El amo hacía días que no usaba a todos sus cachorros y tenía ganas de juerga por la noche.
Ordenó al sirviente que llevase a los perros y a sus guardianes a las antiguas caballerizas de la finca y allí les fue poniendo arreos apropiados a los cachorros y los ató con ronzales a las argollas de hierro sujetas al viejo muro de piedra.
Al único que dejó fuera del aquelarre fue a Ermo, demasiado escocido aún por la herida situada tan cerca de las bolitas y el ojito del culo.
A los imesebelen una pequeña lesión de ese tipo no les afectaba tanto como para no mantenerse firmes sin abrir las piernas. Y ellos serían una parte importante de la fiesta.
Manuel dio una orden y dos de los enormes africanos se fueron a por Geis. El muy puta ya los recibió caliente como una mona tropical y su olfato le decía que lo que le esperaba no era precisamente malo.
Colgado bajo los brazos por dos fuertes manos, lo plantaron ante su señor y éste le enganchó una pinza en cada pezón, unidas por una cadena. Le arrancó la cola que siempre llevaba en el culo y lo arrastró estirándole la tetillas, que presionadas por las tenacillas, sujetas a la leontina de acero que asía con fuerza Manuel, parecían de goma elástica.
Lo llevó a un abrevadero y lo metió entero en su interior y le meó encima porque tenía ganas de hacerlo y no iba a molestarse en ir a un retrete.
Luego, le dijo a Adem que lo regase allí dentro con una manguera y con otra señal hizo saber que había llegado el momento de que los dos guardianes elegidos, Honio y Zula, lo espetasen en el asador. No es que fueses a cocerlo literalmente, pero si lo pondrían más caliente que las brasas. Y no a golpes ni zurriagazos, sino ensartado en sus cachiporras, negras, brillantes, sólidas y enormes.
El vicioso cachorro se inclinó y los gigantes de ébano se agacharon un poco. Uno lo agarró por detrás, con las manos en sus caderas, y el otro lo sujetó por el frente, colocándole las manazas bajo los sobacos. Y primero se la introdujo el de atrás por el ano y luego el otro por la boca y cuando tenía las dos estacas bien dentro, se irguieron los negrazos, despegándole al chico los pies del suelo. Y ya estaba en la barbacoa, pero no le darían vueltas en redondo, sino que iban a agitarlo de atrás adelante como a una coctelera.
Así estuvo más de media hora recibiendo meneos y destilando babas, mocos y hasta gotas de meo de tanto apretarle la vejiga la polla del que lo enculaba. Gemidos, suspiros o cualquier otro sonido era inaudible, porque Geis no tenía habilidades de ventrículo y su boca y garganta estaban excesivamente llenas como para hacer otros alardes que no fuese exprimir el cacho de carne que le sabía a gloria.
Manuel no iba a esperar que Geis terminase de hacerse en su especial espeto y ya estaba con otro cachorro colgado cabeza abajo, con las cuatro patas en aspa y los huevos y la polla bien atadas con un cordel, y con una fusta de cuero le fustigaba con golpes breves la polla y los huevos.
El afortunado era Aza y entre mocos, saliva y suero seminal, ponía perdido el suelo de la cuadra.
No chillaba mucho, sólo un leve quejido a cada fustazo, pero, a pesar de su color, se le veían los cojones morados.
El amo paró el hostigamiento genital y le penetró el culo con un dildo blanco, por lo del contraste, y gordo como un morcillo.
Así petado, le alzó la cabeza un palmo y le folló la boca dándole golpes en las amígdalas con el capullo.
De las pinzas que tenía puestas el negrito en las tetas, pendían dos pesos considerables, que se balanceaban maltratándole los pezones del color de las guindas en aguardiente. Y lo dejó a secar cono un arenque para dedicarse al mastín.
A Bom lo tumbó panza arriba sobre un banco de madera y los otros dos imesebelen le ataron de pies y manos. La verga del cachorro seguía presa en su celda de acero, así que no parecía probable que el amo le fuese a dar un uso por ese lado.
La boca se la tapó con una mordaza de caucho y el culo lo tenía pegado a la madera, por lo cual los únicos agujeros a la vista eran las orejas y las fosas de la nariz. Pero Manuel no pensaba meterle nada. Iba a estirarle los cojones. Se los rodeó con una tira de cuero, bien apretada, y tiró de ella hasta ver como los huevos del cachorro decían “basta, o rompemos”.
Y engancho la ligadura de piel al travesaño del borde de la banqueta y también lo dejó por el momento.
Y ahora era el turno de Jul. Hizo que se subiese a una mesa, a cuatro patas, y metiendo la mano entre los cuartos traseros, le estrujó las pelotas con la mano, retorciéndoselas y dejándoselas sin sangre.
El chico cortó el aire con un alarido que hizo estremecerse a la tierra, pero el amo aún apretó más y tiró de los testículos de Jul como para caparlo y dejarlo hecho un castrón.
Sin soltar las bolas, Manuel se acercó a la cara del cachorro y le dijo: “Esta noche te voy a dejar contento, masoca de mierda, porque te haré sufrir como a ti te gusta. Que no se diga que no soy generoso con mis putas!”. Y retorció más los cojones del chico.
Jul pasó del colorado al blanco y perdió la consciencia. Adem se acercó alarmado, pero Manuel lo detuvo diciendo: “Lo hace para impresionar o porque el gusto lo deja sin sangre en el cerebro. No te alarmes que vuelve en sí con dos hostias bien dadas”.
Lo puso boca arriba y le atizó dos lechazos que casi lo tira de la mesa abajo. El cachorro abrió los ojos con gesto de espanto, nervioso y sin percibir del todo que estaba pasando, hasta que le dolor en los genitales le trajo de nuevo a la mesa donde su amo le daba un tratamiento de urgencia.
Manuel le sacudió por los hombros y cuando el chico volvió en sí lo besó en la boca, metiéndole aire dentro. Y en cuanto se recuperó un poco le dio la vuelta y sin más le pintó las nalgas de rojo con la misma fusta que uso con Aza.
Jul ya estaba arreglado de cintura para abajo y ahora le quedaba la otra mitad. Con unos improvisados electrodos de baja tensión, le dio pequeñas descargas en los pezones y en la punta de la lengua, para pasar más tarde a circundarle el glande a calambrazos, introduciendo un poco uno de los electrodos por el orificio de la uretra.
El pene de Jul estaba como una estaca y chorreaba tantas babas por el pito como por la boca. Y el amo le dijo esta vez: “Y ahora que quieres que te haga?. Que te corte en trozos?. Que te despelleje?. O simplemente que te folle el culo y la boca?. Pídemelo. Mejor, ruégamelo y tu amo te dará lo que quieras multiplicado por diez”.
El cachorro, empapado en sudor, saliva y otras secreciones, le respondió con dificultad: “Soy... tu puto... esclavo... Tu miserable... zorra... Eres ...mi dueño....y yo no soy nada...y no puedo pedir nada a mi dios”.
“Entonces decidiré yo como me plazca”, añadió el amo. Manuel se apartó unos metros y volvió con un respetable cono de goma y se lo incrustó en el culo. Y también lo dejó para que recuperase el ritmo de la respiración.
El señor se sentó y llamó a Pal: “Ahora ven tú”. Adem llevó al joven cachorro, que se acercó titubeante, casi sin ver por donde pisaba con sus cuatro patas, y el amo tiró de su collar obligándole a subirse a sus rodillas con el culo para arriba. Le escupió en el agujero del culo y le hurgó dentro con tres dedos, moviéndolos en redondo y abriéndolos como una tijera.
Metió uno más y comprobó que el ano del cachorro se abría mucho más que antes de irse de viaje. “Pues no será por tener dentro un dildo, porque no se le puso con el cinturón de castidad. Este cabrón se metió los dedos cuanto quiso”, pensó el amo. Y, por si acaso se había pasado el día masturbándose, consideró oportuno darle un repaso a base de palmeta.
Le pidió a Adem una pala de madera y propinó veinticinco paletazos en cada cacha del chico. Este no era tan sufrido como sus hermanos y berreaba agitando las patas traseras en el aire, pero ningún esfuerzo le libraría de la paliza que le daba su dueño por si no cumpliera bien su mandato de castidad.
Bien vapuleado y con una alta temperatura en el trasero, Manuel lo sentó sobre su falo y se lo introdujo como un necesario eje que equilibrase y sujetase su cuerpo para no balancear hacia los lados y caerse de su regazo. Lo hizo subir y bajar como un caballito de feria, con su barra central bien engrasada por la mucosa interna del cachorro, pero no le regaló su semen. Lo levantó y le dio un puntapié lanzándolo a un rincón.
Y nuevamente se acordó de Aza y mandó a los otros dos imesebelen, Calen y Gomar, que lo bajasen. A Geis volvían a darle rabo los otros dos, que ya se habían recuperado de las primeras andanadas de lefa y cambiaron los puestos delante y detrás del puto cachorro oriental.
El amo le sacó el consolador y permitió a los dos negros que hiciesen con el cachorro de su color lo mismo que sus compañeros con el de tono de piel amarillento. Lo pusieron al espeto como a un cabrito sazonado y se lo ventilaron cuanto quisieron los dos guerreros.
Antiguas leyendas cuentan que la leche de un bravo luchador confiere fuerza y valor a los jóvenes para enfrentarse a la lucha. Y por eso en algunas culturas se los follaban o les daban de mamar para que se hiciesen hombres y buenos guerreros también. Pues Aza, con eso dos titanes obsequiándole su semen, sería el más arrojado de todos los perros en la pelea.
Pero ya era hora de acabar el sarao y levantó a Jul en sus brazos y lo puso sobre Bom, juntando sus bocas. Retiró el tapón del esfínter y se tiró de bruces encima de los dos cachorros, separándole las patas traseras a Jul. Y le habló a los dos: “Bom, tu cuerpo será mi colchón para joder a tu querido hermano. Y tú, Jul, sujétate bien a su cuello para que no caigamos los dos al suelo. Y ahora levanta un poco el culo que te la voy a hincar... Joder!... Bom, entrar en este agujero es como atravesar la puerta del cielo... Verdad?. Huele conmigo su cuello, Bom. No podrás empalmarte, pero a que es excitante como ningún otro aroma que pueda existir?... Así debe ser como huele una perra cuando está en pleno flujo y pone salidos a todo macho en varios kilómetros a la redonda... Ufffff... Qué gusto!... Recuerdas la sensación que se siente en el glande al deslizarlo por la mucosa del culo de este cachorro?... No puedes hablar tampoco, ni besar a Jul porque tienes una mordaza... No me acordé de quitártela. Y ahora no voy a salir de esta maravilla para hacerlo...Jul, bésalo tú donde puedas, mientras te follo. Te estas poniendo muy cachondo y muy puto y pronto querrás hasta morderlo. Hazlo, pero no le hagas daño. Hummmmmm...Bom. Creo que llegué con la punta de la polla hasta el segundo esfínter, por lo menos. No te imaginas la clavada que le estoy metiendo a este cabrón... Díselo, Jul. Cuéntale que sientes”.
Y el chico también Habló: “Sí... mi... amo... Me... está... deshaciendo el culo... de gusto.... Bom... Y... estoy... muy caliente... y... muy perra... Y... no sé... si aguantaré... mucho más sin correrme... encima tuya... Ahhhhhh... Me matas...amo....Me... estás... clavando... a Bom... Bom... me la mete... despacio... y de repente...Ay!... me da... un puntazo... que veo las estrellas... pero me... vuelve... loco... Bom... Y... necesito... Besar... la boca... de nuestro amo”.
Y Manuel tomó otra vez la palabra: “Quieres besar mi boca, zorra!... Estas a mil grados y me vas a fundir la verga dentro del culo, pero aún no voy a darte mi leche... Hay que seguir follándolo. Verdad, Bom? Ahora que está en ebullición es como mejor se disfruta de este cuerpo de piel suave y carne prieta... Oh, Bom. Le estoy tocando el barriga y casi puedo tocar mi rabo a través de su piel... Es tan fina y tan raspado de carne... Sin grasa alguna... Voy a bajar por sus muslos y meter la mano entre las piernas para acariciar mi marca... Siento no poder llegar a la tuya... porque me gustaría tocar las dos... Tu entrepierna me pone a cien también... Lo mismo que ese olor ligeramente acre de tus cojones, Bom... Me están entrando ganas de darte por el culo a ti también... Pero... ahora me voy a conformar con este culito que nos vuelve locos a los dos... Joder! Casi le entran mis cojones en esta embestida. Leches!. Está tan puta que traga polla como una estufa de carbón... Bom... voy a pellizcarle los pezones que cuanto más doloridos los tiene más se excita, el muy vicioso. Seguro que se corre nada más tocárselos... Hummmmmm... Qué ricos! Siiiiiiiiiii. Hostia, puta!... Me corro, Bom! Me corro con esta zorra, que te está bañando en leche”. Y se derramaron juntos el amo y el esclavo, pringando al cachorro que el amo usó de colchón.
Manuel recuperó la vertical y retiró a Jul de encima del otro cachorro. El amo le quitó la mordaza al mastín y arramblando con sus dedos el esperma de Jul, esparcido por la barriga de Bom, se lo dio a comer como premio por haber soportado tan bien el peso de su amo y su mascota. Y lo desató del banco.
“Adem, que se bañen todos y sobre todo que se limpien bien los bajos, y a dormir que mañana tendremos que hacer muchas cosas... Jul. Tú a mi cuarto conmigo”.
viernes, 30 de marzo de 2012
lunes, 26 de marzo de 2012
Capítulo 43 / El trabajo
Jul a penas pegó ojo durante la noche, afectado y compungido aún por las acontecimientos vividos en la habitación de amo, tanto con Bom como con el cachorrillo.
Si había hecho lo que él quería por qué lo hirió castigando a los otros dos cachorros. Esta vez no podía entenderlo y eso lo desmoralizaba.
Ahora, o ya no sabía como pensaba su amo o se estaba volviendo torpe y estúpido y no acertaba a complacerlo como el deseaba.
Y menos aún comprendió que le dijese que todo era por amor a él. Es que al amor le hacía falta el sufrimiento del alma para mantenerse vivo?
Y si era así a qué venía que también padeciesen dolor seres ajenos a la relación íntima de dos amantes?.
Eran cachorros queridos por él y su amo y no veía la necesidad de hacerles daño ni en el cuerpo ni en el corazón. No lograba entender a Manuel y eso le destrozaba el alma.
Pero el perrillo aún dormía como un ángel y seguro que al despertar sólo recordaría lo bueno y no el escozor de la zurra, ni nada que no fuese el placer que sentía cada vez que su amo se la metía bien adentro como si quisiese partirlo en dos mitades.
Manuel le tocó el culo a su mascota y éste se volvió hacia su amo, ojeroso por la falta de sueño.
Su dueño lo besó sin palabras y le sonrió como si lo viese por primera vez después de varios días. Y sólo dijo: “Jul. Estás conmigo”.
El chico quedó perplejo y le respondió: “Sí, mi amo... Has querido que duerma en tu cama. Donde iba a estar?”.
Manuel se frotó los ojos y contestó: “Tuve un mal sueño. De pronto te difuminabas y no volvía a encontrarte aunque recorrí la tierra buscándote. Si vuelve a ocurrir, te atare a mi cintura por las noches para que no desaparezcas otra vez. No puedes pertenecer a nadie más que a mi”. Manuel cerró los párpados y en segundos resoplaba como un bendito aferrado a las manos de Jul.
El esclavo se incorporó un poco y besó la frente de su señor.
Jul se dio cuenta de la lucha desgarrada de su amo, queriendo imponerse y sojuzgar a toda costa al espíritu del amante que había subyugado el suyo y podría llegar a ser más fuerte que él.
En ese momento al amor desesperado unió una inmensa ternura por Manuel y sintió verdadera locura por él.
Era capaz de infringirse la dureza de ser severo en exceso con sus cachorros sólo por mantenerlo a raya a él. Si su vida era parte integrante de su amo, la de su dios estaba centrada en el más indigno y miserable de sus siervos. Porque así se sentía Jul al ser la causa de la humillación de sus hermanos.
Aunque, viéndolo desde otro punto de vista, el amo era dueño de hacer con sus perros lo que quisiese y no era infrecuente que los azotara por poca cosa o los condenara a estricta castidad sin un motivo concreto.
Al ser el dueño de sus cuerpos y sus espíritus podía disponer como le viniese en gana sin explicación aparente.
A Bom le ponía muy cachondo que el amo le diese por el culo. Lo malo es que esa noche al mastín ya no le quedaban ni un espermatozoide en las pelotas y no debió pasarlo muy bien con la tranca del amo dándole caña. Pero tampoco había sido para tanto. Lo había follado más duro otras veces. Peor era la jaula en el pito.
Bien mirado, ni era la primera que soportaba ni sonaba tan raro que su dueño le impusiese un sacrificio a cambio del privilegio de compartir a su mascota.
Podría ser que Manuel quisiese sentir en su polla los fuertes chorros de leche que Bom soltaría al metérsela juntos a Jul. De todos modos el cachorro lo vio como un humillante castigo para su apreciado hermano y en aquel momento acusó la vejación en su propia piel.
Pero lo del cachorrillo le había dolido demasiado.
Una cosa es que el amo zurre a uno de sus perros por castigo o por el placer de sentir su carne ardiente al follarlo, como le había hecho a él muchas veces y le había puesto muy cachondo, y otra era que le obligase a él a pegarle al perrillo, sabiendo el amo la debilidad casi materna que Jul tenía por él.
Fue muy cruel para Jul ponerle el culo como una grana a su querido Ermo.
Pero Manuel lo dispuso así y nadie podía cuestionar sus motivos. Desde luego el chiquillo no paró de mojarse el capullo con la babilla que salía por el orificio por donde mea. Haciendo memoria, de pronto Jul recordó que tenía los muslos mojados, justo donde le apoyó el pito el crío. Seguramente el perrillo se meó un poco de tan empalmado que estaba recibiendo los azotes.
Dándole vueltas al asunto, el cachorro llegó a la conclusión que su amo sabía lo que hacía y tenía que besarle las manos y los pies por ser tan generoso y considerado con todos ellos. Y principalmente con él.
Pues si Manuel lo hizo todo para joder psicológicamente a Jul, le había salido el tiro por la culata, puesto que el cachorro le había dado el giro suficiente como para venerar más a su dios y sentirse feliz de haberle servido de instrumento para su gozo con el mastín y el perrillo.
Siempre hay consuelo cuando uno quiere.
Y más si se ha de justificar los actos del ser amado, que encima es tu dueño y señor y el único dios al que adoras.
Pero, en el subconsciente de Jul, la lección que quiso darle su amo también le quedaba aprendida. El estaba en manos de su amo y nunca podría superarlo en nada. Y menos en personalidad y poder de persuasión para conducirlo donde quería verlo siempre. A sus pies, suplicándole su amor, como ha de estar siempre un perro esclavo ante su amo y señor.
Manuel podía meter su mano en el alma de Jul y darle la vuelta como a un calcetín usado. Y tirarlo luego a la basura si eso le complacía, porque antes de plantear la menor controversia Jul ya estaba derrotado.
Manuel no quería tirarlo a ninguna parte ni estar en una lucha continua con él.
El amo había decidido que Jul se formase mejor y le ayudase en su trabajo como una especie de secretario o ayudante. Sabía que el chico era listo y conocía sus aptitudes para la informática. Así que no pasaría el día tan ocioso, comiéndose el coco, y le resolvería a su dueño las tareas tales como buscar, clasificar y ordenar documentación para un estudio sobre Historia medieval que Manuel quería emprender.
Además de serle útil de ese modo a su amo, le daba la oportunidad de pasar más tiempo con él, aunque no fuese con sexo por medio. También, dados los escasos estudios de Ermo, había pensado Manuel que su mascota le enseñase tanto lo que ya sabía como lo que fuese aprendiendo. Y, de ese modo, aprovecharía la vivacidad del muchacho para otros usos que no fuesen sólo sexo.
A un amo ha de importarle tanto la salud física como la metal de sus esclavos, aunque cuanto más cultivados estén sea más complicado dominarlos y mantenerlos bajo la bota de su señor.
Jul comenzaría con su nuevo cometido al regreso a la casa de su dueño, planeado ya en breve plazo puesto que poco quedaba por hacer en la finca. El amo marcaría antes de irse a los africanos y también a Ermo. Pero no a Pal, porque aún no tenía claro si se lo llevaría o lo dejaría un tiempo más con sus padres. No acababa de ver en ese cachorro las condiciones idóneas para convivir con los otros perros y lo que menos deseaba Manuel eran más complicaciones de las que ya tenía con una jauría tan numerosa.
Al fin y al cabo ese cachorro no quedaba desamparado y siempre lo usaría en sus visitas a la finca para ver como se desarrollaba y si mejoraban sus aptitudes como perro esclavo.
Eso sí, no podría follar con nadie y su ojete se cerraría otra vez hasta que Manuel volviese a rompérselo. De lo contrario nunca sería uno de sus esclavos como deseaba el chico.
También iba a darle un cometido al resto de sus perros, para que supiesen que todos en la casa debían hacer algo más que servir de juguetes sexuales a su amo. Bom le serviría de acólito a Jul en sus tareas y de paso también aprendería algo más sobre la cultura y otras disciplinas más técnicas. Bom tenía una gran habilidad con las manos y una cierta inclinación hacia la mecánica. Geis decididamente sería el subalterno de Adem en las labores de la casa y atendería la economía doméstica, porque tampoco tenía un pelo de tonto el puto oriental. Y quedaba Aza, que sería el colega de estudios de Ermo y que le hacía buena falta además, ya que en este vida no basta con ser hermoso por fuera solamente.
Y a los imesebelen ya les llegaba con ser los esclavos guerreros de Manuel y proteger su casa y sus bienes más preciados. Sus perros.
El marcado de los africanos, mediante descarga eléctrica, no causó problema alguno ni fue necesario sujetarlos, puesto que ellos mismos, de pie y agarrados a los tobillos, le ofrecían su entrepierna al amo para que imprimiera en ellos su emblema. Al cachorrillo si lo mantuvieron quieto entre Adem, Bom y Jul. Y Manuel, después de meterle la polla un ratito para dejarle buen gusto en el culo, le dio un beso en el mismo ojete y dijo: “Es tan bonito este crío. Y dan ganas de comerle esa rica manzana que por ahora será de uso exclusivo mío. Abrirle más las piernas que no quiero quemarle más de lo necesario”. Y le estampó su letra en el mismo centro, bajo las dos patas traseras.
El chico lloró y nada más sentir la quemadura, su polla, muy tiesa, escupió unos chorritos de leche que salpicaron las piernas de Adem.
Luego vinieron los mimos de todos y los cuidados del criado para aliviar el ardor picante en su entrepierna. Pronto estaría bien y ya tenía la misma marca que su querido Jul.
Todo estaba concluido y dispuesto. Así que la marcha sería en cuanto Ermo y los africanos pudiesen aguantar sentados durante el viaje de vuelta a la casa del amo. Pero aún quedaban un par de horas antes de la cena Y Manuel llevó a Jul y a Bom a su dormitorio.
Abrió el cautiverio del pene del mastín, que en un minuto recupero su esplendor, y dijo: “Bom, Espero que tengas bien cargadas la pelotas... Quiero volver a sentir en mi verga la fuerza de tu corrida dentro de la barriga de Jul. Pero esta vez serás tu quien se ponga debajo y jul sentado a horcajadas sobre tu verga, pegándose bien a tu panza... Vamos, acuéstate sobre la cama y tú, Jul, sube sobre tu hermano y clávate tú mismo su ariete... Así está bien, pero antes de entrar yo también, quiero ver como te rellena el culo este cabrón... Joder!. Qué gorda la tienes jodido! Se le ve el agujero dilatado a tope tragándose tu rabo... Fóllalo un poco. Así, que vea como lo haces y como se mete para adentro el precioso ano de nuestra puta... Cómo me pones de caliente preparándole el ojete a Jul para que lo disfrute contigo en un mismo polvo. Inclínate más Jul, que voy a metértela para partirte el culo con mi bravo campeón... Asíííííí... Ya entra... Hummmm... Notas mi capullo junto al tuyo, Bom?”.
“Sí, mi amo... Ya están dentro... las dos pollas enteras... mi amo... Puedo besarlo, amo?”, suplicó el perrote.
“A mi o a él?”, preguntó el señor.
Y Bom, ya en el séptimo cielo, dijo: “A los dos... pero ahora... a Jul, mi señor”.
“Bom... cuando follemos... juntos... a este cachorro... eres libre de... besarlo o comértelo entero... siempre...que sigamos dándole por el culo los dos juntos... Porque esto es algo que me enloquece de gusto... Y tú, Jul. Notas las dos vergas paseándose por tus tripas?”.
Jul apenas podía hablar con la calentura, pero masculló: “Siento...que me... ahhhhhhh... rompen el culo... mi amo”.
“Y te gusta, verdad, puto?”, le dijo Manuel.
“Sí... mi... señor... Es... como... si me rajasen el agujero... pero me... vuelve loco... mi amo”, pudo decir Jul.
“Dale fuerte, Bom... que este puto cabrón... se nos corre... rápido... y yo también, jodido!, que ya estás soltado leche por la picha y resoplas como un puto burro!...sssiiiiiiii...Joder! Ahora se desnata la zorrita de Jul en mi mano... Joder!... Joder!. Qué pasada! Hostiassssss... Uff”.
Los tres se quedaron tumbados sin poder mover ni un dedo. Y Manuel habló otra vez, sin recuperar del todo el resuello: “Hay que cenar con el resto de los cachorros... A la ducha los tres”.
Y palmeó dos veces el culo de sus dos cachorros.
Después de la ducha le puso de nuevo la jaula a la verga de Bom.
Si había hecho lo que él quería por qué lo hirió castigando a los otros dos cachorros. Esta vez no podía entenderlo y eso lo desmoralizaba.
Ahora, o ya no sabía como pensaba su amo o se estaba volviendo torpe y estúpido y no acertaba a complacerlo como el deseaba.
Y menos aún comprendió que le dijese que todo era por amor a él. Es que al amor le hacía falta el sufrimiento del alma para mantenerse vivo?
Y si era así a qué venía que también padeciesen dolor seres ajenos a la relación íntima de dos amantes?.
Eran cachorros queridos por él y su amo y no veía la necesidad de hacerles daño ni en el cuerpo ni en el corazón. No lograba entender a Manuel y eso le destrozaba el alma.
Pero el perrillo aún dormía como un ángel y seguro que al despertar sólo recordaría lo bueno y no el escozor de la zurra, ni nada que no fuese el placer que sentía cada vez que su amo se la metía bien adentro como si quisiese partirlo en dos mitades.
Manuel le tocó el culo a su mascota y éste se volvió hacia su amo, ojeroso por la falta de sueño.
Su dueño lo besó sin palabras y le sonrió como si lo viese por primera vez después de varios días. Y sólo dijo: “Jul. Estás conmigo”.
El chico quedó perplejo y le respondió: “Sí, mi amo... Has querido que duerma en tu cama. Donde iba a estar?”.
Manuel se frotó los ojos y contestó: “Tuve un mal sueño. De pronto te difuminabas y no volvía a encontrarte aunque recorrí la tierra buscándote. Si vuelve a ocurrir, te atare a mi cintura por las noches para que no desaparezcas otra vez. No puedes pertenecer a nadie más que a mi”. Manuel cerró los párpados y en segundos resoplaba como un bendito aferrado a las manos de Jul.
El esclavo se incorporó un poco y besó la frente de su señor.
Jul se dio cuenta de la lucha desgarrada de su amo, queriendo imponerse y sojuzgar a toda costa al espíritu del amante que había subyugado el suyo y podría llegar a ser más fuerte que él.
En ese momento al amor desesperado unió una inmensa ternura por Manuel y sintió verdadera locura por él.
Era capaz de infringirse la dureza de ser severo en exceso con sus cachorros sólo por mantenerlo a raya a él. Si su vida era parte integrante de su amo, la de su dios estaba centrada en el más indigno y miserable de sus siervos. Porque así se sentía Jul al ser la causa de la humillación de sus hermanos.
Aunque, viéndolo desde otro punto de vista, el amo era dueño de hacer con sus perros lo que quisiese y no era infrecuente que los azotara por poca cosa o los condenara a estricta castidad sin un motivo concreto.
Al ser el dueño de sus cuerpos y sus espíritus podía disponer como le viniese en gana sin explicación aparente.
A Bom le ponía muy cachondo que el amo le diese por el culo. Lo malo es que esa noche al mastín ya no le quedaban ni un espermatozoide en las pelotas y no debió pasarlo muy bien con la tranca del amo dándole caña. Pero tampoco había sido para tanto. Lo había follado más duro otras veces. Peor era la jaula en el pito.
Bien mirado, ni era la primera que soportaba ni sonaba tan raro que su dueño le impusiese un sacrificio a cambio del privilegio de compartir a su mascota.
Podría ser que Manuel quisiese sentir en su polla los fuertes chorros de leche que Bom soltaría al metérsela juntos a Jul. De todos modos el cachorro lo vio como un humillante castigo para su apreciado hermano y en aquel momento acusó la vejación en su propia piel.
Pero lo del cachorrillo le había dolido demasiado.
Una cosa es que el amo zurre a uno de sus perros por castigo o por el placer de sentir su carne ardiente al follarlo, como le había hecho a él muchas veces y le había puesto muy cachondo, y otra era que le obligase a él a pegarle al perrillo, sabiendo el amo la debilidad casi materna que Jul tenía por él.
Fue muy cruel para Jul ponerle el culo como una grana a su querido Ermo.
Pero Manuel lo dispuso así y nadie podía cuestionar sus motivos. Desde luego el chiquillo no paró de mojarse el capullo con la babilla que salía por el orificio por donde mea. Haciendo memoria, de pronto Jul recordó que tenía los muslos mojados, justo donde le apoyó el pito el crío. Seguramente el perrillo se meó un poco de tan empalmado que estaba recibiendo los azotes.
Dándole vueltas al asunto, el cachorro llegó a la conclusión que su amo sabía lo que hacía y tenía que besarle las manos y los pies por ser tan generoso y considerado con todos ellos. Y principalmente con él.
Pues si Manuel lo hizo todo para joder psicológicamente a Jul, le había salido el tiro por la culata, puesto que el cachorro le había dado el giro suficiente como para venerar más a su dios y sentirse feliz de haberle servido de instrumento para su gozo con el mastín y el perrillo.
Siempre hay consuelo cuando uno quiere.
Y más si se ha de justificar los actos del ser amado, que encima es tu dueño y señor y el único dios al que adoras.
Pero, en el subconsciente de Jul, la lección que quiso darle su amo también le quedaba aprendida. El estaba en manos de su amo y nunca podría superarlo en nada. Y menos en personalidad y poder de persuasión para conducirlo donde quería verlo siempre. A sus pies, suplicándole su amor, como ha de estar siempre un perro esclavo ante su amo y señor.
Manuel podía meter su mano en el alma de Jul y darle la vuelta como a un calcetín usado. Y tirarlo luego a la basura si eso le complacía, porque antes de plantear la menor controversia Jul ya estaba derrotado.
Manuel no quería tirarlo a ninguna parte ni estar en una lucha continua con él.
El amo había decidido que Jul se formase mejor y le ayudase en su trabajo como una especie de secretario o ayudante. Sabía que el chico era listo y conocía sus aptitudes para la informática. Así que no pasaría el día tan ocioso, comiéndose el coco, y le resolvería a su dueño las tareas tales como buscar, clasificar y ordenar documentación para un estudio sobre Historia medieval que Manuel quería emprender.
Además de serle útil de ese modo a su amo, le daba la oportunidad de pasar más tiempo con él, aunque no fuese con sexo por medio. También, dados los escasos estudios de Ermo, había pensado Manuel que su mascota le enseñase tanto lo que ya sabía como lo que fuese aprendiendo. Y, de ese modo, aprovecharía la vivacidad del muchacho para otros usos que no fuesen sólo sexo.
A un amo ha de importarle tanto la salud física como la metal de sus esclavos, aunque cuanto más cultivados estén sea más complicado dominarlos y mantenerlos bajo la bota de su señor.
Jul comenzaría con su nuevo cometido al regreso a la casa de su dueño, planeado ya en breve plazo puesto que poco quedaba por hacer en la finca. El amo marcaría antes de irse a los africanos y también a Ermo. Pero no a Pal, porque aún no tenía claro si se lo llevaría o lo dejaría un tiempo más con sus padres. No acababa de ver en ese cachorro las condiciones idóneas para convivir con los otros perros y lo que menos deseaba Manuel eran más complicaciones de las que ya tenía con una jauría tan numerosa.
Al fin y al cabo ese cachorro no quedaba desamparado y siempre lo usaría en sus visitas a la finca para ver como se desarrollaba y si mejoraban sus aptitudes como perro esclavo.
Eso sí, no podría follar con nadie y su ojete se cerraría otra vez hasta que Manuel volviese a rompérselo. De lo contrario nunca sería uno de sus esclavos como deseaba el chico.
También iba a darle un cometido al resto de sus perros, para que supiesen que todos en la casa debían hacer algo más que servir de juguetes sexuales a su amo. Bom le serviría de acólito a Jul en sus tareas y de paso también aprendería algo más sobre la cultura y otras disciplinas más técnicas. Bom tenía una gran habilidad con las manos y una cierta inclinación hacia la mecánica. Geis decididamente sería el subalterno de Adem en las labores de la casa y atendería la economía doméstica, porque tampoco tenía un pelo de tonto el puto oriental. Y quedaba Aza, que sería el colega de estudios de Ermo y que le hacía buena falta además, ya que en este vida no basta con ser hermoso por fuera solamente.
Y a los imesebelen ya les llegaba con ser los esclavos guerreros de Manuel y proteger su casa y sus bienes más preciados. Sus perros.
El marcado de los africanos, mediante descarga eléctrica, no causó problema alguno ni fue necesario sujetarlos, puesto que ellos mismos, de pie y agarrados a los tobillos, le ofrecían su entrepierna al amo para que imprimiera en ellos su emblema. Al cachorrillo si lo mantuvieron quieto entre Adem, Bom y Jul. Y Manuel, después de meterle la polla un ratito para dejarle buen gusto en el culo, le dio un beso en el mismo ojete y dijo: “Es tan bonito este crío. Y dan ganas de comerle esa rica manzana que por ahora será de uso exclusivo mío. Abrirle más las piernas que no quiero quemarle más de lo necesario”. Y le estampó su letra en el mismo centro, bajo las dos patas traseras.
El chico lloró y nada más sentir la quemadura, su polla, muy tiesa, escupió unos chorritos de leche que salpicaron las piernas de Adem.
Luego vinieron los mimos de todos y los cuidados del criado para aliviar el ardor picante en su entrepierna. Pronto estaría bien y ya tenía la misma marca que su querido Jul.
Todo estaba concluido y dispuesto. Así que la marcha sería en cuanto Ermo y los africanos pudiesen aguantar sentados durante el viaje de vuelta a la casa del amo. Pero aún quedaban un par de horas antes de la cena Y Manuel llevó a Jul y a Bom a su dormitorio.
Abrió el cautiverio del pene del mastín, que en un minuto recupero su esplendor, y dijo: “Bom, Espero que tengas bien cargadas la pelotas... Quiero volver a sentir en mi verga la fuerza de tu corrida dentro de la barriga de Jul. Pero esta vez serás tu quien se ponga debajo y jul sentado a horcajadas sobre tu verga, pegándose bien a tu panza... Vamos, acuéstate sobre la cama y tú, Jul, sube sobre tu hermano y clávate tú mismo su ariete... Así está bien, pero antes de entrar yo también, quiero ver como te rellena el culo este cabrón... Joder!. Qué gorda la tienes jodido! Se le ve el agujero dilatado a tope tragándose tu rabo... Fóllalo un poco. Así, que vea como lo haces y como se mete para adentro el precioso ano de nuestra puta... Cómo me pones de caliente preparándole el ojete a Jul para que lo disfrute contigo en un mismo polvo. Inclínate más Jul, que voy a metértela para partirte el culo con mi bravo campeón... Asíííííí... Ya entra... Hummmm... Notas mi capullo junto al tuyo, Bom?”.
“Sí, mi amo... Ya están dentro... las dos pollas enteras... mi amo... Puedo besarlo, amo?”, suplicó el perrote.
“A mi o a él?”, preguntó el señor.
Y Bom, ya en el séptimo cielo, dijo: “A los dos... pero ahora... a Jul, mi señor”.
“Bom... cuando follemos... juntos... a este cachorro... eres libre de... besarlo o comértelo entero... siempre...que sigamos dándole por el culo los dos juntos... Porque esto es algo que me enloquece de gusto... Y tú, Jul. Notas las dos vergas paseándose por tus tripas?”.
Jul apenas podía hablar con la calentura, pero masculló: “Siento...que me... ahhhhhhh... rompen el culo... mi amo”.
“Y te gusta, verdad, puto?”, le dijo Manuel.
“Sí... mi... señor... Es... como... si me rajasen el agujero... pero me... vuelve loco... mi amo”, pudo decir Jul.
“Dale fuerte, Bom... que este puto cabrón... se nos corre... rápido... y yo también, jodido!, que ya estás soltado leche por la picha y resoplas como un puto burro!...sssiiiiiiii...Joder! Ahora se desnata la zorrita de Jul en mi mano... Joder!... Joder!. Qué pasada! Hostiassssss... Uff”.
Los tres se quedaron tumbados sin poder mover ni un dedo. Y Manuel habló otra vez, sin recuperar del todo el resuello: “Hay que cenar con el resto de los cachorros... A la ducha los tres”.
Y palmeó dos veces el culo de sus dos cachorros.
Después de la ducha le puso de nuevo la jaula a la verga de Bom.
jueves, 22 de marzo de 2012
Capítulo 42 / Los regalos
Nada más entrar en la finca, Manuel procesó en su cabeza todas las cosas y cambios que había planeado durante el viaje a Barcelona. Y en cuanto piso el suelo ante la casa, aparecieron todos los miembros de la familia, deseosos de volver a ver a su señor y a su mascota. Lo que ninguno se imaginaba era que en el grupo había un nuevo miembro.
“Ermo. Se llama Ermo”, dijo Manuel después de saludar a Adem y acariciar las cabezas de los cachorros. A Bom ni le importó su presencia y sus ojos no se cansaban de mirar a Jul, todavía vestido como una persona. Geis miraba más a su dueño, porque no vio nada que llamase su atención e interés en un cachorrillo que le parecía tan joven. Aza, siempre sonriente y contento, lo miró de abajo arriba y sólo vio un nuevo compañero de juegos, más joven que él y con un cuerpecito aprovechable. Pal no salió a recibir al amo, porque aún estaba encerrado, tal y como había ordenado Manuel antes de irse, y los cuatro imesebelen eran como estatuas hieráticas que aparentaban no sentir ni padecer por nada. Se limitaron a bajar la cabeza ante su amo, manteniendo la postura hasta que éste les indicó que se irguiesen otra vez.
Manuel, en pocas palabras, explicó a Adem la manera en que llegó Ermo a su poder y le dijo: “Es un buen cachorrillo, Adem”. Y arrimándose al oído del criado, le habló en voz bajas: “Necesita mucho cariño y comprensión y Jul le prestará una atención especial hasta que se acostumbre a su nueva vida. De todos modos tú sabes bien como has de tratar a ese perrillo. Le cogí mucho cariño en estos días. Y pronto se lo tendréis todos. Es una criatura muy tierna y entrañable, pero más niño de lo que corresponde a su edad. Ya tiene dieciocho años, pero cuando ves como actúa tienes que recordarlo, porque se diría que aún anda por los quince. Como ves es un guapo cachorro también y muy sensual. Cuídamelo mucho, Adem”. Y elevando el tono de voz otra vez, le dijo al sirviente: “Cómo van las marcas de mis cachorros?... Cicatrizan bien”. “Sí, señor. Todos están ya listos para ser usados como quieras”, respondió Adem. “Ahora las veré una a una detenidamente”, dijo el amo.
“Pero entremos en casa que traigo regalos para todos”, les dijo. Y se dirigió a Bom: “Y tú cómo estás, mi buen mastín?. Ya te dije que te haría un regalo especial. Así que alegra esa cara... porque, además ya tienes otra vez a tu lado a mi mascota... Lo has echado mucho de menos?”. Bon se sonrojó como un colegial y bajó la vista como quién hace una fechoría y lo cazan infraganti, pero el amo insistió en que le respondiese. Y el cachorrazo le contestó inseguro: “Sí, mi amo... Y a ti más, mi señor... Pero si extrañé mucho a Jul”.
Y Manuel añadió: “Lo sé aunque no lo digas, pero quiero que lo sueltes para que él se enteré también de como lo quieres y sientes su falta... Te has enterado bien, Jul?”.
“Sí, mi amo... Yo también le echo de menos a él, mi señor. Tú me permites quererlo y le quiero mucho, mi amo”, dijo Jul.
“Has oído, Bom. Pues ahora dale un beso fuerte a tu hermano y vamos a por los regalos”, concluyó el amo.
Bom y Jul se besaron en la boca y el mastín no pudo reprimir su excitación y su calentura. Jul le acarició la mejilla, manteniendo su mano en ella un rato, y le sonrió de una manera, que si el mastín fuese más sutil hubiese comprendido su mensaje. Pero a Bom había que decírselo con todas las letras y ni era el momento ni Jul podía hacerlo.
Si Jul pudiese hablar, le diría al mastín: “El amo quiere que me folles y yo he de hacer lo que desea nuestro amo. Por tanto pronto me montarás y me fertilizarás con tu semen muchas veces. Y gozaré con ello para ofrecer mi placer a mi dios. Pero no te celes de Aza, porque es probable que también me cubra tantas veces como tú. Yo te prefiero a ti, pero el amo es quien manda”. Mi querido Bom, disfruta de lo que te regala tu dueño y no pretendas tener más que eso. Y cuando me penetres yo te amaré por cumplir la voluntad de nuestro amo, pero te pido que no la tomes con Aza si me hace lo mismo que tú, puesto que también cumple las órdenes de nuestro dueño. Seré de los dos mientras el amo no me quiera para él solo o si desea compartirme otra vez con vosotros. Le ha gustado y ya me veo con dos grandes pollas dentro del culo, abierta como la gran zorra que soy para los machos de la casa”. Pero Jul sólo pensó todo eso mientras el amo sacaba paquetes de una bolsa para dar los regalos. Y el regalo sorpresa de Bom, que Ju suponía, era él y estaba sin empaquetar.
Jul fue observando como el amo comprobaba el estado de la marca en la entrepierna de los cachorros y les ponía al cuello cadenas de plata como la suya. Pero no le cambió el collar a Aza. Y también traía una para Ermo, que se quedó sorprendido y a tope de contento porque era como el de Jul. Geis lo celebró, pero en el fondo prefería su collar rojo con hebilla de plata, aunque estaba algo ajado del agua y el sol. Y Bom lo vio como una recompensa por ser el macho por excelencia de la casa. Aza se conformaba siempre con poco o nada, pero el amo le había comprado unas muñequeras de acero y un llamativo suspensorio, cubierto casi del mismo metal, que hacían juego con el aro brillante que tenía alrededor del cuello. Con todo puesto parecía un ángel exterminador con un paquete enorme. Y para los africanos también traía atuendos nuevos y cadenas de acero para cerrárselas al cuello con un candado.
Y Manuel se acordó de Pal: “Adem, trae al que falta. Supongo que ya le ha llegado de encierro. El criado salió y regresó en unos minutos con el cachorro cautivo, algo deslucido por el aislamiento, y el amo le dijo: “Pal, espero que hayas aprendido la lección y no tenga que imponerte castigos más severos. Adem te va a adecentar y vas a volver con tus compañeros. Y como estoy cansado del viaje no voy a azotarte, pero controla tu lascivia o tomaré medidas más drásticas. Te traje un collar como al resto de los cachorros, pero como lo cierro en tu cuello, también lo puedo abrir y echarte de mi casa si no das la talla para pertenecer a mi jauría... Adem, lávalo y quítale el cinturón de castidad... Y ahora quiero darme un baño y relajarme. Bom y Jul, venir conmigo... Ermo ve con los otros cachorros, ellos te cuidarán mientras Jul no esté contigo. Adem ponlo con el otro cachorrillo, pero vigílalos. Será mejor que uno de tus parientes se quede con ellos. Estarán mejor controlados y no habrá necesidad de tener atado a ninguno de los dos. Y acercaros todos que voy a daros un beso”. Besó a los perros que no le acompañarían esa noche y se fue con los otros dos a su habitación.
“Jul, desnúdate y ponte de pie a los pies de la cama... Tú, Bom, ponte a su lado, de pie también. Bien, mis cachorros. Sabéis que os quiero de manera especial a los dos y tú, mi gran mastín, eres el más fiel y dócil de mis perros. Y por eso te dije que te haría un regalo especial que iba a gustarte mucho. Y ese regalo es lo que más deseas en el mundo... A Jul. Ven. Acercate a él. Huele su sexo. Te embriaga los sentidos. Ves. Nada más tocárselo ya está excitado y su glande se baña en suero seminal. Besa su capullo y lame ese líquido que sale por la uretra de este precioso cachorro al que los dos amamos. Despacio, que es un manjar reservado a un dios. Y ahora huele su orificio anal... Aprecias su aroma y como ya le ha bajado el celo?. Está cachondo, pero debes ponerlo más. Lámele ese agujero y mete la lengua dentro y verás como sus patas se separan, dejándose montar. Joder!. Estáis calientes como dos putos cabrones!. Bom pon la mano en su vientre. Es perfecto y cálido. Y cuando se la metas hazlo otra vez porque notarás tu propia verga latiendo ahí dentro... Ahora sube por su espalda sin dejar de lamerlo y recréate en el cuello y sus orejas. Si se las muerdes con la punta de los dientes se pone a cien y pierde el control de sus huevos. Por eso vigila que no se corra y si es preciso dale un golpe seco en ellos. Eso detendrá la eyaculación y tendrá que volver a recuperar las ganas de vaciarse. Pero no se lo permitas sin tú permiso. Tú mandas en la cópula y él ha de someterse a tu deseo y capricho. Pero ya sabes que cuando una perra está encelada se entrega al macho sin reservas... Mira como pone los ojos en blanco el muy puto... Así... Aspira el aire que él respira y roza sus labios nada más. Ya te rogará con los ojos que le comas la boca a besos. Mas debes dosificarlos, puesto que es tan zorra que hará que te corras de gusto y tu misión es preñarlo. Llenarlo con tu semen hasta que no te quede ni un átomo en los cojones... Lo estás haciendo muy bien, Bom, y lo tienes como un brasero ardiendo de deseo. Oye como respira... Si le ves ahora el ojete te darás cuenta que se abre y se cierra suplicado polla... Todavía tiene mi leche en su interior, porque lo follé en el camino y no la echó. Pero eso servirá de lubricante y tu rabo se deslizará mejor... Bien. Yo me voy a relajar en la bañera. Os dejo solos y ahora el resto es cosa tuya, Bom... No hace falta que me aviséis cuando termine el apareamiento, porque ya me daré cuenta por el silencio de los jadeos y gemidos”.
Los dos chicos se miraron a los ojos y tuvo que ser Jul quien tomase la iniciativa incitando al mastín a que lo usara. Se pegó a su cuerpo y le colocó los brazos al rededor de su cintura. Y se colgó del cuello de Bom esperando sus besos. El perrazo casi lloraba y un temblor recorría su cuerpo de pies a cabeza. Sin el amo indicándole los pasos a seguir, parecía indefenso y cohibido ante el cachorro que tantas noches le perturbara el sueño. Jul le dio un beso profundo en la boca y eso recuperó la lujuria del otro cachorro.
Bom estrechó al cachorro como si quisiera incrustarlo en su cuerpo y le besó desde la frente al mentón, babando la mejillas de Jul, para continuar por el cuello hasta mordisquear sus tetillas. Apoyó las manos en las caderas del chico y pegó su cara al vientre, restregándose contra el vello del pubis, que parecía un áspero y recortado felpudo al no ser afeitado en varios días. Le apretó las nalgas con los dedos y dejó que se deslizasen hacia el ano para presionarlo con la yema del índice. Adoraba al muchacho y le atraía el cuerpo de ese hermano cuya belleza le había prendado desde el primer día. El mastín se incorporó ante el objeto de su deseo y lo puso de rodillas presionándole los hombros. Jul abrió la boca y Bom le acercó la punta de su verga obligándole con la mirada a mamársela. El cachorro la engulló entera y la trabajó con la lengua y los labios queriendo ordeñársela, pero el otro cachorro apretó las nalgas ayudándose a retener su esperma en las pelotas. Bom ya no podía aguantar por más tiempo sin irse dentro de la preciosa boca de Jul y lo levantó de golpe, sujetándolo bajo los sobacos húmedos de sudor, y lo tiró de espaldas sobre la cama. Se abalanzó sobre el muchacho y abriéndolo de patas escupió en su esfínter y lo penetró de golpe. Jul dio un respingo por la invasión violenta del mastín pero se agarró las piernas para levantarlas más y ofrecerle mejor su agujero para que lo partiese en dos si quería. Bom, después del puyazo, amainó su embestida y folló al chico con delicadeza, dejando que el cuerpo de Jul se deleitase con las caricias que su miembro viril le estaba dando, casi como besándole el recto en toda su extensión. El cachorro abrió los ojos, penetrando él también al mastín con la mirada, y entreabrió la boca dejando ver la punta de la lengua mojando su labio inferior. Y Bom le metió su lengua dentro de la húmeda sensualidad que le ofrecía Jul.
Bom le estaba haciendo el amor a su amado cachorro, entre aullidos y jadeos libidinosos, y éste le correspondía entregándose a su fuego y a su ternura, gimiendo y suspirando de forma lasciva. Y el mastín aumentó el ritmo del bamboleo de sus caderas, apretando más con el culo y los riñones, y pronto Jul empezó a notar dentro de él el grosor en aumento del capullo que barrenaba su cuerpo. Bom se inclinó otra vez sobre el chico y lo morreó como si fuese a devorarlo y sus testículos impulsaron los chorros de semen que atestaron a Jul. Y el follado, al sentir el flujo caliente en sus tripas, vació también sus huevos entre su cuerpo y el del noble mastín.
Ya sólo se oía el chapoteo que producía el amo en el agua de su baño y los cachorros se miraban, acostados uno junto a otro, y Bom sujetaba con la suya la mano de Jul. Y volvió su dueño y dijo: “Buen polvo!. Habéis Quedado agotados los dos. Me gusta eso porque, sobre todo, quería que tú disfrutases, Bom... Y además aún tengo otro regalo para ti. Mira”. Y Manuel mostró el artilugio de acero brillante, parecido a un grifo y con candado, nuevecito y sin estrenar, que había comprado en Barcelona para el mastín. Y añadió: “A partir de ahora, ese pito sólo entrará en mi mascota cuando yo lo desee. Así que has de reservar tu leche y tus energías para él. Te meteré dentro de este casto aparato ese rabo tan desinflado que ahora tienes, después de la tremenda follada que le has metido a Jul y solamente yo guardaré la llave. Mientras no te abra la jaula tu pajarito estará entre rejas y ni lo podrás tocar, ni te empalmarás, por supuesto. A ver como te dejó el culo?... Vaya!... Se lo has puesto como un pimiento rojo. Y además parece algo inflamado. Cuantas veces te corriste, abusón?”.
El mastín, perplejo al ver su churra encerrada, contestó con miedo en los ojos: “Creo que una, mi amo”.
Y el señor añadió: “Pues fue larga e intensa la monta... No lo crees, Jul?”.
“Sí, mi amo”, le respondió el chico sin atreverse a mirarlo.
Pero Manuel insistió: “Te gustó... cumplió como un buen macho?”. Jul se lo pensó antes de hablar, y dijo viéndole al os ojos a su señor: “Sí, mi amo. Se portó como un semental y me ha llenado el vientre con su semen. Si fuese una buena perra seguro que me habría preñado con una buena camada, mi señor. Pero soy una zorra y no sirvo ni para eso, Mi amo”.
Manuel le atizó dos guantazos en la boca y le gritó: “Sólo te pregunté si te había gustado, puta! No tienes derecho ni a opinar sobre ti mismo! Sólo yo diré si eres o no una zorra y para lo que sirves. Perro cabrón! Me habéis puesto muy caliente con vuestro jadeos y el regodeo que os habéis montado... Y como hasta un par de horas le has dejado el ojo del culo fuera de servicio a mi mascota, usaré el tuyo, Bom... Ponte a cuatro patas sobre la cama, que tú también sabes ser una buena zorra cuando pones el culo. Rápido! Abrete de patas que ahora no se te va a poner tiesa con la armadura puesta”.
Esta vez Jul no quedó impasible al ver la humillación del mastín. Y su cara dejó traslucir el dolor y la angustia que le causó verlo aguantar sin excitación la terrible cabalgada que le calcaba su amo, montado en sus ancas y hundiéndole su garrocha en el culo. Se hubiera cambiado por él y no por el vicio de sufrir o ser usado por su dios, sino por ahorrarle aquella vejación que padecía su estimado hermano. Pero sólo eran miserables bestias, cuyo máximo destino era la satisfacción de su señor.
De repente Manuel sacó la verga del culo de Bom y dijo: “Prefiero reservarme para mi nuevo cachorrillo. Bom, vete y dile a Adem que me traiga a Ermo... Sólo he dicho que se vaya el mastín. Tú te quedas. Ya sabes que al cachorrillo le pone que estés delante cuando lo follo. Date prisa Bom, que no me gusta esperar estando tan caliente y cachondo. Necesito romper un culito y el de ese perrillo me pone ciego sólo con verlo... Y esta noche no quiero más agujero que el suyo”.
“Aquí está tu cachorro, señor”, dijo Adem con el perrillo a su lado.
Y Manuel añadió: “Bien... Puedes irte. Y tú acércate, Ermo... Ven... Creías que me había olvidado de ti y esa cosita tan rica que tienes detrás? No... Voy a jugar contigo un rato y luego dormirás a mi lado... Contento?”.
“Sí, mi amo”, dijo el crío lleno de júbilo.
“Pues vamos”, dijo Manuel.
Puso al chaval sobre sus rodillas con el culito para arriba y continuó: “Jul, cómele el ano y métele la lengua que lo quiero jugoso para no dañarme la polla al clavársela... Quiero darle fuerte como si fueses tú el que pone el culo para joderlo... Mete más la lengua que yo le abro las nalgas para que entre mejor... Vale. Basta... Ahora siéntate en la cama a mi lado, Jul... Ermo, levántate y ponte de igual forma sobre los muslos de tu hermano... Eso es... Jul ya sabes que lo que más me pone es sentir el calor de unas nalgas recién zurradas cuando les pego mi barriga para calcar bien adentro. Azótalo... Con la mano, pero fuerte. Que queden rojas y ardiendo para satisfacerme al montarlo... Vamos... A que esperas?”.
Tanto Jul como el perrillo miraban a su amo con el gesto descompuesto. Y al cachorro se le atragantó la saliva en la garganta al querer tragar. Pero su amo iba en serio. Quería que él le pegase al cachorrillo y no para hacer una gracia. Cada golpe sobre la carne tersa del perrillo le iba a escocer en el alma y a producir un daño mayor que los más crueles latigazos que su señor pudiese darle sobre su espalda. Y empezó la cuenta descargando con rabia los azotes que desgarraban su corazón.
Treinta, dijo y el amo paró la cuenta. Jul se echó de bruces y estrelló su pena contra el suelo, apretando los puños para no llorar ante su amo, mientras éste le daba por el culo enrojecido al cachorrillo, sin la menor piedad para el escozor de sus nalgas ardientes y doloridas.
Cuando concluyó de fornicar y dejó a Ermo repleto de leche por detrás y sin gota en las bolas, se tumbó boca arriba en la cama y les dijo a los dos cachorros: “Ahora acostaros uno a cada lado y a dormir... Ya no hay más regalos para nadie”. Besó a los dos chavales, como si acabase de darles caramelos, y los apretó contra su pecho acariciando sus cabezas. Y al notar que el cachorrillo ya dormía plácidamente, se volvió hacia Jul y le enjugó las lágrimas que aún caían por sus mejillas. Y le susurró: “Todo eso lo he hecho por amor a ti, mi cachorro... Puede que no lo entiendas pero es así. Bésame y date la vuelta por si en mitad de la noche mi verga quiere entrar en ti... Ahora duerme”.
Y Manuel quedó dormido con la boca apoyada en el cuello de su amado cachorro, que aún seguía despierto.
“Ermo. Se llama Ermo”, dijo Manuel después de saludar a Adem y acariciar las cabezas de los cachorros. A Bom ni le importó su presencia y sus ojos no se cansaban de mirar a Jul, todavía vestido como una persona. Geis miraba más a su dueño, porque no vio nada que llamase su atención e interés en un cachorrillo que le parecía tan joven. Aza, siempre sonriente y contento, lo miró de abajo arriba y sólo vio un nuevo compañero de juegos, más joven que él y con un cuerpecito aprovechable. Pal no salió a recibir al amo, porque aún estaba encerrado, tal y como había ordenado Manuel antes de irse, y los cuatro imesebelen eran como estatuas hieráticas que aparentaban no sentir ni padecer por nada. Se limitaron a bajar la cabeza ante su amo, manteniendo la postura hasta que éste les indicó que se irguiesen otra vez.
Manuel, en pocas palabras, explicó a Adem la manera en que llegó Ermo a su poder y le dijo: “Es un buen cachorrillo, Adem”. Y arrimándose al oído del criado, le habló en voz bajas: “Necesita mucho cariño y comprensión y Jul le prestará una atención especial hasta que se acostumbre a su nueva vida. De todos modos tú sabes bien como has de tratar a ese perrillo. Le cogí mucho cariño en estos días. Y pronto se lo tendréis todos. Es una criatura muy tierna y entrañable, pero más niño de lo que corresponde a su edad. Ya tiene dieciocho años, pero cuando ves como actúa tienes que recordarlo, porque se diría que aún anda por los quince. Como ves es un guapo cachorro también y muy sensual. Cuídamelo mucho, Adem”. Y elevando el tono de voz otra vez, le dijo al sirviente: “Cómo van las marcas de mis cachorros?... Cicatrizan bien”. “Sí, señor. Todos están ya listos para ser usados como quieras”, respondió Adem. “Ahora las veré una a una detenidamente”, dijo el amo.
“Pero entremos en casa que traigo regalos para todos”, les dijo. Y se dirigió a Bom: “Y tú cómo estás, mi buen mastín?. Ya te dije que te haría un regalo especial. Así que alegra esa cara... porque, además ya tienes otra vez a tu lado a mi mascota... Lo has echado mucho de menos?”. Bon se sonrojó como un colegial y bajó la vista como quién hace una fechoría y lo cazan infraganti, pero el amo insistió en que le respondiese. Y el cachorrazo le contestó inseguro: “Sí, mi amo... Y a ti más, mi señor... Pero si extrañé mucho a Jul”.
Y Manuel añadió: “Lo sé aunque no lo digas, pero quiero que lo sueltes para que él se enteré también de como lo quieres y sientes su falta... Te has enterado bien, Jul?”.
“Sí, mi amo... Yo también le echo de menos a él, mi señor. Tú me permites quererlo y le quiero mucho, mi amo”, dijo Jul.
“Has oído, Bom. Pues ahora dale un beso fuerte a tu hermano y vamos a por los regalos”, concluyó el amo.
Bom y Jul se besaron en la boca y el mastín no pudo reprimir su excitación y su calentura. Jul le acarició la mejilla, manteniendo su mano en ella un rato, y le sonrió de una manera, que si el mastín fuese más sutil hubiese comprendido su mensaje. Pero a Bom había que decírselo con todas las letras y ni era el momento ni Jul podía hacerlo.
Si Jul pudiese hablar, le diría al mastín: “El amo quiere que me folles y yo he de hacer lo que desea nuestro amo. Por tanto pronto me montarás y me fertilizarás con tu semen muchas veces. Y gozaré con ello para ofrecer mi placer a mi dios. Pero no te celes de Aza, porque es probable que también me cubra tantas veces como tú. Yo te prefiero a ti, pero el amo es quien manda”. Mi querido Bom, disfruta de lo que te regala tu dueño y no pretendas tener más que eso. Y cuando me penetres yo te amaré por cumplir la voluntad de nuestro amo, pero te pido que no la tomes con Aza si me hace lo mismo que tú, puesto que también cumple las órdenes de nuestro dueño. Seré de los dos mientras el amo no me quiera para él solo o si desea compartirme otra vez con vosotros. Le ha gustado y ya me veo con dos grandes pollas dentro del culo, abierta como la gran zorra que soy para los machos de la casa”. Pero Jul sólo pensó todo eso mientras el amo sacaba paquetes de una bolsa para dar los regalos. Y el regalo sorpresa de Bom, que Ju suponía, era él y estaba sin empaquetar.
Jul fue observando como el amo comprobaba el estado de la marca en la entrepierna de los cachorros y les ponía al cuello cadenas de plata como la suya. Pero no le cambió el collar a Aza. Y también traía una para Ermo, que se quedó sorprendido y a tope de contento porque era como el de Jul. Geis lo celebró, pero en el fondo prefería su collar rojo con hebilla de plata, aunque estaba algo ajado del agua y el sol. Y Bom lo vio como una recompensa por ser el macho por excelencia de la casa. Aza se conformaba siempre con poco o nada, pero el amo le había comprado unas muñequeras de acero y un llamativo suspensorio, cubierto casi del mismo metal, que hacían juego con el aro brillante que tenía alrededor del cuello. Con todo puesto parecía un ángel exterminador con un paquete enorme. Y para los africanos también traía atuendos nuevos y cadenas de acero para cerrárselas al cuello con un candado.
Y Manuel se acordó de Pal: “Adem, trae al que falta. Supongo que ya le ha llegado de encierro. El criado salió y regresó en unos minutos con el cachorro cautivo, algo deslucido por el aislamiento, y el amo le dijo: “Pal, espero que hayas aprendido la lección y no tenga que imponerte castigos más severos. Adem te va a adecentar y vas a volver con tus compañeros. Y como estoy cansado del viaje no voy a azotarte, pero controla tu lascivia o tomaré medidas más drásticas. Te traje un collar como al resto de los cachorros, pero como lo cierro en tu cuello, también lo puedo abrir y echarte de mi casa si no das la talla para pertenecer a mi jauría... Adem, lávalo y quítale el cinturón de castidad... Y ahora quiero darme un baño y relajarme. Bom y Jul, venir conmigo... Ermo ve con los otros cachorros, ellos te cuidarán mientras Jul no esté contigo. Adem ponlo con el otro cachorrillo, pero vigílalos. Será mejor que uno de tus parientes se quede con ellos. Estarán mejor controlados y no habrá necesidad de tener atado a ninguno de los dos. Y acercaros todos que voy a daros un beso”. Besó a los perros que no le acompañarían esa noche y se fue con los otros dos a su habitación.
“Jul, desnúdate y ponte de pie a los pies de la cama... Tú, Bom, ponte a su lado, de pie también. Bien, mis cachorros. Sabéis que os quiero de manera especial a los dos y tú, mi gran mastín, eres el más fiel y dócil de mis perros. Y por eso te dije que te haría un regalo especial que iba a gustarte mucho. Y ese regalo es lo que más deseas en el mundo... A Jul. Ven. Acercate a él. Huele su sexo. Te embriaga los sentidos. Ves. Nada más tocárselo ya está excitado y su glande se baña en suero seminal. Besa su capullo y lame ese líquido que sale por la uretra de este precioso cachorro al que los dos amamos. Despacio, que es un manjar reservado a un dios. Y ahora huele su orificio anal... Aprecias su aroma y como ya le ha bajado el celo?. Está cachondo, pero debes ponerlo más. Lámele ese agujero y mete la lengua dentro y verás como sus patas se separan, dejándose montar. Joder!. Estáis calientes como dos putos cabrones!. Bom pon la mano en su vientre. Es perfecto y cálido. Y cuando se la metas hazlo otra vez porque notarás tu propia verga latiendo ahí dentro... Ahora sube por su espalda sin dejar de lamerlo y recréate en el cuello y sus orejas. Si se las muerdes con la punta de los dientes se pone a cien y pierde el control de sus huevos. Por eso vigila que no se corra y si es preciso dale un golpe seco en ellos. Eso detendrá la eyaculación y tendrá que volver a recuperar las ganas de vaciarse. Pero no se lo permitas sin tú permiso. Tú mandas en la cópula y él ha de someterse a tu deseo y capricho. Pero ya sabes que cuando una perra está encelada se entrega al macho sin reservas... Mira como pone los ojos en blanco el muy puto... Así... Aspira el aire que él respira y roza sus labios nada más. Ya te rogará con los ojos que le comas la boca a besos. Mas debes dosificarlos, puesto que es tan zorra que hará que te corras de gusto y tu misión es preñarlo. Llenarlo con tu semen hasta que no te quede ni un átomo en los cojones... Lo estás haciendo muy bien, Bom, y lo tienes como un brasero ardiendo de deseo. Oye como respira... Si le ves ahora el ojete te darás cuenta que se abre y se cierra suplicado polla... Todavía tiene mi leche en su interior, porque lo follé en el camino y no la echó. Pero eso servirá de lubricante y tu rabo se deslizará mejor... Bien. Yo me voy a relajar en la bañera. Os dejo solos y ahora el resto es cosa tuya, Bom... No hace falta que me aviséis cuando termine el apareamiento, porque ya me daré cuenta por el silencio de los jadeos y gemidos”.
Los dos chicos se miraron a los ojos y tuvo que ser Jul quien tomase la iniciativa incitando al mastín a que lo usara. Se pegó a su cuerpo y le colocó los brazos al rededor de su cintura. Y se colgó del cuello de Bom esperando sus besos. El perrazo casi lloraba y un temblor recorría su cuerpo de pies a cabeza. Sin el amo indicándole los pasos a seguir, parecía indefenso y cohibido ante el cachorro que tantas noches le perturbara el sueño. Jul le dio un beso profundo en la boca y eso recuperó la lujuria del otro cachorro.
Bom estrechó al cachorro como si quisiera incrustarlo en su cuerpo y le besó desde la frente al mentón, babando la mejillas de Jul, para continuar por el cuello hasta mordisquear sus tetillas. Apoyó las manos en las caderas del chico y pegó su cara al vientre, restregándose contra el vello del pubis, que parecía un áspero y recortado felpudo al no ser afeitado en varios días. Le apretó las nalgas con los dedos y dejó que se deslizasen hacia el ano para presionarlo con la yema del índice. Adoraba al muchacho y le atraía el cuerpo de ese hermano cuya belleza le había prendado desde el primer día. El mastín se incorporó ante el objeto de su deseo y lo puso de rodillas presionándole los hombros. Jul abrió la boca y Bom le acercó la punta de su verga obligándole con la mirada a mamársela. El cachorro la engulló entera y la trabajó con la lengua y los labios queriendo ordeñársela, pero el otro cachorro apretó las nalgas ayudándose a retener su esperma en las pelotas. Bom ya no podía aguantar por más tiempo sin irse dentro de la preciosa boca de Jul y lo levantó de golpe, sujetándolo bajo los sobacos húmedos de sudor, y lo tiró de espaldas sobre la cama. Se abalanzó sobre el muchacho y abriéndolo de patas escupió en su esfínter y lo penetró de golpe. Jul dio un respingo por la invasión violenta del mastín pero se agarró las piernas para levantarlas más y ofrecerle mejor su agujero para que lo partiese en dos si quería. Bom, después del puyazo, amainó su embestida y folló al chico con delicadeza, dejando que el cuerpo de Jul se deleitase con las caricias que su miembro viril le estaba dando, casi como besándole el recto en toda su extensión. El cachorro abrió los ojos, penetrando él también al mastín con la mirada, y entreabrió la boca dejando ver la punta de la lengua mojando su labio inferior. Y Bom le metió su lengua dentro de la húmeda sensualidad que le ofrecía Jul.
Bom le estaba haciendo el amor a su amado cachorro, entre aullidos y jadeos libidinosos, y éste le correspondía entregándose a su fuego y a su ternura, gimiendo y suspirando de forma lasciva. Y el mastín aumentó el ritmo del bamboleo de sus caderas, apretando más con el culo y los riñones, y pronto Jul empezó a notar dentro de él el grosor en aumento del capullo que barrenaba su cuerpo. Bom se inclinó otra vez sobre el chico y lo morreó como si fuese a devorarlo y sus testículos impulsaron los chorros de semen que atestaron a Jul. Y el follado, al sentir el flujo caliente en sus tripas, vació también sus huevos entre su cuerpo y el del noble mastín.
Ya sólo se oía el chapoteo que producía el amo en el agua de su baño y los cachorros se miraban, acostados uno junto a otro, y Bom sujetaba con la suya la mano de Jul. Y volvió su dueño y dijo: “Buen polvo!. Habéis Quedado agotados los dos. Me gusta eso porque, sobre todo, quería que tú disfrutases, Bom... Y además aún tengo otro regalo para ti. Mira”. Y Manuel mostró el artilugio de acero brillante, parecido a un grifo y con candado, nuevecito y sin estrenar, que había comprado en Barcelona para el mastín. Y añadió: “A partir de ahora, ese pito sólo entrará en mi mascota cuando yo lo desee. Así que has de reservar tu leche y tus energías para él. Te meteré dentro de este casto aparato ese rabo tan desinflado que ahora tienes, después de la tremenda follada que le has metido a Jul y solamente yo guardaré la llave. Mientras no te abra la jaula tu pajarito estará entre rejas y ni lo podrás tocar, ni te empalmarás, por supuesto. A ver como te dejó el culo?... Vaya!... Se lo has puesto como un pimiento rojo. Y además parece algo inflamado. Cuantas veces te corriste, abusón?”.
El mastín, perplejo al ver su churra encerrada, contestó con miedo en los ojos: “Creo que una, mi amo”.
Y el señor añadió: “Pues fue larga e intensa la monta... No lo crees, Jul?”.
“Sí, mi amo”, le respondió el chico sin atreverse a mirarlo.
Pero Manuel insistió: “Te gustó... cumplió como un buen macho?”. Jul se lo pensó antes de hablar, y dijo viéndole al os ojos a su señor: “Sí, mi amo. Se portó como un semental y me ha llenado el vientre con su semen. Si fuese una buena perra seguro que me habría preñado con una buena camada, mi señor. Pero soy una zorra y no sirvo ni para eso, Mi amo”.
Manuel le atizó dos guantazos en la boca y le gritó: “Sólo te pregunté si te había gustado, puta! No tienes derecho ni a opinar sobre ti mismo! Sólo yo diré si eres o no una zorra y para lo que sirves. Perro cabrón! Me habéis puesto muy caliente con vuestro jadeos y el regodeo que os habéis montado... Y como hasta un par de horas le has dejado el ojo del culo fuera de servicio a mi mascota, usaré el tuyo, Bom... Ponte a cuatro patas sobre la cama, que tú también sabes ser una buena zorra cuando pones el culo. Rápido! Abrete de patas que ahora no se te va a poner tiesa con la armadura puesta”.
Esta vez Jul no quedó impasible al ver la humillación del mastín. Y su cara dejó traslucir el dolor y la angustia que le causó verlo aguantar sin excitación la terrible cabalgada que le calcaba su amo, montado en sus ancas y hundiéndole su garrocha en el culo. Se hubiera cambiado por él y no por el vicio de sufrir o ser usado por su dios, sino por ahorrarle aquella vejación que padecía su estimado hermano. Pero sólo eran miserables bestias, cuyo máximo destino era la satisfacción de su señor.
De repente Manuel sacó la verga del culo de Bom y dijo: “Prefiero reservarme para mi nuevo cachorrillo. Bom, vete y dile a Adem que me traiga a Ermo... Sólo he dicho que se vaya el mastín. Tú te quedas. Ya sabes que al cachorrillo le pone que estés delante cuando lo follo. Date prisa Bom, que no me gusta esperar estando tan caliente y cachondo. Necesito romper un culito y el de ese perrillo me pone ciego sólo con verlo... Y esta noche no quiero más agujero que el suyo”.
“Aquí está tu cachorro, señor”, dijo Adem con el perrillo a su lado.
Y Manuel añadió: “Bien... Puedes irte. Y tú acércate, Ermo... Ven... Creías que me había olvidado de ti y esa cosita tan rica que tienes detrás? No... Voy a jugar contigo un rato y luego dormirás a mi lado... Contento?”.
“Sí, mi amo”, dijo el crío lleno de júbilo.
“Pues vamos”, dijo Manuel.
Puso al chaval sobre sus rodillas con el culito para arriba y continuó: “Jul, cómele el ano y métele la lengua que lo quiero jugoso para no dañarme la polla al clavársela... Quiero darle fuerte como si fueses tú el que pone el culo para joderlo... Mete más la lengua que yo le abro las nalgas para que entre mejor... Vale. Basta... Ahora siéntate en la cama a mi lado, Jul... Ermo, levántate y ponte de igual forma sobre los muslos de tu hermano... Eso es... Jul ya sabes que lo que más me pone es sentir el calor de unas nalgas recién zurradas cuando les pego mi barriga para calcar bien adentro. Azótalo... Con la mano, pero fuerte. Que queden rojas y ardiendo para satisfacerme al montarlo... Vamos... A que esperas?”.
Tanto Jul como el perrillo miraban a su amo con el gesto descompuesto. Y al cachorro se le atragantó la saliva en la garganta al querer tragar. Pero su amo iba en serio. Quería que él le pegase al cachorrillo y no para hacer una gracia. Cada golpe sobre la carne tersa del perrillo le iba a escocer en el alma y a producir un daño mayor que los más crueles latigazos que su señor pudiese darle sobre su espalda. Y empezó la cuenta descargando con rabia los azotes que desgarraban su corazón.
Treinta, dijo y el amo paró la cuenta. Jul se echó de bruces y estrelló su pena contra el suelo, apretando los puños para no llorar ante su amo, mientras éste le daba por el culo enrojecido al cachorrillo, sin la menor piedad para el escozor de sus nalgas ardientes y doloridas.
Cuando concluyó de fornicar y dejó a Ermo repleto de leche por detrás y sin gota en las bolas, se tumbó boca arriba en la cama y les dijo a los dos cachorros: “Ahora acostaros uno a cada lado y a dormir... Ya no hay más regalos para nadie”. Besó a los dos chavales, como si acabase de darles caramelos, y los apretó contra su pecho acariciando sus cabezas. Y al notar que el cachorrillo ya dormía plácidamente, se volvió hacia Jul y le enjugó las lágrimas que aún caían por sus mejillas. Y le susurró: “Todo eso lo he hecho por amor a ti, mi cachorro... Puede que no lo entiendas pero es así. Bésame y date la vuelta por si en mitad de la noche mi verga quiere entrar en ti... Ahora duerme”.
Y Manuel quedó dormido con la boca apoyada en el cuello de su amado cachorro, que aún seguía despierto.
lunes, 19 de marzo de 2012
Capítulo 41 / El retorno
Jul fue el primero en despertarse y el cachorrillo estaba acurrucado junto a su amo, como un lobezno que busca la protección bajo el vientre de la loba. Manuel dormía también y el cachorro recordaba cada segundo de la noche pasada.
Se habían acostado temprano, como les dijo el amo, los tres en la misma cama y con el dueño en el medio de los cachorros, y ya empezando a coger el sueño, Ermo dijo a su señor: “Amo, puedo preguntarte algo?”. “Dime, pero duérmete enseguida”, le advirtió Manuel. “A mi también me pondrás lo que lleva Jul ahí abajo?”, preguntó el cachorrillo tocándose la entrepierna. Manuel sonrió y le dijo: “Sí... Cuando lleguemos a casa te lo apondré también. Y ahora duérmete”. Pero el perrillo insistió: “Con eso siempre seré tuyo y nunca me venderás, verdad amo?”. El amo apretó al chico con un brazo y le contestó: “Ermo , ya eres mío y nunca te vendería, tengas o no eso en tu cuerpo. Duerme tranquilo que siempre estarás conmigo”, y besó al chiquillo en la frente. Pero el cachorrillo siguió preguntando: “Me dolerá mucho?”. “No... A él le dolió pero a ti te hará menos daño. Y calla de una vez o te caliento y verás como duermes sin tapar el culo para que le dé el aire”, le respondió Manuel cortando el interrogatorio del chico. Y éste sólo añadió: “Gracias, amo. Te quiero mucho. Y a Jul también”. Y al poco se quedó profundamente dormido como un bebe.
Jul, despegado de Manuel, lo veía con los ojos entornados y su amo giró la cabeza hacia él y le susurró: “Quién podría no querer a este perrillo?. Es tan tierno y transparente!. Aún es puro y limpio como un diamante y necesita grandes dosis de cariño. Es triste vivir sin afecto. Verdad, Jul?”. “Sí, mi amo. Es triste vivir sin amor, mi dios”, contestó el cachorro. “Y Manuel le respondió: “Es cierto... Yo no podría vivir si tu amor... Ni tú sin el mío... Pero tenemos que querer mucho a este cachorrillo porque, aunque sólo tenga dos años menos que tú, lo considero como si hubiese salido de tu cuerpo... Jul, el sexo no tiene por que significar siempre amor, aunque pueda ser su máxima expresión exterior. Pero cuando te follo o te causo dolor a ti, ante todo hay un amor inmenso... Acércate más y nunca te alejes porque tenga a otro cachorro en mis brazos... Y menos a éste encanto de criatura. Ven. Abrázate a mi cuello que tú siempre serás el más hermoso para mi”.
Jul se aferró a su señor como si fuese la tabla para un náufrago, cuando está a punto de ahogarse en plena tormenta, y lo besó en la boca descargando la tensión acumulada en su alma por sus dudas y resquemores.
Y le habló al amo: “Te amo, mi señor, y siempre seré lo que tu desees y ordenes. Pero si me va a volver a follar Bom, sólo podré pensar que me lo haces tú”. Pero Manuel le preguntó: “Es que no sentiste su verga cuando te la metió conmigo? No te dio placer o al menos morbo tener los dos rabos en el culo?”
Y el chico contestó: “Sí la sentí, pero quise creer que era tu polla la que se duplicaba dentro de mi... Y sí me gustó sentirme tan lleno... Y también me dolió, porque los dos gastáis buenos calibres, pero luego, estaba tan abierto que me daba mucho morbo notar el aire entrando en mi culo. Sobre todo después de metérmela también el otro. Menudo rejón de castigo que tiene el puto negrito!... Creo que nunca tuve tanta leche en mi barriga, amo”.
Manuel se rió sin hacer ruido apenas y le dijo: “Qué cabrón! Así que en el fondo te lo pasaste teta! Pues a mi me puso muy caliente rozarme con ellos dentro de ti. Y en ese momento te quise hasta el delirio. Tienen unos cipotes de cojones los dos machitos de la casa! Y el negro es una pasada follando! Mezclar mi semen con el de ellos en tu vientre me puso a cien.... Me encanta tocarte esta barriguita tan plana y siempre templada.... Joder!. Ya la tienes como un tarugo de empinada!”
“Y la tuya?. Si está más dura revienta!, mi amo”, puntualizó el chaval.
“Sí...ponte de lado y echa el culo para atrás... Y no gimas muy alto para no despertar al perrillo... Separa un poco la nalga con la mano... Así... Uffff. Cómo entra cuando estás caliente como una zorra... Quiero hacértelo despacio. Sin violencia... Gozando los latidos de tu cuerpo y la calidez de tu vida, que es mía... Me gusta notar el arillo de tu ano circundando mi verga.... Jul, jamás podré pasar de ti y olvidar tu olor y el tacto de tu piel. Mi amor... Mi amor... Quisiera poder hacerte un hijo de verdad, pero me conformaré con el cachorrillo... Si te corres no te muevas ni hagas nada, porque cuando te llene no la voy a sacar. Dormiremos pegados y unidos hasta que nos separe el sueño.
Jul sonrió y se pegó a su amo buscando su calor. Ya sabía, sin ninguna sombra, cual era su sitio en la casa de su señor y, sobre todo, en su corazón. Ahora no sólo quería ser montado por los otros machos de la casa, sino que deseaba ofrecer su placer a su dios. Y si entraban en él junto con la polla de su señor, mejor, puesto que volvería a notar su ano tremendamente dilatado y caliente. Y el ardor por todo el recto después de semejantes folladas, lo dejaría como una gata maullando después de cubrirla todos los gatos del callejón. Y, por supuesto, no sólo se excitaría viendo al amo ventilándose al cachorrillo cada dos por tres, sino que gozaría como si se lo estuviese calzando a él. Jul sería feliz en el sitio que su amo le reservaba en su casa.
Manuel abrió un ojo, vio los pitos de sus cachorros pidiendo guerra y dijo: “ Me meo”. Jul, rápidamente, se puso boca abajo, abierto de patas, y su amo lo montó, metiéndole la polla para mear dentro. El amo descargó en su cachorro y le dijo” Ve al water y échalo. Y vuelve pronto aquí. Que mira como está de empalmado tu hermanito”. Ermo parecía dormido todavía pero, su polla latía en el aire como un metrónomo marcando el compás. Manuel lo puso boca abajo y empezó a acariciarle la espalda y el culo.
El chico ronroneaba y paladeaba el aire como si tuviese algo rico en la boca. Y al volver, Jul se puso al lado del chico, como una perra amorosa, y lo lamió entero poniendo especial empeño en dejarle muy húmedo y lubricado el ojo del culo para ofrecérselo a su amo, sin esperar que el cachorrillo despertase del todo. Manuel, como el gran macho de una manada de yeguas, se subió a lomos del perrillo y lo montó hasta preñarlo sin dejar que moviese ni un músculo. Al otro cachorro le bastó verlo para correrse también, después de recoger en la mano el semen del cachorrillo para lamerlo, puesto que la monta había despejado completamente a Ermo.
El amo se levantó y le dijo a Jul: “Voy al baño... Vacía al cachorrillo con tus dedos y cómete mi leche también”. “Sí, mi amo... Te doy las gracias porque hoy me desperté con mucha hambre, señor”, contestó Jul.
Y dijo Manuel: “Ya veo. Este perrillo también da buena leche por lo que parece... Y aprovechaste la tuya?”. “Sí , amo. También la tomé sin tu permiso... Perdóname, por coger algo que es tuyo sin pedírtelo. No lo haré más, mi señor”, contestó Jul bajando la vista.
“Está bien... Por esta vez no hay represalias... Pero pide las cosas, no vaya a ser que se te atraganten de una hostia”, le reprendió su dueño. Y el cachorro asintió: “Sí, mi amo..Perdón otra vez, mi señor. Y gracias por ser generoso con tus perros”.
Y Manuel añadió: “cuando termines de sacar toda mi leche del culo del perrillo, pide mi desayuno a recepción que tenemos que irnos en cuanto lo tome. Y no olvides algo para Ermo y para ti... Leche y unas galletas, por ejemplo... Y fruta, también. Os hacen falta vitaminas para estar lustrosos. Y después del desayuno, os ducháis, os ponéis la ropa y a salir por la puerta del hotel con vuestro “papá”, tan pimpantes y reguapos, porque vamos a comprar regalos para tus otros hermanos. Ah. Como a Ermo le cuesta bastante diferenciar el trato en la calle o entre cuatro paredes, establezco un código. Una clave secreta. Si alguien puede oírnos la palabra “amo” la sustituimos por “manu”, de Manuel. Entendido?”. “Sí, amo”, oyó decir el señor a sus cachorros.
El amo vertió leche en un cuenco de cristal y desmigó en ella unas galletas para que desayunasen sus cachorros, mojando los hocicos al mismo tiempo lo dos. El se tomó un café cargado, como siempre, y tostadas con aceite de oliva. Y para terminar fruta, tanto para él como para sus perros, que la pelaba y se la daba en la boca con la mano. Luego Los cachorros bebieron agua en el mismo recipiente y Manuel los mandó juntos a la ducha. Jul parecía una madraza cuidando del aseo del cachorrillo y éste se dejaba querer por el cachorro, al que quería parecerse cada vez más.
Y antes de media mañana ya habían hecho las compras, y arrancaban para desandar el camino, rumbo a la finca, deseosos de ver cuanto antes al resto de la familia. Manuel echaba de menos tanto a sus cachorros como a su criado y ahora también a los parientes africanos de éste. Que también debía marcarlos, porque los consideraba sus esclavos y los usaba como tal. Cada vez era más grande su familia, pero estaba orgulloso de un clan tan bien escogido y organizado.
La ventanillas del coche le eran pocas a Ermo para ver todo lo que pasaba ante su mirada. Iba loco de contento y no paraba de moverse de un lado al otro para no perder detalle de lo que hubiese a ambos lados del camino. “Jul, cuando lleguemos a una gasolinera te sientas atrás con Ermo a ver si para un poco. Cuéntale algo o que te chupe la polla, pero que se esté quieto o le pongo el culo que hace el viaje de rodillas.
“Perdón, amo”, dijo el perrillo, y siguió: “Es que casi no recuerdo ir en un coche viendo por las ventanillas, ni vi nunca tantas cosas”.
“Es que nunca fuiste en coche?”, preguntó el amo.
“En una furgoneta encerrado y sin poder ver nada hasta que tú me compraste y no volví con aquel tío, amo”, contestó el chico recordando la tristeza de ese tiempo.
Manuel vio la mirada dulce del perrillo por el retrovisor y dijo: “Eso no justifica que no estés quieto ni un minuto”. “No hace falta parar para que pase al asiento de atrás, señor... Me meto entre los dos delanteros y ya está, amo”, dijo Jul, queriendo estar con Ermo y evitar que le calentase el culo su dueño.
“No. Falta poco para llegar a una estación de servicio y de paso meáis”, sentenció Manuel.
Al bajar del todo terreno, Jul se acercó a Manuel y le dijo en voz baja: “Manu, ten paciencia con Ermo y no lo castigues demasiado, por favor. Es como un niño en muchos aspectos, señor”.
“Jul! Crees que no me doy cuenta y no sé como sois cada uno de vosotros? Si tengo paciencia contigo y eso que a veces me la agotas, cómo no voy a tenerla con esta criatura! Aún le queda por aprender, pero será un buen perro... Y tú no te pases que al llegar a casa te arreglo. No crees que te tomas demasiadas confianzas osando hablarme así?”.
“Estamos en la calle, manu. Tu me has dicho que fuera de casa soy tu amante y no sólo tu perro”, replicó Jul.
Manuel lo atravesó con la mirada y dijo: “A un animal hay que enseñarlo de pequeño para que no adquiera mañas. Luego se resabia y es más difícil... Y tú ya estás bastante resabiado, pero pronto te meto en cintura otra vez... Entra en la parte de atrás del coche y ponte a cuatro patas... Ermo ven aquí... Espera al lado de esta puerta sin moverte... Jul, no sé si lo que buscas es una zurra o un polvo, pero te voy a meter lo segundo y la paliza te la doy en casa. Ahora haz como que buscas un paquete y yo como que te estoy ayudando por detrás”. Manuel arrimó el portón del automóvil, le dejó el culo al aire al cachorro y fornicó con él allí mismo. Al rato oyeron la voz del cachorrillo, al pie del coche : “Manu. Viene gente!”. Y la voz entrecortada del amo le contestó: “Este... guarro... ya manchó... el suelo... del... maletero.... y... yo... lo estoy... preñando a élllllll......”.
De camino otra vez Jul jugaba con el perrillo en el asiento trasero y éste volvió a abrir la boca para decir lo que tenía en mente: “Amo. La próxima vez que pares me follas a mi en el maletero?”.
Tanto Manuel como Jul se echaron a reír y dijo el señor: “Tú nunca te cansas. Qué culo hambriento! Seguro que si saca la polla por la ventanilla nos sirve de antena. Ha que va empalmado el muy puto?. “Sí, amo... Creo que aún no lo he visto con el pito desinflado del todo a este jodido perro”, respondió Jul.
“Pues hazle una paja a ver si se tranquiliza, que aún falta un buen trecho para llegar a otra zona de descanso o a una estación de servicio”, le dijo Manuel.
Y la mascota aclaró: “Con la mano o se la chupo, amo?”. “Joder!. Si tienes ganas de leche, mámasela... Y que se corra dos veces seguidas que a este le dura poco la picha baja”, le ordenó su dueño.
Y entre mamada, juegos, risas y otro polvo al perrillo, con comida de rabo al amo y a Jul, en un área de descanso, Manuel y sus dos cachorros retornaron a la finca antes que fuese noche cerrada.
Se habían acostado temprano, como les dijo el amo, los tres en la misma cama y con el dueño en el medio de los cachorros, y ya empezando a coger el sueño, Ermo dijo a su señor: “Amo, puedo preguntarte algo?”. “Dime, pero duérmete enseguida”, le advirtió Manuel. “A mi también me pondrás lo que lleva Jul ahí abajo?”, preguntó el cachorrillo tocándose la entrepierna. Manuel sonrió y le dijo: “Sí... Cuando lleguemos a casa te lo apondré también. Y ahora duérmete”. Pero el perrillo insistió: “Con eso siempre seré tuyo y nunca me venderás, verdad amo?”. El amo apretó al chico con un brazo y le contestó: “Ermo , ya eres mío y nunca te vendería, tengas o no eso en tu cuerpo. Duerme tranquilo que siempre estarás conmigo”, y besó al chiquillo en la frente. Pero el cachorrillo siguió preguntando: “Me dolerá mucho?”. “No... A él le dolió pero a ti te hará menos daño. Y calla de una vez o te caliento y verás como duermes sin tapar el culo para que le dé el aire”, le respondió Manuel cortando el interrogatorio del chico. Y éste sólo añadió: “Gracias, amo. Te quiero mucho. Y a Jul también”. Y al poco se quedó profundamente dormido como un bebe.
Jul, despegado de Manuel, lo veía con los ojos entornados y su amo giró la cabeza hacia él y le susurró: “Quién podría no querer a este perrillo?. Es tan tierno y transparente!. Aún es puro y limpio como un diamante y necesita grandes dosis de cariño. Es triste vivir sin afecto. Verdad, Jul?”. “Sí, mi amo. Es triste vivir sin amor, mi dios”, contestó el cachorro. “Y Manuel le respondió: “Es cierto... Yo no podría vivir si tu amor... Ni tú sin el mío... Pero tenemos que querer mucho a este cachorrillo porque, aunque sólo tenga dos años menos que tú, lo considero como si hubiese salido de tu cuerpo... Jul, el sexo no tiene por que significar siempre amor, aunque pueda ser su máxima expresión exterior. Pero cuando te follo o te causo dolor a ti, ante todo hay un amor inmenso... Acércate más y nunca te alejes porque tenga a otro cachorro en mis brazos... Y menos a éste encanto de criatura. Ven. Abrázate a mi cuello que tú siempre serás el más hermoso para mi”.
Jul se aferró a su señor como si fuese la tabla para un náufrago, cuando está a punto de ahogarse en plena tormenta, y lo besó en la boca descargando la tensión acumulada en su alma por sus dudas y resquemores.
Y le habló al amo: “Te amo, mi señor, y siempre seré lo que tu desees y ordenes. Pero si me va a volver a follar Bom, sólo podré pensar que me lo haces tú”. Pero Manuel le preguntó: “Es que no sentiste su verga cuando te la metió conmigo? No te dio placer o al menos morbo tener los dos rabos en el culo?”
Y el chico contestó: “Sí la sentí, pero quise creer que era tu polla la que se duplicaba dentro de mi... Y sí me gustó sentirme tan lleno... Y también me dolió, porque los dos gastáis buenos calibres, pero luego, estaba tan abierto que me daba mucho morbo notar el aire entrando en mi culo. Sobre todo después de metérmela también el otro. Menudo rejón de castigo que tiene el puto negrito!... Creo que nunca tuve tanta leche en mi barriga, amo”.
Manuel se rió sin hacer ruido apenas y le dijo: “Qué cabrón! Así que en el fondo te lo pasaste teta! Pues a mi me puso muy caliente rozarme con ellos dentro de ti. Y en ese momento te quise hasta el delirio. Tienen unos cipotes de cojones los dos machitos de la casa! Y el negro es una pasada follando! Mezclar mi semen con el de ellos en tu vientre me puso a cien.... Me encanta tocarte esta barriguita tan plana y siempre templada.... Joder!. Ya la tienes como un tarugo de empinada!”
“Y la tuya?. Si está más dura revienta!, mi amo”, puntualizó el chaval.
“Sí...ponte de lado y echa el culo para atrás... Y no gimas muy alto para no despertar al perrillo... Separa un poco la nalga con la mano... Así... Uffff. Cómo entra cuando estás caliente como una zorra... Quiero hacértelo despacio. Sin violencia... Gozando los latidos de tu cuerpo y la calidez de tu vida, que es mía... Me gusta notar el arillo de tu ano circundando mi verga.... Jul, jamás podré pasar de ti y olvidar tu olor y el tacto de tu piel. Mi amor... Mi amor... Quisiera poder hacerte un hijo de verdad, pero me conformaré con el cachorrillo... Si te corres no te muevas ni hagas nada, porque cuando te llene no la voy a sacar. Dormiremos pegados y unidos hasta que nos separe el sueño.
Jul sonrió y se pegó a su amo buscando su calor. Ya sabía, sin ninguna sombra, cual era su sitio en la casa de su señor y, sobre todo, en su corazón. Ahora no sólo quería ser montado por los otros machos de la casa, sino que deseaba ofrecer su placer a su dios. Y si entraban en él junto con la polla de su señor, mejor, puesto que volvería a notar su ano tremendamente dilatado y caliente. Y el ardor por todo el recto después de semejantes folladas, lo dejaría como una gata maullando después de cubrirla todos los gatos del callejón. Y, por supuesto, no sólo se excitaría viendo al amo ventilándose al cachorrillo cada dos por tres, sino que gozaría como si se lo estuviese calzando a él. Jul sería feliz en el sitio que su amo le reservaba en su casa.
Manuel abrió un ojo, vio los pitos de sus cachorros pidiendo guerra y dijo: “ Me meo”. Jul, rápidamente, se puso boca abajo, abierto de patas, y su amo lo montó, metiéndole la polla para mear dentro. El amo descargó en su cachorro y le dijo” Ve al water y échalo. Y vuelve pronto aquí. Que mira como está de empalmado tu hermanito”. Ermo parecía dormido todavía pero, su polla latía en el aire como un metrónomo marcando el compás. Manuel lo puso boca abajo y empezó a acariciarle la espalda y el culo.
El chico ronroneaba y paladeaba el aire como si tuviese algo rico en la boca. Y al volver, Jul se puso al lado del chico, como una perra amorosa, y lo lamió entero poniendo especial empeño en dejarle muy húmedo y lubricado el ojo del culo para ofrecérselo a su amo, sin esperar que el cachorrillo despertase del todo. Manuel, como el gran macho de una manada de yeguas, se subió a lomos del perrillo y lo montó hasta preñarlo sin dejar que moviese ni un músculo. Al otro cachorro le bastó verlo para correrse también, después de recoger en la mano el semen del cachorrillo para lamerlo, puesto que la monta había despejado completamente a Ermo.
El amo se levantó y le dijo a Jul: “Voy al baño... Vacía al cachorrillo con tus dedos y cómete mi leche también”. “Sí, mi amo... Te doy las gracias porque hoy me desperté con mucha hambre, señor”, contestó Jul.
Y dijo Manuel: “Ya veo. Este perrillo también da buena leche por lo que parece... Y aprovechaste la tuya?”. “Sí , amo. También la tomé sin tu permiso... Perdóname, por coger algo que es tuyo sin pedírtelo. No lo haré más, mi señor”, contestó Jul bajando la vista.
“Está bien... Por esta vez no hay represalias... Pero pide las cosas, no vaya a ser que se te atraganten de una hostia”, le reprendió su dueño. Y el cachorro asintió: “Sí, mi amo..Perdón otra vez, mi señor. Y gracias por ser generoso con tus perros”.
Y Manuel añadió: “cuando termines de sacar toda mi leche del culo del perrillo, pide mi desayuno a recepción que tenemos que irnos en cuanto lo tome. Y no olvides algo para Ermo y para ti... Leche y unas galletas, por ejemplo... Y fruta, también. Os hacen falta vitaminas para estar lustrosos. Y después del desayuno, os ducháis, os ponéis la ropa y a salir por la puerta del hotel con vuestro “papá”, tan pimpantes y reguapos, porque vamos a comprar regalos para tus otros hermanos. Ah. Como a Ermo le cuesta bastante diferenciar el trato en la calle o entre cuatro paredes, establezco un código. Una clave secreta. Si alguien puede oírnos la palabra “amo” la sustituimos por “manu”, de Manuel. Entendido?”. “Sí, amo”, oyó decir el señor a sus cachorros.
El amo vertió leche en un cuenco de cristal y desmigó en ella unas galletas para que desayunasen sus cachorros, mojando los hocicos al mismo tiempo lo dos. El se tomó un café cargado, como siempre, y tostadas con aceite de oliva. Y para terminar fruta, tanto para él como para sus perros, que la pelaba y se la daba en la boca con la mano. Luego Los cachorros bebieron agua en el mismo recipiente y Manuel los mandó juntos a la ducha. Jul parecía una madraza cuidando del aseo del cachorrillo y éste se dejaba querer por el cachorro, al que quería parecerse cada vez más.
Y antes de media mañana ya habían hecho las compras, y arrancaban para desandar el camino, rumbo a la finca, deseosos de ver cuanto antes al resto de la familia. Manuel echaba de menos tanto a sus cachorros como a su criado y ahora también a los parientes africanos de éste. Que también debía marcarlos, porque los consideraba sus esclavos y los usaba como tal. Cada vez era más grande su familia, pero estaba orgulloso de un clan tan bien escogido y organizado.
La ventanillas del coche le eran pocas a Ermo para ver todo lo que pasaba ante su mirada. Iba loco de contento y no paraba de moverse de un lado al otro para no perder detalle de lo que hubiese a ambos lados del camino. “Jul, cuando lleguemos a una gasolinera te sientas atrás con Ermo a ver si para un poco. Cuéntale algo o que te chupe la polla, pero que se esté quieto o le pongo el culo que hace el viaje de rodillas.
“Perdón, amo”, dijo el perrillo, y siguió: “Es que casi no recuerdo ir en un coche viendo por las ventanillas, ni vi nunca tantas cosas”.
“Es que nunca fuiste en coche?”, preguntó el amo.
“En una furgoneta encerrado y sin poder ver nada hasta que tú me compraste y no volví con aquel tío, amo”, contestó el chico recordando la tristeza de ese tiempo.
Manuel vio la mirada dulce del perrillo por el retrovisor y dijo: “Eso no justifica que no estés quieto ni un minuto”. “No hace falta parar para que pase al asiento de atrás, señor... Me meto entre los dos delanteros y ya está, amo”, dijo Jul, queriendo estar con Ermo y evitar que le calentase el culo su dueño.
“No. Falta poco para llegar a una estación de servicio y de paso meáis”, sentenció Manuel.
Al bajar del todo terreno, Jul se acercó a Manuel y le dijo en voz baja: “Manu, ten paciencia con Ermo y no lo castigues demasiado, por favor. Es como un niño en muchos aspectos, señor”.
“Jul! Crees que no me doy cuenta y no sé como sois cada uno de vosotros? Si tengo paciencia contigo y eso que a veces me la agotas, cómo no voy a tenerla con esta criatura! Aún le queda por aprender, pero será un buen perro... Y tú no te pases que al llegar a casa te arreglo. No crees que te tomas demasiadas confianzas osando hablarme así?”.
“Estamos en la calle, manu. Tu me has dicho que fuera de casa soy tu amante y no sólo tu perro”, replicó Jul.
Manuel lo atravesó con la mirada y dijo: “A un animal hay que enseñarlo de pequeño para que no adquiera mañas. Luego se resabia y es más difícil... Y tú ya estás bastante resabiado, pero pronto te meto en cintura otra vez... Entra en la parte de atrás del coche y ponte a cuatro patas... Ermo ven aquí... Espera al lado de esta puerta sin moverte... Jul, no sé si lo que buscas es una zurra o un polvo, pero te voy a meter lo segundo y la paliza te la doy en casa. Ahora haz como que buscas un paquete y yo como que te estoy ayudando por detrás”. Manuel arrimó el portón del automóvil, le dejó el culo al aire al cachorro y fornicó con él allí mismo. Al rato oyeron la voz del cachorrillo, al pie del coche : “Manu. Viene gente!”. Y la voz entrecortada del amo le contestó: “Este... guarro... ya manchó... el suelo... del... maletero.... y... yo... lo estoy... preñando a élllllll......”.
De camino otra vez Jul jugaba con el perrillo en el asiento trasero y éste volvió a abrir la boca para decir lo que tenía en mente: “Amo. La próxima vez que pares me follas a mi en el maletero?”.
Tanto Manuel como Jul se echaron a reír y dijo el señor: “Tú nunca te cansas. Qué culo hambriento! Seguro que si saca la polla por la ventanilla nos sirve de antena. Ha que va empalmado el muy puto?. “Sí, amo... Creo que aún no lo he visto con el pito desinflado del todo a este jodido perro”, respondió Jul.
“Pues hazle una paja a ver si se tranquiliza, que aún falta un buen trecho para llegar a otra zona de descanso o a una estación de servicio”, le dijo Manuel.
Y la mascota aclaró: “Con la mano o se la chupo, amo?”. “Joder!. Si tienes ganas de leche, mámasela... Y que se corra dos veces seguidas que a este le dura poco la picha baja”, le ordenó su dueño.
Y entre mamada, juegos, risas y otro polvo al perrillo, con comida de rabo al amo y a Jul, en un área de descanso, Manuel y sus dos cachorros retornaron a la finca antes que fuese noche cerrada.
miércoles, 14 de marzo de 2012
Capítulo 40 / La merienda
Manuel se despertó de golpe y vio a cada lado a sus dos cachorros. Jul, dormido boca abajo y torciendo el culo hacia su amo, parecía esperar su polla, para que lo llenase como le había hecho al otro cachorro antes de comer. Y este otro, también grogui, tenía una mano sobre una nalga, con los dedos casi en la raja, como si antes de coger el sueño quisiese taparse el ano para evitar que le entrase aire después de la follada suministrada por el amo, que lo había dejado tan abierto.
El amo acarició con una mano a ambos perros para despertarlos y éstos, al mismo tiempo, le arrimaron el culo deseando ser el elegido para albergar en su vientre la verga de su señor. Manuel les acarició las ancas y les dijo: “Vamos a salir... Quiero dar un paseo con vosotros... Así que arriba los dos y daros una ducha... Y rápido, además”.
Con algo de decepción, pero dóciles como exigía su dueño, se acicalaron y vistieron con lo que Manuel les puso sobre lo cama, observándolos el amo y calentándose al verlos con sus vaqueros algo caídos de cintura y dejando ver un cacho de nalga, prieta y redonda, ajustada por calzoncillos de colores. Y abandonaron el hotel, como dos pimpollos, acompañando a un supuesto padre aún joven y atractivo, tomando rumbo hacia las Ramblas.
Ermo, parecía otro muchacho desde que pertenecía a Manuel y su cara era reflejo de una tranquilidad que le salía del fondo del alma. Era un chiquillo muy simpático y Jul no podía reprimir el celebrar alguna gracia del chico, o reírse de las muchas veces que el cachorrillo se sorprendía por cosas fútiles o simplezas que veía a su alrededor. Manuel los observaba complacido y también tenía que admitir que Ermo era un cascabel que no paraba de repiquetear con alegría.
Con lo mal que lo habría pasado el muchacho hasta entonces, había bastado un poco de cariño para cambiarle radicalmente la vida y llenarlo de ganas de vivir. Aquel perrillo con cara infantil, despertaba en Manuel cierto sentimiento paternal y quería verlo contento como cualquier otro chico de su edad, que con mejor suerte, sólo había visto la cara alegre de este mundo. Porque, si como amo era estricto y duro, su corazón de hombre albergaba una gran ternura y amor.
A la altura del mercado de Sant Josep, más conocido por “La Boqueria”, el amo les indicó que iban a entrar y advirtió a Ermo que no se separase de Jul. Desde el secuestro de Geis, Manuel nunca estaba seguro con sus cachorros en la calle, sin tenerlos a la vista en todo momento. Y lamentaba no haber traído a uno de los imesebelen por lo menos. Los cachorros curioseaban los puestos y el amo se paró en uno de frutas, verduras y hortalizas. Y les dijo: “Venir aquí... Cada uno va a elegir tres cosas que crea que puede tragarse por el ano... Pero cuidado con ser demasiado glotones y cojáis algo que luego no os entre entero, porque aparte de meterlo a la fuerza, aunque os rompa el agujero del culo, os daré una paliza que volvéis a casa baldados... habéis entendido?”.
Los dos afirmaron con la cabeza y remiraron despacio todo cuanto tuviese forma de polla para servirle de alimento anal. Jul sopesó en la mano un buen calabacín y, a tenor de la envergadura y longitud, lo consideró adecuado para su agujero. Después se decidió por un robusto pepino y terminó la elección con una berenjena bastante cabezona, mirando desafiante al cachorrillo. Ermo vigilaba a Jul y siguió sus pasos, pero prefirió escoger un calabacín no tan grande y un pepino más regular. Y como final se decantó por un plátano, gordo y medio verdoso, pero más asequible que la berenjena de Jul.
El amo pagó y pensó para si: “No es tonto este cachorrillo y sabe donde está su límite. Me gusta. Y encima tiene un culito tan jugoso que no sabes si morderlo o follarlo”.
Les dieron una bolsa con la compra, mercó también una tarrina de margarina y salieron del mercado. Y les dijo: “Ahora vamos a tomar unos helados y luego al hotel para tomaros esas sabrosas piezas, que con tanto timo habéis seleccionado para llenaros el culito”.
El helado le supo a gloria al cachorrillo y casi estuvo a punto de hacer lo mismo que en el hotel y sorberlo directamente con la boca, como le enseñó Jul para comer la carne picada puesta en un plato y en el suelo. Y, tras otro paseo, volvieron al hotel para degustar de merienda lo comprado en “La Boqueria”.
Los cachorros pusieron la compra sobre una mesa y el amo les ordenó desnudarse y tumbarse sobre la cama decúbito supino, y colocó al lado de cada uno lo que había escogido para metérselo por el esfínter. Destapó la margarina y con un trozo arañado con los dedos, les untó el agujero del culo a los dos, metiéndoles hacia dentro la manteca, y después pringó también cada uno de las piezas que se iban a embuchar sus perros.
Le dio a Jul en la diestra el calabacín, resbaladizo y pringoso de margarina, y también hizo lo mismo con Ermo dándole el suyo. Y dijo: “A merendar!. Meteros los calabacines, tragones!”.
Y los cachorros, con las patas en alto, cachondos y estirando el ojete con la mano libre, empujaban con ahínco el vegetal, que le hundía el ano hacia dentro forzando su entrada en el recto de los chavales.
Sin dilatarlos un poco y abrirles la cañería, costaba bastante insertar por el culo un calabacín, que haría un sabroso pisto manchego para varios comensales, pero Jul levantaba el trasero, apoyado en los talones, apretando los ojos y estirando los labios, y empujaba sin miedo a romperse en dos, hasta que su ano cedió y se metió el tarugo verde hasta el fondo.
Ermo lo estaba pasando peor aunque el suyo era mas moderado, pero su rosado ojete, redondito y demasiado cerrado aún, se resistía a permitir la invasión de un elemento extraño, tan consistente y rotundo. Al cachorrillo le saltaban las lágrimas y sus esfuerzos parecían inútiles, pero no se resignaba a rendirse a la terquedad de su culo para engullir un calabacín tan nutritivo y hermoso.
Manuel veía el empeño del perrillo, pero no iba a quedar más remedio que romperle el culo y molerlo a correazos por no calibrar bien la abertura de su ano. Se fue hasta el armario y cogió una cinta de cuero, ancha y flexible, y se puso delante del chico, mirándole fijamente a los ojos llenos de llanto. Y le dijo: “Te quedan tres intentos... Respira despacio y mete mucho aire. Ahora piensa que soy yo quien te penetra y calca con fuerza hasta que te abras el culo”.
El perrillo abrió los ojos desmesuradamente y aspiró como un poseso y con un movimiento de pelvis se dobló a la mitad, juntando los pies con su cara, y el calabacín entró unos centímetros por su agujero. Resoplaba y cerró los párpados cerrando con fuerza la boca y al oír la voz del amo diciendo: “Bravo. Ya está dentro!”, se fue tragando el resto casi hasta el final.
“Y ahora follaros”, gritó Manuel. Y los cachorros movieron lascivamente sus verdes consoladores, soltando babilla por el capullo como dos perrillos que no pueden catar hembra, porque otro macho más fuerte se la está cepillando en sus hocicos.
Y el amo dijo: “Putas!... Ya está bien de joderos con eso. Fuera!. Y a meter el pepino”. Y les dio el otro vegetal, bien lubricado con margarina. Este le entró a Jul sin problemas y le dio tanto impulso que casi se le incrusta entero.
Y Ermo repitió la técnica de alzar las patas y consiguió introducírselo al segundo intento. Se volvieron a follar otro rato, sin dejar de soltar suero viscoso por el pito, y su dueño le ordenó que sacasen los pepinos para seguir con la berenjena Jul y la banana el cachorrillo. Pero ahora fue a Jul al que se le atragantó la hortaliza, puesto que la eligió muy cabezona.
Manuel se acercó al cachorro y le dijo: “Como no te la metas no vuelves a probar mi polla. Ya ves que cada vez tengo más bocas y culos donde meterla... Y además te desollo a latigazos, por ansioso y por cabrón, pretendiendo competir con este pobre infeliz. Zámpate eso o lo vas a lamentar. Porque además te lo clavo yo mismo y vuelves a casa con todo dentro del culo, Puto glotón!”.
Antes muerto que perder la estima de su amo, pensó Jul. Y sin saber ni él mismo como, su esfínter se abrió como si fuese a expulsar un feto y la berenjena metió la cabezota dentro del chico para deslizarse por el recto arriba. Los ojos de Jul eran un mar de llanto y estaba rojo como una grana, pero su culo se había merendado todo sin dejar nada en el plato.
Manuel le echo mano al rabillo del morado tapón y tiró sacándolo fuera del cuerpo de Jul. El cachorro quedó agotado y respiraba cansinamente bañado en sudor. “Ahora tu plátano” le dijo a Ermo, pelando la fruta. Y añadió: “Sigue con las patas en alto, que te lo meto yo”. El cachorrillo estaba tan dilatado que la fruta se fue escondiendo en su carne, dándole gusto, porque al estar fresquito le suavizaba la irritación del culo. Y así como entró, salió entero y Manuel se inclinó sobre Jul y se lo fue dando en la boca, trocito a trocito, diciéndole: “Al final te has merecido un postre extra. Pero no intentes quedar siempre por encima de tus hermanos, porque sabes que eso no me gusta ni hace falta tampoco”. “Perdón, mi amo... No lo volveré a hacer. Mi señor”, respondió la mascota arrepentido y pidiendo disculpas con los ojos al perrillo.
Y Manuel le advirtió: “Mi paciencia también se agota, Jul. No lo olvides... Y ahora, después de la merienda tan rica y sabrosa, vamos a jugar un poco los tres en la cama... Pero antes lámele el culo a tu hermano, Ermo. Lo tiene muy a punto para que le metas la lengua dentro y le alivies el ardor que le dejaron las verduras. Ya ves que a veces le cuesta digerirlas bien. Sobre todo las de piel oscura... Pero al volver a casa verás como te acostumbras a ellas, Jul... Todo es cuestión de insistir e ir metiéndolas con frecuencia. Y para eso está Bom... Es el mastín de la casa, Ermo. Y os vais a hacer muy buenos amigos los dos. Y con Geis, Aza y Pal, también. Esos son el resto de mis cachorros y ahora tus hermanos. Muy bellos todos. Tanto como Jul y tú. Y al resto ya los verás. Sin olvidar al que nos cuida a todos, Adem. El más indispensable de toda la casa... Sigue comiéndole el culo a Jul, que mira como le gusta al muy puto que se está babando por boca y pito... Y tú, en cuanto a babilla seminal, tampoco te quedas atrás, cabroncete!... Hummmmmmm... Me encanta este culito (decía el amo, apretándole las nalgas al chico). Perrillo, te lo voy a follar ahora mismo, mientras le trabajas los cuartos traseros a tu hermano con esa lengua que luego te la voy a comer... Así ábrete bien y levanta las nalguitas par que te entre mejor... Así... Joder!, como me gusta este agujerito, aunque ahora esté un poco dado de sí... Apriétame la verga con el ojetillo... Y cuidado con correros porque os mazo a hostias... Apretar las bolas y que no salga ni una gota de leche por esos capullitos, o os ato los cojoncillos hasta que no circule la sangre por ellos. Putos de mierda!... Qué cabrón este pequeño!. Con cada pollazo tragas mejor... Hummmm. Te voy a rellenar de crema como a un pastel... Joder!... Se me ocurre una cosa. Tú, Ermo, sigue chupándosela a Jul que ahora vuelvo a joderte el culito otra vez”.
Y el amo fue hasta el teléfono y pidió a recepción que un botones subiese cuanto antes un caldero con cubos de hielo, a poder ser cilíndricos. Y al poco llamaba a la puerta una voz ya conocida por Manuel, con una cubitera de cristal tallado repleta de hielo en forma de pequeños cilindros.
“Ah. Eres tú. El que tan bien me sirvió ayer. Pues pasa al dormitorio y me echas una mano con el hielo”. Agarró al muchacho por detrás de la nuca y lo condujo a donde estaban los dos cachorros, desnudos sobre la cama, esperando el cachorrillo que siguiera su dueño dándole por el culo, mientras le mamaba la verga de su hermano.
Manuel ordenó al botones que se acercase al los cachorros y que le metiese unos cubos por el ano al perrillo. Al sexto, le dijo que ahora le tocaba al otro, echado de espaldas y abierto de patas. Y el servicial muchacho se inclinó buscando el ojete de Jul para meterle otros seis cilindros de hielo. Mientras le refrescaba el recto a la mascota, Manuel le había bajado los pantalones y calzoncillos al botones y ahora fue él quien le introdujo al muchacho los correspondientes trocitos helados por el culo.
Ya los tenía a los tres chavales refrigerados por dentro y con los esfínteres contraídos por el frío y ahora sólo le faltaba elegir en que agujero metería su tranca. Los colocó en batería de rodillas sobre la cama. Y empujó por la espalda al perrillo y volvió a calzarlo para darle unos cuantos bombeos, pero la sacó y le golpeó en la espalda a Jul para que se doblase como un perro, abriéndose como una zorra para que su dueño se la metiese hasta los huevos si quería. Otro mete saca en su mascota y le llegó el turno al botones, pero antes de endiñársela le repuso la refrigeración con tres cubos más y también lo dobló en cuatro y se la enchufó, oyendo los quejidos del chico que pronto se volvieron suspiros de placer. “Eres bien puta, jodido!”, exclamó Manuel y siguió estimulando al muchacho: “Para ser el segundo polvo que te meto ya jodes como una profesional del sexo!... Está claro. El que nace puta pronto aprende a poner el culo... Así muévelo en redondo y no toques a mi mascota que aún no te di permiso para eso (le advirtió propinándole una fuerte palmada en una nalga). Tú sólo déjate follar, que las posaderas de tus vecinos son cosa mía... Síiii... Ufff... Vamos a cambiar de postura... Date la vuelta y tumbate panza arriba... Eso es... Ahora levanta las piernas... Así... Y adentro otra vez”. El chaval acusó el puntazo al clavársela hasta el fondo, pero ni su minga ni su boca cesaban de segregar babas. Y dijo el amo: “Vosotros dos cruzaros a cuatro patas sobre su boca y meterle las polla juntas para que fabrique aún mas jugos. Que mi secreción de semen te la vas a llevar dentro de la barriga, jodido lascivo!. Y cuando yo lo diga os corréis los tres... Porque a vosotros os voy a dejar para esta noche”, les dijo el señor a sus perros.
El botones quedó atiborrado de leche y casi sin terminar de abrocharse los pantalones salió corriendo de la suite porque alguien requería sus servicios. Los cachorros cansados y echando agua todavía fría por el ano, esperaban que les tenía preparado su dueño a continuación. Pero Jul no podía apartar de su cabeza las palabras de Manuel al decir que le costaba digerir bien las de piel oscura. Y que se acostumbraría a ellas al volver a casa, porque era cuestión de insistir y meterlas con frecuencia. Y para eso estaba Bom. Acaso quiso decir que una vez en casa dejaría de ser su mascota y su culo estaría también a disposición del mastín?. Ese nuevo perrillo sería su sustituto en la cama de su señor por las noches?. El amo ya había repetido varias veces lo mucho que le gustaba el culito del cachorrillo y bastaba con ver como lo follaba para darse cuenta de lo que disfrutaba Manuel con su recién adquirido juguete. Quizás iba a ser el chaval que tanta pena le dio quien lo desplazase?. El amor puede que sea más duradero, pero la atracción sexual en los hombres es mucho más efímera y llega un momento en que indefectiblemente se inclina por carne nueva.
La expresión de Jul se ensombreció y Manuel dijo: “Ya queda poco para volver a casa y ponerse cada cual en su sitio. Pero vamos a disfrutar el resto del viaje. Acabáis de merendar, pero encargaré la cena pronto. Quiero salir temprano. El viaje es largo. Vamos a ducharnos los tres”. Lo que equivalía a decir que aunque dije que os follaría esta noche, ahora os voy a dar por culo en la ducha, porque no podré contenerme viendo esos pitos duros y los culos enjabonados pidiendo a gritos “fóllame”. Y se los folló, por supuesto. Y además, les dio unas palmadas sonoras para hacerlos entrar en calor, después del hielo tan frío, y los chavales se frotaban las nalgas para apaciguar el picor.
El amo acarició con una mano a ambos perros para despertarlos y éstos, al mismo tiempo, le arrimaron el culo deseando ser el elegido para albergar en su vientre la verga de su señor. Manuel les acarició las ancas y les dijo: “Vamos a salir... Quiero dar un paseo con vosotros... Así que arriba los dos y daros una ducha... Y rápido, además”.
Con algo de decepción, pero dóciles como exigía su dueño, se acicalaron y vistieron con lo que Manuel les puso sobre lo cama, observándolos el amo y calentándose al verlos con sus vaqueros algo caídos de cintura y dejando ver un cacho de nalga, prieta y redonda, ajustada por calzoncillos de colores. Y abandonaron el hotel, como dos pimpollos, acompañando a un supuesto padre aún joven y atractivo, tomando rumbo hacia las Ramblas.
Ermo, parecía otro muchacho desde que pertenecía a Manuel y su cara era reflejo de una tranquilidad que le salía del fondo del alma. Era un chiquillo muy simpático y Jul no podía reprimir el celebrar alguna gracia del chico, o reírse de las muchas veces que el cachorrillo se sorprendía por cosas fútiles o simplezas que veía a su alrededor. Manuel los observaba complacido y también tenía que admitir que Ermo era un cascabel que no paraba de repiquetear con alegría.
Con lo mal que lo habría pasado el muchacho hasta entonces, había bastado un poco de cariño para cambiarle radicalmente la vida y llenarlo de ganas de vivir. Aquel perrillo con cara infantil, despertaba en Manuel cierto sentimiento paternal y quería verlo contento como cualquier otro chico de su edad, que con mejor suerte, sólo había visto la cara alegre de este mundo. Porque, si como amo era estricto y duro, su corazón de hombre albergaba una gran ternura y amor.
A la altura del mercado de Sant Josep, más conocido por “La Boqueria”, el amo les indicó que iban a entrar y advirtió a Ermo que no se separase de Jul. Desde el secuestro de Geis, Manuel nunca estaba seguro con sus cachorros en la calle, sin tenerlos a la vista en todo momento. Y lamentaba no haber traído a uno de los imesebelen por lo menos. Los cachorros curioseaban los puestos y el amo se paró en uno de frutas, verduras y hortalizas. Y les dijo: “Venir aquí... Cada uno va a elegir tres cosas que crea que puede tragarse por el ano... Pero cuidado con ser demasiado glotones y cojáis algo que luego no os entre entero, porque aparte de meterlo a la fuerza, aunque os rompa el agujero del culo, os daré una paliza que volvéis a casa baldados... habéis entendido?”.
Los dos afirmaron con la cabeza y remiraron despacio todo cuanto tuviese forma de polla para servirle de alimento anal. Jul sopesó en la mano un buen calabacín y, a tenor de la envergadura y longitud, lo consideró adecuado para su agujero. Después se decidió por un robusto pepino y terminó la elección con una berenjena bastante cabezona, mirando desafiante al cachorrillo. Ermo vigilaba a Jul y siguió sus pasos, pero prefirió escoger un calabacín no tan grande y un pepino más regular. Y como final se decantó por un plátano, gordo y medio verdoso, pero más asequible que la berenjena de Jul.
El amo pagó y pensó para si: “No es tonto este cachorrillo y sabe donde está su límite. Me gusta. Y encima tiene un culito tan jugoso que no sabes si morderlo o follarlo”.
Les dieron una bolsa con la compra, mercó también una tarrina de margarina y salieron del mercado. Y les dijo: “Ahora vamos a tomar unos helados y luego al hotel para tomaros esas sabrosas piezas, que con tanto timo habéis seleccionado para llenaros el culito”.
El helado le supo a gloria al cachorrillo y casi estuvo a punto de hacer lo mismo que en el hotel y sorberlo directamente con la boca, como le enseñó Jul para comer la carne picada puesta en un plato y en el suelo. Y, tras otro paseo, volvieron al hotel para degustar de merienda lo comprado en “La Boqueria”.
Los cachorros pusieron la compra sobre una mesa y el amo les ordenó desnudarse y tumbarse sobre la cama decúbito supino, y colocó al lado de cada uno lo que había escogido para metérselo por el esfínter. Destapó la margarina y con un trozo arañado con los dedos, les untó el agujero del culo a los dos, metiéndoles hacia dentro la manteca, y después pringó también cada uno de las piezas que se iban a embuchar sus perros.
Le dio a Jul en la diestra el calabacín, resbaladizo y pringoso de margarina, y también hizo lo mismo con Ermo dándole el suyo. Y dijo: “A merendar!. Meteros los calabacines, tragones!”.
Y los cachorros, con las patas en alto, cachondos y estirando el ojete con la mano libre, empujaban con ahínco el vegetal, que le hundía el ano hacia dentro forzando su entrada en el recto de los chavales.
Sin dilatarlos un poco y abrirles la cañería, costaba bastante insertar por el culo un calabacín, que haría un sabroso pisto manchego para varios comensales, pero Jul levantaba el trasero, apoyado en los talones, apretando los ojos y estirando los labios, y empujaba sin miedo a romperse en dos, hasta que su ano cedió y se metió el tarugo verde hasta el fondo.
Ermo lo estaba pasando peor aunque el suyo era mas moderado, pero su rosado ojete, redondito y demasiado cerrado aún, se resistía a permitir la invasión de un elemento extraño, tan consistente y rotundo. Al cachorrillo le saltaban las lágrimas y sus esfuerzos parecían inútiles, pero no se resignaba a rendirse a la terquedad de su culo para engullir un calabacín tan nutritivo y hermoso.
Manuel veía el empeño del perrillo, pero no iba a quedar más remedio que romperle el culo y molerlo a correazos por no calibrar bien la abertura de su ano. Se fue hasta el armario y cogió una cinta de cuero, ancha y flexible, y se puso delante del chico, mirándole fijamente a los ojos llenos de llanto. Y le dijo: “Te quedan tres intentos... Respira despacio y mete mucho aire. Ahora piensa que soy yo quien te penetra y calca con fuerza hasta que te abras el culo”.
El perrillo abrió los ojos desmesuradamente y aspiró como un poseso y con un movimiento de pelvis se dobló a la mitad, juntando los pies con su cara, y el calabacín entró unos centímetros por su agujero. Resoplaba y cerró los párpados cerrando con fuerza la boca y al oír la voz del amo diciendo: “Bravo. Ya está dentro!”, se fue tragando el resto casi hasta el final.
“Y ahora follaros”, gritó Manuel. Y los cachorros movieron lascivamente sus verdes consoladores, soltando babilla por el capullo como dos perrillos que no pueden catar hembra, porque otro macho más fuerte se la está cepillando en sus hocicos.
Y el amo dijo: “Putas!... Ya está bien de joderos con eso. Fuera!. Y a meter el pepino”. Y les dio el otro vegetal, bien lubricado con margarina. Este le entró a Jul sin problemas y le dio tanto impulso que casi se le incrusta entero.
Y Ermo repitió la técnica de alzar las patas y consiguió introducírselo al segundo intento. Se volvieron a follar otro rato, sin dejar de soltar suero viscoso por el pito, y su dueño le ordenó que sacasen los pepinos para seguir con la berenjena Jul y la banana el cachorrillo. Pero ahora fue a Jul al que se le atragantó la hortaliza, puesto que la eligió muy cabezona.
Manuel se acercó al cachorro y le dijo: “Como no te la metas no vuelves a probar mi polla. Ya ves que cada vez tengo más bocas y culos donde meterla... Y además te desollo a latigazos, por ansioso y por cabrón, pretendiendo competir con este pobre infeliz. Zámpate eso o lo vas a lamentar. Porque además te lo clavo yo mismo y vuelves a casa con todo dentro del culo, Puto glotón!”.
Antes muerto que perder la estima de su amo, pensó Jul. Y sin saber ni él mismo como, su esfínter se abrió como si fuese a expulsar un feto y la berenjena metió la cabezota dentro del chico para deslizarse por el recto arriba. Los ojos de Jul eran un mar de llanto y estaba rojo como una grana, pero su culo se había merendado todo sin dejar nada en el plato.
Manuel le echo mano al rabillo del morado tapón y tiró sacándolo fuera del cuerpo de Jul. El cachorro quedó agotado y respiraba cansinamente bañado en sudor. “Ahora tu plátano” le dijo a Ermo, pelando la fruta. Y añadió: “Sigue con las patas en alto, que te lo meto yo”. El cachorrillo estaba tan dilatado que la fruta se fue escondiendo en su carne, dándole gusto, porque al estar fresquito le suavizaba la irritación del culo. Y así como entró, salió entero y Manuel se inclinó sobre Jul y se lo fue dando en la boca, trocito a trocito, diciéndole: “Al final te has merecido un postre extra. Pero no intentes quedar siempre por encima de tus hermanos, porque sabes que eso no me gusta ni hace falta tampoco”. “Perdón, mi amo... No lo volveré a hacer. Mi señor”, respondió la mascota arrepentido y pidiendo disculpas con los ojos al perrillo.
Y Manuel le advirtió: “Mi paciencia también se agota, Jul. No lo olvides... Y ahora, después de la merienda tan rica y sabrosa, vamos a jugar un poco los tres en la cama... Pero antes lámele el culo a tu hermano, Ermo. Lo tiene muy a punto para que le metas la lengua dentro y le alivies el ardor que le dejaron las verduras. Ya ves que a veces le cuesta digerirlas bien. Sobre todo las de piel oscura... Pero al volver a casa verás como te acostumbras a ellas, Jul... Todo es cuestión de insistir e ir metiéndolas con frecuencia. Y para eso está Bom... Es el mastín de la casa, Ermo. Y os vais a hacer muy buenos amigos los dos. Y con Geis, Aza y Pal, también. Esos son el resto de mis cachorros y ahora tus hermanos. Muy bellos todos. Tanto como Jul y tú. Y al resto ya los verás. Sin olvidar al que nos cuida a todos, Adem. El más indispensable de toda la casa... Sigue comiéndole el culo a Jul, que mira como le gusta al muy puto que se está babando por boca y pito... Y tú, en cuanto a babilla seminal, tampoco te quedas atrás, cabroncete!... Hummmmmmm... Me encanta este culito (decía el amo, apretándole las nalgas al chico). Perrillo, te lo voy a follar ahora mismo, mientras le trabajas los cuartos traseros a tu hermano con esa lengua que luego te la voy a comer... Así ábrete bien y levanta las nalguitas par que te entre mejor... Así... Joder!, como me gusta este agujerito, aunque ahora esté un poco dado de sí... Apriétame la verga con el ojetillo... Y cuidado con correros porque os mazo a hostias... Apretar las bolas y que no salga ni una gota de leche por esos capullitos, o os ato los cojoncillos hasta que no circule la sangre por ellos. Putos de mierda!... Qué cabrón este pequeño!. Con cada pollazo tragas mejor... Hummmm. Te voy a rellenar de crema como a un pastel... Joder!... Se me ocurre una cosa. Tú, Ermo, sigue chupándosela a Jul que ahora vuelvo a joderte el culito otra vez”.
Y el amo fue hasta el teléfono y pidió a recepción que un botones subiese cuanto antes un caldero con cubos de hielo, a poder ser cilíndricos. Y al poco llamaba a la puerta una voz ya conocida por Manuel, con una cubitera de cristal tallado repleta de hielo en forma de pequeños cilindros.
“Ah. Eres tú. El que tan bien me sirvió ayer. Pues pasa al dormitorio y me echas una mano con el hielo”. Agarró al muchacho por detrás de la nuca y lo condujo a donde estaban los dos cachorros, desnudos sobre la cama, esperando el cachorrillo que siguiera su dueño dándole por el culo, mientras le mamaba la verga de su hermano.
Manuel ordenó al botones que se acercase al los cachorros y que le metiese unos cubos por el ano al perrillo. Al sexto, le dijo que ahora le tocaba al otro, echado de espaldas y abierto de patas. Y el servicial muchacho se inclinó buscando el ojete de Jul para meterle otros seis cilindros de hielo. Mientras le refrescaba el recto a la mascota, Manuel le había bajado los pantalones y calzoncillos al botones y ahora fue él quien le introdujo al muchacho los correspondientes trocitos helados por el culo.
Ya los tenía a los tres chavales refrigerados por dentro y con los esfínteres contraídos por el frío y ahora sólo le faltaba elegir en que agujero metería su tranca. Los colocó en batería de rodillas sobre la cama. Y empujó por la espalda al perrillo y volvió a calzarlo para darle unos cuantos bombeos, pero la sacó y le golpeó en la espalda a Jul para que se doblase como un perro, abriéndose como una zorra para que su dueño se la metiese hasta los huevos si quería. Otro mete saca en su mascota y le llegó el turno al botones, pero antes de endiñársela le repuso la refrigeración con tres cubos más y también lo dobló en cuatro y se la enchufó, oyendo los quejidos del chico que pronto se volvieron suspiros de placer. “Eres bien puta, jodido!”, exclamó Manuel y siguió estimulando al muchacho: “Para ser el segundo polvo que te meto ya jodes como una profesional del sexo!... Está claro. El que nace puta pronto aprende a poner el culo... Así muévelo en redondo y no toques a mi mascota que aún no te di permiso para eso (le advirtió propinándole una fuerte palmada en una nalga). Tú sólo déjate follar, que las posaderas de tus vecinos son cosa mía... Síiii... Ufff... Vamos a cambiar de postura... Date la vuelta y tumbate panza arriba... Eso es... Ahora levanta las piernas... Así... Y adentro otra vez”. El chaval acusó el puntazo al clavársela hasta el fondo, pero ni su minga ni su boca cesaban de segregar babas. Y dijo el amo: “Vosotros dos cruzaros a cuatro patas sobre su boca y meterle las polla juntas para que fabrique aún mas jugos. Que mi secreción de semen te la vas a llevar dentro de la barriga, jodido lascivo!. Y cuando yo lo diga os corréis los tres... Porque a vosotros os voy a dejar para esta noche”, les dijo el señor a sus perros.
El botones quedó atiborrado de leche y casi sin terminar de abrocharse los pantalones salió corriendo de la suite porque alguien requería sus servicios. Los cachorros cansados y echando agua todavía fría por el ano, esperaban que les tenía preparado su dueño a continuación. Pero Jul no podía apartar de su cabeza las palabras de Manuel al decir que le costaba digerir bien las de piel oscura. Y que se acostumbraría a ellas al volver a casa, porque era cuestión de insistir y meterlas con frecuencia. Y para eso estaba Bom. Acaso quiso decir que una vez en casa dejaría de ser su mascota y su culo estaría también a disposición del mastín?. Ese nuevo perrillo sería su sustituto en la cama de su señor por las noches?. El amo ya había repetido varias veces lo mucho que le gustaba el culito del cachorrillo y bastaba con ver como lo follaba para darse cuenta de lo que disfrutaba Manuel con su recién adquirido juguete. Quizás iba a ser el chaval que tanta pena le dio quien lo desplazase?. El amor puede que sea más duradero, pero la atracción sexual en los hombres es mucho más efímera y llega un momento en que indefectiblemente se inclina por carne nueva.
La expresión de Jul se ensombreció y Manuel dijo: “Ya queda poco para volver a casa y ponerse cada cual en su sitio. Pero vamos a disfrutar el resto del viaje. Acabáis de merendar, pero encargaré la cena pronto. Quiero salir temprano. El viaje es largo. Vamos a ducharnos los tres”. Lo que equivalía a decir que aunque dije que os follaría esta noche, ahora os voy a dar por culo en la ducha, porque no podré contenerme viendo esos pitos duros y los culos enjabonados pidiendo a gritos “fóllame”. Y se los folló, por supuesto. Y además, les dio unas palmadas sonoras para hacerlos entrar en calor, después del hielo tan frío, y los chavales se frotaban las nalgas para apaciguar el picor.
sábado, 10 de marzo de 2012
Capítulo 39 / El cachorrillo
Hubiera dormido todo el día si Jul no fuese a despertarlo por la mañana. El cachorrillo se quedó frito nada más poner la cabeza en la almohada y abandono su letargo con las sacudidas que le metió Jul, zarandeándolo por los hombros para espabilarlo.
El chico miró a su alrededor, incrédulo aún por ese sueño que se empeñaba en no dejarlo y debía admitir que era real. Sí. Ante sus ojos estaba el chico guapo del bar y su amo tendría que estar cerca pero el muchacho parecía estar solo.
Jul le sonrió con cariño y le dijo¨”Vamos dormilón. El amo nos está esperando en la habitación de al lado. Tienes que estar bien despierto y listo para servirle cuando él lo quiera. Así que vamos al baño que te enseñaré como debes asearte y prepararte para que el amo goce de tu cuerpo”.
Sin darle tiempo a pronunciar palabra Jul arrastró fuera de la cama al cachorrillo y lo llevó al cuarto de baño anexo a la habitación. El chiquillo miraba al otro chaval con asombro, pero se dejaba hacer como un niño en manos de su niñera, que ya le preparaba el baño y le decía: “Venga, mea y haz lo que tengas que hacer antes de meternos en la bañera... Supongo que harías tus necesidades delante de otros esclavos, así que no creo que te vaya a dar vergüenza ahora”. “No”, respondió el chaval y se sentó en el retrete para vaciar la tripa y la vejiga.
“De todos modos no te esfuerces que te voy a meter agua por el culo y limpiarás todo los restos que tengas dentro. Para el amo hay que estar impecable, como para lamer todo lo que salga por el ano. Así que date prisa que no podemos tardar mucho o nos calentará el culo a los dos”, le dijo Jul. Y el chico preguntó muy serio: “Castiga mucho el amo?”. “Lo justo”, respondió Jul. Y añadió: “Temes al castigo?. Normalmente nos azota, pero algunas veces puede ser más estricto y duro. Sobre todo conmigo, que es al que más exige, por ahora”, contestó Jul, permitiéndose la vanidad de que el amo fuese más severo con él.
Y el chaval le aclaró: “Estoy acostumbrado a que me zurren fuerte con un cinto y también con una regleta de madera. Cuando tenía dieciséis años, mi madre estaba con un fulano que me arreaba cuanto le daba la gana, con motivo o sin motivo, eso daba igual. Sólo tenía que venir borracho. Y fue el que me la metió por el culo la primera vez. Luego me volvió a dar por detrás tres o cuatro veces, hasta que mi madre se enteró y tuvieron una gresca de la hostia”. “Pero no eres virgen?. El amo que te vendió dijo que nunca te habían estrenado!. No es cierto, entonces?”, preguntó Jul sorprendido. Y el chaval muy preocupado le respondió: “Me querrá el amo si lo sabe?. No sé para que te dije nada. Se lo dirás y me devolverá a ese tío otra vez. Ese hombre no lo sabía porque le mentí. Le oí decir que me iba a poner de puta, porque no siendo virgen no valía mucho para venderme. Y yo le dije que nunca me habían metido nada por el culo, para que no me alquilase a todo el que pagase por follarme. Pero sólo fue aquel tío que estuvo con mi madre. Y de eso hace dos años. Desde entonces sólo me toqué el culo para limpiármelo después de cagar. Así que si me folla el amo es como si me estrenase él. Y me lo romperá si la tiene muy gorda, porque soy muy cerrado. Lo noto, porque cuando ando duro me cuesta un huevo echar la mierda fuera. No se lo digas que él ni se dará cuenta. Por favor. Que no quiero volver con ese otro que me pondrá de puta”.
El chaval contaba eso llorando y suplicándole a Jul con los ojos que no lo delatara, para poder quedarse con él y su amo. Pero Jul no podía prometerle ni asegurarle lo que Manuel haría al saberlo. Y ocultárselo era impensable para él. Por nada ni nadie engañaría jamás a su señor.
Estaba ante un dilema. De un lado la lástima que le daba el cachorrillo y del otro la lealtad y fidelidad a su amo. Pero nunca le mentiría o le ocultaría algo a su señor. Eso estaba fuera de toda duda. De todos modos quiso animar al cachorrillo y le dijo: “A mi ya me habían usado cuando me encontró el amo. Y se lo dije. Y en lugar de importarle me hizo su mascota. Así que contigo puede pasar lo mismo”. “Crees que podría aceptarme aún no estando entero, como dijo él?, preguntó el chiquillo secándose las lágrimas y sorbiendo los mocos. “Puede que sí... Bueno. Creo que sí, porque conozco al amo y es un hombre bueno”. Y el chico se animó a soñar: “Y podré ser otra mascota como tú e ir con él también?”. “Eso sólo depende del amo... Tú sólo sírvele y dale placer y obedece todo lo que te ordene... Y él te compensará como a todos sus perros esclavos”, le explicó Jul, mirando con ternura a aquel perrillo desvalido que buscaba el cariño de un amo para sentirse parte de una familia.
El cachorrillo entró en el baño y Jul le enjabonó el cuerpo , poniendo especial esmero en las partes blandas. Que en este caso tenían poco de eso, ya que nada más tocarle Jul, al chico se le había puesto el pito como a un ceporro. Y a Jul también, porque el chiquillo se la tocaba con la mano llena de espuma. Y si en un primer momento Jul no lo había aceptado de buena gana, ahora le estaba entrando por el ojo derecho. Quizás, por que le parecía que, como él, era indigno de consideración por parte de un ser superior como su amo. Era posible que Jul estuviese identificando al chico con sigo mismo, antes de encontrar a su señor.
Jul limpió y preparó al muchacho, como a una vestal para una ceremonia iniciática en el templo de su diosa, y ambos, cubiertos con un batín de baño blanco, fueron a presentarse ante su señor. Manuel, ya vestido, leía unos papeles sentado en un escritorio, y miró a los cachorros. Y preguntó: “está todo bien, Jul?”. “Sí, mi amo... Ya está preparado para que lo uses cuando te plazca, mi señor”, Respondió Jul. “Abriros las batas”, dijo el amo. Y pudo comprobar que sus pitos aún estaban tiesos. Y siguió: “Habéis estado haciendo guarradas, putas?
“No, mi amo (dijo Jul)... Solamente nos bañamos y limpiamos nuestros cuerpos para ti. Pero este cachorrillo es muy joven y...”.
“Basta!... Ahora voy a salir y ya os arreglaré más tarde”.
Y Jul añadió: “Pero debes saber algo sobre él, mi amo... No está intacto. Fue usado hace tiempo por un hombre sin escrúpulos...”. Y Jul repitió la historia que le había contado el chico.
Manuel le hizo un gesto al cachorrillo para que se acercara y le dijo: “Nada puede justificar que un puto perro mienta o pretenda engañar a un amo”. El chico se plantó de rodillas e intentó irrumpir en explicaciones y escusas, pero Manuel lo silencio de un tortazo, gritando: “Calla, cabrón!. Nunca vuelvas a abrir la boca sin que te pregunten... Me importa un carajo que te hayan dado por el culo o metido un ciempiés por el ano o la boca. Yo no busco vírgenes sino perros que me obedezcan y sepan darme placer. No voy a dejar de comprarte por eso, pero tienes que ser castigado por tu falsedad. Un jodido perro no puede mentir ni a un puto cabrón como al mercachifle que te vendió. Así que voy a azotarte y espero que aprendas la lección... Jul tumbate de frente sobre la cama y tú (dirigiéndose al chico) ponte de bruces sobre él... Jul, abrázalo fuerte y sujétale la piernas enlazándolas con las tuyas. Y cuenta hasta veinticinco. Por esta vez sólo será un aviso.
Y le azotó con tal fuerza que hasta soplarle en las nalgas le hacía daño. Y no sólo el cachorrillo lloraba, sino Jul también, porque sintió tanta pena como dolor en el culo el muchacho.
Y el amo les dijo: “Jul ponle el ungüento de Adem que cuando vuelva voy a follarlo... Pero antes ponte a cuatro patas, porque zurrar un culo siempre me pone cachondo como un burro. Y te voy a llenar de polla para que vea este puto cabrón lo que le espera a mi vuelta... Vamos que no tengo toda la mañana para perder demasiado tiempo en esto”. Y sacando la verga por la bragueta, se le clavó a Jul en el culo y le dio caña como un animal. Cuando iba a correrse, le ordenó al cachorrillo que metiese la polla de Jul en la boca y se tragase el esperma del otro cachorro, que ya le empezaba a salir por el capullo, y mientras tanto él le dejaba una buena reserva a su mascota dentro del culo.
Al sacarla del ano de Jul, le metió dos dedos, revolvió dentro, y los sacó pringados con su propio semen y le dijo al cachorrillo, metiéndoselos en la boca: “Toma. Acostúmbrate a su sabor porque será tu mejor golosina a partir de hoy... Os dejo servidos... A la vuelta os espera una sesión más completa”.
Y se marchó de la suite, dejando a sus perros, uno follado y zurrado el otro. Y los dos con las bolas vacías, porque el cachorrillo también había echado su lefa al paladear la de Jul. Y ambos castigados. Uno, físicamente por ocultar la verdad y el otro, Jul, de forma psíquica con el sufrimiento del otro (que lo había empalmado acariciándole la polla mientras lo lavaba) al azotarlo de forma tan dura su amo. Y quizás a Manuel le pudieron los celos al pegarle al chiquillo. En realidad le costaba soportar que Jul sintiera otro placer que no fuese dado por él. Aunque sólo se tratase de una pequeña caricia sin importancia en el pene. Y a pesar de ser imprescindible una solución para la exacerbada fijación que les cegaba a él y a su mascota, su alma se resistía a aflojar las cuerdas que los mantenían tan sumamente unidos el uno al otro. La razón aconsejaba lo que el corazón se negaba a reconocer y admitir como lógico y necesario. Es una disyuntiva tan vieja como la vida en el mundo. Pero nunca se ha dado una receta infalible para resolverla acertadamente sin la menor fisura. Somos complejos y difíciles de entender en cuanto a sentimientos y afectos hacia otros seres. Y más, si por medio ronda eso que llamamos amor, sin saber muy bien de que coño se trata. Aunque siempre haya un coño o ano en el asunto, desde luego. Porque sin eso la cosa tiene mucha menos gracia. Es verdad que existen amores platónicos, pero hasta en la más pura ensoñación, normalmente, se ve y se toca, con la imaginación, el cuerpo contrario.
“Ven. Volvamos a prepararnos para cuando vuelva el amo... Y controla tus sensaciones y la atracción hacia otro ser que no sea tu dueño, porque ya te ha costado una seria azotaina”, le dijo Jul al cachorrillo. “Me pegó por mentiroso. Y lo merecía. Pero no volveré a mentir nunca más”, replicó el chico. Y Jul respondió: “Puede que sí. Pero por si acaso modérate conmigo delante del amo”. Y el chaval preguntó: “Te quiere mucho, verdad?”. “Nos quiere a todos sus perros”, contestó el otro cachorro. Pero el cachorrillo añadió: “A ti te quiere de otra forma... Se nota cuando te mira... Y tú también los ves de una manera... No sé como decirlo... Es como lo hace la chica en una peli de amor cuando mira al chico antes de darse un beso”.
Jul se rió y le dijo: “Eres muy espabilado, chaval!. No te pierdes nada de lo que pasa a tu alrededor!. Nos amamos. Y eso es muy duro entre una amo y un miserable esclavo. Pero yo no puedo evitar desearlo sin importarme las consecuencias”.
“Pues yo quisiera llegar a amarle así”, afirmó el chico, añadiendo: “Y a ti también... A los dos por igual, porque tú me gustas mucho y me ayudas a ser un buen perro para el amo”.
“No! (dijo Jul). A él sí, pero por mi sólo sentirás lo que el amo te permita, Y nada más... Entiendes?.. Nada más!”.
“Lo entiendo”, respondió el chaval.
Y Jul quiso animarlo diciéndole: “Estoy seguro que nuestro dueño te va a querer mucho... Cómo te llamas?”.
“Guillermo”, contestó el cachorrillo. “Es muy largo... Además el amo te pondrá otro nombre.... si yo fuera él, te llamaría Ermo... Es bonito”, dijo Jul.
“Me gustaría ese nombre. Sobre todo porque me lo has puesto tú”, comentó el chico con una amplia sonrisa.
Y Jul cortó la charla: “Bueno. Dejemos esas cosas para el amo, que tenemos mucho que hacer antes de que llegue... Vamos al baño otra vez”.
Pero el chaval preguntó algo más: “Me vas a meter agua por el culo otra vez?”. “Sí.... Tendrás que hacerlo siempre antes de usarte el amo”, le aclaró Jul.
“Vale... Es que me da gusto cuando entra... Y cuando sale el chorro, es una pasada. Me pone cachondo”, contestó el chico sin el menor rubor.
Pero Jul le recriminó: “Eso lo hacemos por obligación. Así que no seas puta, porque las lavativas no son para que te lo pases pipa. Son para estar presentable y no molestar al señor con nuestras miserias. A no ser que él diga otra cosa y nos quiera sucios. Pero el amo nunca ha dicho tal cosa y si uno de nosotros no tiene las tripas vacías, la arma y no quiero ni pensar el castigo que le pondría. Así que lávate bien el culo todos los días, pero no seas tan vicioso. Será cabrón, este mocoso de mierda!”. Y Jul le dio una colleja y lo hizo entrar en la bañera.
Manuel abrió la puerta de la suite y los encontró listos y aseados como dos concubinas esperando el regreso de su señor después de una batalla. Y no había sido tan dura la negociación con el tratante, puesto que al sacar a relucir la falta de virginidad del perrillo, su precio cayó en picado y salió bastante barato. El resto de los negocios de Manuel también cumplieron sus expectativas, así que estaba de un humor excelente para regodearse con sus cachorros. Además le había dado tiempo de pasarse por una tienda de ropa para jóvenes y le traía al cachorrillo unas cuantas cosas para sacarlo de paseo en condiciones. Si algo le gustaba a Manuel era que sus perros saliesen a la calle bien guapos y atractivos. Cada uno a su estilo, pero con ese punto de niños bien sin llegar a ser pijos. Y siempre con una pincelada un tanto canalla y provocativa, realzando sus gracias y cualidades físicas.
“Acércate”, dijo dirigiéndose al cachorrillo y continuó: “Te he traído toda esta ropa y supongo que no me equivoqué demasiado, porque aunque no te he tomado bien la medida, me bastó la zurra para calibrar la talla de pantalones que calzas. Luego lo pruebas, pero ahora voy a tallarte de otra forma... Por cierto te llamarás Ermo.. Te gusta ese nombre Jul?”.
“Sí, mi amo”, contestó el cachorro algo confundido.
Y prosiguió Manuel: “Su nombre es Guillermo, pero es muy largo. Por qué pones esa cara?... Es que ya lo sabías?”.
“Lo del nombre sí, señor... Me lo dijo él esta mañana”, respondió Jul, mientras el cachorrillo observaba el diálogo expectante.
“Y bien, qué te parece. Le pongo Ermo?”, preguntó el amo.
Y Jul contestó: “Señor, es tuyo y sólo tu decides como ha de llamarse”.
“Jul. Déjate de tonterías y dime si te gusta ese nombre o le pondrías otro. En parte eres responsable de que haya comprado a este perrillo. Así que dime si te gusta el nombre y no le demos más vueltas que tengo ganas de darle por el culo”, dijo el amo un tanto impaciente por los miramientos de Jul a decir su opinión.
Y Jul confesó: “Amo. No sólo me gusta el nombre, sino que le dije que de poder bautizarlo así lo llamaría”.
“Vaya! (dijo Manuel sorprendido) Otra vez te adelantas a mi voluntad. Pero por esta vez no lo tendré en cuenta...Ven, Ermo”. Y el amo llevó al cachorrillo hasta un silla y se sentó diciéndole al chico que se tumbase boca abajo sobre sus rodillas, advirtiéndole que no iba a pegarle. El chico obedeció sin titubear y Manuel acarició sus nalgas y le repasó con los dedos la raja del culo. Y le dijo a Jul que se acercase y se sentase en el suelo al lado del trasero de Ermo. Manuel se humedeció un dedo en la boca y se lo introdujo al cachorrillo por el ano, acariciándolo por dentro despacio y con suavidad. Y dijo: ”Jul, me encanta tocaros el recto. La mucosa es tan fina y cálida que da gusto sentirla en los dedos. Y el tacto interior de este perrillo es especialmente agradable. Si no lo viera en sus papeles diría que tiene menos de dieciocho años. Su carne es muy joven y la piel está tersa y sin el menor pliegue en ninguna parte de su cuerpo. Es una delicia andar por este culito. No sé si alguno de sus padres fue un buen ejemplar, pero él salió de buena casta... Ven mete el dedo y muévelo despacio... Así... Despacio... Sin prisa... Ahora llévalo hacia arriba y deslízalo por ahí... Te gusta?”.
“Sí, mi amo... Es una sensación rara pero es como tener en los dedos algo muy delicado y vivo”, dijo Jul.
“Eso es! Vivo. Es tocar la vida del cachorro y notar sus sensaciones y el calor de su sangre corriendo por sus venas... Espera... voy a meter mi dedo también y sentiremos juntos los latidos y la lascivia de este cachorrillo... Porque no se si lo notas, pero está saliendo muy puta. Mira como respira y se estremece. Le gusta y se está poniendo a punto de caramelo. Si le seguimos hurgando con los dedos se corre, el muy cabrón. En estas cosas es donde se nota si un perro nació para ser semental o poner el culo como una perra. Y éste es como tú. Para montarlo sin parar y cuanta más caña le den mejor... Vamos. Ya está dilatado. Saca el dedo y siéntate a los pies de la cama. Ermo ponte de pie delante de Jul e inclínate para chuparle la polla. Sin agacharte!... Sólo dóblate y mantén el culo en alto con las patas abiertas.
Así... Pero sepáralas más que no te partes. Joder! Cómo mama este jodido!... Abre el culito que te lo voy a llenar con este verga que está reventando de leche”. Y el amo se la calzó sin prisa pero sin pausa alguna. Le entró toda sin demasiado esfuerzo ni queja por parte del enculado. El cachorrillo succionaba con demasiado afán como para dolerse del trabuco que le entraba y salía del culo, cada vez con más violencia. El amo le estaba metiendo una follada brutal, pero el chico se escarranchaba y reculaba para sentir más adentro el cipote de su dueño, que empujaba con los riñones como si intentase incrustar también los cojones en el culo del perrillo. Jul no aguantaba más sin darle la leche al joven mamón y éste ya se había corrido una vez y seguía con el pito como si aún no saltase ni una gota de esperma por el capullo. Pero la mascota esperaba la autorización de su amo para vaciar sus pelotas en al boca de Ermo. Y en cuando Manuel apretó más los muslos contra las nalgas del perrillo, Jul lo miró suplicando su permiso y amo y esclavo saturaron de semen al cachorrillo por ambos lados. Y el chico volvió a verter leche en el suelo de la suite.
Manuel se tiró sobre la cama cansado y satisfecho por el polvazo que le acababa de meter a su nuevo cachorro, aunque en sus planes estaba también darle caña a su mascota. Pero era mejor comer algo en la misma habitación del hotel y después de una siesta tranquila, con sus cachorros a cada lado, ya le daría rabo a ambos. Disponía de toda la tarde y gran parte de la noche para refocilarse con ellos, sin más preocupación que saciarse hasta las cejas de joderle el culo a los dos.
El chico miró a su alrededor, incrédulo aún por ese sueño que se empeñaba en no dejarlo y debía admitir que era real. Sí. Ante sus ojos estaba el chico guapo del bar y su amo tendría que estar cerca pero el muchacho parecía estar solo.
Jul le sonrió con cariño y le dijo¨”Vamos dormilón. El amo nos está esperando en la habitación de al lado. Tienes que estar bien despierto y listo para servirle cuando él lo quiera. Así que vamos al baño que te enseñaré como debes asearte y prepararte para que el amo goce de tu cuerpo”.
Sin darle tiempo a pronunciar palabra Jul arrastró fuera de la cama al cachorrillo y lo llevó al cuarto de baño anexo a la habitación. El chiquillo miraba al otro chaval con asombro, pero se dejaba hacer como un niño en manos de su niñera, que ya le preparaba el baño y le decía: “Venga, mea y haz lo que tengas que hacer antes de meternos en la bañera... Supongo que harías tus necesidades delante de otros esclavos, así que no creo que te vaya a dar vergüenza ahora”. “No”, respondió el chaval y se sentó en el retrete para vaciar la tripa y la vejiga.
“De todos modos no te esfuerces que te voy a meter agua por el culo y limpiarás todo los restos que tengas dentro. Para el amo hay que estar impecable, como para lamer todo lo que salga por el ano. Así que date prisa que no podemos tardar mucho o nos calentará el culo a los dos”, le dijo Jul. Y el chico preguntó muy serio: “Castiga mucho el amo?”. “Lo justo”, respondió Jul. Y añadió: “Temes al castigo?. Normalmente nos azota, pero algunas veces puede ser más estricto y duro. Sobre todo conmigo, que es al que más exige, por ahora”, contestó Jul, permitiéndose la vanidad de que el amo fuese más severo con él.
Y el chaval le aclaró: “Estoy acostumbrado a que me zurren fuerte con un cinto y también con una regleta de madera. Cuando tenía dieciséis años, mi madre estaba con un fulano que me arreaba cuanto le daba la gana, con motivo o sin motivo, eso daba igual. Sólo tenía que venir borracho. Y fue el que me la metió por el culo la primera vez. Luego me volvió a dar por detrás tres o cuatro veces, hasta que mi madre se enteró y tuvieron una gresca de la hostia”. “Pero no eres virgen?. El amo que te vendió dijo que nunca te habían estrenado!. No es cierto, entonces?”, preguntó Jul sorprendido. Y el chaval muy preocupado le respondió: “Me querrá el amo si lo sabe?. No sé para que te dije nada. Se lo dirás y me devolverá a ese tío otra vez. Ese hombre no lo sabía porque le mentí. Le oí decir que me iba a poner de puta, porque no siendo virgen no valía mucho para venderme. Y yo le dije que nunca me habían metido nada por el culo, para que no me alquilase a todo el que pagase por follarme. Pero sólo fue aquel tío que estuvo con mi madre. Y de eso hace dos años. Desde entonces sólo me toqué el culo para limpiármelo después de cagar. Así que si me folla el amo es como si me estrenase él. Y me lo romperá si la tiene muy gorda, porque soy muy cerrado. Lo noto, porque cuando ando duro me cuesta un huevo echar la mierda fuera. No se lo digas que él ni se dará cuenta. Por favor. Que no quiero volver con ese otro que me pondrá de puta”.
El chaval contaba eso llorando y suplicándole a Jul con los ojos que no lo delatara, para poder quedarse con él y su amo. Pero Jul no podía prometerle ni asegurarle lo que Manuel haría al saberlo. Y ocultárselo era impensable para él. Por nada ni nadie engañaría jamás a su señor.
Estaba ante un dilema. De un lado la lástima que le daba el cachorrillo y del otro la lealtad y fidelidad a su amo. Pero nunca le mentiría o le ocultaría algo a su señor. Eso estaba fuera de toda duda. De todos modos quiso animar al cachorrillo y le dijo: “A mi ya me habían usado cuando me encontró el amo. Y se lo dije. Y en lugar de importarle me hizo su mascota. Así que contigo puede pasar lo mismo”. “Crees que podría aceptarme aún no estando entero, como dijo él?, preguntó el chiquillo secándose las lágrimas y sorbiendo los mocos. “Puede que sí... Bueno. Creo que sí, porque conozco al amo y es un hombre bueno”. Y el chico se animó a soñar: “Y podré ser otra mascota como tú e ir con él también?”. “Eso sólo depende del amo... Tú sólo sírvele y dale placer y obedece todo lo que te ordene... Y él te compensará como a todos sus perros esclavos”, le explicó Jul, mirando con ternura a aquel perrillo desvalido que buscaba el cariño de un amo para sentirse parte de una familia.
El cachorrillo entró en el baño y Jul le enjabonó el cuerpo , poniendo especial esmero en las partes blandas. Que en este caso tenían poco de eso, ya que nada más tocarle Jul, al chico se le había puesto el pito como a un ceporro. Y a Jul también, porque el chiquillo se la tocaba con la mano llena de espuma. Y si en un primer momento Jul no lo había aceptado de buena gana, ahora le estaba entrando por el ojo derecho. Quizás, por que le parecía que, como él, era indigno de consideración por parte de un ser superior como su amo. Era posible que Jul estuviese identificando al chico con sigo mismo, antes de encontrar a su señor.
Jul limpió y preparó al muchacho, como a una vestal para una ceremonia iniciática en el templo de su diosa, y ambos, cubiertos con un batín de baño blanco, fueron a presentarse ante su señor. Manuel, ya vestido, leía unos papeles sentado en un escritorio, y miró a los cachorros. Y preguntó: “está todo bien, Jul?”. “Sí, mi amo... Ya está preparado para que lo uses cuando te plazca, mi señor”, Respondió Jul. “Abriros las batas”, dijo el amo. Y pudo comprobar que sus pitos aún estaban tiesos. Y siguió: “Habéis estado haciendo guarradas, putas?
“No, mi amo (dijo Jul)... Solamente nos bañamos y limpiamos nuestros cuerpos para ti. Pero este cachorrillo es muy joven y...”.
“Basta!... Ahora voy a salir y ya os arreglaré más tarde”.
Y Jul añadió: “Pero debes saber algo sobre él, mi amo... No está intacto. Fue usado hace tiempo por un hombre sin escrúpulos...”. Y Jul repitió la historia que le había contado el chico.
Manuel le hizo un gesto al cachorrillo para que se acercara y le dijo: “Nada puede justificar que un puto perro mienta o pretenda engañar a un amo”. El chico se plantó de rodillas e intentó irrumpir en explicaciones y escusas, pero Manuel lo silencio de un tortazo, gritando: “Calla, cabrón!. Nunca vuelvas a abrir la boca sin que te pregunten... Me importa un carajo que te hayan dado por el culo o metido un ciempiés por el ano o la boca. Yo no busco vírgenes sino perros que me obedezcan y sepan darme placer. No voy a dejar de comprarte por eso, pero tienes que ser castigado por tu falsedad. Un jodido perro no puede mentir ni a un puto cabrón como al mercachifle que te vendió. Así que voy a azotarte y espero que aprendas la lección... Jul tumbate de frente sobre la cama y tú (dirigiéndose al chico) ponte de bruces sobre él... Jul, abrázalo fuerte y sujétale la piernas enlazándolas con las tuyas. Y cuenta hasta veinticinco. Por esta vez sólo será un aviso.
Y le azotó con tal fuerza que hasta soplarle en las nalgas le hacía daño. Y no sólo el cachorrillo lloraba, sino Jul también, porque sintió tanta pena como dolor en el culo el muchacho.
Y el amo les dijo: “Jul ponle el ungüento de Adem que cuando vuelva voy a follarlo... Pero antes ponte a cuatro patas, porque zurrar un culo siempre me pone cachondo como un burro. Y te voy a llenar de polla para que vea este puto cabrón lo que le espera a mi vuelta... Vamos que no tengo toda la mañana para perder demasiado tiempo en esto”. Y sacando la verga por la bragueta, se le clavó a Jul en el culo y le dio caña como un animal. Cuando iba a correrse, le ordenó al cachorrillo que metiese la polla de Jul en la boca y se tragase el esperma del otro cachorro, que ya le empezaba a salir por el capullo, y mientras tanto él le dejaba una buena reserva a su mascota dentro del culo.
Al sacarla del ano de Jul, le metió dos dedos, revolvió dentro, y los sacó pringados con su propio semen y le dijo al cachorrillo, metiéndoselos en la boca: “Toma. Acostúmbrate a su sabor porque será tu mejor golosina a partir de hoy... Os dejo servidos... A la vuelta os espera una sesión más completa”.
Y se marchó de la suite, dejando a sus perros, uno follado y zurrado el otro. Y los dos con las bolas vacías, porque el cachorrillo también había echado su lefa al paladear la de Jul. Y ambos castigados. Uno, físicamente por ocultar la verdad y el otro, Jul, de forma psíquica con el sufrimiento del otro (que lo había empalmado acariciándole la polla mientras lo lavaba) al azotarlo de forma tan dura su amo. Y quizás a Manuel le pudieron los celos al pegarle al chiquillo. En realidad le costaba soportar que Jul sintiera otro placer que no fuese dado por él. Aunque sólo se tratase de una pequeña caricia sin importancia en el pene. Y a pesar de ser imprescindible una solución para la exacerbada fijación que les cegaba a él y a su mascota, su alma se resistía a aflojar las cuerdas que los mantenían tan sumamente unidos el uno al otro. La razón aconsejaba lo que el corazón se negaba a reconocer y admitir como lógico y necesario. Es una disyuntiva tan vieja como la vida en el mundo. Pero nunca se ha dado una receta infalible para resolverla acertadamente sin la menor fisura. Somos complejos y difíciles de entender en cuanto a sentimientos y afectos hacia otros seres. Y más, si por medio ronda eso que llamamos amor, sin saber muy bien de que coño se trata. Aunque siempre haya un coño o ano en el asunto, desde luego. Porque sin eso la cosa tiene mucha menos gracia. Es verdad que existen amores platónicos, pero hasta en la más pura ensoñación, normalmente, se ve y se toca, con la imaginación, el cuerpo contrario.
“Ven. Volvamos a prepararnos para cuando vuelva el amo... Y controla tus sensaciones y la atracción hacia otro ser que no sea tu dueño, porque ya te ha costado una seria azotaina”, le dijo Jul al cachorrillo. “Me pegó por mentiroso. Y lo merecía. Pero no volveré a mentir nunca más”, replicó el chico. Y Jul respondió: “Puede que sí. Pero por si acaso modérate conmigo delante del amo”. Y el chaval preguntó: “Te quiere mucho, verdad?”. “Nos quiere a todos sus perros”, contestó el otro cachorro. Pero el cachorrillo añadió: “A ti te quiere de otra forma... Se nota cuando te mira... Y tú también los ves de una manera... No sé como decirlo... Es como lo hace la chica en una peli de amor cuando mira al chico antes de darse un beso”.
Jul se rió y le dijo: “Eres muy espabilado, chaval!. No te pierdes nada de lo que pasa a tu alrededor!. Nos amamos. Y eso es muy duro entre una amo y un miserable esclavo. Pero yo no puedo evitar desearlo sin importarme las consecuencias”.
“Pues yo quisiera llegar a amarle así”, afirmó el chico, añadiendo: “Y a ti también... A los dos por igual, porque tú me gustas mucho y me ayudas a ser un buen perro para el amo”.
“No! (dijo Jul). A él sí, pero por mi sólo sentirás lo que el amo te permita, Y nada más... Entiendes?.. Nada más!”.
“Lo entiendo”, respondió el chaval.
Y Jul quiso animarlo diciéndole: “Estoy seguro que nuestro dueño te va a querer mucho... Cómo te llamas?”.
“Guillermo”, contestó el cachorrillo. “Es muy largo... Además el amo te pondrá otro nombre.... si yo fuera él, te llamaría Ermo... Es bonito”, dijo Jul.
“Me gustaría ese nombre. Sobre todo porque me lo has puesto tú”, comentó el chico con una amplia sonrisa.
Y Jul cortó la charla: “Bueno. Dejemos esas cosas para el amo, que tenemos mucho que hacer antes de que llegue... Vamos al baño otra vez”.
Pero el chaval preguntó algo más: “Me vas a meter agua por el culo otra vez?”. “Sí.... Tendrás que hacerlo siempre antes de usarte el amo”, le aclaró Jul.
“Vale... Es que me da gusto cuando entra... Y cuando sale el chorro, es una pasada. Me pone cachondo”, contestó el chico sin el menor rubor.
Pero Jul le recriminó: “Eso lo hacemos por obligación. Así que no seas puta, porque las lavativas no son para que te lo pases pipa. Son para estar presentable y no molestar al señor con nuestras miserias. A no ser que él diga otra cosa y nos quiera sucios. Pero el amo nunca ha dicho tal cosa y si uno de nosotros no tiene las tripas vacías, la arma y no quiero ni pensar el castigo que le pondría. Así que lávate bien el culo todos los días, pero no seas tan vicioso. Será cabrón, este mocoso de mierda!”. Y Jul le dio una colleja y lo hizo entrar en la bañera.
Manuel abrió la puerta de la suite y los encontró listos y aseados como dos concubinas esperando el regreso de su señor después de una batalla. Y no había sido tan dura la negociación con el tratante, puesto que al sacar a relucir la falta de virginidad del perrillo, su precio cayó en picado y salió bastante barato. El resto de los negocios de Manuel también cumplieron sus expectativas, así que estaba de un humor excelente para regodearse con sus cachorros. Además le había dado tiempo de pasarse por una tienda de ropa para jóvenes y le traía al cachorrillo unas cuantas cosas para sacarlo de paseo en condiciones. Si algo le gustaba a Manuel era que sus perros saliesen a la calle bien guapos y atractivos. Cada uno a su estilo, pero con ese punto de niños bien sin llegar a ser pijos. Y siempre con una pincelada un tanto canalla y provocativa, realzando sus gracias y cualidades físicas.
“Acércate”, dijo dirigiéndose al cachorrillo y continuó: “Te he traído toda esta ropa y supongo que no me equivoqué demasiado, porque aunque no te he tomado bien la medida, me bastó la zurra para calibrar la talla de pantalones que calzas. Luego lo pruebas, pero ahora voy a tallarte de otra forma... Por cierto te llamarás Ermo.. Te gusta ese nombre Jul?”.
“Sí, mi amo”, contestó el cachorro algo confundido.
Y prosiguió Manuel: “Su nombre es Guillermo, pero es muy largo. Por qué pones esa cara?... Es que ya lo sabías?”.
“Lo del nombre sí, señor... Me lo dijo él esta mañana”, respondió Jul, mientras el cachorrillo observaba el diálogo expectante.
“Y bien, qué te parece. Le pongo Ermo?”, preguntó el amo.
Y Jul contestó: “Señor, es tuyo y sólo tu decides como ha de llamarse”.
“Jul. Déjate de tonterías y dime si te gusta ese nombre o le pondrías otro. En parte eres responsable de que haya comprado a este perrillo. Así que dime si te gusta el nombre y no le demos más vueltas que tengo ganas de darle por el culo”, dijo el amo un tanto impaciente por los miramientos de Jul a decir su opinión.
Y Jul confesó: “Amo. No sólo me gusta el nombre, sino que le dije que de poder bautizarlo así lo llamaría”.
“Vaya! (dijo Manuel sorprendido) Otra vez te adelantas a mi voluntad. Pero por esta vez no lo tendré en cuenta...Ven, Ermo”. Y el amo llevó al cachorrillo hasta un silla y se sentó diciéndole al chico que se tumbase boca abajo sobre sus rodillas, advirtiéndole que no iba a pegarle. El chico obedeció sin titubear y Manuel acarició sus nalgas y le repasó con los dedos la raja del culo. Y le dijo a Jul que se acercase y se sentase en el suelo al lado del trasero de Ermo. Manuel se humedeció un dedo en la boca y se lo introdujo al cachorrillo por el ano, acariciándolo por dentro despacio y con suavidad. Y dijo: ”Jul, me encanta tocaros el recto. La mucosa es tan fina y cálida que da gusto sentirla en los dedos. Y el tacto interior de este perrillo es especialmente agradable. Si no lo viera en sus papeles diría que tiene menos de dieciocho años. Su carne es muy joven y la piel está tersa y sin el menor pliegue en ninguna parte de su cuerpo. Es una delicia andar por este culito. No sé si alguno de sus padres fue un buen ejemplar, pero él salió de buena casta... Ven mete el dedo y muévelo despacio... Así... Despacio... Sin prisa... Ahora llévalo hacia arriba y deslízalo por ahí... Te gusta?”.
“Sí, mi amo... Es una sensación rara pero es como tener en los dedos algo muy delicado y vivo”, dijo Jul.
“Eso es! Vivo. Es tocar la vida del cachorro y notar sus sensaciones y el calor de su sangre corriendo por sus venas... Espera... voy a meter mi dedo también y sentiremos juntos los latidos y la lascivia de este cachorrillo... Porque no se si lo notas, pero está saliendo muy puta. Mira como respira y se estremece. Le gusta y se está poniendo a punto de caramelo. Si le seguimos hurgando con los dedos se corre, el muy cabrón. En estas cosas es donde se nota si un perro nació para ser semental o poner el culo como una perra. Y éste es como tú. Para montarlo sin parar y cuanta más caña le den mejor... Vamos. Ya está dilatado. Saca el dedo y siéntate a los pies de la cama. Ermo ponte de pie delante de Jul e inclínate para chuparle la polla. Sin agacharte!... Sólo dóblate y mantén el culo en alto con las patas abiertas.
Así... Pero sepáralas más que no te partes. Joder! Cómo mama este jodido!... Abre el culito que te lo voy a llenar con este verga que está reventando de leche”. Y el amo se la calzó sin prisa pero sin pausa alguna. Le entró toda sin demasiado esfuerzo ni queja por parte del enculado. El cachorrillo succionaba con demasiado afán como para dolerse del trabuco que le entraba y salía del culo, cada vez con más violencia. El amo le estaba metiendo una follada brutal, pero el chico se escarranchaba y reculaba para sentir más adentro el cipote de su dueño, que empujaba con los riñones como si intentase incrustar también los cojones en el culo del perrillo. Jul no aguantaba más sin darle la leche al joven mamón y éste ya se había corrido una vez y seguía con el pito como si aún no saltase ni una gota de esperma por el capullo. Pero la mascota esperaba la autorización de su amo para vaciar sus pelotas en al boca de Ermo. Y en cuando Manuel apretó más los muslos contra las nalgas del perrillo, Jul lo miró suplicando su permiso y amo y esclavo saturaron de semen al cachorrillo por ambos lados. Y el chico volvió a verter leche en el suelo de la suite.
Manuel se tiró sobre la cama cansado y satisfecho por el polvazo que le acababa de meter a su nuevo cachorro, aunque en sus planes estaba también darle caña a su mascota. Pero era mejor comer algo en la misma habitación del hotel y después de una siesta tranquila, con sus cachorros a cada lado, ya le daría rabo a ambos. Disponía de toda la tarde y gran parte de la noche para refocilarse con ellos, sin más preocupación que saciarse hasta las cejas de joderle el culo a los dos.
miércoles, 7 de marzo de 2012
Capítulo 38 / La noche
Caminaron por el Paseo de Gracia y entraron en la Plaza de Cataluña, para bajar por la Ramblas mirando el variopinto retablo de tipos diferentes y espectáculos callejeros que a cada paso ofrecen su arte por unas pocas monedas. Siempre agradecidas con una mueca o gesto simpático, dirigido sobre todo a los niños, que quedan pasmados con estas cosas. Flores, pájaros, libros, cafés con sus terrazas concurridas por gentes de todas clases y procedencias. Todo eso es el mundillo de esa vía urbana que termina sin alcanzar nunca a Colón, señalando hacia un continente que nunca creyó nuevo, sino simplemente las Indias.
“Vamos a cenar en uno de los restaurantes que más me gustan de esta ciudad. Está por el barrio gótico, así que iremos andando y de paso ves la plaza de la catedral y los edificios que dan el nombre al barrio. Te gustará, ya verás”, le explicaba Manuel a Jul, con ese entusiasmo de quien enseña a su ser más querido algo que estima y aprecia en gran medida. Jul iba poseído de curiosidad y avidez por apreciar cuanto le decía Manuel e ir recordando y asimilando el torrente de imágenes y sensaciones que captaba por los ojos y oídos. Otra de las virtudes del chico era el interés y la sensibilidad que ponía en todo lo que hacía, ya que tenía una capacidad y agilidad metal muy estimables. Sin olvidar que solamente poseía estudios de nivel medio. Desde luego no era ninguna mentira decir que era un chico listo.
“Ese tenedor no es para eso. Con ese otro lo harás mejor”, le dijo Manuel a Jul, que se hacía un pequeño lío con tanto cubierto y tanta copa sobre la mesa. Y sobre todo con tanto camarero a su alrededor. “Lo estás haciendo muy bien. No te preocupes por ellos ni por nadie. Aquí no puedes comer en el suelo como en casa, así que mira como lo hago yo y ya está. De todos modos solucionaré estos problemas, porque vas a venir conmigo a muchos sitios y no vamos a andar por el mundo con tu platito de perro y tu bol para beber. Tendrás que acostumbrarte a una doble vida, como a dos aptitudes diferentes. La de esclavo y la de amante. Y ahora eres mi amante y no puedes caminar a cuatro patas por Barcelona”. Y Jul respondió: “Si te digo la verdad, prefiero mi plato de perro y comer en el suelo con mi boca y sin manos, a todo este lío. Yo nunca estuve en un sitio tan elegante y tan pijo. Ni comí estas cosas jamás. No fui rico, precisamente. Ni me vendí para que me invitasen a algo parecido. Soy un tío vulgar y no un señor de buena familia como tú, mi am... mi amor”. Lo último lo dijo bajito, pero enmendó decir lo que le estaba prohibido fuera de casa. Y Manuel le aclaró: “No eres vulgar. No eres un puto paleto como para no saber comportarte y aprender pequeñas normas de etiqueta, que tampoco sirven para nada, ni le importan a la mayor parte de los mortales. Y lo único que has dicho coherente es lo último. Lo de que soy tu amor y tú eres el mío. Y con eso basta. Comes en el suelo como tus hermanos cuando debes hacerlo y comerás en una mesa como mi igual las veces que sea necesario. También puedo darte algún pedazo con mi mano como en casa... Toma. Prueba esto... Acércate y cógelo con los dientes, que sabes hacerlo muy bien. Mejor que usar tanta herramienta”.
Manuel logró que el chico se riese y Jul estiró el cuello como un perrito, cogiendo el pedazo de carne que le daba su amo con los dedos.
“Y relájate que después iremos a tomar unas copas y estarás en un ambiente más cómodo y conocido...Cuanto hace que no sales a ninguna parte por la noche?, preguntó Manuel. Y Jul le dijo: “Desde que soy tuyo no salgo a otro sitio que no sea donde tu me lleves... Y antes casi nunca iba de copas ni salía por la noche. Entre el fútbol, el trabajo, los estudios y la falta de cuartos para mal gastarlos, me limitaban mucho ir de fiesta con amigos. Así que tampoco son sitios muy conocidos por mí”. “Pues verás como lo pasas bien con un par de copas”, le animó Manuel. Y Jul le contestó: “Si es por tomar copas vale, pero si se trata de que lo pase bien, nos vamos al hotel y ya sabes como disfruto”. “Y cómo disfrutas más?... Nunca me lo has dicho realmente. Qué es lo que más caliente te pone, Jul?”. “Sí lo sabes. Y a veces me castigas por eso. Cuanto más miserable y despreciable me hagas sentir, más disfruto, porque yo soy tu puta perra y gozo con todo lo que desees hacerme”, le respondió a Manuel el esclavo. “Eres lo más grande que he tenido en mi vida, Jul. Pero, aunque estoy deseando tenerte desnudo en mis brazos y comerte el culo. Y ya me has puesto empalmado y cachondo, cabrón!. Iremos primero a un bar gay para ver a algunos amigos que tengo aquí, en Barcelona... Amos, por supuesto. Así que delante de ellos vuelves a ser mi perro. Y no te separes de mi lado para nada”, concluyó el amo. “Nunca me separo de mi amo...amor, quiero decir”, afirmó Jul.
Esa noche, en el bar que fueron había que estar sólo en calzoncillos, o directamente en pelotas, y a la entrada dejaron la ropa en una bolas de basura, pero sin mierda dentro, y pasaron al interior. El local, no era muy espacioso y estaba oscuro. Un olor indefinido, tirando a húmedo, flotaba en el aire que rodeaba a muchos cuerpos tatuados y depilados absolutamente.
Amos y esclavos se mezclaban en una barahúnda de pollas y culos, entre humo de tabaco y sudor, poppers, látex, lubricante y hedor a semen y orines.
En la barra estaba un amigo de Manuel y otro conocido de este último, con sus respectivos perros, bastante jóvenes, y tras los saludos y abrazos de rigor, los amos pidieron unas copas, mientras los esclavos jadeaban a sus pies. Sus bocas abiertas esperaban que sus dueños dejasen caer en ellas un lapo de alcohol con que entretener su sed. Jul, estaba al lado de su dueño, sin correa, luciendo su palmito dentro de los slips que, gracias al botones, pasaron la prueba de fuego en el hotel y no los rasgó su amo para follarlo con ellos puestos. Y los otros dos señores alabaron su planta y su buena encarnadura. E incluso uno le paso la mano por el lomo apreciando la suavidad de su piel, diciendo: “Buen perraco traes esta vez, Manuel... Bueno. Tú siempre has venido con excelente ganado. Porque la otra vez, si no recuerdo mal, trajiste a un mestizo cachas, con un paquete y culo de muerte. Y este está muy bien de cuartos traseros, también. Dónde adquieres estos ejemplares?”. Y Manuel respondió: “Cuesta encontrarlos. Y más adiestrarlos y educarlos como es debido, pero ya sabes que soy un experto domando jóvenes cachorros para convertirlos en perros estupendos. El tuyo no está nada mal, tampoco (se refirió al perro del otro que parecía un niño aún). Que edad tiene?”. “Lo tengo hace muy poco. Acaba de cumplir dieciocho, pero nadie le echa más de dieciséis por la cara tan aniñada que tiene aún este puto cachorro. Y aún está aprendiendo a obedecer. Pero tiene maneras y puede ser un perro ideal para sexo”, contestó el propietario del cachorrillo. Y Manuel quiso saber más: ”Estaba entero?... Quiero decir si era virgen cuando lo adquiriste”. “Sí. Y aún lo es. Todavía no le entró nada por el culo y tampoco dejo que se masturbe. Le meto bromuro en la comida y no se le pone tiesa”, respondió el tío. “Y eso por qué?... Para que lo quieres entonces?”, indagó Manuel. Y contestó el otro: ”Pues no lo tengo muy claro aún. Ya tengo dos esclavos más y no necesito un tercero. Así que iba a sacarle dinero prostituyéndolo pero me han aconsejado que es mejor venderlo. Y siempre tendrá más precio si está sin estrenar...Lo he traído para mostrarlo y a ver si me hacen una oferta por él... Cuando haya más gente aquí le pongo al cuello un cartel que dice “se vende”, en letras grandes, y a ver si alguien se lo lleva, que ya sabes que cuestan un pastón alimentarlos y tenerlos en condiciones“. “Lo sé... Salen caros, pero dan satisfacciones cuando están bien tratados y enseñados”, respondió Manuel. Y el fulano también quiso saber: “ Y tú cuantos tienes ahora?”. “Cinco cachorros, un sirviente y cuatro guardianes africanos”, soltó Manuel. “Hostias, tío!. Menuda renta para alimentar a tantos! Y no te interesa vendar alguno?... Por ejemplo a éste, que tiene muy buena presencia?”, exclamó el otro amo. “A mis cachorros no hay dinero que los pague... Y éste en concreto ni tendría precio ni le arriendo la ganancia a quien pretenda llevárselo. Porque ni estando muerto lo permitiría. Yo no vendo a mis perros. Son míos y los quiero más que a nada en este mundo”, contestó Manuel airado. “Mucho dinero tendrás!... Pues compra ese otro... Uno más ni lo notas”, añadió el otro amo y Jul levantó la cabeza como si un resorte se le disparase dentro de ella. Y pensó: “Otro más, no, amo... Más perros no, que no te van a quedar fuerzas para mi!”. Y el otro amo insistió echándole mano al culo de Jul: “Pues me gusta tu perro. Y está duro de carnes el cabrón!”.
Manuel le agarró la mano y dijo desafiante: “Prefiero que no lo toques... Este perro es mi amante y es sólo mío hasta que muramos los dos”. “Amante un perro!... Pero tú puedes amar a uno de tus perros?”, se extraño el tratante de esclavos. “Sí puedo y los quiero a todos. Pero éste es mi amante además”, afirmó Manuel viendo los ojos húmedos de su cachorro agradeciéndole el gesto digno de un dios.
Pero no era Jul el único perro que miraba a Manuel, porque el perrillo en venta también lo vio como al amo que quisiese adorar toda su vida. Y Manuel dijo: “Me voy al hotel que mañana tengo asuntos que tratar en Barcelona y además estamos cansados del viaje... Quizás mañana volvamos y tomaremos otra copa”. Y instintivamente miró los ojos del cachorrillo sin dueño y se le hizo un nudo en la garganta pensando en las manos en que caería el pobre chiquillo. Vio la mirada de Jul y volvió a decir: “Puedes esperar un par de día para venderlo?”. “Si te interesa, espero. No es problema... el precio es...”.
Manuel lo cortó en seco: “No vamos a hablar del precio ahora. Los negocios se hacen en frío. Tu cuídalo y que siga entero sin que nadie lo toque y ya hablaremos de dinero si me lo llevo. Tengo otro de su edad y pueden hacer buena pareja los dos... Vamos Jul”. Y se fue con su mascota después de acariciar la cabeza del cachorrillo falto de afecto.
Al salir a la calle le dijo a Jul: “A este paso mi casa va a parecer una ONG para perros abandonados... No te dio pena esa indefensa criatura en manos de semejante mercader?... Y no hace falta que digas lo que pensaste, porque te doy una leche por egoísta. Qué crees?. Que por tener uno más en casa te voy a usar menos a ti?... Estás muy equivocado”. Y Jul le dijo: “Perdoname... Sí, lo pensé y me arrepiento por ser tan estúpido. Como si no quieres usarme más. Con tus cosas puedes hacer lo que quieras y cuando desees. Y lo que yo sienta no vale la pena ni debe importar, mi amo. Si me dejas, yo mismo cuidaré a ese cachorrillo si lo compras. Y será otro hermano para mi. No volveré a tener celos de ninguno. Sé como me amas y eso me basta para ser feliz, Manuel”.
El amo paró en seco y clavó los ojos en los de su cachorro. Y dijo: “Repítelo”. “No volveré a tener...”, empezó Jul y Manuel le interrumpió: “No. eso no. Lo último. Lo que pronunciaste después de ser feliz”. “Dije tu nombre, amo. Perdona el atrevimiento. No quise salir de mi sitio, mi señor”, balbuceó el muchacho aturdido. Manuel se rió y dijo: “Eres un tonto, mi amor. Desde que salimos de casa quise oírte decir mi nombre, aunque sólo fuese una vez, y tuvo que aparecer en escena un cachorro sin amo para que me llamases por mi nombre... Ven. Me importa una mierda que estemos en plena calle y que nos vea toda Barcelona”.
Abrazó al amor de su vida y le metió un beso en la boca, a la luz de una farola, que ni en un melodrama de los cincuenta se igualaría la escena. Y al recobrar la respiración le habló: “No se como lo consigues, pero me sorprendes a cada instante... Con ellos hago sexo, aunque les quiera mucho. Pero contigo hago el amor siempre. Y te amo, ya sea follando o aunque te azote, te torture o te someta al peor de los suplicios. O simplemente viéndote dormir o charlando. O riendo los dos sólo por sentirnos a gusto juntos. Tú crees que llegarás a amarme tanto como yo a ti?”. Jul se agarró con fuerza a su amo y se estrechó contra él, diciendo: “Eres mi dios, mi vida. Lo eres todo para mi. Cómo no voy amarte hasta la locura. Nunca dudes de mi amor porque sería injusto y mi peor castigo, además... Y si no lo tomas como un descaro de tu más humilde esclavo, te pediría que librases a ese joven cachorro de una vida sin afecto ni cariño... Por favor... Llévalo a casa también, porque merece ser feliz como lo son todos tus perros, señor. Y déjame enseñarlo a servirte y complacerte como el mejor de todos tus cachorros, mi amor”.
Manuel agarró de la mano a Jul y corrieron hacia el bar otra vez. En la puerta, el amo le dijo al portero que no iban a entrar, pero necesitaba hablar con un amigo que estaba dentro. Y si no podía entrar vestido, que hiciera el favor de avisarlo para que saliese un momento. El tío de la puerta entró y al rato volvía con el mercader que únicamente llevaba puesto un suspensorio. Manuel le dijo: “Dame al cachorro porque me lo llevo a mi hotel y mañana quedamos para ajustar el precio. Y ya me das los datos, certificados sanitarios y todo los papeles que tengas. Porque supongo que estará en regla todo eso!”. Y el tratante contestó: “Te lo quedas, entonces?. Pero lo vas a usar esta noche sin pagarlo?”. Manuel le aclaró al fulano: “Me lo llevo a mi hotel pero no para usarlo hasta que sea mío. Esta noche dormirá en otra habitación él solo y mañana ya veré lo que hago con mi cachorro. Si lo uso o no es cosa mía... Dile que salga... Espera. No me has dicho si todo esta correcto y como se llama?”. “Está sano y está todo en condiciones. Pero no le puse nombre... Eso lo dejé para su dueño si me lo compraban. Así que le pones el que te de la gana cuando me pagues. Y voy a fiarme de ti y te lo entrego desde ahora para que hagas lo que te salga del culo con él”. Asomó la cabeza dentro del local y pegó un silbido. Y en dos minutos salió el cachorrillo, desnudo y con cara de susto. Pero al ver a Manuel y a su cachorro algo le dijo que estaba salvado.
Manuel le sujetó la barbilla, examinó la dentadura y las orejas, y después de sopesarle los huevos le dio la vuelta y le bajó la testuz para comprobar la alzada y la línea de la espina dorsal. Le ordenó separar las patas y le introdujo el dedo por el culo, hurgando dentro unos segundos. Lo incorporó de nuevo y le dijo: “Abre la boca”. Le tocó la lengua con el dedo y añadió: “Pareces un buen perro y sano. Vístete. Te vienes conmigo... Date prisa”. El mercachifle se largó para dentro del bar y el cachorrillo se puso a llorar de alegría, abrazado a la cintura de Manuel. Su nuevo amo le acarició la cabeza diciéndole: “Ya tienes amo y estarás seguro en mi casa con el resto de mis cachorros. Ahora ya no debes llorar que le da mucha pena a Jul verte así. El chico se abrazó también al otro cachorro y Jul le dio un beso en la frente, como sabiendo que desde ese instante aquel chiquillo sería su protegido en la casa de Manuel. Y le dijo a su nuevo hermano: “Obedece y vístete ya, que tenemos que irnos con nuestro amo y no le gusta esperar”.
El cachorrillo se engancho al brazo de Jul y no dejaba de verle la cara a él y al amo, alternativamente, como queriendo aprender de memoria sus rasgos y poder verlos incluso dormido. Y jamás se imaginó que existiese un dormitorio como el de aquel hotel donde durmió el resto de esa noche afortunada.
Antes de dormirse en un estrecho abrazo, Manuel le preguntó a Jul: “Te he amado suficientemente este noche?. O te he dado más polla que amor?”. Y el muchacho le contestó: “No creo que puedes meterme polvos en igual medida que el amor que me haces sentir. Pero si te diré que un vergazo más y me lo tienes que dar por las orejas, porque mañana no podré andar de como me has dejado el culo esta noche. Eres un poco salvaje, pero no puedo vivir sin tu verga dentro de mi. Aunque parecía que buscabas petróleo hurgando con cuatro dedos dentro de mi. Me pone cachondo que los enrosques por el agujero y los separes haciendo tijera para dilatarme más el ano. Pero ahora me arde y lo siento tan abierto que me dan ganas de meterme la mano yo mismo y saber que sientes ahí dentro, para ponerte tan caliente cuando me lo haces. El dolor y el gozo contigo, son el mismo éxtasis de placer, mi amo. Y me haces tragar tanta leche que mañana es preferible que no cene para no empacharme. Aunque mañana también le tendrás que dar algo al nuevo, mi señor”. Y Manuel dijo: “Tendré para los dos. No crees?”. “Sí, mi dios... Nos saciarás sólo con estar a tu lado, Mi amor”. Y Jul se quedó dormido recostado en el corazón de su amo.
“Vamos a cenar en uno de los restaurantes que más me gustan de esta ciudad. Está por el barrio gótico, así que iremos andando y de paso ves la plaza de la catedral y los edificios que dan el nombre al barrio. Te gustará, ya verás”, le explicaba Manuel a Jul, con ese entusiasmo de quien enseña a su ser más querido algo que estima y aprecia en gran medida. Jul iba poseído de curiosidad y avidez por apreciar cuanto le decía Manuel e ir recordando y asimilando el torrente de imágenes y sensaciones que captaba por los ojos y oídos. Otra de las virtudes del chico era el interés y la sensibilidad que ponía en todo lo que hacía, ya que tenía una capacidad y agilidad metal muy estimables. Sin olvidar que solamente poseía estudios de nivel medio. Desde luego no era ninguna mentira decir que era un chico listo.
“Ese tenedor no es para eso. Con ese otro lo harás mejor”, le dijo Manuel a Jul, que se hacía un pequeño lío con tanto cubierto y tanta copa sobre la mesa. Y sobre todo con tanto camarero a su alrededor. “Lo estás haciendo muy bien. No te preocupes por ellos ni por nadie. Aquí no puedes comer en el suelo como en casa, así que mira como lo hago yo y ya está. De todos modos solucionaré estos problemas, porque vas a venir conmigo a muchos sitios y no vamos a andar por el mundo con tu platito de perro y tu bol para beber. Tendrás que acostumbrarte a una doble vida, como a dos aptitudes diferentes. La de esclavo y la de amante. Y ahora eres mi amante y no puedes caminar a cuatro patas por Barcelona”. Y Jul respondió: “Si te digo la verdad, prefiero mi plato de perro y comer en el suelo con mi boca y sin manos, a todo este lío. Yo nunca estuve en un sitio tan elegante y tan pijo. Ni comí estas cosas jamás. No fui rico, precisamente. Ni me vendí para que me invitasen a algo parecido. Soy un tío vulgar y no un señor de buena familia como tú, mi am... mi amor”. Lo último lo dijo bajito, pero enmendó decir lo que le estaba prohibido fuera de casa. Y Manuel le aclaró: “No eres vulgar. No eres un puto paleto como para no saber comportarte y aprender pequeñas normas de etiqueta, que tampoco sirven para nada, ni le importan a la mayor parte de los mortales. Y lo único que has dicho coherente es lo último. Lo de que soy tu amor y tú eres el mío. Y con eso basta. Comes en el suelo como tus hermanos cuando debes hacerlo y comerás en una mesa como mi igual las veces que sea necesario. También puedo darte algún pedazo con mi mano como en casa... Toma. Prueba esto... Acércate y cógelo con los dientes, que sabes hacerlo muy bien. Mejor que usar tanta herramienta”.
Manuel logró que el chico se riese y Jul estiró el cuello como un perrito, cogiendo el pedazo de carne que le daba su amo con los dedos.
“Y relájate que después iremos a tomar unas copas y estarás en un ambiente más cómodo y conocido...Cuanto hace que no sales a ninguna parte por la noche?, preguntó Manuel. Y Jul le dijo: “Desde que soy tuyo no salgo a otro sitio que no sea donde tu me lleves... Y antes casi nunca iba de copas ni salía por la noche. Entre el fútbol, el trabajo, los estudios y la falta de cuartos para mal gastarlos, me limitaban mucho ir de fiesta con amigos. Así que tampoco son sitios muy conocidos por mí”. “Pues verás como lo pasas bien con un par de copas”, le animó Manuel. Y Jul le contestó: “Si es por tomar copas vale, pero si se trata de que lo pase bien, nos vamos al hotel y ya sabes como disfruto”. “Y cómo disfrutas más?... Nunca me lo has dicho realmente. Qué es lo que más caliente te pone, Jul?”. “Sí lo sabes. Y a veces me castigas por eso. Cuanto más miserable y despreciable me hagas sentir, más disfruto, porque yo soy tu puta perra y gozo con todo lo que desees hacerme”, le respondió a Manuel el esclavo. “Eres lo más grande que he tenido en mi vida, Jul. Pero, aunque estoy deseando tenerte desnudo en mis brazos y comerte el culo. Y ya me has puesto empalmado y cachondo, cabrón!. Iremos primero a un bar gay para ver a algunos amigos que tengo aquí, en Barcelona... Amos, por supuesto. Así que delante de ellos vuelves a ser mi perro. Y no te separes de mi lado para nada”, concluyó el amo. “Nunca me separo de mi amo...amor, quiero decir”, afirmó Jul.
Esa noche, en el bar que fueron había que estar sólo en calzoncillos, o directamente en pelotas, y a la entrada dejaron la ropa en una bolas de basura, pero sin mierda dentro, y pasaron al interior. El local, no era muy espacioso y estaba oscuro. Un olor indefinido, tirando a húmedo, flotaba en el aire que rodeaba a muchos cuerpos tatuados y depilados absolutamente.
Amos y esclavos se mezclaban en una barahúnda de pollas y culos, entre humo de tabaco y sudor, poppers, látex, lubricante y hedor a semen y orines.
En la barra estaba un amigo de Manuel y otro conocido de este último, con sus respectivos perros, bastante jóvenes, y tras los saludos y abrazos de rigor, los amos pidieron unas copas, mientras los esclavos jadeaban a sus pies. Sus bocas abiertas esperaban que sus dueños dejasen caer en ellas un lapo de alcohol con que entretener su sed. Jul, estaba al lado de su dueño, sin correa, luciendo su palmito dentro de los slips que, gracias al botones, pasaron la prueba de fuego en el hotel y no los rasgó su amo para follarlo con ellos puestos. Y los otros dos señores alabaron su planta y su buena encarnadura. E incluso uno le paso la mano por el lomo apreciando la suavidad de su piel, diciendo: “Buen perraco traes esta vez, Manuel... Bueno. Tú siempre has venido con excelente ganado. Porque la otra vez, si no recuerdo mal, trajiste a un mestizo cachas, con un paquete y culo de muerte. Y este está muy bien de cuartos traseros, también. Dónde adquieres estos ejemplares?”. Y Manuel respondió: “Cuesta encontrarlos. Y más adiestrarlos y educarlos como es debido, pero ya sabes que soy un experto domando jóvenes cachorros para convertirlos en perros estupendos. El tuyo no está nada mal, tampoco (se refirió al perro del otro que parecía un niño aún). Que edad tiene?”. “Lo tengo hace muy poco. Acaba de cumplir dieciocho, pero nadie le echa más de dieciséis por la cara tan aniñada que tiene aún este puto cachorro. Y aún está aprendiendo a obedecer. Pero tiene maneras y puede ser un perro ideal para sexo”, contestó el propietario del cachorrillo. Y Manuel quiso saber más: ”Estaba entero?... Quiero decir si era virgen cuando lo adquiriste”. “Sí. Y aún lo es. Todavía no le entró nada por el culo y tampoco dejo que se masturbe. Le meto bromuro en la comida y no se le pone tiesa”, respondió el tío. “Y eso por qué?... Para que lo quieres entonces?”, indagó Manuel. Y contestó el otro: ”Pues no lo tengo muy claro aún. Ya tengo dos esclavos más y no necesito un tercero. Así que iba a sacarle dinero prostituyéndolo pero me han aconsejado que es mejor venderlo. Y siempre tendrá más precio si está sin estrenar...Lo he traído para mostrarlo y a ver si me hacen una oferta por él... Cuando haya más gente aquí le pongo al cuello un cartel que dice “se vende”, en letras grandes, y a ver si alguien se lo lleva, que ya sabes que cuestan un pastón alimentarlos y tenerlos en condiciones“. “Lo sé... Salen caros, pero dan satisfacciones cuando están bien tratados y enseñados”, respondió Manuel. Y el fulano también quiso saber: “ Y tú cuantos tienes ahora?”. “Cinco cachorros, un sirviente y cuatro guardianes africanos”, soltó Manuel. “Hostias, tío!. Menuda renta para alimentar a tantos! Y no te interesa vendar alguno?... Por ejemplo a éste, que tiene muy buena presencia?”, exclamó el otro amo. “A mis cachorros no hay dinero que los pague... Y éste en concreto ni tendría precio ni le arriendo la ganancia a quien pretenda llevárselo. Porque ni estando muerto lo permitiría. Yo no vendo a mis perros. Son míos y los quiero más que a nada en este mundo”, contestó Manuel airado. “Mucho dinero tendrás!... Pues compra ese otro... Uno más ni lo notas”, añadió el otro amo y Jul levantó la cabeza como si un resorte se le disparase dentro de ella. Y pensó: “Otro más, no, amo... Más perros no, que no te van a quedar fuerzas para mi!”. Y el otro amo insistió echándole mano al culo de Jul: “Pues me gusta tu perro. Y está duro de carnes el cabrón!”.
Manuel le agarró la mano y dijo desafiante: “Prefiero que no lo toques... Este perro es mi amante y es sólo mío hasta que muramos los dos”. “Amante un perro!... Pero tú puedes amar a uno de tus perros?”, se extraño el tratante de esclavos. “Sí puedo y los quiero a todos. Pero éste es mi amante además”, afirmó Manuel viendo los ojos húmedos de su cachorro agradeciéndole el gesto digno de un dios.
Pero no era Jul el único perro que miraba a Manuel, porque el perrillo en venta también lo vio como al amo que quisiese adorar toda su vida. Y Manuel dijo: “Me voy al hotel que mañana tengo asuntos que tratar en Barcelona y además estamos cansados del viaje... Quizás mañana volvamos y tomaremos otra copa”. Y instintivamente miró los ojos del cachorrillo sin dueño y se le hizo un nudo en la garganta pensando en las manos en que caería el pobre chiquillo. Vio la mirada de Jul y volvió a decir: “Puedes esperar un par de día para venderlo?”. “Si te interesa, espero. No es problema... el precio es...”.
Manuel lo cortó en seco: “No vamos a hablar del precio ahora. Los negocios se hacen en frío. Tu cuídalo y que siga entero sin que nadie lo toque y ya hablaremos de dinero si me lo llevo. Tengo otro de su edad y pueden hacer buena pareja los dos... Vamos Jul”. Y se fue con su mascota después de acariciar la cabeza del cachorrillo falto de afecto.
Al salir a la calle le dijo a Jul: “A este paso mi casa va a parecer una ONG para perros abandonados... No te dio pena esa indefensa criatura en manos de semejante mercader?... Y no hace falta que digas lo que pensaste, porque te doy una leche por egoísta. Qué crees?. Que por tener uno más en casa te voy a usar menos a ti?... Estás muy equivocado”. Y Jul le dijo: “Perdoname... Sí, lo pensé y me arrepiento por ser tan estúpido. Como si no quieres usarme más. Con tus cosas puedes hacer lo que quieras y cuando desees. Y lo que yo sienta no vale la pena ni debe importar, mi amo. Si me dejas, yo mismo cuidaré a ese cachorrillo si lo compras. Y será otro hermano para mi. No volveré a tener celos de ninguno. Sé como me amas y eso me basta para ser feliz, Manuel”.
El amo paró en seco y clavó los ojos en los de su cachorro. Y dijo: “Repítelo”. “No volveré a tener...”, empezó Jul y Manuel le interrumpió: “No. eso no. Lo último. Lo que pronunciaste después de ser feliz”. “Dije tu nombre, amo. Perdona el atrevimiento. No quise salir de mi sitio, mi señor”, balbuceó el muchacho aturdido. Manuel se rió y dijo: “Eres un tonto, mi amor. Desde que salimos de casa quise oírte decir mi nombre, aunque sólo fuese una vez, y tuvo que aparecer en escena un cachorro sin amo para que me llamases por mi nombre... Ven. Me importa una mierda que estemos en plena calle y que nos vea toda Barcelona”.
Abrazó al amor de su vida y le metió un beso en la boca, a la luz de una farola, que ni en un melodrama de los cincuenta se igualaría la escena. Y al recobrar la respiración le habló: “No se como lo consigues, pero me sorprendes a cada instante... Con ellos hago sexo, aunque les quiera mucho. Pero contigo hago el amor siempre. Y te amo, ya sea follando o aunque te azote, te torture o te someta al peor de los suplicios. O simplemente viéndote dormir o charlando. O riendo los dos sólo por sentirnos a gusto juntos. Tú crees que llegarás a amarme tanto como yo a ti?”. Jul se agarró con fuerza a su amo y se estrechó contra él, diciendo: “Eres mi dios, mi vida. Lo eres todo para mi. Cómo no voy amarte hasta la locura. Nunca dudes de mi amor porque sería injusto y mi peor castigo, además... Y si no lo tomas como un descaro de tu más humilde esclavo, te pediría que librases a ese joven cachorro de una vida sin afecto ni cariño... Por favor... Llévalo a casa también, porque merece ser feliz como lo son todos tus perros, señor. Y déjame enseñarlo a servirte y complacerte como el mejor de todos tus cachorros, mi amor”.
Manuel agarró de la mano a Jul y corrieron hacia el bar otra vez. En la puerta, el amo le dijo al portero que no iban a entrar, pero necesitaba hablar con un amigo que estaba dentro. Y si no podía entrar vestido, que hiciera el favor de avisarlo para que saliese un momento. El tío de la puerta entró y al rato volvía con el mercader que únicamente llevaba puesto un suspensorio. Manuel le dijo: “Dame al cachorro porque me lo llevo a mi hotel y mañana quedamos para ajustar el precio. Y ya me das los datos, certificados sanitarios y todo los papeles que tengas. Porque supongo que estará en regla todo eso!”. Y el tratante contestó: “Te lo quedas, entonces?. Pero lo vas a usar esta noche sin pagarlo?”. Manuel le aclaró al fulano: “Me lo llevo a mi hotel pero no para usarlo hasta que sea mío. Esta noche dormirá en otra habitación él solo y mañana ya veré lo que hago con mi cachorro. Si lo uso o no es cosa mía... Dile que salga... Espera. No me has dicho si todo esta correcto y como se llama?”. “Está sano y está todo en condiciones. Pero no le puse nombre... Eso lo dejé para su dueño si me lo compraban. Así que le pones el que te de la gana cuando me pagues. Y voy a fiarme de ti y te lo entrego desde ahora para que hagas lo que te salga del culo con él”. Asomó la cabeza dentro del local y pegó un silbido. Y en dos minutos salió el cachorrillo, desnudo y con cara de susto. Pero al ver a Manuel y a su cachorro algo le dijo que estaba salvado.
Manuel le sujetó la barbilla, examinó la dentadura y las orejas, y después de sopesarle los huevos le dio la vuelta y le bajó la testuz para comprobar la alzada y la línea de la espina dorsal. Le ordenó separar las patas y le introdujo el dedo por el culo, hurgando dentro unos segundos. Lo incorporó de nuevo y le dijo: “Abre la boca”. Le tocó la lengua con el dedo y añadió: “Pareces un buen perro y sano. Vístete. Te vienes conmigo... Date prisa”. El mercachifle se largó para dentro del bar y el cachorrillo se puso a llorar de alegría, abrazado a la cintura de Manuel. Su nuevo amo le acarició la cabeza diciéndole: “Ya tienes amo y estarás seguro en mi casa con el resto de mis cachorros. Ahora ya no debes llorar que le da mucha pena a Jul verte así. El chico se abrazó también al otro cachorro y Jul le dio un beso en la frente, como sabiendo que desde ese instante aquel chiquillo sería su protegido en la casa de Manuel. Y le dijo a su nuevo hermano: “Obedece y vístete ya, que tenemos que irnos con nuestro amo y no le gusta esperar”.
El cachorrillo se engancho al brazo de Jul y no dejaba de verle la cara a él y al amo, alternativamente, como queriendo aprender de memoria sus rasgos y poder verlos incluso dormido. Y jamás se imaginó que existiese un dormitorio como el de aquel hotel donde durmió el resto de esa noche afortunada.
Antes de dormirse en un estrecho abrazo, Manuel le preguntó a Jul: “Te he amado suficientemente este noche?. O te he dado más polla que amor?”. Y el muchacho le contestó: “No creo que puedes meterme polvos en igual medida que el amor que me haces sentir. Pero si te diré que un vergazo más y me lo tienes que dar por las orejas, porque mañana no podré andar de como me has dejado el culo esta noche. Eres un poco salvaje, pero no puedo vivir sin tu verga dentro de mi. Aunque parecía que buscabas petróleo hurgando con cuatro dedos dentro de mi. Me pone cachondo que los enrosques por el agujero y los separes haciendo tijera para dilatarme más el ano. Pero ahora me arde y lo siento tan abierto que me dan ganas de meterme la mano yo mismo y saber que sientes ahí dentro, para ponerte tan caliente cuando me lo haces. El dolor y el gozo contigo, son el mismo éxtasis de placer, mi amo. Y me haces tragar tanta leche que mañana es preferible que no cene para no empacharme. Aunque mañana también le tendrás que dar algo al nuevo, mi señor”. Y Manuel dijo: “Tendré para los dos. No crees?”. “Sí, mi dios... Nos saciarás sólo con estar a tu lado, Mi amor”. Y Jul se quedó dormido recostado en el corazón de su amo.
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