lunes, 28 de noviembre de 2011

Capítulo 9 / El sexo

Se quedó traspuesto esperando a que su esclavo abriese los ojos de una puta vez, pero el jodido chico seguía inmerso en un sueño que parecía eterno y feliz, a tenor por la cara angelical del muchacho. Viéndolo nadie diría que tan sólo hacía unas horas le habían torturado hasta por las orejas. Manuel se recostó sobre el antebrazo, mirando a su esclavo que yacía de espaldas a él, y un deseo irreprimible de poseerlo se adueñó de su alma. Era consciente que el pobre no debía estar aún para mucho sexo, pero el amo era él y aquel cuerpo solamente un juguete de su placer. Se arrimó, pegando su piel desnuda a la del puto esclavo, y sin más suavizante que la pasión que desgarraba su corazón penetró al muchacho, apretándole la espalda contra su pecho.

Jul notó el puyazo como si atravesasen su cuerpo de parte a parte, pero sólo volvió la cabeza hacía la mirada de su amo, encontrándose con su boca que lo buscaba con ansia de besos. Manuel juntó su lengua con la del chico y fue tanta la intensidad del beso como la del polvo que le estaba metiendo. Dejó respirar al esclavo y apretándole el vientre hacía él para clavarlo hasta fundirlo consigo mismo, no pudo reprimir por más tiempo la tensión que llevaba dentro, consumiéndolo en una lucha inútil por no claudicar ante el puto cabrón que estaba amando sin más razón que su propia locura.

Y sin despegar casi los labios le dijo al chaval: “Eres un hijo de la gran puta. Un perro de mierda. Un jodido maricón y te voy a reventar el culo. Así,...pégate más y abre las cachas. Y traga mi rabo por ese ojete que me aprieta la verga cada vez que lo fuerza a abrirse...Eres una zorra y me pones cachondo, pero te voy a enseñar cual es tu sitio aunque tenga que desollarte a correazos. Así ,....así.... toma polla, cabrón. Toma, jodido de mierda. No eres más que un cacho de carne con agujeros para que te folle por donde me de la puta gana. Y no pongas esos ojos de cordero inocente que en el fondo eres un guarro y gozas como un puto cerdo cuando te meten un buen rabo por el culo...Sabes como joden los lobos, cabrón?. No?. Contesta, hijo de perra cuando te pregunta tu amo!”. “No... lo... se,... mi señor”. Gimió el chico entre jadeos y sacudido por los empellones que le daba su amo jodiéndole el culo. “Pues lo vas a saber”, Respondió el amo.

Y con una rápido giro se puso encima del esclavo, le tapó la boca con una mano y con la otra le elevaba la barriga, levantándole el culo, y lo sujetó por la nuca clavándole los dientes. El chico disfrutaba de cada milésima de carne introducida en la suya, sorbiendo sus mucosas el calor y la vida de su amo, pero dejando que lo usase como un cordero se presta a que lo trasquilen. Esta vez no osaría suplantar a su señor tomando la iniciativa. Y con cuatro clavadas más recias empezó a correrse en las sábanas. Manuel, bañado en sudor, soltaba lascivia y babas en el cuello del chico y mantenía su cabalgada salvaje sobre un potro absolutamente domado y entregado a su dominio. Jul no declinó en su ardor y se mantuvo excitado, fabricando más semen en sus cojones para escupirlo al sentir el de su dueño colmando su deseo en un estremecido éxtasis de aullidos y jadeos.
Jul y Manuel se habían unido y algo superior a ellos no dejaba que se separasen.

Puede que sólo fuesen minutos pero hay momentos en que el tiempo no cuenta. Cuando Manuel se dejó caer al lado de su esclavo era un hombre agotado. Y fue Jul quien habló:
“Puedo hablarte, mi amo?”. “Sí...Habla”, murmuró su señor. “Mi amo. Perdóname si te ofendo con mi torpeza, pero aún soy un puto novato ignorante que sólo merece tu desprecio. Pero soy tuyo y no quiero mi vida si no es para servirte, mi señor”. Manuel calló un instante pero añadió: “Jul, yo sí quiero tu vida. Y te quiero a ti, niñato de mierda!. “Me has embrujado con esas pestañas y tus ojos verdes. Me embotas el olfato con el olor de tu cuerpo y de tu jodido culo. Y ese esbozo de sonrisa conque siempre me recibes me desarma y me ablanda. Pero aunque pueda tratarte con suavidad y hasta con dulzura a veces, no será menor el rigor del castigo cuando lo merezcas. Y que seas el preferido no significa que vayas a ser el único. La exclusividad es mía como tu amo, pero no tuya como mi esclavo. Y nunca menosprecies o rechaces a tus compañeros porque son míos y también me dan placer. Has entendido lo que te he dicho, Jul?!. “Sí, mi señor. Todo lo de mi amo es sagrado para mí, señor”. Respondió el chaval. “Ven al baño”. Le ordenó Manuel.

Entró en la ducha con su esclavo, permanentemente subido en una nube como un crío ante un regalo, y aguardó que el agua se templase para ponerse debajo los dos. Lo frotó por todas partes cubriéndolo de espuma y también se enjabonó el mismo y lo abrazó de frente para besarlo con tanto amor como no lo hubiera esperado Jacinto del dios Apolo. Ambos se acariciaron, dejando resbalar las manos entre la espuma del jabón, y sus miembros se buscaron para restregarse, recuperando las ganas de gozar otra vez juntos.

Jul quería chuparle la polla al amo. Y éste, como intuyendo el deseo de su esclavo, le puso las manos sobre los hombros y lo agachó poniendo su tranca al alcance de la boca de su insaciable mamón, que se la comió con gel y todo. Pero Manuel tenía verdadero vicio por el culo del chico y lo irguió dándole la vuelta y se la volvió a endiñar por donde amargan los pepinos, como suelen decir los que van por la vida de machos, y que desde luego a Jul no le amargaba en absoluto. Tanto es así que dejó fiel testigo de su placer en la mampara de la ducha, justo cuando su amo se lo dejaba a él dentro del culo. Y el amo no pudo menos que quejarse diciendo: “A este paso me dejas seco. Eres un cabrón con pintas, jodido mocoso”.

“Mi señ...”. Intentó decir el perro y una hostia tremenda lo dejó sin habla. “Jamás hables sin que yo te lo permita, puto estúpido!. Qué ibas a decir?. Que los dos somos un par de viciosos y que la culpa es mía por no controlarme?. Tú eres mi puta, Y ese ojete rosado y tan cerradito aún, me incita constantemente a que me lo coma o lo deshaga a pollazos. Es eso lo que ibas a decirme, zorra. Contesta!”. “No, mi señor”, dijo Jul con miedo. “Entonces?. Que tontería se te ocurrió?”. Grito el amo. “Que me azotases si lo merezco por ser una puta guarra y un vicioso, mi amo”. “Te castigaré cuando me de la gana y no para darte el gustazo de ponerte cachonda como una perra azotándote el culo. O crees que no me doy cuenta de que te corres cuando te zurro, puto masoca?. Date la vuelta. Apoya las manos en el cristal y ábrete de patas, cabrito!. Así. Ahora separate bien las nalgas con las manos. Eso es, que se te vea el agujero. Hummmm. Me pone a cien esta monada y voy a conservarte este ojete siempre apretado para que cada follada que te meta sea como una violación, rompiéndote el virgo mil veces.

Y cuando el chaval esperaba una manta de azotes, Manuel se puso en cuclillas y metió la lengua por el culo de su esclavo, relamiéndole el ano como un golfillo chuparía un caramelo. Desde la mucosa del ano y por toda la médula, el esclavo se electrizó con dulces quejidos. Y cuando su dueño volvió a ponerse en pie, lo hizo besando la espalda del muchacho y abrazándolo como si alguien quisiese arrebatárselo y alejarlo de su lado. Y dijo: “Si he de morir que sea follándote. Y sal de aquí que nos va a dar algo por estar mojados tanto tiempo. Venga, desfila, que además tenemos que comer, porque sólo de mi leche no te alimentas lo suficiente”. “Sí, mi señor”. Afirmó el esclavo.

Manuel ordenó que le sirvieran el almuerzo en el comedor. Y como de costumbre sus otros perros acudieron allí para postrase en el suelo cerca del amo. Era una gran sala de estilo modernista amueblada en madera de color claro y una mullida alfombra bajo la mesa y las sillas. Adem ya atenía todo dispuesto al llegar el señor con su mascota. Jul venía detrás de su amo, con su collar de plata al cuello, desnudo y oliendo a limpio y Manuel iba sin calzoncillos y un ligero quimono de seda, por lo que su miembro se balanceaba libremente de un lado a otro.

No hizo falta que le dijeran a Jul que debía hacer o donde ponerse. Se acercó a sus compañeros y se postró como ellos mirando a su dueño con devoción. Bom lo miró de reojo, disimulando que algo le molestaba para no provocar la ira de su dueño, pero Manuel le dijo: “Jul acércate a Bom”. Y el chico obedeció. “Bom, huele su culo y lámele el ojete en señal de amistad como un perro dócil y bueno”. Le mandó el dueño a su mastín y éste así lo hizo. Se puso detrás de Jul olfateo su trasero metiendo el hocico entre sus muslos y luego lamió el ano del cachorro, saliéndole el capullo de la polla por la cintura del suspensorio, empalmado como si estuviera catando a una perra en celo antes de cubrirla.

Jul estaba algo incómodo pero no le disgustó la comida de culo que le hizo su compañero, aunque no se excitó. Y el amo también le ordenó a él que confraternizase con Bom: “Ahora tú, Jul. Acariciale el lomo a ese puto chulo...Venga....Así, despacio,... con cariño...Así...Ves, Bom, como él también te quiere. Pues quiero que seas su amigo y nada de celos entre vosotros. Y eso también te lo digo a ti, Geis, aunque con tal de que alguien te cubre lo demás te importa un carajo, so zorra!. Jul acércate”. Y el cachorro fue a la vera de su amo dejando a Bom con la punta del pito reluciente y el taparrabos mojado y pringoso.

Manuel comía y con su mano le daba trozos a su mascota en la boca, sacando alguno de la suya, para compartir con él su propio almuerzo. El hambre hacía que el muchacho se precipitase a morder los pedazos que su dueño le dejaba entre los dientes, tragándolos con avidez puesto que no probara bocado desde el día anterior. “Despacio, que te atragantas, glotón!”. Bebe agua....Toma”. Y diciendo eso, Manuel vació sobre la mesa la panera de plata, echó agua en ella y se la puso en el suelo a su cachorro para beber.


Ya saciado el amo , salió al jardín con sus perros para tomar un café, fumándose un puro, mientras sus chuchos jugaban y corrían sorteando macizos y arbustos, bajo la vigilante mirada de Adem que los cuidaba con pericia y esmero.



Y así, entre juegos, sexo, distracciones y otras obligaciones, transcurriría una jornada más en la nueva vida que Jul, que aún privado de su libertad, ya no cambiaría por nada del mundo si ello implicaba perder a su dueño.

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