agua de su baño y los cachorros se miraban, acostados uno junto a otro, y Bom sujetaba con la suya la mano de Jul. Y volvió su dueño y dijo: “Buen polvo!. Habéis Quedado agotados los dos. Me gusta eso porque, sobre todo, quería que tú disfrutases, Bom... Y además aún tengo otro regalo para ti. Mira”. Y Manuel mostró el artilugio de acero brillante, parecido a un grifo y con candado, nuevecito y sin estrenar, que había comprado en Barcelona para el mastín. Y añadió: “A partir de ahora, ese pito sólo entrará en mi mascota cuando yo lo desee. Así que has de reservar tu leche y tus energías para él. Te meteré dentro de este casto aparato ese rabo tan desinflado que ahora tienes, después de la tremenda follada que le has metido a Jul y solamente yo guardaré la llave. Mientras no te abra la jaula tu pajarito estará entre rejas y ni lo podrás tocar, ni te empalmarás, por supuesto. A ver como te dejó el culo?... Vaya!... Se lo has puesto como un pimiento rojo. Y además parece algo inflamado. Cuantas veces te corriste, abusón?”.
El mastín, perplejo al ver su churra encerrada, contestó con miedo en los ojos: “Creo que una, mi amo”.
Y el señor añadió: “Pues fue larga e intensa la monta... No lo crees, Jul?”.
“Sí, mi amo”, le respondió el chico sin atreverse a mirarlo.
Pero Manuel insistió: “Te gustó... cumplió como un buen macho?”. Jul se lo pensó antes de hablar, y dijo viéndole al os ojos a su señor: “Sí, mi amo. Se portó como un semental y me ha llenado el vientre con su semen. Si fuese una buena perra seguro que me habría preñado con una buena camada, mi señor. Pero soy una zorra y no sirvo ni para eso, Mi amo”.
Manuel le atizó dos guantazos en la boca y le gritó: “Sólo te pregunté si te había gustado, puta! No tienes derecho ni a opinar sobre ti mismo! Sólo yo diré si eres o no una zorra y para lo que sirves. Perro cabrón! Me habéis puesto muy caliente con vuestro jadeos y el regodeo que os habéis montado... Y como hasta un par de horas le has dejado el ojo del culo fuera de servicio a mi mascota, usaré el tuyo, Bom... Ponte a cuatro patas sobre la cama, que tú también sabes ser una buena zorra cuando pones el culo. Rápido! Abrete de patas que ahora no se te va a poner tiesa con la armadura puesta”.
Esta vez Jul no quedó impasible al ver la humillación del mastín. Y su cara dejó traslucir el dolor y la angustia que le causó verlo aguantar sin excitación la terrible cabalgada que le calcaba su amo, montado en sus ancas y hundiéndole su garrocha en el culo. Se hubiera cambiado por él y no por el vicio de sufrir o ser usado por su dios, sino por ahorrarle aquella vejación que padecía su estimado hermano. Pero sólo eran miserables bestias, cuyo máximo destino era la satisfacción de su señor.
De repente Manuel sacó la verga del culo de Bom y dijo: “Prefiero reservarme para mi nuevo cachorrillo. Bom, vete y dile a Adem que me traiga a Ermo... Sólo he dicho que se vaya el mastín. Tú te quedas. Ya sabes que al cachorrillo le pone que estés delante cuando lo follo. Date prisa Bom, que no me gusta esperar estando tan caliente y cachondo. Necesito romper un culito y el de ese perrillo me pone ciego sólo con verlo... Y esta noche no quiero más agujero que el suyo”.
“Aquí está tu cachorro, señor”, dijo Adem con el perrillo a su lado.
Y Manuel añadió: “Bien... Puedes irte. Y tú acércate, Ermo... Ven... Creías que me había olvidado de ti y esa cosita tan rica que tienes detrás? No... Voy a jugar contigo un rato y luego dormirás a mi lado... Contento?”.
“Sí, mi amo”, dijo el crío lleno de júbilo.
“Pues vamos”, dijo Manuel.
Puso al chaval sobre sus rodillas con el culito para arriba y continuó: “Jul, cómele el ano y métele la lengua que lo quiero jugoso para no dañarme la polla al clavársela... Quiero darle fuerte como si fueses tú el que pone el culo para joderlo... Mete más la lengua que yo le abro las nalgas para que entre mejor... Vale. Basta... Ahora siéntate en la cama a mi lado, Jul... Ermo, levántate y ponte de igual forma sobre los muslos de tu hermano... Eso es... Jul ya sabes que lo que más me pone es sentir el calor de unas nalgas recién zurradas cuando les pego mi barriga para calcar bien adentro. Azótalo... Con la mano, pero fuerte. Que queden rojas y ardiendo para satisfacerme al montarlo... Vamos... A que esperas?”.
Tanto Jul como el perrillo miraban a su amo con el gesto descompuesto. Y al cachorro se le atragantó la saliva en la garganta al querer tragar. Pero su amo iba en serio. Quería que él le pegase al cachorrillo y no para hacer una gracia. Cada golpe sobre la carne tersa del perrillo le iba a escocer en el alma y a producir un daño mayor que los más crueles latigazos que su señor pudiese darle sobre su espalda. Y empezó la cuenta descargando con rabia los azotes que desgarraban su corazón.
Treinta, dijo y el amo paró la cuenta. Jul se echó de bruces y estrelló su pena contra el suelo, apretando los puños para no llorar ante su amo, mientras éste le daba por el culo enrojecido al cachorrillo, sin la menor piedad para el escozor de sus nalgas ardientes y doloridas.
Cuando concluyó de fornicar y dejó a Ermo repleto de leche por detrás y sin gota en las bolas, se tumbó boca arriba en la cama y les dijo a los dos cachorros: “Ahora acostaros uno a cada lado y a dormir... Ya no hay más regalos para nadie”. Besó a los dos chavales, como si acabase de darles caramelos, y los apretó contra su pecho acariciando sus cabezas. Y al notar que el cachorrillo ya dormía plácidamente, se volvió hacia Jul y le enjugó las lágrimas que aún caían por sus mejillas. Y le susurró: “Todo eso lo he hecho por amor a ti, mi cachorro... Puede que no lo entiendas pero es así. Bésame y date la vuelta por si en mitad de la noche mi verga quiere entrar en ti... Ahora duerme”.
Y Manuel quedó dormido con la boca apoyada en el cuello de su amado cachorro, que aún seguía despierto.
“Ermo. Se llama Ermo”, dijo Manuel después de saludar a Adem y acariciar las cabezas de los cachorros. A Bom ni le importó su presencia y sus ojos no se cansaban de mirar a Jul, todavía vestido como una persona. Geis miraba más a su dueño, porque no vio nada que llamase su atención e interés en un cachorrillo que le parecía tan joven. Aza, siempre sonriente y contento, lo miró de abajo arriba y sólo vio un nuevo compañero de juegos, más joven que él y con un cuerpecito aprovechable. Pal no salió a recibir al amo, porque aún estaba encerrado, tal y como había ordenado Manuel antes de irse, y los cuatro imesebelen eran como estatuas hieráticas que aparentaban no sentir ni padecer por nada. Se limitaron a bajar la cabeza ante su amo, manteniendo la postura hasta que éste les indicó que se irguiesen otra vez.
Manuel, en pocas palabras, explicó a Adem la manera en que llegó Ermo a su poder y le dijo: “Es un buen cachorrillo, Adem”. Y arrimándose al oído del criado, le habló en voz bajas: “Necesita mucho cariño y comprensión y Jul le prestará una atención especial hasta que se acostumbre a su nueva vida. De todos modos tú sabes bien como has de tratar a ese perrillo. Le cogí mucho cariño en estos días. Y pronto se lo tendréis todos. Es una criatura muy tierna y entrañable, pero más niño de lo que corresponde a su edad. Ya tiene dieciocho años, pero cuando ves como actúa tienes que recordarlo, porque se diría que aún anda por los quince. Como ves es un guapo cachorro también y muy sensual. Cuídamelo mucho, Adem”. Y elevando el tono de voz otra vez, le dijo al sirviente: “Cómo van las marcas de mis cachorros?... Cicatrizan bien”. “Sí, señor. Todos están ya listos para ser usados como quieras”, respondió Adem. “Ahora las veré una a una detenidamente”, dijo el amo.
“Pero entremos en casa que traigo regalos para todos”, les dijo. Y se dirigió a Bom: “Y tú cómo estás, mi buen mastín?. Ya te dije que te haría un regalo especial. Así que alegra esa cara... porque, además ya tienes otra vez a tu lado a mi mascota... Lo has echado mucho de menos?”. Bon se sonrojó como un colegial y bajó la vista como quién hace una fechoría y lo cazan infraganti, pero el amo insistió en que le respondiese. Y el cachorrazo le contestó inseguro: “Sí, mi amo... Y a ti más, mi señor... Pero si extrañé mucho a Jul”.
Y Manuel añadió: “Lo sé aunque no lo digas, pero quiero que lo sueltes para que él se enteré también de como lo quieres y sientes su falta... Te has enterado bien, Jul?”.
“Sí, mi amo... Yo también le echo de menos a él, mi señor. Tú me permites quererlo y le quiero mucho, mi amo”, dijo Jul.
“Has oído, Bom. Pues ahora dale un beso fuerte a tu hermano y vamos a por los regalos”, concluyó el amo.
Bom y Jul se besaron en la boca y el mastín no pudo reprimir su excitación y su calentura. Jul le acarició la mejilla, manteniendo su mano en ella un rato, y le sonrió de una manera, que si el mastín fuese más sutil hubiese comprendido su mensaje. Pero a Bom había que decírselo con todas las letras y ni era el momento ni Jul podía hacerlo.
Si Jul pudiese hablar, le diría al mastín: “El amo quiere que me folles y yo he de hacer lo que desea nuestro amo. Por tanto pronto me montarás y me fertilizarás con tu semen muchas veces. Y gozaré con ello para ofrecer mi placer a mi dios. Pero no te celes de Aza, porque es probable que también me cubra tantas veces como tú. Yo te prefiero a ti, pero el amo es quien manda”. Mi querido Bom, disfruta de lo que te regala tu dueño y no pretendas tener más que eso. Y cuando me penetres yo te amaré por cumplir la voluntad de nuestro amo, pero te pido que no la tomes con Aza si me hace lo mismo que tú, puesto que también cumple las órdenes de nuestro dueño. Seré de los dos mientras el amo no me quiera para él solo o si desea compartirme otra vez con vosotros. Le ha gustado y ya me veo con dos grandes pollas dentro del culo, abierta como la gran zorra que soy para los machos de la casa”. Pero Jul sólo pensó todo eso mientras el amo sacaba paquetes de una bolsa para dar los regalos. Y el regalo sorpresa de Bom, que Ju suponía, era él y estaba sin empaquetar.
Jul fue observando como el amo comprobaba el estado de la marca en la entrepierna de los cachorros y les ponía al cuello cadenas de plata como la suya. Pero no le cambió el collar a Aza. Y también traía una para Ermo, que se quedó sorprendido y a tope de contento porque era como el de Jul. Geis lo celebró, pero en el fondo prefería su collar rojo con hebilla de plata, aunque estaba algo ajado del agua y el sol. Y Bom lo vio como una recompensa por ser el macho por excelencia de la casa. Aza se conformaba siempre con poco o nada, pero el amo le había comprado unas muñequeras de acero y un llamativo suspensorio, cubierto casi del mismo metal, que hacían juego con el aro brillante que tenía alrededor del cuello. Con todo puesto parecía un ángel exterminador con un paquete enorme. Y para los africanos también traía atuendos nuevos y cadenas de acero para cerrárselas al cuello con un candado.
Y Manuel se acordó de Pal: “Adem, trae al que falta. Supongo que ya le ha llegado de encierro. El criado salió y regresó en unos minutos con el cachorro cautivo, algo deslucido por el aislamiento, y el amo le dijo: “Pal, espero que hayas aprendido la lección y no tenga que imponerte castigos más severos. Adem te va a adecentar y vas a volver con tus compañeros. Y como estoy cansado del viaje no voy a azotarte, pero controla tu lascivia o tomaré medidas más drásticas. Te traje un collar como al resto de los cachorros, pero como lo cierro en tu cuello, también lo puedo abrir y echarte de mi casa si no das la talla para pertenecer a mi jauría... Adem, lávalo y quítale el cinturón de castidad... Y ahora quiero darme un baño y relajarme. Bom y Jul, venir conmigo... Ermo ve con los otros cachorros, ellos te cuidarán mientras Jul no esté contigo. Adem ponlo con el otro cachorrillo, pero vigílalos. Será mejor que uno de tus parientes se quede con ellos. Estarán mejor controlados y no habrá necesidad de tener atado a ninguno de los dos. Y acercaros todos que voy a daros un beso”. Besó a los perros que no le acompañarían esa noche y se fue con los otros dos a su habitación.
“Jul, desnúdate y ponte de pie a los pies de la cama... Tú, Bom, ponte a su lado, de pie también. Bien, mis cachorros. Sabéis que os quiero de manera especial a los dos y tú, mi gran mastín, eres el más fiel y dócil de mis perros. Y por eso te dije que te haría un regalo especial que iba a gustarte mucho. Y ese regalo es lo que más deseas en el mundo... A Jul. Ven. Acercate a él. Huele su sexo. Te embriaga los sentidos. Ves. Nada más tocárselo ya está excitado y su glande se baña en suero seminal. Besa su capullo y lame ese líquido que sale por la uretra de este precioso cachorro al que los dos amamos. Despacio, que es un manjar reservado a un dios. Y ahora huele su orificio anal... Aprecias su aroma y como ya le ha bajado el celo?. Está cachondo, pero debes ponerlo más. Lámele ese agujero y mete la lengua dentro y verás como sus patas se separan, dejándose montar. Joder!. Estáis calientes como dos putos cabrones!. Bom pon la mano en su vientre. Es perfecto y cálido. Y cuando se la metas hazlo otra vez porque notarás tu propia verga latiendo ahí dentro... Ahora sube por su espalda sin dejar de lamerlo y recréate en el cuello y sus orejas. Si se las muerdes con la punta de los dientes se pone a cien y pierde el control de sus huevos. Por eso vigila que no se corra y si es preciso dale un golpe seco en ellos. Eso detendrá la eyaculación y tendrá que volver a recuperar las ganas de vaciarse. Pero no se lo permitas sin tú permiso. Tú mandas en la cópula y él ha de someterse a tu deseo y capricho. Pero ya sabes que cuando una perra está encelada se entrega al macho sin reservas... Mira como pone los ojos en blanco el muy puto... Así... Aspira el aire que él respira y roza sus labios nada más. Ya te rogará con los ojos que le comas la boca a besos. Mas debes dosificarlos, puesto que es tan zorra que hará que te corras de gusto y tu misión es preñarlo. Llenarlo con tu semen hasta que no te quede ni un átomo en los cojones... Lo estás haciendo muy bien, Bom, y lo tienes como un brasero ardiendo de deseo. Oye como respira... Si le ves ahora el ojete te darás cuenta que se abre y se cierra suplicado polla... Todavía tiene mi leche en su interior, porque lo follé en el camino y no la echó. Pero eso servirá de lubricante y tu rabo se deslizará mejor... Bien. Yo me voy a relajar en la bañera. Os dejo solos y ahora el resto es cosa tuya, Bom... No hace falta que me aviséis cuando termine el apareamiento, porque ya me daré cuenta por el silencio de los jadeos y gemidos”.
Los dos chicos se miraron a los ojos y tuvo que ser Jul quien tomase la iniciativa incitando al mastín a que lo usara. Se pegó a su cuerpo y le colocó los brazos al rededor de su cintura. Y se colgó del cuello de Bom esperando sus besos. El perrazo casi lloraba y un temblor recorría su cuerpo de pies a cabeza. Sin el amo indicándole los pasos a seguir, parecía indefenso y cohibido ante el cachorro que tantas noches le perturbara el sueño. Jul le dio un beso profundo en la boca y eso recuperó la lujuria del otro cachorro.
Bom estrechó al cachorro como si quisiera incrustarlo en su cuerpo y le besó desde la frente al mentón, babando la mejillas de Jul, para continuar por el cuello hasta mordisquear sus tetillas. Apoyó las manos en las caderas del chico y pegó su cara al vientre, restregándose contra el vello del pubis, que parecía un áspero y recortado felpudo al no ser afeitado en varios días. Le apretó las nalgas con los dedos y dejó que se deslizasen hacia el ano para presionarlo con la yema del índice. Adoraba al muchacho y le atraía el cuerpo de ese hermano cuya belleza le había prendado desde el primer día. El mastín se incorporó ante el objeto de su deseo y lo puso de rodillas presionándole los hombros. Jul abrió la boca y Bom le acercó la punta de su verga obligándole con la mirada a mamársela. El cachorro la engulló entera y la trabajó con la lengua y los labios queriendo ordeñársela, pero el otro cachorro apretó las nalgas ayudándose a retener su esperma en las pelotas. Bom ya no podía aguantar por más tiempo sin irse dentro de la preciosa boca de Jul y lo levantó de golpe, sujetándolo bajo los sobacos húmedos de sudor, y lo tiró de espaldas sobre la cama. Se abalanzó sobre el muchacho y abriéndolo de patas escupió en su esfínter y lo penetró de golpe. Jul dio un respingo por la invasión violenta del mastín pero se agarró las piernas para levantarlas más y ofrecerle mejor su agujero para que lo partiese en dos si quería. Bom, después del puyazo, amainó su embestida y folló al chico con delicadeza, dejando que el cuerpo de Jul se deleitase con las caricias que su miembro viril le estaba dando, casi como besándole el recto en toda su extensión. El cachorro abrió los ojos, penetrando él también al mastín con la mirada, y entreabrió la boca dejando ver la punta de la lengua mojando su labio inferior. Y Bom le metió su lengua dentro de la húmeda sensualidad que le ofrecía Jul.
Bom le estaba haciendo el amor a su amado cachorro, entre aullidos y jadeos libidinosos, y éste le correspondía entregándose a su fuego y a su ternura, gimiendo y suspirando de forma lasciva. Y el mastín aumentó el ritmo del bamboleo de sus caderas, apretando más con el culo y los riñones, y pronto Jul empezó a notar dentro de él el grosor en aumento del capullo que barrenaba su cuerpo. Bom se inclinó otra vez sobre el chico y lo morreó como si fuese a devorarlo y sus testículos impulsaron los chorros de semen que atestaron a Jul. Y el follado, al sentir el flujo caliente en sus tripas, vació también sus huevos entre su cuerpo y el del noble mastín.
Ya sólo se oía el chapoteo que producía el amo en el agua de su baño y los cachorros se miraban, acostados uno junto a otro, y Bom sujetaba con la suya la mano de Jul. Y volvió su dueño y dijo: “Buen polvo!. Habéis Quedado agotados los dos. Me gusta eso porque, sobre todo, quería que tú disfrutases, Bom... Y además aún tengo otro regalo para ti. Mira”. Y Manuel mostró el artilugio de acero brillante, parecido a un grifo y con candado, nuevecito y sin estrenar, que había comprado en Barcelona para el mastín. Y añadió: “A partir de ahora, ese pito sólo entrará en mi mascota cuando yo lo desee. Así que has de reservar tu leche y tus energías para él. Te meteré dentro de este casto aparato ese rabo tan desinflado que ahora tienes, después de la tremenda follada que le has metido a Jul y solamente yo guardaré la llave. Mientras no te abra la jaula tu pajarito estará entre rejas y ni lo podrás tocar, ni te empalmarás, por supuesto. A ver como te dejó el culo?... Vaya!... Se lo has puesto como un pimiento rojo. Y además parece algo inflamado. Cuantas veces te corriste, abusón?”.
El mastín, perplejo al ver su churra encerrada, contestó con miedo en los ojos: “Creo que una, mi amo”.
Y el señor añadió: “Pues fue larga e intensa la monta... No lo crees, Jul?”.
“Sí, mi amo”, le respondió el chico sin atreverse a mirarlo.
Pero Manuel insistió: “Te gustó... cumplió como un buen macho?”. Jul se lo pensó antes de hablar, y dijo viéndole al os ojos a su señor: “Sí, mi amo. Se portó como un semental y me ha llenado el vientre con su semen. Si fuese una buena perra seguro que me habría preñado con una buena camada, mi señor. Pero soy una zorra y no sirvo ni para eso, Mi amo”.
Manuel le atizó dos guantazos en la boca y le gritó: “Sólo te pregunté si te había gustado, puta! No tienes derecho ni a opinar sobre ti mismo! Sólo yo diré si eres o no una zorra y para lo que sirves. Perro cabrón! Me habéis puesto muy caliente con vuestro jadeos y el regodeo que os habéis montado... Y como hasta un par de horas le has dejado el ojo del culo fuera de servicio a mi mascota, usaré el tuyo, Bom... Ponte a cuatro patas sobre la cama, que tú también sabes ser una buena zorra cuando pones el culo. Rápido! Abrete de patas que ahora no se te va a poner tiesa con la armadura puesta”.
Esta vez Jul no quedó impasible al ver la humillación del mastín. Y su cara dejó traslucir el dolor y la angustia que le causó verlo aguantar sin excitación la terrible cabalgada que le calcaba su amo, montado en sus ancas y hundiéndole su garrocha en el culo. Se hubiera cambiado por él y no por el vicio de sufrir o ser usado por su dios, sino por ahorrarle aquella vejación que padecía su estimado hermano. Pero sólo eran miserables bestias, cuyo máximo destino era la satisfacción de su señor.
De repente Manuel sacó la verga del culo de Bom y dijo: “Prefiero reservarme para mi nuevo cachorrillo. Bom, vete y dile a Adem que me traiga a Ermo... Sólo he dicho que se vaya el mastín. Tú te quedas. Ya sabes que al cachorrillo le pone que estés delante cuando lo follo. Date prisa Bom, que no me gusta esperar estando tan caliente y cachondo. Necesito romper un culito y el de ese perrillo me pone ciego sólo con verlo... Y esta noche no quiero más agujero que el suyo”.
“Aquí está tu cachorro, señor”, dijo Adem con el perrillo a su lado.
Y Manuel añadió: “Bien... Puedes irte. Y tú acércate, Ermo... Ven... Creías que me había olvidado de ti y esa cosita tan rica que tienes detrás? No... Voy a jugar contigo un rato y luego dormirás a mi lado... Contento?”.
“Sí, mi amo”, dijo el crío lleno de júbilo.
“Pues vamos”, dijo Manuel.
Puso al chaval sobre sus rodillas con el culito para arriba y continuó: “Jul, cómele el ano y métele la lengua que lo quiero jugoso para no dañarme la polla al clavársela... Quiero darle fuerte como si fueses tú el que pone el culo para joderlo... Mete más la lengua que yo le abro las nalgas para que entre mejor... Vale. Basta... Ahora siéntate en la cama a mi lado, Jul... Ermo, levántate y ponte de igual forma sobre los muslos de tu hermano... Eso es... Jul ya sabes que lo que más me pone es sentir el calor de unas nalgas recién zurradas cuando les pego mi barriga para calcar bien adentro. Azótalo... Con la mano, pero fuerte. Que queden rojas y ardiendo para satisfacerme al montarlo... Vamos... A que esperas?”.
Tanto Jul como el perrillo miraban a su amo con el gesto descompuesto. Y al cachorro se le atragantó la saliva en la garganta al querer tragar. Pero su amo iba en serio. Quería que él le pegase al cachorrillo y no para hacer una gracia. Cada golpe sobre la carne tersa del perrillo le iba a escocer en el alma y a producir un daño mayor que los más crueles latigazos que su señor pudiese darle sobre su espalda. Y empezó la cuenta descargando con rabia los azotes que desgarraban su corazón.
Treinta, dijo y el amo paró la cuenta. Jul se echó de bruces y estrelló su pena contra el suelo, apretando los puños para no llorar ante su amo, mientras éste le daba por el culo enrojecido al cachorrillo, sin la menor piedad para el escozor de sus nalgas ardientes y doloridas.
Cuando concluyó de fornicar y dejó a Ermo repleto de leche por detrás y sin gota en las bolas, se tumbó boca arriba en la cama y les dijo a los dos cachorros: “Ahora acostaros uno a cada lado y a dormir... Ya no hay más regalos para nadie”. Besó a los dos chavales, como si acabase de darles caramelos, y los apretó contra su pecho acariciando sus cabezas. Y al notar que el cachorrillo ya dormía plácidamente, se volvió hacia Jul y le enjugó las lágrimas que aún caían por sus mejillas. Y le susurró: “Todo eso lo he hecho por amor a ti, mi cachorro... Puede que no lo entiendas pero es así. Bésame y date la vuelta por si en mitad de la noche mi verga quiere entrar en ti... Ahora duerme”.
Y Manuel quedó dormido con la boca apoyada en el cuello de su amado cachorro, que aún seguía despierto.
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